18: Capítulo 17

Capítulo 17

Ash miró a su alrededor. El gimnasio estaba desierto, a excepción de ellas tres. La ausencia del habitual ruido de las maquinas y las conversaciones de la gente la hizo sentirse intranquila. Había algo escalofriante en ver un lugar público, acostumbrado a estar abarrotado de gente, totalmente vacío en la oscuridad de la noche. Era tétrico, y le recordó inevitablemente a las películas de zombis.

—Lo de reuniros en plena noche en el gimnasio, ¿lo hacéis a menudo?

—Solo son las diez —se burló Sooz.

El gimnasio estaba completamente cerrado a esa hora, con todas las cristaleras subidas y unidas al techo. Sólo la puerta por la que acababan de entrar permanecía abierta

—¿Por qué nos reunimos aquí?

Sooz se tumbó en un banco de abdominales con los antebrazos apoyados en las almohadillas de sujeción.

—Gábor solo me ha dicho que ha hablado con nuestro padre y tiene noticias importantes de Pentace. Imagino que le habrá contado la verdad, aunque a estas alturas me sorprende que los labios de mi padre sean capaces de pronunciar la verdad. También me ha dicho que, debido a la gravedad del asunto, no quiere que toda la Academia se entere. Así que va a reunir a su grupo de confianza en el gimnasio.

—¿Tenemos que fingir que no sabemos nada? —Preguntó Driamma.

La respuesta a su pregunta le llegó en forma de oscuridad.

La más profunda noche las rodeó en menos de un segundo, seguido por el estruendo de la puerta al cerrarse.

—Pero, ¿qué pasa? —Oyó gritar a Driamma.

Parpadeó varias veces, intentando habituarse a la oscuridad y divisar algo, pero la ausencia de luz era total y aterradora. Era como estar totalmente perdida en la nada.

Su corazón se desbocó de tal forma que creyó que se le iba a salir por la boca.

—¿Dri? ¿Sooz? —Jadeó y abrió los ojos desmesuradamente, a pesar de lo inútil que era hacerlo. Intentó alcanzar con las manos a Driamma, quien no había estado muy lejos de ella antes de que la luz se fuera.

—Mierda. ¿Cómo he podido ser tan idiota?

Escuchó la voz de Sooz, pero ya no estaba segura de dónde provenía y los latidos de su corazón en los oídos la ensordecieron.

—Sooz, ¿de qué estás hablando?

El grito de la joven interrumpió la conversación y le puso los pelos de punta.

—¿Quién es? —La oyó decir, totalmente aterrada—. No me toques, maldito...

Su voz se ahogó como si le hubieran cubierto la boca con algo.

Ash pensó que, si no la atacaban también, moriría de todas formas de un paro cardiaco. Sintió cómo los ojos se le llenaban de lágrimas e intentó avanzar para encontrar a Sooz, siguiendo el sonido del forcejeo y el calzado contra el suelo. Pero solo logró chocar contra cosas y sentirse aun más perdida.

—¿Sooz? —Llamó Driamma. Su voz también temblaba—. ¿Ash?

—Estoy aquí —le dijo, intentando que su voz solo llegara a la chica y no a los atacantes. Era imposible, pues no sabían dónde se encontraban, quiénes o cuántos eran. Podían estar respirándole en la nuca en ese mismo instante.

Ese pensamiento logró volverla paranoica. Ya no sabía si el aire era solo aire o la respiración de alguien. Sentía cosquillas por todo su cuerpo, y algunas parecían caricias de manos invisibles.

—Sigue mi voz —le estaba diciendo Driamma.

Se arrodilló en el suelo, avanzando de esta forma y palpando con sus manos máquinas y aire, máquinas y aire.

Alzó su voz de nuevo para llamar a las chicas.

—Ash, estamos aquí —las oyó decir. Se habían encontrado la una a la otra, pero ella estaba más perdida que nunca. Por sus voces entendió que no se encontraban lejos, pero sin luz era imposible avanzar. No dejaba de encontrarse obstáculos en el camino que con la sala iluminada no habían estado allí. Reconstruyó en su memoria el gimnasio, considerando las máquinas que reconocía con el tacto. No obstante, la oscuridad lo había convertido en un auténtico laberinto. Oía las voces, pero no lograba discernir si se estaba acercando o alejando de ellas. Resopló irritada, justo antes de golpearse la rodilla contra una máquina. Maldijo agachándose para agarrar el hueso herido.

Fue entonces cuando una mano la agarró del brazo con suavidad, ayudándola a incorporarse. Otra mano acudió a su rodilla, masajeándosela ligeramente. Le dio rabia no poder ver quién la estaba tocando. Definitivamente, era una mano masculina y pensó en Gábor. Pero cuando la persona se acercó más, notó que no era él. Su olor, sus manos, su forma de respirar no eran los suyos.

