Capítulo 9: Cruzado

1

Todos mis compañeros se encontraban desconcertados y cuchicheando tratando de comprender que estaba sucediendo en la explanada de la escuela. Mientras eso sucedía, Susana temblaba de miedo. De verdad le afectaba y temía a esos seres.

Me había alejado momentáneamente de Gabriela, quien no comprendía nada de lo que pasaba ni lo que Susana me había dicho.

—Nunca he visto aun cruzado —le conteste—. Me han hablado de ellos, pero nunca había visto a uno.

Y no mentía, era genuino el desconocimiento que tenía sobre estos seres, pero también era cierto que necesitaba obtener más información al respecto. Sí esto podía ayudarme para emerger mi otra marca lo podía aprovechar, aunque era una coincidencia muy grande.

—Quizá en el pasado ya los has conocido, pero es probable que te hayan borrado recuerdos de eso. Son seres llenos de oído hacia las personas que alguna vez amaron y por las que se preocuparon, solo buscan asesinarlas para comerse su corazón

A grandes rasgos, un cruzado era una persona que había fallecido y cuyo cuerpo incluso había sido sepultado o cremado. Eras seres que ya no poseían cuerpo, el alma de estos seres retornaba al mundo físico y manifestaban, por decirlo de alguna forma, un nuevo cuerpo para ellos. No es que fuera un nuevo cuerpo, solo su alma obtenía una forma física, pero carecían de órganos vitales. No tenían pulmones ni corazón, y si los tenían les eran inútiles.

Su marca, visible para cualquier persona, les arrestaba todo sentimiento de bondad y en sustitución, los remplazaba por sentimientos de irá y odio. Por lo tanto, todo el amor y preocupación que tuvieron alguna vez cuando fueron personas normales, ahora se convertía en un odio irracional y unas ganas insaciables por asesinar. Empezando por los seres que amaron en vida, pero eran básicamente asesinos muy letales, con poderes y demasiado irracionales.

El hecho de querer devorar el corazón o la sangre de sus víctimas era porque no contaban ya con uno propio, y era una forma de aumentar su fuerza y resistencia. Los mitos decían que era una forma de devorar el alma de sus víctimas.

—Suena muy malo.

—Lo es, creo es el hermano de la profesora Alicia.

Nuestra profesora de historia, se había ausentado hace una semana debido a que su hermano había fallecido.

—¿Y qué podemos hacer?

—¿Nosotros? Podríamos intentar matarlo, pero con tantos aquí en la escuela, creo sería mejor huir y dejar que los cazadores vengan y hagan su trabajo.

Analicé las posibilidades y tenía razón, era casi imposible sacarlos sin tener que decirles que era y porque tenían que escapar. Además de que el morbo en todos iba a poder más y se quedarían dentro de la escuela con tal de ver qué sucede. Pero si de verdad eran tan peligrosos, tenía que aprovechar esta oportunidad que me estaba dando el destino.

—Lo distraeré.

—Estás loco, harás que te mate. Tú mismo has dicho que nunca has visto a uno, no sabes de lo que son capaces.

—Dije que lo distraeré, tu busca ayuda —le dije mientras le daba la dirección de Alexander, no podía que sospecharan de mis verdaderas intenciones y si parecía que me había hecho el héroe podría zafarme de que indagará más—. Ahí vive uno de los cazadores que vinieron hace rato, búscalo.

—¿Y cómo sacaras a todos?

—¿Tienes alguna mejor idea?, el tiempo avanza y va a matar a la profesora.

—Déjame pensar.

En lo que alguna idea se materializaba en mi mente, fui a asomarme por la ventana para poder apreciar mis posibilidades. Solo podía escuchar los gritos desgarradores de la profesora que se encontraba herida y tirada en el suelo. Tenía su pierna izquierda lastimada; el humero se le asomaba de entre la carne, mientras que perdía demasiada sangre que se escapaba por ese gran orificio en la pierna. Tenía varios raspones en la cara, en el brazo y su cuerpo temblaba de dolor y quizá de miedo.

