15: Capítulo 14
Capítulo 14
Driamma se despertó, sobresaltada. Algo estaba mal; lo supo en cuanto abrió los ojos. La luz de la mañana se colaba por su balcón con más intensidad de la acostumbrada. Por lo que no se sorprendió al comprobar el reloj y ver que, efectivamente, se había quedado dormida. Se había perdido el desayuno y no tenía intención alguna de ir en pijama a clase, por lo que dio un salto de la cama, y comenzó el acostumbrado proceso de preparación por el que pasaba cada mañana, pero a cámara rápida.
En los dos meses que llevaba en la Academia, ésa iba a ser la primera vez que llegara tarde a clase. Normalmente, no tenía dificultad alguna en despertarse, sobre todo con la ayuda del amanecer. Alguna vez se había perdido el desayuno, sobre todo después de noches de visitas en su habitación o haberse quedado hasta tarde en otra. Ese no había sido el caso la noche anterior. No. En realidad, había estado totalmente sola en su habitación.
Durante las últimas semanas, y con la guía de Tesk, había comenzado a usar su Secbra. Primero le había enseñado cómo entrar y salir, y al ser la primera cosa que aprendía a hacer con su pensamiento, le habían dedicado días. Driamma siempre acababa con dolor de cabeza. Tenía la certeza de que pronto contaría con arrugas prematuras alrededor de los ojos.
Sin embargo, cuando aprendió cómo entrar en la memoria de su Secbra, el proceso de aprendizaje ya no le pareció tan costoso. De alguna forma, se estaba acostumbrando a relajarse y dejar que el pensamiento volara ligero como una pluma, sin necesidad de contraer todos los músculos de su cuerpo en el intento.
La noche anterior, sentada en su terraza, le había explicado todo eso a Ash, que colándose en su Secbra como había hecho otras veces, le explicó algunos trucos que Tesk no había mencionado. No era lo mismo aprender de alguien que simplemente los había estudiado, a aprender de un usuario que, además, podía entrar con ella.
Después de eso, Driamma le informó de que se iba a la cama a leer. Por su cumpleaños, Tesk le había regalado un micro-ordenador, para que lo usara mientras aprendía a manejar su Secbra, y gracias a ese regalo había podido deshacerse de su viejo Átolon.
El micro-ordenador desplegaba una imagen holográfica delante de los ojos; en este caso, con el libro que Driamma estaba leyendo, y ésta se movía persiguiendo su mirada. Si se tumbaba sobre su costado, la imagen se desplazaba para situarse en su campo de visión mientras el micro-ordenador se quedaba donde estaba. Ni siquiera tenía que sostenerlo.
También le había explicado todo esto a Ash, mientras se levantaba para marcharse. La chica había sonreído, divertida por su entusiasmo. Sin embargo, antes de que Driamma se adentrara en su habitación el comentario de Ash la detuvo.
—¿Qué quieres decir con que, aun así, desgasto mi vista? ¿Cómo se supone que voy a leer sin utilizar la vista?
Ash sonrió de nuevo, esta vez de forma enigmática.
—Con la mente —propuso, golpeándose la frente con un dedo—. Sin castigar tus ojos con imágenes holográficas.
Driamma se acercó a la barandilla de su balcón, apoyando las manos interesada en lo que estaba escuchando.
—¿Quieres decir con el Secbra?
Ash asintió, levantándose a su vez.
—No has leído de verdad hasta que no lo haces con tu Secbra —prometió—. Tengo una lista de libros diseñados para Secbras. Voy a enviarte uno de mis favoritos, y te voy a ayudar a activarlo. Créeme, no te vas a arrepentir.
Driamma siguió sus indicaciones y se tumbó sobre la cama. Por lo visto, Ash ni siquiera necesitaba tenerla en su campo visual para entrar en su Secbra. La imagen de una biblioteca antigua se desplegó en su mente, y cerró los ojos para no confundirla con la del techo de su habitación. Todos los movimientos los hacía Ash avanzando por la amplia habitación llena de filas y filas de estanterías de madera, repletas de libros en el sentido tradicional de la palabra. Recubiertos de portadas duras y hojas entre estas. Era la primera vez que los veía, a excepción de los ejemplares de los Museos.