—¿Puedes andar?

Se trataba de Taly.

—Gracias —le susurró, sintiéndose un tanto extraña porque le manosearan la rodilla en la oscuridad.

—¿Te duele mucho? ¿Puedes andar? —Repitió él. Esta vez no esperó que ella contestara, sino que la agarró por la cintura con tal fuerza que la hizo tambalearse y estrellarse contra su pecho. Sorprendida como estaba por la caída, no se dio cuenta de lo que iba a pasar hasta que sintió los labios de él presionando ligeramente los suyos.

Aquello estaba mal. No albergaba esa clase de sentimientos por Taly, aunque recordaba que los labios del muchacho le gustaban, y eran éstos los que acariciaban los suyos en su primer beso. Acalló la vocecilla que le señalaba lo incorrecto de la situación, cuando los bonitos labios bajaron otra vez sobre los suyos, despacio y sin intenciones de ir más allá; y ella dejó que pasara. Al fin y al cabo, hubiera sido un desperdicio que la víctima de un apagón provocado, cuyos días podían estar contados, no aprovechara la oscuridad creada para ella.

Los besos habían sido rápidos y suaves. Simplemente depositados sobre sus labios medio cerrados, pero no dejaba de ser su primer beso. Lo cual la dejo paralizada y petrificada sin moverse ni lo más mínimo, mientras él se apartaba de ella. Tampoco se movió cuando todas las luces se restauraron. Ninguno de estos dos hechos tenía relevancia alguna en comparación con haber recibido su primer beso.

Taly, que se había situado a unos prudentes tres metros de ella, permaneció apoyado sobre una de las columnas con una pose indiferente que no casaba con la expresión con que la estaba mirando, entre culpable y complacido. En su frente, llevaba unas gafas de visión nocturna.

Sooz y Driamma aparecieron a su espalda y le preguntaron si estaba bien, y Gábor... Cuando lo miró, su estómago dio un vuelco. Observaba a Taly con la mirada más dura que le había visto jamás.

Gábor también llevaba gafas y claramente había presenciado el beso. Sin duda, ellos habían provocado el apagón. 

En cuanto se determinó que Ash estaba bien, Sooz volvió su atención de nuevo a los dos chicos.

—¿No vais a parar hasta que alguien se haga daño de verdad? —Les espetó, enfadada.

Gábor puso los ojos en blanco.

—No seas tan exagerada, ¿quieres?

—Lo digo en serio, Gábor; acuérdate de lo que ocurrió la última vez.

—Eso fue culpa de Hadro. No debería haber saltado por aquella ventana —defendió él. Se había apoyado sobre otra columna, con los brazos cruzados.

—¿Qué es lo que no van a parar? —Preguntó Driamma, confusa—. Las luces ya han vuelto. Vámonos.

—Dudo que puedas salir por esa puerta —le advirtió Sooz, resoplando irritada. Se volvió para dirigirse a su hermano de nuevo—. Elek está al mando de este estúpido juego, ¿verdad? Por eso no está aquí. Dime ahora mismo dónde está Elek o...

Gábor alzó la mano para señalar por encima de su cabeza.

—Está detrás de ti —le indicó. No parecía para nada preocupado por sus amenazas.

Las tres dieron media vuelta, pero lo único que encontraron fue la imagen holográfica de Elek proyectada por un micro-ordenador que descansaba sobre el asiento de una bicicleta estática.

 Al ver que las chicas lo miraban, movió una mano en forma de saludo militar.

—Queridas aras, sé que estáis enfadas y queréis salir de ahí —concedió él, fingiendo ser muy considerado—. Os explicaré las reglas del juego para que podáis salir cuanto antes. La academia está vacía de profesores, los trabajadores se han retirado ya a sus casas, así que no tendremos interrupciones. Como habéis podido imaginar, la puerta del gimnasio está cerrada y solo yo puedo abrirla. Acabo de cambiar los códigos de configuración que controlan las instalaciones de la academia, de modo que dependéis por completo de mí.

Sooz soltó un bufido, pero él la ignoró.

Puedo apagar todas las luces de la academia como habéis podido comprobar recientemente, o puedo activar todas las máquinas del gimnasio.

Dicho eso, todas empezaron a funcionar a la vez, creando un gran barullo.

—Estás malgastando energía, idiota —gritó Sooz, intentando elevar la voz por encima del ruido. Un segundo después las máquinas se habían detenido.