La profesora se encontraba arrastrándose en el suelo, tratando de alejarse del Cruzado, algunos profesores estaban tratando de ayudar a la maestra y otros se enfrentaban al cruzado para intentar detenerlo, pero era inútil pues no le hacían ni daño y este se los quitaba de encima con facilidad.

"Chicos, por favor, retírense de las ventanas. Vamos a tratar de evacuar la escuela; la policía ya viene hacia acá, profesores ayúdenos sacando a los alumnos de la escuela"

Se escuchó a través de los megáfonos que hay en la escuela, Susana y yo nos miramos como si aquello hubiera sido una salvación para nuestros planes.

—¿Y cómo harás para distraerlo sin que te saquen de la escuela?

Las preguntas de Susana no ayudaban en nada, pues le buscaban siempre una dificultad a la situación. Haciendo que todo se tornara más complicado de lo que ya era.

—No lo sé, pero hay que hacerlo rápido.

Mi profesor se encontraba tratando de calmar a mis compañeros y alejarlos de la ventana. En ese momento vi una posibilidad, aproveché la distracción de mi profesor y el hecho de que dejara la puerta libre para poder alejar a todos de las ventanas. Tomando aire de más para salir corriendo y armándome de valor, le dirigí una mirada a Susana dándole a entender lo que iba a hacer.

No deje que me contestara o que respondiera, salí rápido por la puerta en dirección al Cruzado que se encontraba a centímetros de aquella maestra. Pude escuchar los gritos de mi profesor y de algunos de mis compañeros pidiéndome regresar, pero los ignoré por completo. Tomé una piedra de un tamaño no muy significativo, pero al ser el único tamaño de piedras que había no tuve opción. Impulsándome, tome aquella piedra y la arroje con fuerza al Cruzado, a quien apenas le golpeo la piedra volteó a verme. Tardo unos segundos inspeccionándome, y apenas cayo en cuenta sobre lo que era yo, pude ver como en su cara se formó una risa demasiado siniestra; giro su cuerpo e ignoro a la profesora que estaba en shock, ahora caminaba en dirección a mí.

—¡Un Seacorroz!, me vendrá mejor matarte a ti que a la estúpida de mi hermana.

«Ay no»

Gire de dirección, evitando ir hacía los salones para alejar al Cruzado de la profesora. Me adentre más en la explanada que era más extensa y para mi suerte, no tenía a ningún civil cerca. Pero aquel Cruzado era demasiado rápido y la distancia que nos separaba cada vez era menos.

«¿Cuál es la siguiente parte de tu plan?»

«Bueno, no creí que esto funcionaría en primer lugar. Sugerencias»

«Puedo ayudarte un poco, pero si vienen los cazadores sospecharan que sepas defenderte tan bien»

«Propones que no haga nada»

«En este caso sí, debo recordarte que tu vida debe de correr verdadero peligro»

Estaba perdido en mi charla con mi guardián cuando de repente sentí como algo perforaba de lado a lado mi pierna derecha, haciéndome caer por el dolor que me causo apoyar mi peso sobre esta; al voltear y revisar que había ocasionado tal sensación, vi que era una flecha

—¡Una maldita flecha!, ¿en serio?, esto es la época medieval o algo así. —Le grité al Cruzado mientras trataba de levantarme.

En ese momento, vi como varios compañeros y maestros de la escuela empezaban a salir, entre ellos Gabriela quien me miro un poco preocupada al verme tirado en el suelo con aquella flecha clavada. Al poco vi que su rostro empezaba a mostrar angustia y horror, pidiendo con aquella mirada compasión y ayuda; pues el Cruzado me había alcanzado y se encontraba frente a mí.

Me propino una patada en el estómago, lo que ocasionó que me hiciera un ovillo mientras me llevaba mis manos a mi abdomen. Seguida de la primera patada, vinieron otras más. Y cuando, posiblemente, se hartó de hacerlo; con uno de sus pies aplico poca fuerza en mi cuerpo para hacerme girar y quedar boca arriba para después y con el mismo pie, empezó presión en mi cuello. Provocando que la entrada de aire a mis pulmones fuera más complicada. Mis manos estaban intentando quitarme aquel pie de mi cuello, pero su fuerza en ese momento era mayor a la mía.

