11: Capítulo 10
Capítulo 10
El gimnasio de la Academia era una gran nave circular, cuyas paredes y techo estaban hechos de cristal fino. Los distintos tramos de la pared estaban inclinados en diferentes posiciones, aparentando ser una rosa con los pétalos abiertos. En el centro de la sala había otro cilindro más pequeño, y hecho del mismo oscuro nogal que recubría el suelo de toda la superficie. Se erigía como un estambre. La única parte de la sala que permanecía oculta desde los cimientos hasta el techo.
Avanzaron por la sala, donde también las máquinas estaban dispuestas de forma circular.
―¿Cuántas veces a la semana sueles venir? ―preguntó Driamma, esperando instrucciones concretas sobre qué debía hacer. Las máquinas le parecieron tan lujosas que no se atrevía a tocar nada sin autorización.
―Solo los días obligatorios ―explicó Sooz, con calma—. Bueno, si estás enfermo puedes librarte.
―Obligatorios ―repitió Driamma con la convicción de que lo había escuchado mal―. ¿Acudir al gimnasio es obligatorio?
Quizá aquel lugar no fuera tan distinto de Friarton, al fin y al cabo.
―Y si te lo saltas, ¿qué ocurre? ¿Te suspenden?
―Claro que no —respondió ésta con una mueca que indicaba lo ridícula que le parecía la idea—. Se te juzga por delito contra el Estado.
Driamma se limitó a mirarla con incredulidad, y cuando Ash se acercó a ellas se dirigió a la chica:
―Si no vienes al gimnasio, vas a la cárcel —la informó.
―No lo creo ―dijo Ash, impasible mientras se subía a una de las cintas—. La única cárcel en Noé es Friarton, y está ocupada por mercenarios.
Driamma se cruzó de brazos delante de ella.
―La única que sepamos ―aclaró, pensando en Bronte―. ¿Quién sabe cuántos lugares secretos guarda el Gobierno?
Ash y Sooz intercambiaron una rápida mirada que interpretó como fastidio por escucharla criticar al Estado.
―Nunca ha habido un delito mayor en Noé, y los delitos menores se penan con arresto domiciliario —explicó Sooz, tomando la cinta contigua a Ash.
Driamma se rascó la parte frontal de la cabeza mientras observaba a la gente de su alrededor. La mayoría, subidos en las máquinas realizando ejercicio; otros charlaban animadamente entre tareas. Ninguno de ellos parecía infeliz o descontento por estar allí. Pero cómo podían simplemente resignarse a estar en un lugar, y a hacer algo porque les obligaran a ello. ¿Y si en lugar de acudir al gimnasio, uno quería tocar la guitarra y ponerse gordo? ¿Dónde había quedado la libertad de elegir qué querías hacer con el resto del tiempo que te dejaba el trabajo?
―Esto es increíble ―dijo, más para sí misma mientras sacudía la cabeza. Miraba a su alrededor y no veía más que a una panda de veganos en forma, que en nada se distinguían unos de otros.
―¿Es que no lo veis? ―gritó, y cuando comenzó a notar las miradas de los que estaban a su alrededor, se introdujo entre las máquinas de ambas chicas y bajó el tono―. El Gobierno está utilizando el medio ambiente como excusa para controlar a la población. En Noé, todo ha sido decidido por ti de antemano. Que no vas a tener niños, que no vas a comer carne, que vas a ejercitarte con regularidad. ¿Alguien se acuerda de lo que significa la libertad?
―Entonces, ¿cómo propones hacerlo? ―Intervino Ash―. Con una población mundial, que en el año 2200 superaba los trece billones, y no paraba de crecer; sin agua ni tierra para alimentarla. ¿Cómo pretendes evitar la aniquilación si no controlas cuántos hijos tiene la gente, o qué comen, o cuánta energía gastan?
Driamma se frotó la frente con el dorso de la mano. No lograría hacerles entender los peligros de aceptar los dictámenes del gobierno, sin replantearse hasta qué punto eran estos correctos. La historia de la humanidad estaba plagada de ejemplos de ello. Formas de vida diseñadas por el poder vigente que, en un principio, parecían estar destinadas al confort de la población, pero que habían acabado por resultar menos utópicas.
―No sé qué le ves de malo a los gimnasios de aprovechamiento energético ―protestó Sooz.
—¿A los gimnasios... de qué?
―Cuando corres sobre la máquina, golpeas la cinta que por dentro tiene un mecanismo que está preparado para almacenar parte de la energía que consume tu cuerpo. Y este brazalete. ―Dijo, levantando el brazo para enseñarlo―. Se lo acabo de explicar a Ash. Aprovecha el calor de tu cuerpo, las palpitaciones y demás, para almacenar energía también. Pero aras, tenéis que saber que, a pesar de haberse inventado para el deporte, está de moda usarlo en encuentros sexuales.
Ash estaba tan pálida como la cinta sobre la que corría.
—La suma total de los marcadores de todas las máquinas que utilices debe alcanzar al menos la hora ―continuó Sooz—. Eso es cada día. Toda la energía que puedas producir en ese tiempo, y con el brazalete, es bienvenida.
―¿Para qué la utilizan?
Se encogió de hombros.
―Para lo que sea necesario. Es la única manera de devolver una parte de la energía que gastamos, ayudando a producirla.