—Esa es la primera cosa inteligente que te oigo decir, Sooz. Todos sabemos que nuestro deber es producir energía para contrarrestar nuestro abusivo consumo de ésta —se burló Elek, imitando a Lozis—. Por lo tanto, debido al derroche que acabamos de desplegar, es vuestro deber, si queréis salir de aquí, producir cinco mil terus de energía en media hora, y aquí viene lo mejor: solo una persona puede hacerlo en solo un intento, por lo cual yo escogería bien a la persona y la máquina. Vamos, que no uséis a Gábor para hacer abdominales.

—¡Que te den, Elek! —Le espetó a su amigo; después se volvió hacia su hermana—: Sooz, a la bici —le ordenó con un movimiento de cabeza.

—Eso me recuerda algo —interrumpió Elek, claramente complacido—. En vista de que contáis con la actual campeona ciclista entre vosotros.

Driamma y Ash miraron a Sooz con el entrecejo fruncido, y ésta se limitó a encogerse de hombros.

—Cosa que no me ha parecido justa para con el otro equipo y me he tomado la libertad de eliminar la bicicleta estática de las reglas.

Ambos chicos exclamaron insultos al unísono.

Elek rio de buena gana.

—¿Pensabais que no me había dado cuenta de ese pequeño detalle cuando, casualmente, sugeristeis que vuestro grupo comenzara en el gimnasio? —Se burló.

—¿Vuestro grupo? —Preguntó Driamma—. ¿Hay otros grupos?

—Por supuesto. ¿Con quién, si no, vais a competir? Hay un segundo grupo, localizado en otra parte de la academia, realizando pruebas también. La meta es llegar los primeros al exterior —explicó Elek.

Driamma miró fijamente su imagen holográfica por unos segundos.

—¿A esto lo llamáis fiesta? —Sopesó la idea por unos segundos—. Toda mi vida me han advertido de los daños del alcohol, pero nadie me preparó para los daños de su ausencia.

—Si Sooz no puede usar la bicicleta, tenemos un problema —planteó Taly, cruzándose de brazos—. Ni siquiera el mayor productor energético —dijo, señalando a Gábor con el pulgar— puede producir tanto en tan poco tiempo.

—Oye —protestó Gábor, fingiendo estar seriamente resentido—. Elige una máquina y te haré tragar esas palabras.

Mientras ellos discutían, Sooz y Driamma se miraron y tuvieron la misma idea.

—Hermanito, no te ofendas pero solo tenemos una oportunidad —dijo Sooz, anticipando su decisión.

—Ash —dijeron ambas chicas al unísono.

—¿Ash?—Repitió Taly, confundido.

—¿Yo? —Dijo ella, no muy complacida con la idea.

—Ash lo va a lograr —declaró Driamma con seguridad, dirigiéndose a los chicos—. Confío en ella.

La carcajada de Gábor la golpeó como una bofetada.

—¿Estás especializada en alguna máquina? —Le preguntó Taly, no muy convencido, pero al menos otorgándole el beneficio de la duda.

Driamma rio.

—Cualquiera de ellas le viene bien.

—La cinta —decidió sin pensárselo mucho.

Se quitó la chaqueta, esperando parecer más segura de lo que se sentía. Deseaba con todas sus fuerzas lograrlo para devolverle la bofetada a Gábor.

Taly hizo los cálculos en su Secbra para averiguar a qué velocidad constante tenía que correr Ash, teniendo en cuenta lo poco que pesaba.

Conectó su Secbra con la cinta, activándola a la velocidad que le había indicado. Se puso en marcha y el ruido se intensificó cuando ésta alcanzó la velocidad marcada.

—Tiene que empezar con la cinta en marcha —aclaró Gábor—. ¿Cómo va a subirse a ella? —Su tono decía que ya daba la prueba por perdida. Y como castigo, hablaba de ella como si no estuviera allí.

 Ash se situó a un lado de la máquina, y en un movimiento saltó sobre la barra lateral para deslizarse sobre la cinta en marcha. Le tomó un segundo habituarse a la velocidad de esta, y entonces se concentró en controlar la respiración y el galope. Una vez hubo cogido el ritmo volvió a mirar al grupo. Taly la miraba con una mezcla de sorpresa y admiración, y a Gábor se le había borrado su estúpida sonrisa de superioridad de la cara y la observaba con gravedad.

Desconocían el hecho de que, habiéndose criado en Pentace, tenía acceso al gimnasio de la NASA de entrenamiento militar y astronautas, donde la fuerza de la gravedad estaba regulada muy por encima de la establecida para asemejar la de la Tierra, y donde también contaban con reducidos niveles de oxígeno. Cada vez que se ejercitaba en ese gimnasio tenía la sensación de poder volar, por lo ligero que sentía su peso, y la cantidad de aire que la llenaba con la respiración más simple.