Tomo la ballesta con la que me había disparado aquella flecha, y empezó a cargar una nueva flecha en esta. Cuando realizo dicha tarea, apunto con la ballesta a mi cráneo y en ese momento, vi por primera vez su marca.

Eran varias líneas gruesas y delgadas, a las que en un principio no les encontré forma, pero al poco pude ver que estas formaban una especie de rostro, que tenía una sonrisa de oreja a oreja y de cuyos ojos, parecía salir fuego.

La falta de aire estabacomenzando a marearme y mis ojos estaban luchando por no cerrarse, aunque eseera el menor de mis problemas si aquel Cruzado dispara su ballesta sobre micara.

—Vamos Seacorroz, no te dolerá. Me aseguraré que sea rápido.

Estaba empezando a dejar vencerme por mi mareo y por mis parpados que estaban cerrándose. En ese momento sentí un fuerte calor y dolor en el dorso de mi mano izquierda, me recordó mucho al dolor que sentí cuando me marcaron por primera vez. Gire levemente la mirada para ver mi mano y ahí estaba, una nueva marca se estaba empezando a materializar.

No termine de ver la aparición de esta porque en ese momento apareció Susana golpeando al Cruzado en uno de sus costados. Este después de recibir aquel golpe, reacciono empujándola con su brazo; por lo que Susana salió disparada a una buena distancia antes de impactarse contra un muro. El Cruzado giro a ver quién había osado golpearlo y apenas poso la mirada en Susana, empezó a reír.

—Es mi día de suerte, dos Seacorroz en un mismo día.

Susana estaba intentando levantarse después del golpe que esta recibió y la aturdió brevemente. Yo por otro lado, me estaba atragantando de aire y tosiendo para acostumbrar nuevamente a mis pulmones a las cantidades de aire que requería.

—Te dije que fueras con Alexander —dije tosiendo aún.

—Es que él ya está aquí.

—¿¡Que!?

No me había percatado de que ya no éramos los únicos ayudando en la escuela. Junto a los profesores y varios alumnos, se encontraban algunos policías mientras que, en el cielo, la silueta de lo que, en un principio, parecían aves de rapiña, comenzaron a hacerse presentes. Vi como el Cruzado miraba hacia el cielo y lanzaba un grito de desesperación mientras apuntaba con su ballesta a aquellas siluetas, que cuando el mareo termino de afectarme, vi eran humanas.

Varios en el lugar se arrodillaron y comenzaron a rezar, pues aquellas siluetas se figuraban a ángeles que acababan de llegar a ayudar a los desprotegidos. Pero la verdad era otra, eran Cazadores. Y solo basto ver sus alas tersas y de color café, para saber que no eran ángeles.

Una de estas esquivo la flecha y empezó a bajar con gran velocidad para impactarse contra aquel Cruzado. Luego otras cuatro siluetas comenzaron a bajar lentamente, cuando a una de estos, otro ser lo golpeaba a gran velocidad. Era otro Cruzado, que se estaba enfrentando a los Cazadores que acababan de llegar.

—¿Otro cruzado? Es una broma verdad —escuche decir a Susana que se estaba acercando a mi—, tenemos que salir de aquí.

Susana estaba ayudándome a levantar cuando el dolor en mi pierda me hizo volver a ponerme en el suelo. Susana miro la flecha clavada en mi rodilla.

—Javier, esto te va a doler.

—Espera, ¿Qué piensas hace...?

Agarro la cola de la flecha para romperla y después sujeto la punta y la jalo para quitarme la flecha clavada. Un dolor recorrió mi pierna y después de esto sentí un escalofrió. Lagrimas estaban saliendo de mis ojos debido al dolor que sentía.

De mi mano, que estaba temblando por el dolor que sentía mi cuerpo, hice emergen mi fuego para después acercarlo a mi pierna.

