Capitulo 4: Las habilidades
1
Esos últimos días en el hospital habían sido aburridos y extraños, todo era casi un poco de lo mismo diariamente. Las enfermeras que veían a tomarme signos vitales, me daban de comer y mis padres me visitaban. Me sentía peor que un preso en este lugar. Y algunas ocasiones mi cuarto se volvía a transformar en aquel sitio destruido y extraño tal y como se tornó vi la primera vez que Alexander me vino a visitar que, para este punto, ya se me había hecho algo normal apreciar el lugar así.
«Bueno, Javier, creo es hora de empezar a comprender mejor tus habilidades» dijo nuevamente esa voz en mi cabeza.
—¿Quién dijo eso? —pregunte en voz alta
«No es necesario que hables en voz alta, con que lo pienses yo lo escucharé»
«¿Eres el guardia?»
«Así es, uno de los siete que tienes. Pero yo soy con el que hablarás siempre, los otros solo aportan parte de tu verdadero poder y por el momento no son relevantes»
«Si no son relevante ¿por qué Alexander me hubiera asesinado si le hubiera dicho la verdad?»
«Es algo complejo de explicar, pero ellos temen por un mito que se ha hecho sobre ti. Sobre el Heraldo de la vida y la muerte»
«Heraldo de la vida y la muerte, creí que era un sicoroz o como lo dijo Alexander»
«Eso es una definición bastante absurda para lo que realmente eres, en cierto modo eres un retornado, pero eres especial. En ti yace el poder del heraldo de la vida y de la muerte, y a los cazadores les han hecho creer con el paso del tiempo que deben de asesinar al Heraldo apenas lo encuentren, pero nunca se le ha dejado vivir para que vean que el Heraldo no es malo y de hecho, es necesario para que el mundo pueda equilibrarse»
«Creo entender» Medite un segundo lo que iba a dialogar con aquel ser
Creía necesario decirle a Alexander la verdad y pedirle su versión de esta historia. Pero un sentimiento empezó a nacer dentro de mí, algo que sentía que había estado dentro de mí, pero nunca lo había hecho florecer para ser parte de mí. Sentía que Alexander me tenia envidia, sí, quizá era eso. Todos los cazadores quizá tenían envidia de que yo hiciera mejor su trabajo. Recordaba las palabras de Alexander, los cazadores hacen cumplir las reglas porque así era el equilibrio y si mi presencia traía equilibrio, ¿temían que por solo existir yo ellos lo dejarían de hacer?, sí, era eso. Estaban celosos del poder del Heraldo, de mí.
«Ya veo porque debo de ocultarlos, creo si será lo mejor»
«Exacto, y créeme. Tu poder va más allá de cualquier retornado, cazador o cruzado, pero tendrás que aprender a dominarlo bien»
El guardián me explico que tenia los poderes que tiene cualquier retornado, que son solo dos; la manipulación o control mental y la usurpación o posesión. La forma en que me las describió era exactamente a lo que sonaban y a como había visto en algunos comics o películas de fantasía. El control mental, la habilidad para hacer que las personas normales hicieran, pensaran o creyeran lo que yo deseara; y la posesión, la habilidad de tomar el cuerpo (con la facultad de usar nuestras habilidades en el cuerpo que se toma) o transferir una copia de mi mente a otra persona a voluntad (en donde mi mente y personalidad usurpa a la persona, dejándome adquirir información y recuerdos mientras la persona se encuentre bajo este efecto). Pero, me aclaro, esas habilidades no funcionan en otros retornados, cazadores o cruzados. Mucho menos en los ángeles que aquella vez vi.
«Además de esas dos tienes la habilidad de tu fuego que, en tu caso, no es un fuego único. Tu puedes tomar e imitar el fuego que desees y tus verdaderos fuegos especial es el fuego cambiante, un fuego de color indefinido que es capaz de resucitar a un cadáver y hacerlo su esclavo consciente»
«¿Algo así como un zombi?»