Ash se detuvo en una de las columnas y extrajo un libro que, al abrirse, cubrió toda la imagen de su mente. Ya no veía la biblioteca, sino las dos primeras hojas.
Por la ausencia de movimiento, Driamma se imaginó que había salido dejándola sola. Intentó pensar en pasar la página para comprobar si lograba hacerlo, y cuando vio que podía manejar el libro sin problemas comenzó a leer.
«Londres, Abril de 1878»
A medida que Driamma comenzó a leer, se dio cuenta de que algo extraño estaba pasando. Con las primeras palabras sintió un hedor que le recordó a la basura podrida de los vertederos de México. Abrió los ojos, e irguiéndose para apoyar sus codos sobre la cama, observó su habitación. Nada había cambiado y ahora le parecía que el hedor había desaparecido.
Cerró los ojos, dejándose caer sobre la cama, y en cuanto volvió al demonio que el protagonista del libro describía, el olor volvió a atacarla. Cuando el joven se hubo deshecho del demonio y comenzó a avanzar por una calle, el hedor de basura desapareció, remplazándose poco a poco por un olor que jamás había sentido: humo, lluvia sobre una polvorienta calle, madera quemada, agua sucia y pescado cuando el protagonista describió una oscura calle del Londres victoriano, cercana al puerto del río Támesis. Incluso podía sentir el frío y húmedo aire londinense en su piel.
Driamma no podía creerlo. Continuó leyendo y sintiendo las sensaciones de las cosas que se describían en el libro hasta casi las cuatro de la mañana. Por esa razón se había dormido más allá del desayuno, y ahora tenía que correr por el jardín en dirección a la clase.
Como había sospechado, ya habían empezado. El profesor le dedicó una mirada pero enseguida reanudó la charla. Algunos alumnos la observaron hasta que llegó al pupitre al lado de Elek, y se sentó, un tanto avergonzada.
Algo se desplegó en su mente y Driamma vio que era una notificación que contenía el nombre de Sooz.
—Disculpadme —exclamó el profesor—. ¿Os estoy aburriendo?
Driamma lo miró, preguntándose por qué gritaba de repente. La atención del hombre estaba centrada en la cajita de cristal de la mesa del profesor. El Avizor, que en lugar de centellear su acostumbrada luz verde, brillaba con un rojo intenso. Sooz le había explicado una vez que el avizor servía para detectar si algún alumno estaba navegando por internet durante la clase.
Entonces se dio cuenta. La notificación de Sooz, que había recibido vía internet, había disparado la alarma del avizor.
Concentrándose, intentó ocultar la notificación en su mente, pero algo salió realmente mal. Una cascada de imágenes, luces, letras y colores se descargó en su mente como un torrente imparable haciéndola gritar y golpear la mesa con su pierna. Toda la clase se volvió hacia ella.
—Driamma —exclamó el profesor con impaciencia—. Sabes que no está permitido utilizar internet en clase. Especialmente, cuando no sabes cómo hacerlo —se burló.
Lo ignoró para mirar a Sooz significativamente y, por su expresión, le pareció que ésta sabía lo que acababa de pasarle. Pero en ese mismo momento la ráfaga de imágenes volvió a su cabeza. Con mucha más intensidad empezó a recibir un montón de información desordenada, frases que no sabía de dónde habían salido, imágenes que no reconocía, hasta que una de ellas prevaleció sobre las otras, una mujer diciendo cosas mientras enseñaba un grupo de pequeños patitos amarillos.
Driamma no pudo aguantar todo aquello. Era muy confuso y abrumador y quería que parara. Se levantó decidida a alejarse hasta que lograra detenerlo.
Minutos más tarde, que a ella le parecieron una eternidad, Sooz la encontró en el servicio, agarrándose la cabeza con ambas manos.
Se situó a su lado, y la sostuvo con fuerza por los hombros.
—Deja de quejarte —le ordenó.
La joven abrió los ojos, húmedos y enrojecidos.
—¿Dónde está Ash? ¡Ash!
Sooz la sacudió, instándola a callar.
—Ash está en clase —le explicó—. Driamma, solo tienes que cerrar la sesión.
—No puedo... —gimoteó, agarrándose la cabeza de nuevo.
—Apágalo —le volvió a gritar Sooz—. Desconecta.