—Ese fuego, es imposible que alguien como nosotros lo tenga —me dijo Susana con mucha incredulidad.

—Ah, pues... ya ves que yo lo tengo —dije tratando de respirar calmado mientras el dolor empezaba a disminuir.

Cuando por fin pude levantarme con la ayuda de Susana, vi que en la explanada a los cuatro cazados que habían llegado, dos estaban sujetando a los cruzados que ya habían sido vencidos mientras los otros dos desenfundaban sus armas, uno una especia de hacha de verdugo y el otro una espada. El siguiente movimiento que hicieron fue decapitarlo de un solo tajo.

Los cuerpos de los cruzados empezaron a desintegrarse volviéndose polvo en cuestión de algunos segundos.

Los dos cazadores que habían decapitado a los cruzados se giraron hacia donde estábamos Susana y yo, y fue ahí donde los reconocí. Eran Mario y Alexander, quienes empezaron a acercarse a nosotros.

—Te dije que te corrieras o lo mataras —dijo Alexander.

—Y eso es lo que estaba tratando de hacer.

—Eres pésimo para esto, niño —Me dijo Mario

—Nunca antes había peleado, mucho menos contra un cruzado

—¿Y porque te arriesgaste así? —preguntó Mario.

—Aquí estaban mis amigos y mi novia, no quería que algo les pasará

—Su plan era solo distraerlo en lo que llegaban ustedes, él me dijo donde buscarlos, pero llegaron rápido.

—Nos avisaron los policías que ven allá. Al parecer les marcaron un poco antes de que empezará el ataque. Como si ya supieran que iba a pasar, es algo extraño —dijo Alexander.

Mario me estaba mirando y barriendo con la mirada, parecía estar buscando algo. Me puse nervioso, porque recordé el objetivo de esto. Había funcionado, pude ver que aquella marca se había empezado a manifestar en mi mano izquierda, pero en ese momento, no podía girar a verla.

—¿Los policías son cazadores? —dije tratando de llamar la atención de Mario y Alexander, aunque solo Alexander estaba centrado en nuestra platica.

—Sí, hay algunos cuantos. A pesar de que parece que somos muchos, la realidad es que somos pocos para los que se necesitan en estás situaciones. Ahorita nuestra prioridad debe de ser borrarles los recuerdos a todos tus compañeros.

—Podría ayudarles —se ofreció Susana.

—Gracias, cualquier ayuda ahorita será buena. Vayan con sus compañeros, en un momento los alcanzamos para empezar.

Susana y yo nos encaminamos mientras Mario y Alexander se quedaban conversando con los otros dos cazadores. Los oficiales al vernos llegar nos hicieron acercarnos a los grupos, al vernos sabían lo que éramos y nos alejaron un poco del grupo.

—Eso, fue muy valiente de tu parte —me dijo Susana.

—¿Qué cosa?

—Tratar de enfrentarte a ese cruzado, no sabes nada de como defender y aún así, te arriesgaste para ganar tiempo

—Sí bueno, alguien tenía que hacerlo.

La verdad era otra, yo solo había tomado ese riesgo por un objetivo en concreto. Al estar afuera lejos de la vista de Mario, levante el dorso de mi mano izquierda para apreciarlo. No había nada, ni un rastro de aquella marca que hace unos momentos podía asegurar que se estaba formando. ¿Acaso no había servido de nada todo esto?, estaba seguro que si lo había logrado, pero guarde mi frustración para que Susana o algún cazador lo notara.

2

Cuando los cazadores salieron para estar junto a toda la población de la escuela, hicieron un gesto que rápidamente los policías parecían comprender. Alexander nos hizo una a Susana y a mí.

—Susana, ¿verdad?

—Así es señor.

—Bien, vamos a tener que separar un poco los grupos para encargarnos de ellos. ¿Qué tan bien manejas tus habilidades?

—Podría hacerme cargo de veinte a lo mucho.