Tras los dieciocho minutos que a Ash le llevó pasar el reto, la puerta del gimnasio que lo unía al edificio se abrió y Taly recogió el micro-ordenador aunque la imagen de Elek había desaparecido de este.

Recorrieron el pasillo iluminado y al llegar a una bifurcación vieron que el de la derecha estaba iluminado, mientras que el de la izquierda estaba sumido en la más densa oscuridad.

—¿Elek? La luz —gritó Gábor, sin detenerse, adentrándose en el pasillo oscuro.

—Se me había olvidado explicaros ese pequeño detalle.

La voz de Elek hizo que todos se volvieran hacia el micro-ordenador que Taly sostenía.

—Me he tomado la libertad de hacer más cambios. Debo reconocer, amigos míos, que sois muy listos. Elegisteis a Sooz y el gimnasio y la sala de herramientas, y a Ash. Lo teníais todo pensado. Pero tampoco me parece justo utilizar a Ash en la sala de herramientas. Todos la hemos visto en acción. Así que he cambiado la ruta y he enviado al otro equipo al taller. Ahora, si sois tan amables de seguir por el pasillo iluminado hasta el comedor donde os estoy esperando pacientemente.

—Esta me la pagas, Elek —prometió Gábor riendo, pero aquello no le quitó el tono de amenaza a sus palabras.

En cuanto Sooz escuchó la ubicación de Elek no esperó a que los demás la siguieran. Avanzó a toda prisa por el pasillo iluminado que llevaba al comedor.

Iba a asegurarse de que Elek les dejara salir de inmediato y acabara con toda aquella tontería.

Los demás la seguían, pero les llevaba ventaja. Divisó la puerta del comedor y la traspasó con paso decidido, y entonces se detuvo de golpe.

Elek estaba sentado en la mesa del melocotonero con los pies sobre el taburete. Shona, una de las chicas que siempre utilizaba esa mesa, estaba sentada sobre su regazo, riendo de forma coqueta pero estúpida.

Esa visión la detuvo en seco, e hizo que toda su determinación abandonara su cuerpo, descolocándola por completo. La llegada de los demás a su espalda llamó la atención de la pareja, que se giró para mirarles. Elek colocó ambas manos sobre la mesa detrás de sí, echándose hacia atrás. 

—¿Te lo estás pasando bien? —Le preguntó Gábor, mirando a Shona.

Ésta, avergonzada al tener público, saltó del regazo de Elek y se despidió de él con una tímida sonrisa.

Tan pronto como la chica salió del comedor, Sooz logró volver a ser un poco más ella misma. Se acercó a Elek y tiró de su brazo hasta obligarlo a bajarse de la mesa.

Él se atrevió a mirarla, con aburrimiento, como si fuera un molesto mosquito.

—No —le dijo, antes de que pudiera tener la oportunidad de formular sus quejas.

—Escúchame, Elek —espetó ella, avanzando para agarrarlo del brazo e impedirle que la dejara hablando sola. Le apretó la muñeca con fuerza, una parte de sí quería hacerle daño. La otra sabía que era para devolverle lo de Shona.

Elek tiró del brazo para liberarse de su agarre, pero ella rápidamente usó ambas manos para asirle de nuevo; esta vez de la camiseta.

Lo que ocurrió a continuación fue tan rápido como sorprendente. Elek, con movimientos enfadados, y con increíble rapidez le separó las manos de su ropa, y agarrándole las muñecas la obligó a volverse para asirla por la cintura y con facilidad levantarla del suelo.

No podía creer lo que le acababa de pasar. Él jamás, jamás la había tratado de esa forma. A pesar de los sentimientos que muchas veces había asegurado tener por ella, nunca antes le había tocado la cintura.

—Si me seguís por aquí os explicaré en qué consiste la segunda prueba —le dijo a los demás como si ya no recordara que la tenía sujeta contra él. Cargó con ella en esa posición hasta cruzar la puerta que los separaba de la cocina. Allí la soltó sin más.

—No seas aguafiestas —le susurró al ponerla en el suelo.

Sooz se sintió como una niña tonta. Ese era un sentimiento al que no estaba acostumbrada.

Elek echó un brazo por los hombros de Ash y la felicitó por su actuación en la prueba.

—Me acabo de dar cuenta de que es la primera vez que entro en una cocina —le confesó Ash, mirando a su alrededor con total fascinación.

Elek, que aún tenía su brazo sobre ella, la soltó y, mirándola con pánico, dijo: Nueva regla, Ash no participa en esta prueba.

—¿Qué?—Preguntó Driamma con el entrecejo fruncido.