Driamma la agarró del cuello de la camiseta, retorciéndolo desesperada.
—Hazlo tú, por favor —le rogó, pero su amiga negó con la cabeza.
—No puedo —aseguró—. Simplemente piensa en moverte hacia arriba, en la esquina derecha está la salida. Vamos, puedes hacerlo; concéntrate.
Driamma dejó de retorcerse, concentrándose en hacer lo que Sooz le había pedido. Se deslizó contra la pared hasta caer sentada en el suelo. Su frente estaba perlada con gotas de sudor.
—¿Qué era eso?
Sooz la ayudó a ponerse en pie. Cuando estuvo erguida, Driamma le apartó la mano de forma brusca.
—Sooz, ¿qué demonios era eso?
La chica dio un paso atrás, un tanto intimidada por su reacción.
—Lo siento. No pensé que algo así fuera a ocurrir —se disculpó—. Solo quería saber dónde estabas y por qué no habías llegado a clase. Por eso te he enviado un mensaje en Facebook.
—¿Qué? ¿Eso era Facebook? —preguntó Driamma, confusa—. Había una mujer con unos patitos, y letras que resonaban en mi cabeza; millones de caras, e incluso he visto a Gábor abrazando a un árbol.
—Hace dos semanas nacieron unos patitos en el Arca, y esta mañana han colgado un vídeo de ellos para que los veamos crecer.
La contempló como si de repente fuera un perro parlante.
—¿Quién puede ver un vídeo con ese caos? No quiero volver nunca a ese lugar.
A pesar de la expresión sombría con que lo dijo, Sooz no pudo evitar soltar una risita.
Al verla reír, Driamma le dedicó una mirada asesina.
—No seas tan dramática. Solo era Facebook.
Salieron del baño para iniciar lentamente su camino de vuelta a clase.
—Sé que quieres que aprenda a manejarlo yo sola —comenzó—, pero la próxima vez que la situación se ponga tan fea, te ruego que entres en mi Secbra y me ayudes a solucionarlo.
Sooz sacudió la cabeza con vehemencia.
—Driamma, eso es imposible; si pudiera entrar en tu Secbra, lo hubiera hecho. Nadie puede entrar en el Secbra de otra persona. Imagínate lo peligroso que resultaría eso. Sería casi como si alguien se colara en tu cerebro. —Sooz se estremeció para ilustrar lo horripilante que le parecía esa posibilidad.
—No puedes hablar en serio —protestó—. Ash lo hace constantemente.
Sooz soltó una carcajada.
—Tienes una imaginación... —se burló, sacudiendo la cabeza—. Que alguien te indique cómo hacer algo no quiere decir que esté colándose en tu Secbra.
Driamma entornó los ojos, comenzando a irritarse ante sus burlas.
—Una cosa es que no sea informática y no entienda ni la mitad de las cosas que ocurren aquí, y otra muy distinta que me tomes por tonta —le espetó—. Te aseguro que no habían pasado ni diez minutos de conocer a Ash, y ya había entrado en mi Secbra para apagarlo. Alguna vez ha activado música en mi cabeza sólo para despertarme. Me conectó a la mesa holográfica aquella vez que nos fuimos de compras a Noé, y anoche abrió una biblioteca en mi cabeza y seleccionó uno de sus libros favoritos para que yo pudiera leerlo.
Algo en la expresión de Sooz le dijo que al fin la había creído. Se detuvo, pálida como un cadáver, y la agarró por el brazo.
—Dime que te estás inventando todo eso
Driamma sonrió, triunfal.
—Estás molesta porque Ash sabe hacer algo que tú no sabes —le espetó.
—Ash sabe hacer cosas que nadie más sabe —musitó Sooz, con los ojos como platos.
La imagen de su padre apareció en su cabeza al minuto de iniciar la llamada. Llevaba un traje de ejecutivo y, por la imagen de fondo: una sala de reuniones, se encontraba en Pentace.
—Sooz, ahora no puedo, hablamos luego —se limitó a decir.
—Papá, espera —se apresuró a rogar—. Es importante.
Los ojos de su padre la observaron con turbación por un instante, aunque estaba demasiado nerviosa para detenerse en ese pensamiento.