«Sí gustas verlo así, sí. También está el fuego negro, dador de la enfermedad, la descomposición y la muerte. Es el fuego más poderoso que tienes, capaz de causar enfermedad, descomponer los cuerpos hasta el punto de hacerlos polvo y de absorber la vida de cualquiera; y al decir cualquiera, incluye a las razas, los ángeles, los demonios e incluso los dioses»
«¿Existe más de un dios?»
«Sí, pero todo a su tiempo. Por último, la llama blanca, esta creí que era un mito en el heraldo, pero pude ver esa vez que hablaste con Alexander que fue el fuego que emergió de ti. Está es todo lo contrario al fuego negro, es la dadora de salud, recuperación y vida»
Era interesante, hace días creía que era una locura y aún me parecía una locura absoluta. Pero escuchar todo esto, de parte de la voz del guardián me hacía creerle.
«¿Y como las uso?»
«Primero, debes de concéntrate. Tu marca es la que te ayudará a hacer esto al principio, debes de concentrarte en ella y hacer que esta despierte, sabrás que lo logras poque la podrás ver manifestarse y brillar. Al principio puede que incluso mucho lo hagas de forma involuntaria sin la marca, pero por algo se empieza. Si quieres controlar a alguien, una vez que puedas controlar tu marca, solo debes de pensar en que quieres controlar y tocar a la persona; por otro lado, si quieres usurparla o poseerla, debes de pensar en eso e igualmente tocar a la persona. Practica primero el control sobre tu marca, cuando empieces a controlarla de forma natural, puedes probar a usar tu habilidad. Y por la marca no te preocupes, los ojos humanos no pueden verla»
2
Los tres días siguientes estuve practicando en las noches el controlar mi marca. Ya había logrado hacer que esta se manifestara y brillara, aunque me costaba mucho trabajo aún.
La tarde del cuarto día, una enfermera se acercó a mí. Debido a que pasaba mucho tiempo acostado, cada cierto tiempo venían a sacarme en silla de ruedas a dar un pequeño paseo para distraerme.
Ya podía usar bien mis dos brazos, mi brazo izquierdo se había recuperado y podía moverlo sin problemas. Pero no me dejaban moverme con la libertad que quería en la silla de ruedas, ese día quise probar una de mis habilidades.
Mientras la enfermera me ayudaba a pasarme a la silla de ruedas, me concentré como nunca antes lo había hecho. Primero me concentré en controlar mi marca y cuando vi que este brillo vino, lo que para en este punto, me parecía más difícil. No tenia que perder la concentración en la marca y al mismo tiempo tenia que concentrarme en controlar la mente de la enfermera.
Una vez que ya estaba en la silla de ruedas, sujete a la enfermera de su muñeca esperando pudiera surtir efecto. Tras haberla sujetado, esta puso una mirada perdida viendo a la nada y levemente, abrió los labios como si no tuviera el control de ellos. Me recordó a como la vez que Alexander me visito, el doctor se había paralizado adoptando esta misma expresión.
—¿Me dejarías esta vez para que pueda hacer el paseo yo solo? —pregunte mientras aun la sujetaba.
—No —dijo ella aún con la misma expresión y sin inmutarse a verme. Seguía con la vista perdida
«¿No funciono o que estoy haciendo mal?» medite breves segundos sin soltarla todavía «¿Quizá debería de ser una orden y no una petición a forma de pregunta»
—Me dejarás esta vez para que pueda hacer el paseo yo solo y tu solo vendrás a ayudarme a regresar a la cama
—Entendió —dijo aún en ese estado
La solté y parecía que había despertado de algún sueño.
—Bueno, te veré aquí cuando termines de dar tu paseo en una hora.
Al decir esas palabras simplemente me sonrió y se alejó por la puerta sin decir nada más. Había funcionado, había sido una prueba con algo sencillo e inofensivo.
