19: Capítulo 18
Capítulo 18
El lunes siguiente, por la tarde, fueron convocadas al comedor y Sooz ya podía imaginar que el motivo estaba relacionado con su pequeña fiesta.
―¿Qué castigo os pusieron la última vez? ―Preguntó Ash, con expresión avergonzada.
―Nos prohibieron salir de la Academia durante dos fines de semana.
Iban a cruzar la puerta del comedor cuando Gábor irrumpió desde el interior, golpeando la puerta con un puño.
Dieron un salto debido al susto, y el joven le dio una patada al banco que estaba a diez centímetros de ellas.
―¿Qué ha pasado? ―Le preguntó Sooz, con los ojos como platos. Pocas veces lo había visto tan enfadado. Su hermano tenía un carácter despreocupado y sin arranques violentos.
Antes de que le contestara, Orla y Lozis salieron del comedor seguidos por Elek y Taly.
—No puedes hacer eso. Mi padre jamás lo permitiría ―rugió Gábor de forma amenazante.
―Esta vez tu padre no te va a sacar del lío, Gábor ―contestó Lozis a la defensiva―. Vas a tener que madurar y pronto.
―Estáis exagerando bastante ―espetó Elek, con diplomacia―. Estuvo mal, pero el castigo es desproporcionado.
―No es un castigo ―interrumpió Orla―. Simplemente, no podemos confiar en vosotros. Después de toda la gente que ha muerto por vosotros, y por nuestros ideales. Después de todo lo que hemos perdido para evitar criaros en un mundo que cree que los recursos naturales son parte de un juego, puestos ahí para nuestro entretenimiento, no habéis entendido nada. No podéis representar a los Naturalistas en la Tierra. Oficialmente, vosotros tres, como cabecillas de lo ocurrido en la noche del viernes, quedáis excluidos de la primera expedición a la Tierra, y no hay más que hablar.
Ahí estaba:
La razón por la cual su hermano había perdido los papeles. Gábor llevaba meses soñando con la misión de viajar a la Tierra, junto a Lashira Khan, para encontrar a los naturalistas que habían enviado el mensaje. Prohibirles aquello era lo peor que podían hacerles. Ciertamente, el castigo era desproporcionado, pero dadas las circunstancias con Kaudalon, y la tensión bajo la que los profesores estaban, lo comprendía.
―Ahora regresad al comedor ―los instó Lozis―. Tesk os está esperando para explicaros los detalles del castigo general.
Al parecer, ellas tampoco se iban a librar.
Elek intentó agarrar el brazo de Gábor, para llevarlo de vuelta al comedor, pero éste se deshizo de su agarre de forma violenta.
―Gábor, no pueden estar enojados para siempre ―lo apaciguó Elek―. Para cuando se programe una expedición, se les habrá olvidado todo este asunto. Lashira Khan querrá a los mejores alumnos de esta academia con él. No nos dejará atrás.
Las chicas entraron en el comedor y se sentaron junto a los demás participantes del juego. Poco después, los muchachos regresaron y tomaron asiento varias filas por delante de ellas.
Tesk estaba sentado en el borde de una mesa. Parecía estar mucho más relajado que Orla y Lozis. Quizá hubiera alguna novedad que explicara su cambio de actitud, pero dudaba que se lo fuera a contar a los alumnos. Odiaba el secretismo y no poder averiguar qué estaba ocurriendo exactamente.
—Tesk no está enfadado con nosotras, antes ha sido muy amable conmigo, y hasta me ha dado un abrazo —declaró Driamma.
―Un comportamiento normal entre profesor y alumna ―se burló.
—Supongo que se siente responsable de la huérfana, pobre y analfabeta —dedujo Driamma.
—¿Te has planteado alguna vez escribir guiones de telenovelas?
Driamma sonrió.
—No, pero si alguna vez lo hago, por favor mátame. Prefiero tener una profesión un poco menos perjudicial para la humanidad, como traficante o asesina a sueldo.