—Elek quiere que cocinemos para él —dedujo Ash—. Esa es la siguiente prueba.

—No solo cocinar —protestó este, elevando el tono para que todos le oyeran—. Para superar la prueba tenéis que hacerme feliz —se acarició la tripa al decirlo.

—¿Qué tenemos que cocinar exactamente? —Preguntó Driamma.

—Un entrante, un plato principal y un postre —concretó Elek, frotándose las manos—. El contenido de cada plato es de vuestra elección. Supongo que me conocéis lo suficiente como para saber lo que me gusta.

—No te preocupes, hermano, incluiremos frutos secos en cada uno de los platos —dijo Taly con una amplia sonrisa.

Elek forzó una sonrisa.

—Espero que seas mejor cocinero que cómico —le contestó, sardónico. Después, volvió a sujetar a Ash por los hombros al dirigirse a ella—: Soy alérgico a los frutos secos. Si no quieres pasar la noche aquí, yo que tú, me aseguraría de que estos dos no intenten nada. Ahora, si me disculpáis, tengo que asistir al otro grupo.

Dicho esto, se dirigió a la puerta sobre la que estaba recostada Sooz. La observó un instante, probablemente creyendo que eso la movería. Pero no lo hizo. Se quedó allí, plantada de brazos cruzados.

—¿Me permites? —Preguntó, acercándose más a ella. Nunca antes le había parecido tan alto o tan fornido. Quizá era saber que ya no era intocable para él lo que lo hacía tan intimidatorio.

—Tenéis una hora para preparar mi suculento festín —dijo antes de alejarse sin más.

—¿Alguien sabe cocinar?—Inquirió Ash.

Se miraron unos a otros.

 —Cuando vivía con mi hermano, solíamos cocinar —confesó Driamma; parecía sorprendida de que, por una vez, hubiera algo en lo que pudiera hacerles sombra.

Todos suspiraron, aliviados.

—¿Qué pasará si a Elek no le gusta el menú?—Indagó Ash.

—Pues que no superaremos la prueba —contestó Taly—. Y entonces el otro grupo ganará, Elek no nos dejará salir y tendremos que pasar la noche aquí.

Gábor estaba apoyado en una de las encimeras, con los brazos cruzados.

—No os preocupéis, podréis usar mi pecho de almohada. —Su tono de indiferencia indicaba que lo proponía como un favor hacia ellas.

Sooz contempló a su hermano. La sudadera oscura que llevaba puesta le quedaba suelta dándole un aspecto muy atractivo,  y él lo sabía. Jugaba con todas las armas a su disposición y siempre estaba a la caza. No se daba cuenta de que ambas chicas eran demasiado inteligentes para caer en un juego tan obvio.

—En lugar de planear cómo vamos a dormir, deberíamos pensar qué es lo que vamos a cocinar, y así dormir en nuestras cómodas camas —protestó Driamma.

Fue trabajo de los chicos decidir el menú. Como comían cada día con Elek, les fue fácil decidir tres platos que, en caso de elaborarse correctamente, lo complacerían sin duda.

Una vez encontrados todos los ingredientes, y con éstos dispuestos confusamente por toda la encimera central, Driamma se acarició la nuca, pensativa.

—Ahora solo necesitamos introducir los alimentos en el cook... —se detuvo, probablemente recordando que el cook había sido declarado ilegal en Noé.

—No hay cook —contestó Sooz desde la puerta. No se había movido, ni intervenido para ayudarles en ningún momento.

Driamma la miró con manifiesta irritación.

—Se me olvidaba ese pequeño detalle.

—Está demostrado que el gasto energético del cook es demasiado alto para algo que...

—¿Quién decide qué máquinas son necesarias y cuáles no? —La interrumpió Driamma, exasperada.

—El gobierno naturalista, por supuesto —contestó Sooz.

Driamma hizo una mueca sardónica.

 —No creo que el Gobierno cocine mucho.

—Siempre puedes unirte a los progresistas y ayudarles a destruir el mundo, con tal de no tener que mover un dedo —le espetó Sooz, a la defensiva. Sabía que su reacción había sido exagerada, pero no le importó porque se sintió mejor de inmediato. Como si llevara queriendo gritar bastante rato, aunque no a Driamma, precisamente.

—Si, si, si... —concedió Driamma, poniendo los ojos en blanco—. Hagamos esto a la manera tradicional.

Decirlo fue mucho más fácil que hacerlo, pues ninguno de ellos tenía la más mínima experiencia en cocinar. Driamma les explicó que todo lo que había cocinado cuando vivía con su hermano, había sido realmente elaborado por el cook.