—¿Recuerdas la vez que viniste a verme hará unos dos meses, cuando nos peleamos? Ese día te cruzaste con las dos chicas nuevas: Driamma de Friarton, y Ash, que la conoces de...
—¿Qué? Zsuzsanna, ¿de qué estás hablando?
—¿Recuerdas a la otra chica que estaba con Driamma, de Friarton? Ashling Barrott, la conoces de...
—Yo no... Jamás la había visto en mi vida —comenzó su padre, distraído—. Cariño, tengo que dejarte; estoy en mitad de algo, no tengo tiempo para hablar de tus amigas.
—Pero papá...
Era demasiado tarde. Se había ido, y cuando intentó volver a contactar, nada ocurrió.
Sooz soltó una lista de improperios mientras se llevaba las manos a la cabeza.
Driamma estaba delante de ella, observándola con confusión y preocupación.
—¿Qué ocurre, Sooz? No quiero meter a Ash en un lío, a mí no me importa que se cuele en mi Secbra. Todas las veces que lo ha hecho ha sido para ayudarme. Por favor, no la denuncies.
—Driamma, esto es mucho más serio de lo que piensas. Nadie se cuela en un Secbra. No es que la ley no lo permita, se supone que nadie sabe cómo hacerlo. —Sooz se cubrió los labios con una mano, temiendo hiperventilar—. Creo que Ash no es quien dice ser, y no es que diga mucho de quién es.
La joven aseguraba venir de Pentace porque era obvio que no venía de Noé, pero su padre conocía a todo el mundo allí, y afirmaba no haberla visto antes.
—Apareció al mismo tiempo que ese mensaje de la Tierra. ¡Por la creación! Incluso Gábor dudó de su coartada. Dijo que era demasiado joven para pertenecer a la Liga y que su operación de esterilización transitoria, de haber sido hecha en Noé, debería haberse curado más rápido. El hospital de Clovet operó a todo Noé; tienen mucha experiencia con esa intervención. Pero a Ash le llevó semanas recuperarse.
—Sooz, estás siendo una paranoica. Es Ash de quien estamos hablando —le recordó Driamma, intentando apaciguarla.
Sacudió la cabeza, incapaz de ocultar lo mucho que le dolía la traición. No obstante, ahora todo comenzaba a encajar
—Exactamente, es de Ash de quien estamos hablando. Alguien que asegura tener dieciséis años pero llevar años trabajando. Alguien que no tiene Facebook. Que está físicamente entrenada como un astronauta. Con un coeficiente intelectual superior al de todos nosotros, pero que, en lugar de exhibirse, intenta volverse invisible y pasar desapercibida.
—Es tímida, y lo sabes.
—Pero, ¿y si todo eso es sólo una pose para no llamar la atención? —Le propuso, acercándose más ella—. Driamma, ¿y si Ash es una espía progresista?
Todo aquello era culpa suya y lo sabía. Nunca tendría que haberle contado a Sooz nada. Ash le había pedido que no lo comentara, pero sin darle la importancia que al parecer tenía. Así que a Driamma no le había parecido mal soltárselo a Sooz para borrarle su estúpida altanería de la cara.
Ahora, lejos de volver a clase, ella y Sooz se dirigían al despacho de Lozis para que esta última se colara en los archivos de los alumnos, e intentara localizar aquel que faltaba en el ordenador de la recepción: es decir, el de Ash.
Driamma había sido totalmente incapaz de convencer a Sooz para no llevar a cabo ese plan.
—Entonces, cuando el profesor Primev preguntó el resultado del ejercicio, sólo Ash conocía la respuesta —le estaba contando Sooz, como otra prueba más de que la chica era una espía infiltrada—. Y cuando el profesor le pidió que la explicara, Ash comenzó a balbucear y a hacerse la tonta.
—Porque si es tímida, le dará vergüenza explicar algo en alto delante de toda la clase —intentó razonar ella.
—Y en el siguiente ejercicio... —continuó Sooz, sin escucharla—, cuando Primev dijo la solución en alto, Ash arrugó el entrecejo. Lo sé porque la estaba observando. Supe que no estaba de acuerdo con la respuesta, pero se calló. Y a los dos minutos Primev se dio cuenta de que había cometido un error de procedimiento y la solución era incorrecta. Ash lo sabía antes que el hombre. ¿Cómo puede tener esa rapidez con procesos legales informáticos? ¿En qué momento una chica de dieciséis años los usa?
