Capítulo 13: La vida bajo el lente azul
Noé
Guapa, hay que hablar. Te extraño.
Mi exnovio ha estado mensajeándome desde ayer, lo que erradicó lo poco de cordura que me quedaba. Siento que que estoy yendo en picada hacia un pozo oscuro y que no tiene fondo.
Noé siempre me decía lo mismo; que soy desesperada, que nunca me tomo el tiempo de razonar y que actúo como una niña berrinchuda cuando algo no me resulta.
Esta locura es la comprobación a sus palabras y el efecto colateral de una crisis de identidad.
Traigo el cabello chorreando gotas azul turquesa y las patillas y la frente todavía tintadas de ese tono. Siempre he querido traer el pelo de colores, pero en la preparatoria no me lo permitían por el código de vestimenta. Cuando me gradué y pude hacerme un arreglo dejándome las puntas de rosa pastel, Noé se burló de mí.
Nunca me lo pidió, pero sus constantes comentarios sobre mi apariencia hicieron que me cortara diez centímetros de cabello y que desapareciera el tono fantasía.
Lo odio. A él, a Martín por condenarme al declive eterno y a sus amigos por celebrárselo.
Cuando camino del baño a mi habitación, me gano una mirada ofuscada de parte de Seb, pero no dice nada y yo tampoco le doy explicaciones. Me meto en el cuarto, saco mis gafas del bolsillo de la bata de baño y me dirijo al espejo de cuerpo completo que compré con el dinero que nos pagaron por el concierto.
Me contemplo y no me reconozco. Soy una Danna que no me acostumbro a ver, aunque me gusta más que la anterior.
Mi melena es ahora azul, desde la coronilla hasta las puntas. Si quiero deshacerme de este color tendré que raparme y dudo que mi crisis llegue a tanto.
Al menos por ahora.
Escucho la alarma de mi teléfono; se me hace tarde para ir a cuidar a Emma. Será la primera vez que me encuentre con Ian desde el concierto y, aunque suene ridículo, creo que estoy lista para hacerlo. Luego del fracaso en mi plan de hacer que Tina Meyer tome mi lugar en la banda, y de haberme quedado toda la noche pensando, he llegado a la conclusión de que quiero seguir con lo que sea que estemos haciendo.
Me termino de pintar los labios de carmín, tomo mi mochila con los juguetes que le he comprado a Emma y salgo de la habitación. Mis pasos son veloces. Necesito sacarle provecho a esta explosión de valentía.
Estoy cansada de que mis errores me impidan vivir como deseo.
Una vez llego a la puerta de Ian, toco el timbre sin meditármelo. Los segundos pasan, y comienzo a reflexionar en todo lo que podría salir mal. Al final de cuentas, hay una sola cosa de la que no puedo huir por más kilómetros que recorra: yo misma.
La entrada se abre, y quien me recibe es Emma, no Ian. La niña tiene las manitas aferradas al pomo y sonríe una vez me ve.
—¡Dann, eres azul! —Se suelta y pega un brinco para que la tome entre mis brazos.
Hago lo que me pide y la siento en mis hombros. Soy bajita, por lo que podemos cruzar el dintel sin problemas. Emma es la niña más cariñosa con la que he tratado. Cuesta mucho hacer que confíe en otros, pero, si eres paciente y le das su espacio, se consiguen resultados maravillosos.
Ian se encuentra en el comedor, tecleando algo en su computadora. Por la expresión que tiene en el rostro, sé que está de buen humor. Los primeros días haciendo este trabajo me encontraba una escena similar; con la diferencia de que Emma se escondía de mí tras el sillón y que Ian se hallaba con un mohín en el rostro y los puños sobre la mesa. Lo comprendo, también me irritaría trabajar llamando extraños que luego te insultan, te cuelgan o te hacen bromas pesadas.
Él baja la pantalla de la computadora y me contempla con una sonrisa. Ha notado mi nuevo color de cabello.
—¿Qué opinas? Elegí este tono porque combina con mis ojos. —Sonrío, nerviosa. Ha sido una mala broma.
Dejo a Emma en el suelo y esta corre de regreso a la sala, donde tiene un improvisado castillo con mantas rosadas.
—Te equivocas, combina con los míos —vacila al mismo tiempo que señala sus ojos marrones.