Ash se giró hacia ellas.
—¿No creéis que fue extraña la forma en la que Elek nos dejó salir del comedor el viernes?
Sooz suspiró, dándose por vencida.
—De acuerdo, el trato era... Yo.
Las exclamaciones excitadas de las chicas resonaron por encima de las demás conversaciones, atrayendo miradas curiosas. Les pidió discretamente que disimularan. No quería que Elek dedujera que estaban hablando de él. Las cosas ya estaban bastante violentas entre ellos.
—¿Y aceptaste?
—Sí, pero no estoy tan segura de que hablara en serio, ya que no ha intentado «cobrarme» desde entonces.
El viernes por la noche, tras salir del comedor, se habían reunido con el otro grupo en el jardín para comentar el juego. Sooz había esperado una señal por parte de él, algún tipo de invitación a su dormitorio, o que le pidiera ir al suyo. Pero tal invitación no llegó y, después de varias horas en el jardín, se había distraído hablando con las chicas. Cuando se dio cuenta, él ya se había retirado. Se excusó y se dirigió a su habitación, segura de que la estaría esperando allí. Pero no había nadie allí. La estancia estaba vacía y fría. Entonces, otra idea cruzó por su mente. Quizá él esperaba que ella fuera a su habitación. Sooz se había mordido las uñas con indecisión. No quería que él pensara que no era capaz de cumplir un trato. Pero tampoco quería hacer el ridículo si él no había hablado en serio. Al final, el miedo al ridículo venció y se quedó donde estaba, intranquila, preguntándose si vendría, aun cuando estaba claro que no ocurriría.
Al día siguiente no lo vio. Al parecer, se había ido a la ciudad con los demás. Por la noche, las chicas habían decidido quedarse a cenar en la habitación mientras veían una película. Para cuando se lo encontró el domingo, habían pasado demasiadas horas y empezaba a creer que lo había soñado. Él la había mirado al entrar en el comedor, para inmediatamente volver a sus asuntos como si nada hubiera ocurrido entre ellos.
—Puede que esté esperando a que surja de una forma más natural —sugirió Ash, devolviéndola al presente.
—Que quiere que tú tomes la iniciativa, ya que él lo hizo, proponiéndote el trato; no quiere forzarte más. Esperará a que tú vayas a él.
Sooz suspiró.
—¿Cómo voy a hacer algo así? Me presento en su habitación y le digo: Buenas noches, soy tu esclava sexual.
En ese preciso instante todos se callaron, debido a que Tesk se había levantado, haciendo perfectamente audible las últimas palabras de Sooz.
Deseó que el suelo de cristal se abriera en ese preciso momento y se la tragara, escondiéndola entre las miles de raíces, y poder vivir entre las hormigas y los escarabajos. Allí donde nadie pudiera verla. Especialmente Elek, que al oír las palabras «esclava sexual» se había vuelto para mirarla con una ligera sonrisa y una ceja enarcada. Si se había olvidado del trato, ella acababa de recordárselo. Además de mostrarse obsesionada por un asunto que él parecía haber dado por zanjado.
—Alumnas y alumnos... —comenzó Tesk—. Y esclavas sexuales —continuó con tono burlón.
Sooz se hundió en su silla, aún más avergonzada.
—Voy a dividiros en dos grupos por zona. Es decir, el grupo del laboratorio y el del comedor. Trabajaréis en las zonas en que estuvisteis aquella noche. Cada noche, después de la cena, os pondréis a las órdenes del personal hasta que sepáis hacerlo solos, y así ellos tendrán las noches libres como recompensa por el regalo que se encontraron el sábado. Esto ocurrirá de viernes a lunes, lo que quiere decir que comenzáis esta noche. Por lo cual os aconsejo que descanséis lo que os resta de tarde, hasta la hora de la cena. En cuanto a todos los recursos que se han echado a perder, bueno, no hay manera de recuperarlos, así que espero que eso pese sobre vuestras conciencias y en el futuro recordéis que sois Naturalistas.