A pesar de seguir las indicaciones de las recetas, les surgieron muchos inconvenientes inesperados que aumentaron los niveles de estrés en el grupo.

—No creo que eso tenga que estar tanto tiempo en el horno —señaló Sooz, que les observaba sentada en una de las encimeras que no estaba siendo usada.

—Podrías ayudar en lugar de quejarte —le espetó Ash, cuyo mal humor había aflorado después de que se le quemaran varias tortillas veganas, y se le cayera al suelo el relleno que había tardado media hora en preparar.

—No pienso participar en esta charada. De hecho, deberías haber usado el relleno del suelo —contestó con malicia—. Se lo merece por tenernos aquí encerrados, cocinando para él.

—Vamos con retraso —advirtió Driamma.

—No iríamos con retraso si el relleno no hubiera acabado en el suelo —acusó Gábor, golpeando ligeramente la frente de Ash con el dedo índice.

—Exacto —recalcó ella, con un dedo acusador—. Acabado en el suelo por tu culpa.

Gábor agarró su dedo, haciéndola protestar de dolor. 

Sooz los observó, bostezando. Estaba comenzando a adormecerse.

Cuando Driamma recogió lo que estaba en el horno se dio cuenta de que Sooz tenía razón. Hizo una mueca de desaprobación, pero era demasiado tarde para remediarlo.

—Nunca había imaginado que fuera tan difícil cocinar de verdad —se lamentó la chica—. ¿Creéis que Elek es capaz de encerrarnos aquí toda la noche?

—Totalmente —contestó él mismo, entrando por la puerta.

            Driamma modificó su expresión de mortificación para sustituirla por una más neutra.

—El primer plato será servido en un minuto. ¿Por qué no esperas en tu mesa?

Elek asintió y se volvió para mirar a Sooz, que aún estaba sentada sobre la encimera. Toda la somnolencia abandonó su cuerpo cuando él le hizo un movimiento de cabeza, indicándole que lo acompañara.

—Ya que no vas a ayudarles... —explicó él al ver que ella no se movía.

Sooz se bajó del mueble y le siguió hasta la otra lasa.

—¿Para qué requieres mi presencia exactamente? —Le preguntó a su espalda.

—Ya que no vas a ayudarles a cocinar, por lo menos me entretienes.

—¿Como Shona?—Le espetó, y se arrepintió de inmediato al verlo enarcar una ceja. Pero no hizo ningún comentario sobre sus celos mientras se reclinaba cómodamente en una silla del melocotonero, descansando los pies sobre la mesa.

Sooz se preguntó si había elegido la misma mesa donde lo encontró con Shona a propósito.

—Si te vieran hacer eso... — le recriminó, sentándose a su vez.

—Pero no hay nadie aquí, aparte de nosotros —contestó él con media sonrisa.

Por alguna razón, tal revelación la hizo sonrojarse. Molesta con su reacción, pues no era de sonrojarse con facilidad, se revolvió en su silla para mirar hacia la cocina y no tenerlo delante. 

—¿Sabes lo que va a pasar cuando vuelvan de Pentace?

—Nos echarán la bronca. —Elek se limitó a observarla por un instante, Sooz no sabía qué se le estaba pasando por la cabeza, aunque su mirada se estaba haciendo demasiado difícil de soportar—. Pero merece la pena.

—Esta vez os libraréis del castigo —dijo ella, pensando que tenían cosas mucho más graves por las que preocuparse—. ¿De verdad nos vas a dejar aquí toda la noche?

Él se acarició la barbilla, pensativo.

 —Son las reglas —se excusó—. Y no sé cómo será mi comida, pero el otro grupo está muy cerca de salir.

—No puedes dejarnos encerrados aquí —protestó ella con calma, procurando hacerle razonar.

—¿Se te ocurre alguna alternativa?

Sooz lo contempló por un instante, intentando discernir si se trataba de una pregunta retórica u ocultaba una proposición. Quizá quería hacer un trato.

—Pasas demasiado tiempo con mi hermano, te estás convirtiendo en él.

Tal vez ése era el cambio que había presenciado en él; estaba aprendiendo de la técnica de Gábor. Técnica esta que le adjudicaba a su hermano todas las mujeres que quisiera. Sin embargo, Gábor no era ni la mitad de guapo que Elek.

Lo miró de reojo. ¿Cuánto peligro conllevaría una buena técnica en un chico con ese aspecto? ¿Cuántas víctimas estarían por caer?

—¿Un trato? —Sugirió al fin, fingiendo que la idea provenía de él.

Elek giró en la silla para tenerla delante. Continuaba observándola mientras se acariciaba los labios con los nudillos.

—¿Acaso puedes sobornarme?