—Bien, Javier. De ti necesito ayuda también, hay que sanar a la profesora y eres el único aquí que puede hacerlo.

—Bien, yo me encargo.

Alexander me estaba guiando mientras podía escuchar con los oficiales empezaban a dar indicaciones para dividir los grupos.

Yo me encontraba sanando a mi profesora que no paraba de llorar, quizá por el dolor o por la conmoción de lo sucedió mientras Mario observaba.

—Nunca había visto a ningún retornado con ese fuego, solo a algunos ángeles que lo pueden imitar.

—Alexander ya me había dicho que era un fuego raro —respondí lo más neutral posible.

—Sí, es muy raro. Se dice que solo el Heraldo lo puede manifestar.

Estaba claro lo que quería hacer, nuevamente quería hacerme caer en sus trampas con esas preguntas. Para que le diera la información que tanto necesitaba.

—¿El heraldo? —dije con confusión—, ¿quién es ese?

—Un ser despreciable. Hace años que no reencarna en un retornado, así que estamos al tanto para ejecutarlo apenas aparezca.

—¿Y sospechas que soy yo?

—Así es, todo me indica que eres tú. Pero bueno, nadie más cree que puedas serlo. Ese fuego tuyo parece respaldarte, aunque nadie pueda dar explicación a porque lo tienes.

Y era el único que en verdad me estaba causando problemas. Si no hubiera pedido esa maldita intervención, no habría tenido que hacer nada de lo que hice hoy.

—Pues no sé que se necesita tener para ser Heraldo, pero no creo tener nada de eso

—hum, creo que sabes jugar bien tus cartas. Pero también es verdad que yo también empiezo a dudar, quizá sea mi obsesión por querer darle caza que te pueda juzgar mal pero aún así, no dejaré de tener los ojos puestos en ti. Cuando la intervención pase y demuestre tu inocencia, dejaré de intentar asesinarte por ahora, pero si resulta que eres culpable, y espero lo seas, yo mismo seré quien te asesine.

Estaba a punto de devolverle una mirada desafiante, me estaba haciendo enfadar. Había logrado su punto e iba a delatarme cuando Alexander llegó y me saco de esos pensamientos.

—Javier, necesito tu intervención de este lado.

—¿Mi intervención?

—Tal parece que tienes un sello en alguien aquí ¿no es así?

En efecto, cuando estaba practicando mis sellos le había colocado uno a Gabriela. Le había colocado uno también a mis amigos, pero practicando para saber si se podían remover, se los había quitado hace tiempo. Solo deje con mi sello a ella.

—Ah, sí. A mi novia

—Bueno, necesitamos que seas tú quien le borre los recuerdos a ella.

—Entiendo, yo me encargo de —dije mientras hacia una pausa meditando la situación, la verdad es que no quería seguir ocultándole esto a Gabriela. Este día me había dejado en claro que, si seguía así, iba a tener que estar borrándole constantemente la memoria y no sabía si esto la podía perjudicar.

Hoy después de haberla controlado por segunda vez, pude notarla exhausta. Por un momento todo lo que estaba planeando para entrometerme en esa intervención, se aparto de mi mente y quise ver por el bienestar de Gabriela.

—Alexander, sé que va contra las reglas, pero...

—Ni lo pienses —dijo Mario

—Hoy tuve que borrarle la memoria dos veces, esta sería la tercera y siento que le está afectando.

—Ay, Javier —dijo Alexander soltando un suspiro—, si comprendo. Sí, a las mentes humanos les afecta estar siendo controlados constantemente en un lapso muy corto. Pero es muy arriesgado también decirle la verdad.

«¿Y hasta ahora me lo dice?» pensé molesto «Aunque el guardián tampoco lo mencionó»

—Por favor Alexander, sé que ella no dirá nada.

Tanto Mario y Alexander se miraron. Yo sabía que iba contra sus sagradas normas, pero en verdad me estaba preocupando por ella.

—Esta bien, haré una excepción

—¿De verdad lo vas a dejar? —le reclamo Mario—, ¿por qué estás siendo tan condescendiente con él?