Exploraba el hospital que había sido mi hogar durante cuatro días. Era grande y yo de esa maldita habitación y de los pasillos del primer piso no había podido salir. Había varios pasillos con ladrillos y plafones color hueso, el piso era de azulejo y en el centro de la sala de espera, había una gran fuente con varias macetas en el borde.
Estaba recorriendo el lugar cuando de la nada volví a sentir ese ardor en mis ojos. Cerré mis ojos por el dolor que sentía junto a la resequedad en ellos, y al abrirlos estaba viendo nuevamente este hospital como lo había visto la vez pasada, todo estaba cayéndose a pedazos, los plafones estaban colgando del suelo y varios cables salían del techo, las lámparas parpadeaban, haciendo que la iluminación fuera muy poca, las paredes ahora estaban a medio demoler y las que seguían de pie, tenían varios ladrillos saliendo junto a aquella telaraña oscura y viscosa que por momentos me recordaba a Venom de Spiderman. A diferencia de la última vez, pude ver más sombras que en mi habitación, aquí eran cientos cuando en mi habitación apenas llegaban a ser cuatro o cinco. Parecían caminar sin rumbo, pero sin irse del hospital.
«¿Qué serán?»
Otra cosa que pude notar, es que la mayoría de las personas en la sala de espera se veían traslucidos, como si de fantasmas se trataran.
3
Estaba observando el entorno cuando algo me saco de mis pensamientos. Vi a Alexander salir por una salida de emergencia de manera discreta, aunque la dejó entre abierta para que no hiciera ruido al cerrarse. Verlo salir con cautela y evitando ser visto me lleno de curiosidad y con la misma cautela que él llevaba decidí seguirlo. Cuando me acerqué a la puerta noté que estaba hablando con alguien, apenas y pude notar la silueta de aquella persona. Era algo alta y tenía el cabello algo largo, pues este le llegaba a los hombros. Desde la puerta podía escuchar la voz de Alexander y la de aquel otro tipo que era bastante gruesa, tanto que me recordó a la de los locutores de radio.
Apenas empecé a escuchar aquella plática pude notar que había cierta tensión. Iba a retirarme y pedirle al guardián que me explicará que estaba pasando cuando algo en aquella plática llamó mi atención.
—Debes matarlo, y lo sabes Alexander —dijo el extraño.
—Es solo un niño y no creo que sea él.
—Tiene catorce años, ya ha tenido una buena vida. Entiende que debe de morir.
—No, acaba de regresar. Déjalo disfrutar su vida al menos otro poco, debemos averiguar primero si en verdad es él. No podemos asesinar a retornados solo porque sí, debe de haber causas y el asegura no haber regresado con los siete y su fuego es blanco.
—Eso debería de ser motivo suficiente para sospechar ¿no lo crees?, hay mitos sobre ese fuego en el Heraldo, y un retornado nunca antes lo había tenido
—No al menos que nosotros sepamos y el Heraldo, nunca se ha registrado que ese fuego se manifestara en él. Siempre ha sido el fuego Negro.
Hubo una pequeña pausa y pude deslumbrar al sujeto con el que peleaba Alexander, quitarse algo del cuello.
—Ella me lo dijo, me dijo que ese psicópata le había mencionado el fuego blanco.
—¿Y que fue lo que hizo ella? Dímelo, no te traiciono después de todo. ¿Cómo puedes si quiera seguir confiando en lo que una vez te dijo?
Nuevamente hubo un silencio, aunque más corto.
—Mario, yo lamento haberte dicho eso es que...
—No está bien, querías demostrar un punto y yo quiero evitarte lidiar con la misma pena. Yo confié en ella y fui traicionado, tu quieres confiar en un niño y podrías salir igual. Sí el es el Heraldo, sabes lo que nos espera si no lo matamos. Es nuestro fin.
«Si me tienen envidia» pensé al escuchar eso ultimo por parte de ese tal Mario.
—¿Quién más lo sabe en el hospital?
—De momento nadie, me he cuestionado al igual que tú en sospechar si es el Heraldo, pero es que en verdad no tiene ni la segunda marca y su marca actual es la de un retornado más, no tiene los cráneos.
