Introducción: Siempre juntos

A través de una ventana cubierta por el vaho, un par de ojos marrones observan las calles vacías empapadas por la fuerte lluvia. Dann toma una bocanada de aire, se incorpora, aprovecha el perfecto lienzo que ahora es el cristal y dibuja con el dedo dos estrellas idénticas, pero alejadas, cada una colocada en el extremo contrario del panel. Tal vez están ignorándose o desconociendo la existencia de su acompañante.

La niña se da cuenta de lo mediocre que es su composición y limpia con el brazo las formas que marcó. Se cubre de nuevo el cuerpo con la manta y piensa, por milésima vez en el día, en lo mucho que se han demorado su madre y su hermano, Seb, hablando con los hombres de traje negro y ademán amargado.

Desde que la policía se llevó a su padre, la pequeña familia inició una maratón yendo a diario a visitar comisarías y delegaciones. Su mamá les prometió por la mañana que pronto se terminará ese tormento, que por fin le dirán adiós a esas engorrosas sesiones en las que deben contarles a los abogados y jueces si eran felices viviendo bajo el mismo techo que Armando.

Pese al menjunje de emociones que es su interior, Dann se encuentra feliz. Al menos así es como denomina a esa sensación de júbilo que la embarga cada vez que repite en el DVD la grabación de su musical favorito, Wicked.

Retira la pausa con el control remoto y admira en el televisor cómo la bruja verde se eleva en los cielos mientras les grita a todos, incluyendo al público, que nadie va a verla caer. La niña aún recuerda lo mucho que lloró cuando vio la presentación en el teatro de la ciudad y cómo, pese a no saberse las canciones, tarareaba lo poco que entendía.

Al notar que la perilla de la puerta se mueve, ella oculta el rostro en su manta. Cierra con fuerza los ojos y se llama «tonta» en silencio al recordar que la televisión sigue encendida y que, si es Armando quien está por entrar, este se enojará y le volverá a gritar lo estúpida y descuidada que es.

Escucha unos pasos que se aproximan a donde se halla y después siente una mano que retira la tela que la protege. La niña deja de ovillarse en su refugio cuando percibe los dedos de su hermano revolverle los cabellos castaños. Abre los ojos y le hace un espacio a Seb para que este se acomode.

—¿Será la última vez? —Se retira las gafas y las limpia con su suéter.

Seb asiente con una sonrisa que deja al descubierto una dentadura a la que le faltan un par de piezas.

—¡¿De verdad?! —Dann estrecha con fuerza a su hermano, lo que hace que a ambos se les desacomoden los lentes.

La niña intenta concentrarse en esas palabras, pero le es imposible no volver a mirar la gran herida que Seb tiene en la frente. La culpa la carcome otra vez, porque si él no hubiera intentado defenderla, Armando no habría reaccionado estrellando con violencia al niño contra una pared.

—El señor de traje le dijo a mamá que se terminó, que ganamos —menciona Seb, lo que hace salir a su hermana de pasajes amargos.

Tras el abrazo, él se sienta junto a Dann. Seb no comprende del todo cómo es que triunfaron; sin embargo, ver de nuevo a su mamá sonreír le devolvió lo que tanto menguó durante las últimas semanas en casa: esperanza.

—Aunque no sé si volveremos a ver a papá —musita el niño.

Un escalofrío recorre la espina dorsal de Dann. No echará de menos los gritos, los golpes y los trastes rotos, pero sí le entristece la idea de pertenecer a una familia incompleta.

A pesar de poseer sus escasos nueve años, los niños comprendieron lo que su madre quiso decirles tras llevarlos a ver Wicked al teatro de la ciudad. Rebeca los abrazó a ambos mientras entre lágrimas les decía que, si todo salía bien, serían los tres contra el mundo.

—Nos hemos quedado solos —atina a decir Seb. Baja el mentón y comienza a jugar con sus dedos.

Dann gatea hasta quedar frente a su hermano, lo toma por los hombros y le da una sacudida para que la mire a los ojos.

—No, porque yo no me voy a ir a ningún lado y tú tampoco —masculla la niña al mismo tiempo que frunce el entrecejo.

—Júralo —pide él. Sus ojos marrones se han cristalizado.

—Yo, Dann, juro que jamás me alejaré de ti ni de mamá, pase lo que tenga que suceder.

La niña retira las manos de sus hombros y después alza el meñique. Seb comprende la intención de su hermana y la imita. Ambos entrelazan sus deditos, haciéndose la promesa de que, sin importar la tribulación que se les pase enfrente, estarán ahí el uno para el otro.

Hola, conspiranoicos. Sí, así les digo a todos mis lectores porque siempre hago personajes con paranoias.

¿Sabían que Wicked es un musical en donde cuentan la historia de la bruja mala de El mago de oz? 

Pues ahora lo saben, y esta es la canción que escuchaba Dann, solo que ella fue a ver la versión del musical que se hizo en español para México, pero no encontré vídeos  :c 

 ¿Sabían que esta es la misma cantante que hizo el famoso Let it go de Frozen?

Amamos los musicales (?) 

https://youtu.be/glsmLGpqMzA

¡Nos vemos el próximo viernes!

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