—No estoy siendo condescendiente, pero también, no es el primero que haría algo así y no será el último. Sí de verdad me aseguras que mantendrá el secreto, te dejaré que le digas la verdad.

—Gracias, Alexander, me aseguraré que así sea

Era un agradecimiento genuino, no era parte de ningún plan ni mucho menos. De verdad me estaba preocupando por ella y no quería seguir ocultándole esto, al menos no todo.

—Por cierto, Alexander, —me detuve antes de salir—, algunos de mis compañeros estaban grabando con sus celulares lo que estaba pasando. No sé si eso ya lo contemplaron.

—Entiendo, me aseguraré que no queden tampoco pruebas de eso. Gracias, Javier.

Era mi forma de devolverle el favor. Parecía que los cazadores no estaban acostumbrados a este mundo tecnológico en el que vivíamos. Pues el video que me mostraron mis amigos el día de ayer, me había dejado claro que había cosas que se les escapaba de las manos

3

Al salir a reencontrarme con mis compañeros en busca de Gabriela, pude ver como muchos de ellos estaban un poco desorientados. Al parecer se les había hecho creer que habían estado en un simulacro.

Gabriela y Susana se encontraban alejadas de toda la multitud, sentadas en uno de los bancos bajo la sombra de uno de los árboles. Cuando Susana me miro, me hizo una seña para que las notara mejor.

—Bueno, Gabriela. Fue un gusto platicar contigo, pero creo es mejor que te quedes con, Javier.

Ella se levantó y se acercó a mi oído para susurrarme algo.

—Esta conmocionada por lo que te vio hacer, abórdala con cuidado para borrarle los recuerdos.

—No será necesario —le respondí también susurrándole—, le contaré la verdad.

Pude ver la cara de sorpresa de Susana.

—¿Sabes que va contra las reglas?

—Lo tengo cubierto, Alexander me dejo hacerlo.

Pude ver como Susana giro los ojos como con cierta molestia

—Bueno, quizá se vuelva mi primera amiga después de todo lo que le conté para calmarla.

—¿Qué le constaste?

—No hagan como si no estuviera aquí —escuche decir a Gabriela quien se levanto molesta y nos miró con ira.

—Bueno, te dejo a ti —dijo Susana alejándose.

Gire a mirar a Gabriela, de verdad no parecía la linda chica que siempre había sido. Se notaba molesta y confundida, tenía los ojos rojos e inflamados, quizá habría estado llorando con todo lo que había pasado.

—Gaby, toma asiento por favor.

—No, Javier, quiero que me expliques que rayos está pasando —dijo con la voz cortada, estaba empezando a llorar—, primero actúas raro en la mañana, luego ese hombre casi mata a la profesora y tu saliste haciéndote el héroe y ahora todos parecen locos, diciendo que hubo un simulacro. No sé que rayos pasa y siento que me estoy volviendo loca.

La entendía perfectamente. Yo también había sentido algo similar cuando todo esto empezó a ocurrir, ella que no sabía visto lo que yo y que no podía ver lo que yo, era normal que no pudiera explicar lo que estaba sucediendo.

—Lo sé, y lo siento. Pero te voy a explicar lo que pasa, aunque quiero que me prometas una cosa. ¿Puedes?

Me miró extrañada, pero asintió mientras moqueaba.

—Que me dejarás contarte todo, sin interrumpir. Te diré toda la verdad, al menos lo que sé desde que me ocurrió el accidente y cuando terminé podrás preguntar lo que quieras. Te seré honesto en todo, pero, sobre todo quiero saber que esto no se lo contarás a nadie.

—De acuerdo —dijo ella estupefacta

La tome de la mano y la lleve a un salón para estar a solas con ella y que nadie pudiera vernos. Como dije, le conté las cosas a medias. No podía decirle que yo era el Heraldo o que había asesinado a los asaltantes de ayer, pero en todo lo demás fui sincero y cuando dije todo lo demás, me refería a contarle incluso que la controlé para besarla aquella vez.