Tesk se marchó sin más, y el grupo se dispersó en dirección a las habitaciones. Tanto Sooz como las chicas decidieron tomar el consejo de Tesk y descansar antes de la cena.
De camino a su habitación, Sooz se cruzó con Elek y Taly en el jardín. Su corazón comenzó a latir con fuerza. Era la primera vez que estaba casi a solas con él. Apenas podía sostenerse sobre sus piernas mientras se acercaba a ellos.
Mirándole la nuca, lo maldijo por tenerla en aquel estado. Y todo por la incertidumbre de no saber si pretendía cobrarle o no, o cuándo ocurriría.
Tomó una profunda bocanada de aire y decidió que no estaba dispuesta a seguir soportando aquella espera. Por lo que avanzó hacia los muchachos y se detuvo a su espalda.
—Elek, ¿puedo hablar contigo?
Taly se despidió de ellos, alegando que tenía cosas que hacer. Elek se giró para enfrentarse a ella con los ojos verdes que más le gustaban en el mundo.
Hacía años que se decía a sí misma que los envidiaba, que los quería para ella y, por esa razón, los admiraba. Pero ahora viéndolos en contraste con la piel morena del muchacho, y sintiéndolos perforando su cráneo con toda aquella intensidad, sabía que no podían pertenecer a nadie más.
—Soy todo oído —dijo él, al ver que ella estaba paralizada. Estaba claro que no se lo iba a poner fácil.
«Habla», se ordenó Sooz, pero no recordaba cómo hacerlo.
Dio un paso atrás porque necesitaba alejarse un poco de él, y sus pantorrillas chocaron contra una enorme piedra que se escondía entre los arbustos. No pudo evitar, en su estado de estupor, caer sentada sobre esta.
—Solo quería sentarme —disimuló, ajustándose a su nueva posición.
—Sí, eso ha parecido totalmente planeado —se burló él, cruzándose de brazos—. ¿Y bien?
A esas alturas, Sooz ya se había arrepentido cien veces de su impulso. Pero ahora era demasiado tarde. Ninguna otra razón se le ocurría para haberlo solicitado.
—Solo quería aclarar lo de nuestro trato del viernes —soltó, intentando parecer lo más indiferente posible—. Aclarar que fue una ridiculez acordar algo así...
Elek asintió, al parecer estaba absolutamente de acuerdo.
—...Y que sería extraño envolvernos de ese modo, siendo amigos y eso.
—Totalmente de acuerdo, Zsuzsana: extraño y violento.
Sooz sonrió con nerviosismo, una sonrisa forzada. Había algo en su garganta muy confuso. Por un lado, era un alivio saber que quedaba todo aclarado y ya no iba a verlo como una bomba de relojería a punto de estallar en cualquier momento. Ahora podía desentenderse de él y centrarse otra vez en su vida. Y a ese otro sentimiento... El nudo en su garganta. Bueno, ese otro sentimiento tendría que ser ignorado.
Se levantó, decidida a no alargar lo innecesario.
—Me alegro de que hayamos aclarado... —comenzó como tantas veces había visto en las películas—. Que no tienes intención de cobrarme el trato.
—Oh, no —corrigió Elek con tranquilidad—. Nunca había tenido tantas intenciones de cobrar nada en mi vida.
Sooz lo miró, boquiabierta, preguntándose si lo había entendido bien. Pero Elek continuó observándola con aquella maldita calma y la sombra de una sonrisa, como si estuviera burlándose en secreto de ella. Era probable que solo quisiera amedrentarla. Pues bien, ella no iba a asustarse tan fácilmente.
—¿Ahora? —Le preguntó, lamentándose por lo afectada que la mostraba su voz.
—¿Por qué no? —Dijo él, teniendo la desfachatez de encogerse de hombros—. No tengo nada que hacer hasta la cena.
Sooz tragó saliva, sin poder creer que se hubiera metido ella solita en aquel lío.
—¿Vamos a mi habitación?