Me asomé un poco más para poder apreciar mejor a aquel extraño, no fue mucho lo que distinguí, apenas pude ver una mirada de enfado. Aquel extraño se quedó callado y miro a Alexander con seriedad y molestia. Como si sintiera mi mirada, rápidamente me escondí detrás de la puerta con el corazón en la mano por haber sido descubierto y deseando, que no saliera a confrontarme.
—Creo que alguien nos está escuchando, y no precisamente del mundo superficial —Escuche que dijo después de unos segundos en silencio—. Por el bien del chico espero no sea ninguno de tus colegas.
—Tengo que ir a ver quién era.
— Me voy de momento, hay que tratar de mantener el ojo encima de él. Sí da indicios de ser el Heraldo yo mismo lo mataré.
—Si solo venias a decirme eso, pudiste esperar a que llegara a casa.
—Esperaba que lo asesinaras de una vez, pero en vista de que tienes dudas y creo tienes mejor juicio que yo, haré lo propio. Pero si llegas a descubrir que algo anda mal o dudes en asesinarlo.
—Dudo que de verdad sea él.
—Yo dudaba que un retornado pudiera tener fuego blanco y sin embargo me afirmas lo contrario.
Hubo silencio del otro lado de la puerta, decidí volver a asomarme para saber que estaba ocurriendo. Pude ver como el extraño se comenzaba a marchar y Alexander, después de un breve momento, empezó a caminar hacia la puerta donde yo estaba. Me hice hacia atrás e impulsé mi silla para que pareciera como si apenas fuera aproximándome hacia ese lugar. Cuando Alexander abrió la puerta casi choca contra él, me detuve rápidamente mientras él me miro un poco extrañado, pero inmediatamente dio un suspiro y sonrió.
4
—Creo que eres una caja de sorpresas, también posees esos ojos.
—¿Ojos? —pregunté con cierto interés
—Algunos retornados, no sabría decirte con que frecuencia, tienen la capacidad de poder ver el mundo de las almas sobrepuesto al mundo normal.
—Oh, ¿enserio?
—Sí, aunque el cambio en el color de tus ojos es algo que las personas normales pueden notar. Mientras lo controlar, usa pupilentes para que no noten algo raro en ti.
—¿De qué color están?
—Morados, quizá porque entraste en el rango de mi habilidad, pero por lo regular se tornan negros o rojos.
—¿Cuál es tu habilidad?
—Es complicado de explicar, pero transportar a alguien al mundo de las almas para separarlo del mundo real. Las personas normales dirían que es como detener el tiempo, pero no es exactamente así; yo no puedo manejar ni controlar el tiempo, pero este transcurre diferente al mundo de las almas. Por eso se siente así.
Todo lo que dijo fue un bombardeo de información, eso es lo que hacía su fuego. Por eso aquella vez a pesar de que platicamos bastante tiempo, en realidad pasaron escasos minutos para los demás.
—Hablando de las habilidades, quiero aprender más sobre ellas —el guardián ya me había contando mucho sobre mis habilidades, pero se enfoco en contarme las que tenia como Heraldo y no como retornado.
—Sígueme y platicamos, no podemos estar hablando aquí.
Nos dirigimos a una salida de emergencia diferente de la que él había salido, a mí se me dificultaba salir por la silla de ruedas y Alexander termino ayudándome.
—¿Cuánto te dijo el doctor que usarías la silla?
—Entre dos y tres semanas.
—Sera menos que eso, posiblemente en cinco días ya no la necesites. Le diré a un doctor de aquí, que es amigo mío, que sea él quien te atienda en tus citas.
—¿Cómo estas tan seguro?
—Digamos que te recuperaras más rápido que una persona normal de ahora en adelante.
—¡¿Enserio?!
—Sí, incluso las armas hechas en este mundo ya no pueden matarte, solo las de la otra dimensión.