―Asombroso ―fue su única, y genuinamente impresionada respuesta―. ¿Qué significan esos números? ―Preguntó, señalando unos letreros luminosos en la pared externa del vestuario masculino.
Sooz volvió el tronco de forma inconsciente, pero apenas los miró, al darse cuenta de a qué se refería.
―Es el mayor productor de energía del mes ―explicó.
―¿Quién es?
Esta vez sí tuvo que girarse para analizar el código antes de responder.
―Gábor ―contestó, sin emoción alguna.― Los baras prácticamente se disputan la victoria cada mes. Por lo del brazalete que os decía antes. Lo utilizan de forma... Bueno, se jactan de acumular mucha energía fuera del gimnasio ―acotó, poniendo los ojos en blanco.
No fue hasta una hora y media más tarde que lograron sumar una hora de ejercicio. Las tres se lo habían tomado con calma, demorándose en los descansos, y ejercitando sus lenguas más que sus cuerpos.
Aun así, a Ash no le importó el ejercicio extra. Con toda la mudanza y el viaje, llevaba casi una semana sin ejercitarse y lo había echado de menos. El cosquilleo de la sangre en sus músculos y la relajación de su cuerpo totalmente drenado de energía.
Apagó la ducha, deleitándose en la imagen frente a sí, ya que un milimétrico cristal convertible la separaba de la sala de máquinas. En ese mismo instante, un hombre de unos treinta años se masajeaba el codo a escasos centímetros de ella. Aunque podía verle con total claridad, él solo veía su propia imagen reflejada. Los cristales convertibles de las duchas se encontraban bloqueados de forma permanente. Sin embargo, necesitaría tiempo para acostumbrarse a ello. No dejaba de pensar que algo podía fallar, abriendo el espejo y mostrando su cuerpo desnudo a todo el que estuviera allí para verlo. Por esa razón, terminó su ducha más rápido que las otras dos chicas.
En el interior del vestuario la luz no llegaba con tanta intensidad, atenuando el ambiente especialmente a esa hora de la tarde, cuando el sol empezaba a extinguirse. Ash se aproximó a la salida del vestuario, buscando la iluminación exterior. Sin embargo, descubrió que no era necesario porque, cuando se acercó al espejo, éste registró su presencia y resplandeció. Se demoró en secarse el pelo con una toalla mientras observaba su nueva imagen.
Cada mínimo cambio, como el hecho de tener el pelo mojado, se combinaba con su nuevo aspecto para hacerla lucir distinta.
Estaba absorta en su imagen, mientras frotaba la toalla contra su cabello, cuando se percató del bulto que se movía a su espalda. Cuando lo vio con claridad reflejado en el espejo dejó caer la toalla, y cada fibra de su ser y su mente se congeló para prestarle toda su atención.
Se trataba de Gábor, en el vestuario masculino, con el antebrazo apoyado en al arco de la entrada. Lo primero que la sacudió fueron sus ojos clavados en ella. Ojos que la golpeaban con la fuerza de dos bombas atómicas.
Lo único que llevaba puesto eran unos bermudas grises, desabotonados, que se habían deslizado más de lo recomendable por la cintura del chico.
Estaba acostumbrada a ver soldados mucho más fornidos que él. Sin embargo, algo en él la alteraba. Su delgado torso, con incipientes músculos, anunciaba un futuro prometedor pero, por el momento, guardaba la esbeltez y la suavidad de la adolescencia, haciéndola sentir mucho más intimidada que los curtidos soldados de Pentace.
Que sus labios se curvaran hacia un lado, en una lenta sonrisa, fue como una bofetada que la hizo darse cuenta de que llevaba un minuto contemplándolo sin pudor. Enrojeció furiosamente al imaginarse lo que él debía de estar pensado. Sus ojos se habían demorado especialmente en el punto donde el pantalón y su cuerpo se unían.
Después de eso, no creía ser capaz de volver a mirarlo a la cara. Sin embargo, cuando escuchó el chasqueo reprobatorio de la lengua del joven, volvió a mirarlo a través del espejo.
—La curiosidad mató a la nueva.
Ash se situó en la parte oculta del vestuario. Lo oyó reír incluso con el sonido de la fuente y el de su propio corazón golpeándole las costillas.
Gábor creía que ella tenía trece años, y probablemente le divertía su inocencia hasta el retorcido punto de disfrutar con la idea de robársela.
Cuando logró reponerse del encuentro, su mente trazó una línea imaginaria entre las partes visibles y las no visibles del vestuario, y se prometió que, de ahora en adelante, se quedaría en zona segura.
Puede que él se equivocara en su edad, pero no en su inocencia. De hecho, estaba segura de que cualquier niño de trece años de Noé era más experimentado que ella. Al menos ahora sabía para qué usaban el brazalete, y entendía lo que le había dicho en el bosque cuando ella le había preguntado al respecto.
«Porque no sé si puedes soportar la respuesta. Mejor vuelve a la cama antes de que tu curiosidad quede satisfecha ».
Ahora que comprendía la amenaza implícita de sus palabras, su estómago dio un vuelco, derramando un líquido caliente en su interior. Una sensación de lo más extraña, pero que comenzaba a hacerse habitual por culpa de él. De una forma retorcida, ese sentimiento estaba empezando a gustarle.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top