—Oh no, eso está muy lejos —protestó Elek, indicándole con un movimiento de cabeza que se subiera a la roca que tenía forma de L—. Nadie nos molestará allí.
Él mismo se aupó sobre la roca, sin esperarla ni ayudarla a superar la parte más alta, como si no soportara tocarla. Cosa curiosa, considerando lo que aseguraba tener intención de hacerle a continuación.
Cuando Sooz logró subir los últimos peldaños de la roca, miró hacia arriba y lo que vio le quitó la respiración. Desde allí, la cascada era visible y estaba más cerca de lo que parecía desde abajo. Estaban rodeados por una pared de arbustos que los ocultaban de los transeúntes. Árboles de preciosas flores amarillas rodeaban la roca, dándole un encanto a aquel rincón que quitaba el aliento.
—¿Aquí es donde las traes a todas? —le espetó, dolida porque aquel bello lugar se desperdiciara en algo que no era más que una mera transacción.
—No —se limitó a contestar él. Por alguna razón, eso la hizo sentir aliviada.
La situación se tornó aun más violenta cuando estuvieron en el lugar privado y, por mucho que odiara admitirlo, romántico. No entendía cómo Elek podía querer forzar las cosas de aquella manera tan fría y calculadora. No obstante, justo cuando se estaba preguntando eso, él se sentó tranquilamente en el último escalón natural de la roca, apoyando los antebrazos sobre esta, y alargando las piernas.
Sooz aprovechó la tregua que parecía estar ofreciéndole para iniciar una conversación casual.
―Mi hermano parece bastante recuperado del castigo.
—Finalmente logré convencerle de que Lozis solo quería darnos una lección —contestó él, mordiendo el anzuelo—. Además, aún quedan años para que la NASA decida hacer una expedición a la Tierra. Ahora no estamos preparados para asumir ese riesgo, así que para entonces todo estará olvidado.
Sooz se mordió el labio, envidiándolo por su ignorancia, y deseando por un momento compartirla. Si les quedaban pocos meses de vida, ¿qué mejor que vivirlos sin saber que el final se aproximaba?
—¿Te has enterado de lo último? —Inquirió Elek—. Al parecer, hace dos horas Pentace recibió una contestación de la Tierra. No era un mensaje con contenido, pero sí una señal de que siguen vivos.
Eso explicaba por qué Tesk se había mostrado mucho más animado en el comedor, pensó Sooz.
—Pero, ¿por qué no mandar un mensaje completo? Una simple señal no demuestra que estén vivos.
—Creo que ellos saben algo que nosotros no sabemos.
—¿Algo como cuándo es seguro enviar mensajes fuera de la Tierra y cuándo no?
—Exacto —concedió Elek—. Obviamente, los progresistas tienen toda comunicación controlada, pero quizá su seguridad tenga un punto ciego; y ese punto ciego fue el utilizado para enviarnos el primer mensaje. Si ese punto ciego no fuera una zona, sino un momento en el tiempo, explicaría por qué no han logrado contestarnos antes.
—Así que han vuelto a contestarnos con una simple señal porque quizá ese periodo ciego se ha repetido, pero esta vez era demasiado corto como para mandar el código completo.
Elek giró el rostro para mirarla a los ojos.
—No lo había pensado, pero tiene mucho sentido —dijo, mostrándose incómodo por primera vez—. ¿Es por eso que quieres un novio informático? ¿Para poder hablar de estas cosas?
Sooz desconocía la intención de esa pregunta. Quizá pretendía amonestarla y burlarse de ella, al igual que hizo aquella noche en el comedor.
—¿Otra vez criticas mi lista de cualidades a buscar en un hombre?
—No —contestó él, buscando sus ojos de nuevo—.Yo también tengo una lista, ¿sabes?
Algo en aquellos bellos ojos verdes insinuaba que su lista la describía a ella. Sooz pestañeó varias veces para concentrarse en lo que iba a decir.
―Bueno, ¿vas a besarme o qué?
