10: Capítulo 9

Capítulo 9

A paso acelerado Ash cruzó el jardín, divisando el lugar al que se dirigía. Apenas tenía quince minutos para desayunar antes de que comenzara la primera clase, y eso que se había levantado al alba. Sin embargo, por primera vez había tenido que escoger su atuendo entre un amplio abanico de posibilidades. Se había probado varias prendas, pero todas le parecieron incómodas e indecentes en comparación con su uniforme de la NASA. Finalmente, se decidió por la camisa que mejor cubría sus riñones. Se miró el pecho, cuya piel se había erizado ante el cambio de temperatura. El único problema de la camisa era que los botones comenzaban muy abajo, y se ajustaba a sus costillas, dejando asomar demasiado escote. Se sentía tan desnuda que se planteó regresar a la habitación a por una chaqueta, lo que irremediablemente significaba perderse el desayuno. Continuó caminando hacia el comedor, reconociendo que en esa batalla el hambre había vencido al pudor.

El comedor era una sala con forma rectangular que se adentraba en el jardín hasta la altura del  bosque. El extremo en el bosque se transformaba en la enorme roca de donde nacía la cascada. Las paredes de la nave eran cristaleras verdosas, o eso pensó hasta que al entrar  se dio cuenta de que el tono verde provenía de la vegetación que había en el interior de la sala. Más que un comedor, parecía un invernadero: uno muy extraño, que no tenía techo. En su lugar, una tupida maraña de ramas y hojas, e incluso flores, se entrelazaba entre sí ocultando el cielo.

Sintió que algo golpeaba su hombro. Una chica que intentaba abrirse paso por el estrecho hueco de la puerta. Se disculpó y avanzó dos pasos, vislumbrando la habitación con más claridad. Árboles de distintas especies se repartían por la nave. De algunos de ellos salían mesas de madera, cuyo color era similar al fruto del árbol. La forma y la disposición de la mesa cambiaban en cada caso. Desde luego, la simetría no había sido el objetivo del decorador de la sala, sino más bien un caos de madera y hojas, que imitaba a un bosque de hadas. El suelo era de cristal transparente, dejando ver la hierba y las fuertes raíces de los árboles que, como nervios, se ramificaban hasta fundirse con la tierra.

Dos vastos troncos de árbol, serrados en horizontal, hacían la veces de mostrador de bufé, donde aparecía la comida protegida por mamparas de vidrio. Divisó a las chicas en una de las mesas más cercanas a la cascada, que a ese lado estaba compuesta por finos hilos de agua que descendían desorganizadamente por la roca cubierta de musgo verde. La mesa era de color rojo, al igual que las manzanas que colgaban del árbol que se cernía sobre ésta, y cuyo tronco les servía a ellas de respaldo. Un cuenco lleno de manzanas descansaba en el centro de la mesa.

Ninguna de las dos se percató de su presencia hasta que las tuvo a escasos metros, y cuando lo hicieron, alzaron la mirada para limitarse a observarla en silencio.

—¿Y bien? —inquirió, poniéndose nerviosa—. Estoy ridícula, ¿verdad? ¡Lo sabía!

Ambas chicas fruncieron el entrecejo con confusión durante unos segundos, que se le hicieron eternos.

—¿Ash? —Preguntó Sooz, esforzándose por enfocar sus ojos sobre ella.

—Sí, es ella —rio Driamma—. ¡Por la creación!

Su corazón dio un vuelco al imaginarse la razón por la que las chicas la miraban de esa forma. Esa mañana se había aplicado la máscara de maquillaje semi-permanente que Sooz la había obligado a comprar. Las instrucciones decían que bastaba con depositar la máscara sobre el rostro durante media hora para alcanzar resultados satisfactorios. Sin embargo, Ash se había quedado dormida después de esto, y la había llevado puesta al menos durante cuarenta y cinco minutos. Cuando la había retirado, nada había cambiado en su rostro; todo seguía igual que antes. La tiró sobre la cama, entendiendo que no sabía usarla, o que su caso estaba más allá de lo reparable.

—¿Qué le pasa a mi cara? —gimió presa del pánico, mientras se llevaba las manos a ésta. Quizá los colores habían continuado incrementándose en su rostro, y como consecuencia de haberse sobrepasado en el tiempo de exposición pareciera un payaso—. Voy a quitarme esto.