Driamma suspiró. ¿Qué sabía ella de procesos legales informáticos? Quizá Sooz tenía razón, pues contaba con más información que ella. Su mejor amiga de Friarton la había engañado y traicionado, puede que fuera más ingenua de lo que creía.
—Vamos a intentar comprobarlo antes de hacer nada, ¿vale? —le pidió—. Que Ash sea brillante y tímida no son pruebas suficientes para acusar a alguien de espionaje.
Habían llegado al despacho de Lozis. Afortunadamente, el hombre no se encontraba allí, y Sooz parecía saberlo de antemano pues se limitó a entrar en la oficina como si nada. Le indicó a Driamma que cerrara la puerta para evitar ser vistas por alguien que pasara por allí.
Sobre la mesa se encontraba el sencillo ordenador que contenía toda la información perteneciente a los asuntos de la Academia. Sooz lo activó y comenzó a buscar. No habían pasado ni dos minutos cuando anunció que había encontrado el archivo que debía pertenecer a Ash, pues era el único sin nombre, y todos los demás tenían los nombres de sus compañeros.
El plan de Sooz era guardarse su archivo, con toda la información que la chica había dado a la Academia, para comenzar la investigación desde ahí.
—Más sencillo que descubrir quién es, va a ser descubrir quién no es. Demostrar que Ashling Barrott no existe —la informó.
De repente, Sooz saltó de la silla.
—Viene Lozis —le dijo, con alarma.
Driamma se apresuró a dirigirse hacia la puerta, pero la voz de Sooz la detuvo.
—No salgas, es demasiado tarde; te vería salir del despacho. Mierda, no lo he visto venir —continuó, girando la cabeza de un lado a otro para observar la habitación.
—¿Y si salimos por la ventana? —Propuso Driamma.
Sooz se volvió para mirar la ventana, y sonrió de inmediato. Se movieron con toda la rapidez que pudieron, sin hacer ruido. Apenas se habían agachado contra la pared exterior por debajo de la ventana cuando Lozis cruzó el umbral de la puerta. No les había dado tiempo a cerrar la ventana, así que escuchaban perfectamente la voz del hombre.
—Na skolko u nas ostalos vody?—Lo escucharon decir en ruso. Nadie le contestó, por lo que dedujeron que era una videoconferencia.
—Chort!—Exclamó el hombre. Aunque ninguna sabía ruso, intercambiaron una mirada ante la intensidad con que la palabra había sido dicha.
—¿Semyon? —era Tesk, entrando en el despacho.
Sooz y Driamma cerraron los ojos, lamentándose de que su pequeña reunión se estuviera convirtiendo en una fiesta.
—Un segundo —le contestó Lozis—. A seychas ya doljen idti. —Tras una pausa, continuó—: Perdonadme, estaba en mitad de una conversación.
—Nos has llamado. ¿Qué ocurre? —Escucharon la inconfundible voz de Orla.
Lozis suspiró de tal forma que incluso las chicas pudieron sentir la tensión que emanaba del hombre.
—Sentaos, por favor. Acabo de tener una conversación con Violeta Pauziene, la Ministra de Defensa.
Lozis pareció esperar a que los profesores se sentaran.
—Siento ser portador de tan malas noticias: Hace una hora Pentace ha declarado un Código Rojo.
Driamma escuchó el gemido de Orla y miró a Sooz. El rostro de ésta había sido invadido por la preocupación. Estiró el cuello para asegurarse de no perder ni una sola palabra de lo que seguía.
—Se trata de Kaudalon —explotó el hombre—. Los progresistas han encontrado su ubicación y lo han atacado con cinco misiles nucleares. No queda nada del planeta.
Driamma escuchó cómo Tesk maldecía y Orla gritaba. Miró a Sooz en busca de algo de información que arrojara luz sobre la situación. Se encontró con que la chica estaba en trance. Su rostro rojo, como jamás lo había visto. Sus ojos, llenos de lágrimas, estaban situados en algún punto que no parecía pertenecer a aquella realidad. Se había cubierto la boca para no hacer ruido al llorar, pero las lágrimas brotaban como un manantial de sus ojos, y su cuerpo se movía con silenciosos espasmos de llanto.