Elek sonrió, negando con la cabeza, y poniéndose aún más cómodo sobre la roca.
—¿Y ponértelo tan fácil? Ni hablar.
—¿Quieres decir que tengo que hacerlo yo todo?
Él volvió a sonreír con malicia. ¿De verdad quería disfrutar de ella o le bastaba con verla sufrir?
—No puedo creerlo —se lamentó mientras se movía para sentarse sobre su regazo. Al menos, tuvo la satisfacción de sorprenderlo con el gesto, y ver cómo su complacida sonrisa se empequeñecía, y su respiración se agitaba ante la expectativa de su próximo movimiento.
Su cuerpo continuaba mostrando una pose de indiferencia y ni siquiera se había movido para aceptarla en su regazo, pero ahora sus ojos la vigilaban con sumo interés.
Sooz descendió su mirada para observar los labios del muchacho; y cuando volvió a sus ojos, éstos se habían tornado vidriosos, haciéndola sentir embriagada y poderosa.
Lentamente, se inclinó hacia él y depositó un primer y tímido beso en su mejilla. Él no reaccionó, excepto por el rápido desplazamiento de su rostro, para asegurarse de que la siguiente vez que ella lo hiciera, fuera en los labios. Pero, una vez los sintió contra los suyos, no pudo evitar volver a por más. Esta vez él los había abierto un poco más, atrapando sus labios entre los suyos. Sooz se preguntó si la había drogado, pues toda la sangre de su cuerpo, especialmente en las zonas en contacto con el muchacho, hormigueaba con una intensidad abrumadora. Su corazón desbocado había descontrolado también su respiración, exponiéndola por completo, sin necesidad del brazalete. Ese pensamiento la llevó a comprobar si él llevaba uno, deslizando primero su manga izquierda, y después la derecha, hacia arriba; se encontró con nada.
—Detecto cierta ¿inseguridad? —Preguntó él con incredulidad—. ¿Zsuzsanna Krasznai, insegura de sus habilidades?
Sooz fingió una mueca, desechando esa posibilidad y dándola por ridícula.
—Solo estoy un tanto desentrenada —se excusó—. Hacía mucho que no estaba con un bara, eso es todo.
Elek rio complacido, al parecer captando la forma en que ella quería utilizar eso como excusa por haberse derretido tan fácilmente entre sus brazos. El hecho de que aún no se hubiera molestado en moverse para acogerla en su regazo o abrazarla, junto con su arrogante sonrisa, lograron irritarla. Decidida a borrársela y a demostrarle quién era el auténtico necesitado allí, se puso en pie y se limitó a tirar del hilo que hacía que su traje se deshiciera sobre sí mismo. La prenda cayó como un charco de tela a sus pies, dejándola en su conjuntada ropa interior.
El rojo de la tela contrastaba con su cabello rubio, que se deslizó sobre sus hombros como una cascada cuando lo liberó del agarre del moño. El negro del encaje que adornaba los bordes de la prenda, allí donde se unía con su vientre y su escote, hacía juego con las sombras tostadas que rodeaban sus ojos, dándole el aire de femme fatale que de verdad correspondía con su carácter.
Como había supuesto, el semblante del chico pasó de la sorna a la más grave seriedad. Durante varios segundos se limitó a mirarla mientras apretaba la mandíbula, quizá una lucha contra sí mismo se estaba librando en su interior. Pero no duró mucho. Enseguida se puso de pie y, con lentitud, recorrió los dos pasos que los separaban.
Cuando la tuvo a escasos centímetros, paseó la mirada por su cuerpo muy lentamente una vez, de arriba abajo, para después agacharse hasta ponerse de rodillas ante ella.
—Me rindo. No hay quien finja indiferencia así —declaró segundos antes de hundir su cabeza en el vientre de ella. Cuando, poco después, sus labios comenzaron a dibujar un camino de besos sobre este, Sooz hundió sus dedos en el cabello del muchacho y cerró los ojos. Ella también se había rendido.
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