Sooz estiró el torso sobre la mesa para agarrarla.

—No vas a hacer tal cosa —le prohibió.

Asintió, mientras alargaba el brazo para alcanzar una manzana.

—Te queda de lujo, ¿vale? —Le aseguró Driamma enérgicamente, como si le hablara a un bebé—. ¿Y por qué te mueves así?

—¿Cómo?

—Como si fueras un robot bailando break dance —recalcó, imitando su manera de coger la manzana.

Sooz estalló en carcajadas, probablemente compartiendo la crítica.

—Porque me siento rara, ¿vale? El pelo suelto es incómodo, se me pone en la cara cada dos por tres; y esta ropa está malévolamente preparada para que, al más mínimo movimiento, me quede totalmente desnuda.

—Lo que tú digas —Sooz se levantó de la mesa y se introdujo un último pedazo de bollo en la boca—. Vamos, llegaremos tarde a clase.

Ash sacudió la cabeza y se concentró en actuar de forma natural. Se fijó en las chicas que caminaban delante de ella. Sus ropas eran tan pequeñas como la suya, pero ellas no parecían tener problemas para moverse. Sooz, con su figura petite caminaba con la gracia de una princesa; y Driamma, sensual y segura, como una pantera.

En la explanada, algunos pupitres ya estaban ocupados por alumnos que relajadamente tomaban el sol de la mañana.

Sooz se sentó en la primera fila y Ash la imitó.

Driamma extrajo un pequeño artefacto de su pernera.

—¿Qué demonios es eso? —Preguntó Sooz, observando el aparato.

—Es un Átolon, para coger apuntes —explicó Driamma.

—¿Un Átolon? —Sooz comenzó a reír, inclinándose hacia el artefacto―.  Es verdad, mi abuela tenía uno.

La joven la fulminó con la mirada. Acto seguido paseó la mirada por la clase, hasta detenerla en un punto. Sonrió y se encaminó hacia los muchachos, en la quinta fila, ocupando el asiento contiguo a Elek.

—¿Qué está haciendo?

—No lo sé —contestó Ash. Su experiencia con amigas era escasa por no decir inexistente—. Creo que se ha tomado mal lo del Átolon.

En ese momento, una mujer en su treintena apareció delante de ellos, obligando a todos los que estaban de pie a sentarse. Era alta, y su cabello asiático le caía largo por un lado, y corto al otro lado de la cabeza. Era una moda antigua y solo mujeres de más de treinta lo llevaban así. 

Ash estaba tan concentrada en analizar a la profesora que no vio venir lo que ocurrió a continuación. Un bulto más grande que Driamma ocupó el hueco contiguo a ella, el que supuestamente habían reservado para ésta. Con horror, se dio cuenta de que se trataba del novio de Sooz. No podía creer su suerte. Su primera clase, con toda la ansiedad que esto conllevaba de por sí,  iba a tener que pasarla con Gábor a su lado, quien la estaba mirando con media sonrisa.

—¿Qué hay? —Dijo con un movimiento de cabeza. Y después miró a Sooz con malicia—. ¿Tus nuevas amigas se han cansado ya de ti? —Señaló a Driamma con otro movimiento de cabeza.

—No es asunto tuyo —le contestó Sooz, encogiéndose de hombros.

Gábor no se detuvo ante el tono seco de su novia.

—Es culpa tuya, Sooz. No puedes ser tan posesiva; vas a tener que compartir a la morena.

La forma en la que se refirió a Driamma le encogió el estómago en un nudo. Además, había dejado claro que solo le interesaba «compartir» a esta. No estaba sorprendida. Sabía que era eso lo que ocurriría, pero saberlo no hacía menos doloroso el oírlo.

—Demasiada mujer para ti, Gábor —le contestó Sooz, feliz.

—¿Y dónde está la otra? —Continuó Gábor, sin preocuparse por el insulto.

—¿Qué otra?

—A la que has tenido pegada al culo todo el fin de semana —aclaró con paciencia.

—No sé de quién hablas.

—Rápido, Sooz, levanta. Seguro que aún la tienes pegada al trasero  y no puede respirar —dijo Gábor, con fingida preocupación, y comenzó a respirar sonoramente como si se asfixiara para intensificar el efecto de su teoría.