—No inventes, eso suena genial. Somos como los de las películas de superhéroes
—¡NO! —dijo de golpe y casi agresivo—, nosotros no somos superhéroes y nunca te compares así. Nosotros nunca vamos a ir a rescatar a las personas sí se encuentran en peligro porque alguno de ellos es un terrorista o vamos a ir a ayudarlos en la primera señal de auxilio porque los están intentando asaltar. Nosotros no estamos aquí para eso, Javier.
—¿Entonces para qué? —pregunté apenado incluso de haber preguntado eso.
—Solo estamos aquí para protegerlos de un peligro mayor. Solo los salvamos de un atentado sí el terrorista es un Seacorroz o un Cruzado. Solo los auxiliamos de criminales si son de alguna raza. Trabajamos junto con ellos como si fuéramos un humano más pero, y algo que debes de tener en mente desde ahora, nosotros ya no somos humanos.
Miraba a Alexander y el tono serio que había adquirido. Era como si hubiera dicho alguna grosería o blasfemia. No podía dejar de sentirme intimidado por la mirada de Alexander quién al percatarse de eso, intento relajarse y tomo una postura más comprensiva
—Lo siento, Javier. Es que no puedo dejar que vayas con ese pensamiento cuando no es así. No se te va a impedir que, si ves algún acto criminal menor, no lo detengas. Incluso si te ocurre a ti, pues puedes hacer algo. Pero no es para que te dediques a eso. No es posible salvarlos a todos, pero no te vamos a impedir que salves a unos pocos. Es parte de las reglas.
Admito que aquellas palabras no me hicieron sentir mejor, pero sí lograron levantarme un poco el ánimo por extraño que parezca.
—Pero cambiemos de tema, ¿qué querías preguntar?
Noté que incluso él ya quería cambiar de tema y tratar de olvidar que dijo todo eso. Y como yo quería saber más sobre lo que me ocurría, decidí retomar el rumbo de la conversación antes de su sermón.
—Mencionaste que tenia habilidades y que mi guardián me las explicaría, pero no sé cómo hablarle al guardián para pedirle explicaciones —mentí porque tenia curiosidad por la explicación que me daría él.
—Pues una de tus habilidades y, quizá de la que más abusan, es el control mental. Lo creas o no llega a ser muy útil, no solo para hacer que las personas hagan lo que quieras sino porque casi siempre lo ocupamos para hacer que las personas olviden o no recuerden algunas cosas. Como solo sirve en personas normales pues nos ayuda a evitar que nos descubran.
«Así que también puedo hacer que olviden cosas, eso no me lo comento el guardián»
—Pero no es peligroso porque por ejemplo alguien podría ir y manipular que se yo a algún presidente y obligarlo a hacer algo malo —dije tratando de mantener el hilo de la conversación.
—Por eso es que te digo que es de la que más abusan y no, no te preocupes. Los políticos están seguros porque ellos sí están enterados de nuestra existencia y protegidos por nuestros sellos para que no sea tan fácil que alguna raza pueda manipularlos o hacerles algo.
—Espera, ¿todos los políticos? ¿Pero me habías dicho que nadie debe de saber sobre nosotros?
—Pues la regla solo se rompe para ellos, obviamente solo para políticos de una alta jerarquía o en puestos que, si los llegaran a manipular, causarían problemas en las poblaciones. Aunque al momento de sellarlos los compromete a no poder divulgar nuestra existencia.
—¿Y qué es eso de sellar o como se hace?
—Pues es una habilidad que todos los Seacorroz y Cazadores tienen y básicamente es como un escudo de protección ante nuestras habilidades. No es del todo infalible porque si se puede afectar a las personas que están marcadas, solo que opone mayor resistencia obviamente. Por eso es que llega a ser un poco inútil además de que solo tiene un efecto en un periodo corto, pero ayuda a retrasar lo que se les desea hacer a las personas y con los políticos obviamente no es un Seacorroz o un Cazador el que los marca, es o un ángel o un demonio, su marca es solo un poco más efectiva que las nuestras, pero igualmente pueden perder efecto. Y sobre cómo se hace, pues es más o menos así.