Sooz sintió cómo su estómago daba un vuelco y su corazón disparado repartía adrenalina por todo su cuerpo. Era consciente de que había dirigido la conversación hasta ese punto, pero nunca pensó que él atraparía el anzuelo.

—No conozco el precio —dijo ella, fingiendo no saber a qué se refería. Tuvo que concentrarse para que su voz no la delatara.

Por el rabillo del ojo lo vio poner los ojos en blanco y desviar su atención a la cocina.

Así que no había hablando en serio en ningún momento.

—Estos asientos parecen cómodos para pasar la noche —apreció él, acariciando uno.

—¿Acaso tenemos otra opción? Sabías desde el principio que esta prueba no la podíamos ganar.

—Cierto —concedió, divertido—. Por eso, te doy la opción de liberarlos a todos.

Sooz giró la cabeza para mirarlo.

La atención de él seguía centrada en la puerta de la cocina de donde provenían los ruidos y las peleas. Entrelazó ambas manos detrás de su nuca, poniéndose cómodo.

—¿Cómo? —Se escuchó decir, sin creer que estuviera participando en ello.

—Muy fácil, Zsuzsanna —comenzó sin molestarse en mirarla—. Puedes dormir aquí o puedes dormir conmigo.

En ese momento la puerta de la cocina se abrió y apareció Driamma, cargada con una bandeja. Se acercó a ellos, sonriente a pesar de que su estrés era evidente.

Sooz tuvo que hacer uso de toda su voluntad para dejar de mirarlo, boquiabierta. Su petición había sido directa, abrupta y sin maquillaje.

—Aquí tenéis el primer plato —declaró Driamma con decoro, situando la bandeja sobre la mesa—. ¿Qué os puedo ofrecer para beber?

—El mejor vino que tengas —pidió Elek, con media sonrisa.

Lo miró, horrorizada,  preguntándose cómo era posible que, después de lo que acababa de decirle, se atreviera a coquetear con Driamma.

—¿Agua? —Fingió entender Driamma—. Ahora mismo te consigo la mejor botella de agua.

Elek torció el gesto en una mueca de decepción. Gritos y golpes en la cocina los interrumpieron. Por lo que Driamma miró sobre su hombro y suspiró, exasperada.

—Si me permitís —se disculpó y  regresó a la cocina.

Elek estiró el cuello, intentando alcanzar a otear el hueco abierto de la puerta. Sonrió, totalmente satisfecho con las vistas.

Sooz siguió su mirada, incapaz de entender cómo podía centrar su atención en cualquier otra cosa que no fuera aquella mesa y los diez centímetros que los separaban.

Vio a Gábor, encogido, agarrándose la espinilla con clara expresión de dolor.

—¿Qué ha pasado? —Preguntó Driamma, sorprendida.

—He tenido que hacerlo, no entraban en razón. —La voz de Ash les llegó, aunque no podían verla desde la mesa. Claramente, tenía algo que ver con la posición en la que Gábor se encontraba—. Querían poner nueces trituradas en su postre para gastarle una broma.

Driamma volvió la cabeza sobre su hombro, preocupada por que Elek hubiera escuchado esa última declaración y, dando un paso hacia la cocina, cerró la puerta tras ella.

En cuanto esta se hubo cerrado, Elek se relajó en su asiento, riendo por la escena que acababa de presenciar.

—¿Qué te ha pasado? —Le preguntó.

Él dejó de reír para mirarla, aún con la sombra de una sonrisa.

—Que me echaron un polvo.

Sooz fijó sus ojos de nuevo en los de él y pestañeó varias veces, pero entonces él sonrió, indicándole que la respuesta había tenido la intención de molestarla, y alargó el brazo para darle un pellizco a su estómago como si bromeara con la hermanita de siete años de su mejor amigo.

—Así que Shona es la responsable del cambio y de que estés tan feliz.

Elek sacudió la cabeza, mirando a otro lugar y resopló por la nariz como si acabara de perder toda esperanza en ella. Al parecer, sí la creía un caso perdido porque ni siquiera se molestó en contestarle.

—¿De dónde has sacado ese anillo? —Insistió ella—. No lo tenías antes.

—Me lo han regalado —se limitó a decir él, moviendo el anillo que descansaba en su dedo anular con el pulgar, pensativo como si le trajera recuerdos.

La curiosidad pesó más que la humillación.

—¿Quién?

—No la conoces, no es de la Academia.

—¡Vaya! —Apreció Sooz, seriamente impresionada y quizá algo más—. Estás superando a mi hermano.

La irritante indiferencia de Elek se esfumó por primera vez en toda la noche.