—Gábor, por favor —llamó la profesora, con impaciencia—. Si no estás capacitado para estar sentado y respirar a la vez, abandona el aula.

Toda la clase estalló en risas, y Ash tuvo la sensación de que a él le agradaba la atención que estaba recibiendo.

—Lo siento profe. Lo tengo casi dominado, pero a veces se me olvida.

La profesora decidió seguir con la clase, explicando el contenido de la asignatura.

Gábor volvió a mirar a Sooz y, bajando el tono, continuó:

—¿La niña no se quedaba?

Ella lo miró, confundida, sin saber a qué se refería.

—La otra alumna nueva —explicó éste, próximo a perder la paciencia—. Pequeñita, de unos trece años, listilla, pechugona...

Sooz miró a Ash, divertida.

―No te reconoce ―dijo con una sonrisa.

 Gábor pareció genuinamente confuso. Miró a Ash, ceñudo, esperando a que lo desmintiera. Sin embargo, algo en los ojos de ella pareció llamarle la atención porque se quedó atrapado en ellos.

 —No te había reconocido —musitó para sí mismo y, por primera vez, pareció incómodo.

No sabía qué pensar. Gábor la había comparado para mal con Driamma varias veces. Pero se había interesado en buscarla a ella primero en Facebook el día anterior, y ahora no había parado de preguntar por su paradero. Un extraño cosquilleo nervioso le invadió el estómago, y solo supo con seguridad que todo aquello era más de lo que podía afrontar. Deseaba regresar a casa con papá y mamá, y olvidarse de que el sexo opuesto existía.

Lograrlo con aquel chico tan cerca de ella era totalmente imposible. Sus mejillas ardían y su respiración estaba más agitada de lo normal. Se sintió aliviada de que él ya no la estuviera mirando y ahora pareciera interesado en la clase.

Trató de enajenarse y prestar atención a la clase, sin embargo cada vez que  Gábor se agitaba lo más mínimo en su silla, mandaba oleadas de adrenalina por su cuerpo.

La profesora hablaba sobre las principales actividades de Noé.  

—Deberías salir y hablar sobre la Liga —propuso Sooz, golpeándola con el codo justo donde tenía la cicatriz de la operación. Se quejó de dolor, y Gábor volvió a mirarla.

—¿Qué tienes ahí?

—Ash tuvo que esterilizarse para venir a Noé.

—Pero, ¿qué dices? Todo el mundo tiene que estar esterilizado en Pentace —aseguró, con el ceño fruncido—. ¿Seguro que es de ahí de dónde vienes? ¿No serás una espía progresista?

—No he visto a un progresista en mi vida —se defendió ella, comenzando a preguntarse si le habían aplicado el curativo correctamente.

—Pues esa herida no debería estar así, si te han operado en el Estado de Noé             —aseguró Gábor—. Yo me abrí la rodilla jugando hace un mes, y mira... —Se levantó el pantalón hasta la mitad del muslo.

A pesar de haber acudido al gimnasio de Pentance durante años, Ash nunca había visto un muslo masculino tan de cerca. Por alguna razón, la puso nerviosa pero no logró apartar los ojos.

—¿Ves? Ni rastro de la cicatriz. Deberías ir a que te lo miraran.

Elevó los ojos al rostro del muchacho con timidez, y se preguntó si era consciente de que su muslo despertaría la admiración de ella, y por eso lo exhibía de esa manera.

—Gábor, por favor, bájate los pantalones —exclamó la profesora antes de darse cuenta de lo que había dicho.

Una carcajada general estalló en la clase, y la profesora suspiró, arrepintiéndose por su desafortunada elección de palabras.

—Pero, profe, me prometiste que este año no tendría que hacerlo para aprobar          —protestó él, con fingida preocupación.

La profesora no contestó, consciente de que se lo había puesto demasiado fácil como para reprenderlo.

Gábor se estiró en el asiento para estar más cómodo. Su pierna pegada a la suya, y su codo rozaba la parte baja de su hombro. Hasta que levantó el brazo y lo pasó por detrás, descansándolo en el respaldo del banco. Pareció no darse cuenta de estar tocándola porque ni siquiera la miró.