Coloco las palmas en la mesa y lo admiro. No es su estilo desgarbado de cada domingo por la mañana, pero tampoco es el mismo Ian misterioso de las presentaciones de la banda. Creo que el que tengo enfrente es el auténtico.
Me balanceo sobre mis talones, cuento hasta diez y me repito lo mucho que deseo que mi vida siga este rumbo.
—Tierra llamando a Danna. —Ian chasquea los dedos delante de mí para sacarme de mis cavilaciones.
—Me gustó lo de la última vez —musito, y miro de refilón a Emma, asegurándome de que continúe absorta en las caricaturas del televisor—, y también te confieso que pensaba salir de la banda porque te estaba buscando a la mejor cantante que puede existir.
Ian alza una ceja.
Con premura me siento frente a él. Si le voy a ser honesta, debo estar en una mejor posición.
—¿Escuchaste a la chica que cantó con Los icónicos la primera vez que te vi en Drako's? —inquiero. Tomo el encendedor que esta sobre la mesa y comienzo a jugar con él.
—No sé de dónde la habrán sacado, pero esa cantante era increíble.
Trago saliva. En definitiva, convencer a Tina habría sido un sueño para Ian y su banda. La carta maestra que lo llevaría al éxito que tanto soñaban.
—La he estado buscando. —Ian achica los ojos—. Mira, no quiero contarte una historia que incluya mis traumas de infancia, pero esa chica fue famosa en su tiempo y significó mucho para mí. Por eso, cuando me enteré de que te quedaste sin vocalista, pensé en hallarla y convencerla de estar con Cris y contigo en la banda.
Lo he dicho. Sonaba más coherente en mi cabeza.
Me aovillo, cierro los ojos y espero a que me diga que soy una desquiciada intensa.
—¿Y querías dejar la banda cuando lograras encontrarla y convencerla de que se nos una? —pregunta, todavía ofuscado.
Asiento.
—Debo admitir que se me hace lo más absurdo e increíble que alguien ha hecho por mí. —Siento su mano revolviendo mis cabellos azules. Abro los ojos, me yergo y le sonrío—. Habría sido digno de una fantasía que alguien así tocase con nosotros, pero el puesto de vocalista lo tiene una chica igual de talentosa. Es más, esa persona consiguió que nos invitaran a tocar en El Irlandés.
Su comentario hace que el corazón me dé un vuelco y las mejillas se me tornan coloradas. No tengo idea de dónde queda ese bar o por qué lo dice tan emocionado, pero sé que debe de ser importante.
Ian se levanta y se aproxima a mí. Una vez lo tengo enfrente, me siento de lado y le entrego mis manos. Él se agacha para quedar a mi altura y hacemos reposar nuestros dedos en mis muslos.
—¿Crees que tengo problemas? —pregunto con la voz hecha un hilo. Necesitaba hacerlo.
Por alguna razón, aunque era popular en su tiempo, siempre consideré que no encajaba del todo, más que nada con otras chicas, y eso se lo adjudicaba a mi forma de ser. Es más, considero que nunca he tenido una amiga con quien hacer cosas como ir de compras, organizar una pijamada o chismear horas por teléfono.
Ian mira el techo, en busca de la respuesta ideal.
—No más de los que yo tengo.
Sus ojos negros provocan en mí un efecto similar al de un imán. Me sostengo del cuello de su camisa y hago que Ian baje a mi altura. Soy capaz de respirar su aliento a tabaco. Su nariz roza la mía y la barba de tres días me hace cosquillas. Él entiende lo que deseo: me toma por el mentón y besa mis labios; pero, a diferencia de la vez pasada, ahora no hay urgencias, es cálido y en extremo dulce.
He pasado la tarde entera con Ian y Emma viendo películas de Disney en un refugio que hicimos con más mantas. Sé que huelo a palomitas con mantequilla, chocolate y refresco de naranja, y que mis manos se encuentran pegajosas por culpa del caramelo.
Sonrío con plenitud y comienzo a saltar encima de las numerosas grietas de la acera al mismo tiempo que susurro: «Pisa la raya, rompe la espalda de tu exnovio».
Está por caer la noche y el cielo de ese verano ha adquirido una tonalidad púrpura. La ciudad de Toluca no es la más limpia y segura del país, pero me ha otorgado tranquilidad. De hecho, cuando mamá nos llame pidiéndonos a ambos que volvamos ahora que el semestre de Seb acabó, me negaré y usaré el pretexto de la banda. Ya no hay nada para mí ahí; y entre más lejos de ese lugar me encuentre, mejor.