El corazón de Driamma comenzó a latir a toda velocidad. No sabía qué significaba aquello, pero podía notar la seriedad en los demás. Se acercó a Sooz, que parecía haberse enajenado del mundo, y le agarró del brazo para sacudirla. Sooz la miró con pánico y la atrajo hacia sí, abrazándola con tal ímpetu que no lograba reconocer a la chica. Sooz, con toda su fuerza y su frío autocontrol, temblaba ahora en sus brazos como un pajarillo aterrado.
Volvió a centrar su atención en la habitación, con la esperanza de sacar algo en claro de todo aquello. Orla también estaba llorando, lo notaba en su voz.
—¿Cuánto tiempo nos queda? —Preguntó.
—Por suerte, acababan de llenar los depósitos de agua de Noé —continuó Lozis, en tono lúgubre.
Tesk estaba totalmente enmudecido, cosa muy extraña en él.
—Pentágono todavía está realizando cálculos, pero creen que unos dos meses. Quizá, con severos recortes de agua, tres meses y medio.
—¡Por la creación! —Exclamó Orla entrando en pánico—. ¿Qué vamos a hacer?
—No nos queda otra opción que regresar a la Tierra. No conocemos ninguna otra fuente de agua —dijo Lozis.
—¿Regresar a la Tierra? Eso significará otra guerra. No estamos preparados para la guerra.
—Morir aquí o morir allí —intervino Tesk, con espeluznante frialdad—. Ésas son nuestras opciones.
—¿Cómo ha podido ocurrir algo así? —Se lamentó Orla.
—Pentace aún no lo sabe, pero están sopesando la posibilidad de que haya espías entre nosotros. Que alguien les haya entregado las coordenadas de Kaudalon.
Las chicas se miraron con los ojos como platos. Driamma sintió cómo se le helaba la sangre. ¿Podía ser verdad que Ash las hubiera traicionado?
Los ojos de Sooz habían sustituido parte de su antiguo pánico por una nueva ira.
—Acaba de terminar la primera clase —anunció Lozis—. Vamos en busca de los demás profesores; tenemos que contarles lo ocurrido. Confío en que esta información no llegue a los civiles. Noé se sumiría en caos y entraría en pánico, y eso es lo último que necesitamos en estos momentos.
Cuando los profesores se hubieron marchado de la oficina, ellas se incorporaron y Sooz inmediatamente comenzó a caminar para regresar a clase.
Driamma la detuvo.
—Sooz, ¿qué vas a hacer?
—¿Tú qué crees?
—Espera —le rogó—. ¿Qué decía el archivo de Ash?
—No he llegado a abrirlo —contestó Sooz, impaciente por el retraso—. Pero ya da igual. Todo está bastante claro.
Driamma se puso delante de ella para evitar que continuara avanzando.
—Abre su archivo, primero. Pensemos con la cabeza fría.
Sooz suspiró con indecisión. Al fin dio la vuelta y regresó a la ventana del despacho de Lozis. Driamma la siguió y la esperó fuera, mientras la chica entraba en el edificio y terminaba lo que había empezado.
Tardó más de lo previsto y cuando, al fin salió, no parecía la misma persona.
—¿Has visto un fantasma? —Le preguntó con preocupación—. ¿O alguien te ha lavado el cerebro ahí dentro?
Sooz comenzó a caminar como una sonámbula, sin contestarle, y ella la siguió.
—¿Se puede saber qué te pasa?
La chica se detuvo.
—El archivo de Ash contenía mucha más información de la que esperaba —explicó—. Ella no es la espía.
—¿Y ya está? —Exclamó con incredulidad—. Pasas de: «estoy segura de que es una espía y voy a matarla» a... «Bah, no es una espía. Vamos a dejarlo así.»
—Driamma, Ash no es ninguna espía —le repitió como si fuera un robot—. Créeme esta vez.
—¿Por qué estás tan rara? ¿Qué has visto?
Sooz suspiró.
—Tenemos cosas peores de las que preocuparnos. Han destruido el planeta que nos abastecía de agua. Prácticamente, somos cadáveres andantes —dijo, y sus ojos relampaguearon—. Ahora sí empieza la guerra.
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