Sooz les echó un vistazo rápido pero no pareció extrañarse, por lo que Ash dedujo que debía de ser una costumbre en él. Sin embargo, eso no la hizo sentirse mejor. Puede que fuera parte de la rutina para él, pero para ella era la primera vez que tenía a un chico tan cerca.

Ya había oído hablar de la alta temperatura del cuerpo masculino, pero el calor que emanaba del cuerpo Gábor comenzó a hipnotizarla. Su pierna parecía arder y eso provocaba que la sangre de la suya corriera a diferente velocidad. Era casi insoportable, y al mismo tiempo tiraba de ella como hilos invisibles. Lo miró a la cara, intentando adivinar si estaba enfermo, si tenía algún tipo de fiebre. Pero nada en su cuerpo parecía delatar el más mínimo síntoma de enfermedad. Todo lo contrario, tanto los músculos como su profunda respiración denotaban fuerza y energía, a unos niveles que no se apreciaban en una chica. Su pecho era amplio, como dos veces el suyo, al igual que su espalda; y la piel de sus brazos era más gruesa que la de ella.

Ash se preocupó por un segundo, ¿sabía él lo que estaba pensando? Su cuerpo estaba tan revolucionado y centrado en el muchacho, que se preguntó si, de alguna forma, no sería evidente.  Lo observó de reojo, y aunque Gábor continuaba mirando hacia delante, le dio la impresión de que sus pensamientos se parecían a los de ella; casi como si se estuvieran comunicando por la parte de su anatomía en contacto.

No existía manera humanamente posible de concentrarse en las explicaciones cuando su cuerpo parecía tener distintos planes.

Al fin, terminó la clase y disponían de media hora de descanso.

Antes de alejarse, escucharon a Driamma llamarlas. Cuando se dieron la vuelta, ésta  les sonrió como si nada hubiera ocurrido.

 —¿Adónde vais ahora?

Ash y Sooz intercambiaron miradas.

—¿Estás bien? —Inquirió Sooz, cautelosa—. ¿Te has enfadado por lo de antes?

Driamma se encogió de hombros con indiferencia

—Para nada. Si lo decís porque me he sentado en otro sitio, es solo porque no soy muy de grupo cerrado. Me gusta mezclarme con la clase. No es nada personal.

La joven la observó con una ceja alzada, y Ash deseó ser capaz de controlar sus cejas de esa manera.

—¿Es un problema? —inquirió Driamma como respuesta a su silencio.

Sooz sonrió forzadamente y añadió un deje de ironía al contestar:

—Para nada. Si nos encanta que te mezcles.

En contraste con la hora del desayuno, el comedor estaba abarrotado. Ya no servían comida fresca, sino que las sobras del desayuno estaban amontonadas en el único mostrador que quedaba encendido.

—Voy a conseguir algo de comer —dijo Sooz.

Todavía la estaban observando cuando escucharon un corto silbido a su espalda. Ambas se dieron la vuelta para descubrir su procedencia y vieron a Elek, con el resto del grupo, alzar una mano para animarlas a acercarse. Miró horrorizada a Driamma, esperando que ni se le estuviera pasando por la cabeza aceptar la invitación. Pero la sonrisa de la chica la desengañó. Comenzó a caminar hacia el grupo, y cuando notó que no se movía, entrelazó su brazo con el de ella, obligándola a acompañarla.

Cada paso hacia ellos tenía el poder de incrementar su ansiedad, y empequeñecer su concepción de sí misma. A pesar de que su visión parecía haberse vuelto borrosa, pudo observar que el grupo estaba compuesto por Elek, Gábor, cuya espalda estaba apoyada contra el tronco del peral; Taly, sentado sobre las escaleras de madera que conducían a la mesa tallada en torno al peral, y otras dos chicas que no conocía.

Driamma se acercó con tranquilidad y confianza a su compañero de pupitre y sonriente le dio una palmada en la espalda.

El chico la miró con una sonrisa tan demoledora que la hizo preguntarse por qué su cuerpo no reaccionaba ante este.

Gábor les echó un vistazo rápido y continuó hablando con las dos muchachas. Una de ellas, con una cabellera rubia y lacia, de esas que no se encrespan ni con la peor de las tempestades, la estaba analizando con detenimiento. Cuando el lento recorrido culminó en sus ojos, se mostró un tanto sorprendida de que Ash fuera testigo de su escrutinio. Escasos segundos más tarde, la sorpresa abandonó los ojos de la muchacha para tornarse en una especie de desafío, instándola a atreverse a protestar, o simplemente a sostenerle la mirada.