Un coche rojo pasa junto a mí a baja velocidad y se detiene a un par de metros. Aprieto con fuerza el tirante de mi mochila, miro hacia atrás y me doy cuenta de que hay un guardia caminando cerca, lo que me hace respirar aliviada. Sin embargo, esa sensación no me dura mucho, porque la persona dentro del auto baja.
Se trata de Marina, la madre de Emma.
Tomo una larga bocanada de aire. Quiero dar media vuelta e irme corriendo, pero las piernas me lo impiden.
Luego de la primera vez que nos vimos, he tenido otras oportunidades de encontrarme con ella. Ignoraba mi presencia e iba en busca de su hija, quien corría a sus brazos con una sonrisa. No obstante, esta es la primera vez que la tengo tan cerca. Noto que es mucho más alta que yo, casi del tamaño de Seb. Usa botas de seguridad y su cabello largo y tintado de rojo se encuentra despeinado. Es evidente que viene de trabajar. Pero, a pesar de su facha desprolija, se ve hermosa.
—¿Danna, cierto? —pregunta, cruza los brazos y se recarga en una pierna.
Muevo la cabeza para asentir.
—Verás... Estuve mucho tiempo pensando en cómo decirte esto o si debería hacerlo porque tal vez solo estaba imaginando cosas. —Marina tiene una voz fuerte que me sobresalta—. Pero necesito que te alejes de Ian.
—¡¿Y cuál es el puto motivo?! —Intento recuperar la valentía de la mañana y la miro a los ojos.
—Es evidente que entre ustedes hay algo. No me lo niegues, porque tienes el labial embarrado. —Mi primera reacción es cubrirme la boca. Me ha descubierto—. Ian sigue casado conmigo.
Hago una pedorreta. Quiero lucir sarcástica, aunque me cuesta muchísimo no comenzar a hiperventilar.
—Perdón, pero a mí me dijo que no lo estaba. Que ustedes dos no vivan juntos es más que prueba suficiente. —Formo puños y me muerdo el interior de la mejilla.
Con esa frase consigo que Marina baje los brazos y deje su posición imponente.
—Nos casamos antes de que Emma naciera y tuvimos problemas, ¿vale? Como todas las parejas los tienen.
Me niego a creer que Ian me mintió esa noche, pero es difícil, porque en ese entonces solo habíamos charlado un poco. Además, tenía todos los motivos para hacerlo si es que buscaba que yo cayera por él, como lo había hecho ya.
—Pensaba que eras una más de las mujeres con las que pasaba el rato. Sin embargo, hasta te llevó a la casa a que cuidaras a nuestra hija.
Es admirable que no alce la voz en ningún punto y que, a la vez, logre amedrentarme.
Me empiezan a escocer los ojos y las piernas me tiemblan.
—Danna, quiero recuperar mi matrimonio y, sobre todo, que Emma tenga una familia. —Ella se coloca una mano en el pecho. Es evidente que es sincera y que, pese a su forma de hablar, está sufriendo—. ¿Supones que no soy consciente de que la niña tiene esos problemas para socializar porque le afecta que no estemos juntos?
Abro la boca, pero no se me ocurre cómo refutar eso. Adoro a la niña e incluso, mientras Ian la ponía a dormir, le sugerí que la metiera al kínder cuando comenzara el ciclo escolar. Quiero que ella pueda vivir una infancia feliz.
—Mi hija se merece crecer en una familia que no esté rota.
La última frase provoca que se me escape una lágrima. Yo también deseo que crezca sana, tanto en lo físico como en lo emocional; que sea una joven que pueda tomar decisiones sensatas y que consiga amarse a sí misma más que a nadie.
Conozco lo que es crecer en un entorno familiar fragmentado y sé que, aún a nuestros veintiún años, continúa afectándonos a mi hermano y a mí.
No puedo ser la causante de que alguien más crezca así. Por eso decido renunciar al hombre que me engañó para hacerme caer en sus redes.
¿Cómo creen que actúe nuestra niña ahora? :(
Btw, bienvenidas a las actualizaciones cada 5 días, espero pronto poder traerles capítulos cada 3 días o incluso a diario.
PD: el siguiente capítulo tendrá +18
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