—Y bueno, esa es la verdad. Eso es lo que ha pasado.

Se quedó en silencio, supongo procesando todo lo que le había dicho. Cuando levanto la vista para verme, sentí una bofetada por su parte. Supongo era normal su reacción, aunque esta vez no me sentí con la irá de aquella vez, esta vez sentí que me lo merecía.

—Eres un idiota —dijo lo más seria posible—, así que ¿somos novios porque me controlaste?

—No, yo no te controle para que lo fuéramos. Sé que no me crees porque te obligué a besarme, pero en verdad, lo que te dije es sincero. De verdad te quiero y no te obligue a que anduvieras conmigo. Eso fue una consecuencia y una magnifica coincidencia que se dio por ese beso.

Sentí otra bofetada

—¿Y esa por qué fue? —dije mientras me llevaba la mano a la mejilla

—Porque me preocupaste mucho, cuando te vi haciéndote el héroe contra ese hombre. Me sentí orgullosa de ti, pero también me aterré porque creí que te iba a matar. Eres un tonto, por no pensar en cómo me sentiría.

—Yo, lo lamento. De verdad, estaba pensando en hacer tiempo para que todos pudieran escapar, incluyéndote. No quería que te pasará nada —y muy dentro de mí, era verdad. Aunque no era el objetivo principal.

Hubo un silencio por parte de ella.

—Esto no tiene sentido sabes, suena muy fantasioso, pero también es verdad que después de lo que acabo de ver —se calló por un momento—, ah, no sé que pensar. Esto es mucho para mí.

—Te entiendo, pero tampoco quería estarte ocultándote esto. No a ti, sé que no he hecho lo mejor y que abusé un poco de estos poderes contigo.

—Un poco —me recrimino

—Estás en todo tu derecho de sentirte molesta, pero de verdad, yo te quiero y esto lo dejaré a tu decisión. Si quieres aún puedo hacerte olvidar esto, no es lo que quisiera, pero esta vez no quiero ser yo quien lo decida. Es tu mente, es tu voluntad y ya no quiero interferir en eso. Como decidas que las cosas se den desde ahora, esa será la forma. Si quieres tomarte un momento o todo el día para pensarlo hazlo, pero solo quiero que me prometas que, si decides no olvidarlo, si decides caminar en este mundo extraño junto conmigo, no se lo dirás a nadie. Es lo único que te pido.

Me miro y se quedo pensativa. La verdad estaba nervioso por saber cuál sería su respuesta. Por primera vez en esos días, sentía que volvía a ser yo, no había ninguna emoción, sensación o pensamiento extraño.

—No quiero olvidarlo, pero no sé si podre con todo esto —dijo con cierto miedo en su voz.

—Yo no tuve a nadie cercano para lidiar con esto, pero si decides no olvidarlo yo estaré contigo para que puedas lidiar tu con esto.

Se acerco a mi y me dio un beso, mismo que le correspondí.

—No quiero que sigas solo, si tomaste la decisión de contarme, te seguiré en esto.

La abracé y me sentí mucho mejor. No pensaba en el tema de la intervención ni en nada más. Me alegraba saber que ya no tenía que ocultarle nada

—Toc toc

Giramos al escuchar aquellas palabras, era Susana.

—Lamento interrumpirlos, pero Javier, Alexander quiere hablar contigo.

Voltee a mirar a Gabriela quién me devolvió la mirada

—Ve, Amor, —me volvió a dar un beso, pero esta vez de pico—, no quisiera que te metas en problemas.

—Gracias —le devolví otro beso igual

Me levanté y me dirigí hacía la salida del salón. Susana empezó a seguirme.

—¿Sabes que ocurre?

Asintió

—Es sobre la intervención, creo que quiere que estes presente durante ella.

Me detuve en seco, nuevamente mis pensamientos se centraron en aquel problema. No podía creer lo rápido que iba a suceder esta intervención.

«Creo que se nos acabó el juego»

No podía estar más acertado. Necesitaba pensar, pero no sabía que podía hacer.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top