La piel de la muchacha estaba bronceada, pero la tirantez que mostraba denotaba una pérdida importante de agua, como si en realidad fuera muy blanca y se hubiera empeñado en cambiar este hecho con demasiadas horas de sol. Su pelo seguía el mismo patrón que había visto tantas veces en Noé. Largo delante. Los mechones que rodeaban su rostro alcanzaban su cadera e iban ascendiendo en forma de escalera a medida que daban la vuelta a su nuca, donde se encontraban los mechones más cortos, aquéllos que terminaban a mitad de su cuello. La otra chica llevaba exactamente el mismo corte, aunque con un color negro azulado eléctrico que le recordó al espacio. También sus indumentarias eran similares y a la moda.

Ajena a ambas conversaciones, y decidida a alejarse del grupo, se dio la vuelta en busca de Sooz. Sin embargo, la encontró justo detrás, masticando el último pedazo de un plátano. Con normalidad, y sin siquiera mirarla, lanzó la cáscara sobrante contra el pecho de Elek. La cual rebotó y cayó sobre su regazo.

El joven, que continuaba hablando animadamente con Driamma, se detuvo para mirar la piel de la fruta que descansaba en su pierna flexionada. La recogió lentamente, y sus brillantes ojos verdes se posaron en Sooz. No obstante, ella le dio la espalda.

Curiosamente, Elek no pareció enfadado, sino todo lo contrario. Le dio la impresión de que el gesto lo había deleitado. Observaba la nuca de Sooz con una sonrisa mal contenida y se mostraba tan sorprendido como feliz. Quizá tirar restos de fruta significara algún tipo de cortejo o declaración de sentimientos, ¿qué sabía ella?

—¿De dónde sois? —preguntó la rubia, dignándose a dirigirse a ellas por primera vez.

—De Guadalajara, México.

—Mis tíos son de México —celebró la rubia con una sonrisa que nunca alcanzó sus ojos—. Y tú eres europea, ¿verdad?

—De Inglaterra.

Estaba claro que la joven quería desterrar de su voz su desprecio por el origen de Ash. Pero no se molestó en hacer lo mismo con sus ojos, pues los demás descendientes de europeos del grupo no la estaban mirando a la cara.

—¿Habéis visto que nos han incluido una asignatura en el último momento?              —preguntó Elek, a ninguno en particular.

—Sí, hace como una semana cambiaron el programa para incluir español —contestó la rubia—. Es muy extraño.

Gábor se cruzó de brazos, observando a Elek con el ceño fruncido.

—¿Español? ¿De qué estáis hablando?

Las chicas se miraron con complicidad. Estaba claro que sus compañeros todavía no habían sido informados sobre el mensaje de la Tierra.

—Suéltalo, Sooz —exclamó Elek, que había sido testigo de su intercambio.

—La cuestión es que ayer nos reunimos con Tesk para hablar sobre la razón de que Driamma esté aquí.

Caras de desconcierto siguieron a esa reflexión.  

—No soy informática —se apresuró en explicar la susodicha, como si acabara de reconocer que había cometido un crimen.

—Driamma es nuestra profesora de español —se apresuró a explicar Sooz—. Hemos recibido un mensaje de la Tierra.

De forma instantánea, sus expresiones despreocupadas se tornaron graves.

—Hay razones para pensar que se trata de aliados nuestros —se apresuró en aclarar Sooz, antes de dar oportunidad a especulaciones y preguntas.

Tanto Gábor como Elek se irguieron, con nerviosismo, mientras que Taly se levantaba de las escaleras, acercándose más a ellas.

—¿Aliados nuestros? ¿Naturalistas? —exclamó Gábor, con clara incredulidad.

—Sé lo que estáis pensando.

—Que es una trampa —exclamó la rubia, asintiendo—. Creo que está bastante claro.

—Han descubierto dónde estamos y van a atacarnos —chilló la morena, poniéndose nerviosa.

—Pues claro que es una maldita trampa. No quedaron supervivientes —sentenció Gábor con tono grave.

—No pueden saber eso con seguridad —protestó Driamma con debilidad, probablemente pensando en su propia familia.