—¿Y tú, Zsuzsanna? —Le espetó—. ¿O vamos a discutir solo mis conquistas? Dime... ¿Quién se cuela en tu habitación por las noches?

Tras una pausa en la que ella no contestó nada, él prosiguió:

—Me cuesta imaginar al Don Perfecto que pueda estar a la altura de tus expectativas. Que cumpla todos y cada uno de los puntos de tu superficial lista de: «cómo debe ser mi novio».

—Yo no tengo ninguna lista.

—¿No la tienes?—Exclamó él—. Ya no recuerdas en la Tierra, cuando rompiste con aquel bara por no ser miembro de los activistas de Alberta.

—Ser un activista es algo importante para mí, y me gusta que la persona con quien estoy comparta eso conmigo —se defendió ella con ahínco.

—¿Y qué hay de Ryder? —Se burló él—. Ryder era activista.

—Pero no era...

—Pero no tenía raíces húngaras —interrumpió él con calculada frialdad—. El sujeto cumplía el punto uno, pero fallaba en el dos. Dime, Sooz, ¿qué ocurre si ese hombre perfecto que los cumple todos no existe? O peor: Puede que exista, pero cuando le conozcas vas a mirarle y no vas a sentir nada. Porque el objeto de nuestros sentimientos no se elige por los accesorios que lleva o por su currículo como si fuera a cubrir un puesto de trabajo.

Antes de que pudiera pensar en una respuesta para sus acusaciones, la puerta de la cocina volvió a abrirse y esta vez los cuatro salieron de ella cargando con distintas bandejas.

Sooz tuvo que soportar la interrupción, e intentar salir del trance en el cual las palabras de Elek la habían sumido. De alguna forma sobrevivió a la comida, intentando centrarse en todas las cosas superficiales que estaban ocurriendo en ese momento. Para el final de la cena su conversación parecía lejana e irreal como si no hubiera ocurrido de verdad.

—El primer plato estaba quemado —declaró Elek, levantándose de la mesa—. Con el segundo plato, algo obviamente ha ido muy mal. Como si le hubierais dedicado solo cinco minutos, y debería haber sido el más importante.

 Ash y Gábor intercambiaron una mirada de culpabilidad.

—Y en cuanto al postre —continuó Elek, mirando a los chicos—: Me da la impresión de que ya sabíais el resultado y por lo tanto me abstendré de probarlo. Tengo la corazonada de que se le ha añadido un elemento al que soy muy alérgico.

—Puedes probarlo —le aseguró Ash—. No les he dejado tocarlo.

—En realidad, se me ha quitado el hambre... Por una semana— se burló él.

Sooz, en vista de ello, alcanzó el plato y comenzó a degustar el postre.

—No está mal —admitió, con sorpresa.

—De todas formas, no importa cómo de mal cocinéis, porque el otro grupo ha alcanzado el exterior hace quince minutos —anunció—. Podría haberme ahorrado el mal rato de la comida, pero quería ver de qué sois capaces.

—¿Estás diciendo que tenemos que pasar la noche aquí? —Protestó Ash, indignada.

—Estás deseando perdernos de vista, ¿eh? —Se quejó Gábor, sin mirarla directamente. Sooz sonrió, su hermano parecía cómicamente dolido.

—Hagamos un trato, Elek —sugirió Driamma—. No pienso quedarme aquí toda la noche, así que dispara. ¿Qué quieres?

—No, no hay nada que quiera o podáis hacer por mí —declaró él con indiferencia—. Además, alguien tiene que limpiar todo esto, ¿y quién mejor que los perdedores?

—Elek —lo llamó Sooz, a su espalda. Él volvió el rostro y cuando leyó los pensamientos de Sooz en su expresión su semblante se tornó totalmente serio. La observó con ojos ávidos que penetraban los suyos mientras aguardaba.

Tragó saliva y apretó los labios bajo la mirada expectante del muchacho.

—Déjanos salir.

De forma casi imperceptible, Elek elevó ambas cejas con una simple pregunta: ¿Significaba eso que aceptaba sus condiciones?

Con un leve movimiento de rostro le indicó que así era, que estaba dispuesta a sellar el trato que él le había propuesto antes.

—La puerta está abierta —informó a los demás, con los ojos aún sobre ella.

—¿Podemos irnos?—preguntó Driamma con incredulidad.

Fue el turno de Elek de pestañear varias veces, intentando salir de la tormenta que parecía haberse iniciado en sus ojos. Sooz se preguntó qué iba a ser de ella en medio de aquella tormenta.

—Así es —le confirmó a Driamma.

—¿Y lo único que ha hecho falta ha sido que Sooz te lo pidiera?  

Ambos intercambiaron una mirada.

Eran los únicos que sabían que no era tan simple.


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