—El mensaje fue enviado en un código militar naturalista, y el canal ha sido analizado por Lashira Khan en persona. Según él, no hay señales de interferencias externas.

—Pero... —empezó a decir Elek.

—No hay «peros» —lo interrumpió Gábor, de forma cortante—. Lashira Khan nunca se equivoca.

Sooz puso los ojos en blanco, y se volvió hacia Ash.

—Gábor está enamorado de Lashira Khan.

—¿Qué decía el mensaje? —la interrumpió él, situándose delante de ella con su imperiosa presencia.

—No conozco el contenido exacto, solo que era una llamada de auxilio en español    —dijo Sooz.

Driamma se inclinó sobre Ash.

—¿Quién es Lashira Khan? —musitó, mostrándose un tanto avergonzada por no saberlo.

Ash abrió los labios pero ningún sonido salió de su boca. La muchacha la contempló con el ceño fruncido al no recibir respuesta y entonces sonrió al darse cuenta de algo.

—Tú tampoco sabes quién es, ¿verdad? —Le susurró, discretamente—. En tu caso tiene más delito.

—Por eso quieren que aprendamos español —continuó Sooz—. En el caso de que sean verdaderos aliados, podrían ayudarnos a entrar en la Tierra.

—Soñar no cuesta dinero —se burló Elek.

—¿Quién es Lashira Khan? —Preguntó Driamma de nuevo. Esta vez en alto.

Sooz la miró, un tanto sorprendida, pero enseguida pareció recordar que la chica venía de otro mundo totalmente distinto.

―Es el informático más brillante de Noé —explicó—. Él inventó el Secbra.

—Una vez estuve con Lashira Khan —declaró la rubia, orgullosa, inspeccionando a Gábor de forma seductora.

Al parecer se había recuperado ya del susto, pensó Ash, observándola con fijeza.

—Estaba con mi familia, en el centro de Noé, y nos lo encontramos en el teatro.

—¿Y cómo es? —Preguntó la otra chica, con incredulidad. Que su propia amiga dudara de ella no ayudaba mucho a su causa.

—Es un hombre fascinante. Sin embargo, ahora entiendo por qué nunca ha venido de visita a la Academia —continuó, encantada con el protagonismo.

Todos contuvieron la respiración, expectantes. Durante un año habían ansiado recibir al hombre en sus instalaciones, o poder conocerlo en persona en alguna conferencia. Sin embargo, nunca había llegado a ocurrir. Cada cierto tiempo se difundía el rumor de que iba a hacerles una visita que nunca había llegado a producirse. No lograban entender las razones de esto, pero al parecer estaban a punto de descubrirlo.

—Es un hombre muy extraño, antisocial, y tímido en extremo. Parece haber pasado demasiado tiempo entre ordenadores y sus habilidades sociales son totalmente nulas. Es un bicho raro; pero, claro, ¿quién no lo es con un cerebro así? —terminó de explicar Cantka.

—Una persona con esa inteligencia nunca puede llegar a desenvolverse en sociedad con normalidad —concedió la otra chica, apoyando la historia de su amiga—. Es un hecho científico.

La rubia se acarició un mechón de pelo, situándose delante de los chicos. Parecía hambrienta por más atención, por aumentar la expectación.

—Incluso iba mal vestido y olía.

Si la intención de Cantka había sido la de impresionar a los chicos, había conseguido el efecto contrario. La expresión de Gábor mostraba un profundo desagrado, y ya ni siquiera la miraba. Su atención se centraba en algún otro punto de la sala, pareciendo querer evadirse de la conversación.

Ash sonrió.

Se lo merecía por haber actuado como una tonta.

¿Cómo se le ocurría intentar impresionarlo criticando su ídolo?

Puede que fuera una informática brillante, pero no parecía contar con un gran nivel de inteligencia emocional.

Gábor no se molestó en despedirse de ninguna; sin embargo, masajeó ligeramente la coronilla de Sooz al pasar delante de ellas, antes de alejarse con sus amigos.

El primer gesto público de cariño. Desmontaba la teoría de Driamma sobre que Gábor y Sooz  mantenían su relación en secreto porque Elek estaba enamorado de Sooz. Puede que el traidor no fuera Gábor al final y al cabo, sino Elek.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top