Coloco su mano sobre la mía y pude ver como su marca empezaba a brillar, cuando esto último paso, pego más su mano sobre la mía y al momento de retirarla podía ver una marca parecida a la de él, solo que no tenía la misma tonalidad oscura que la mía o la de él, esta era un poco más opaca
—¡Súper! ¿Qué otras cosas puedo hacer?
—Pues esencialmente es el fuego y el poder que te otorga este, que en tu caso es la curación y restauración, sellar, control mental y posesión,
—¿Puedo poseer?
—Sí, y la verdad es que me sorprende que aún no te pasara algo así cuando ya has controlado a los demás. Puedes controlar o poseer a los demás, tocándolos con la mano que contiene tu marca o desde cierta distancia ya con algo de práctica.
Inmediatamente de la nada, sentí una sensación extraña y una imagen me vino a la mente. Era como un recuerdo extraño pero borroso, apenas podía distinguir algo en el recuerdo, pero estaba clara la idea, una daga materializándose en una mano.
«Lo habré visto en alguna película»
Inconscientemente comencé a palpar mi abdomen como si estuviera padeciendo algún dolor estomacal, no me di cuenta de esto hasta que Alexander habló.
—¿Estás bien, Javier?
—¿Eh?, sí. Es solo que me sentí mareado, Una duda más ¿nosotros podemos hacer aparecer armas?
—¿A qué te refieres? —preguntó Alexander desconcertado.
—¿Que si podemos aparecer armas?, dagas o algo parecido.
—Es una pregunta algo inusual, Javier. ¿Para que deseas conocer eso o por qué lo preguntas?
La verdad, yo tampoco sabía porque pregunte eso. Ni siquiera sabía a qué pertenecía el recuerdo, pero por alguna extraña razón, sentía que necesitaba saber si era posible.
—Es que dijiste que solo las armas de este mundo podían matarme —dije como acto reflejo, ni siquiera me acordaba de que me había dicho eso.
—Ah, es que aún no creo que tengas asignada alguna y no sé si ya puedas llamarla, pero cada Seacorroz, Cazador y Cruzado tiene un arma asignada. Algunas son de fuego y otras podríamos llamarla de cuerpo a cuerpo; aunque si ha existido gente que ha podido crear y materializar armas en la historia, pero...
—¿Pero?
—Nada, olvídalo. No es importante.
Sabía que mentía, se notaba su preocupación y nerviosismo. Pero no estaba en derecho de exigir la verdad en ese instante, pues yo también le estaba mintiendo.
—Si tu fuego fuera verde, cualquier arma de este mundo podría dañar y matar a cualquiera de nosotros. Es un fuego también muy raro, aunque creo que es el más común también.
Saco una pluma de su filipina y arranco un pedazo de papel de una tablilla que estaba en la entrada de la salida de emergencia, empezó a escribir y pude ver que era una dirección.
—Sé que tendrás muchas dudas, incluso con lo que te explique tu guardián. Así que, si quieres que te ayude, ahí puedes encontrarme.
—Gracias —Le dije mientras recibía el papel—. Creo que te estaré visitando muy seguido —Solté una leve risa. Él también se rio junto conmigo, aunque fue más forzado que honesto.
—Bueno, quisiera poder explicarte más, pero me tengo que ir.
—Igualmente, ya casi se cumple la hora que me dieron.
—Por cierto.
—¿Sí?
—No utilices demasiado tus habilidades o mientras te ven, o romperás las reglas haciendo que te descubran, y no quiero ir a cazarte.
—¿Y cuáles son las reglas?
—Creo que en esta conversación ya las he dejado implícitas, pero te las diré directamente. Solo preocúpate por dos: No reveles lo que eres y no uses tus habilidades frente a otros y si ya te vieron, puedes obligarlos a olvidar dicho momento. Trata de ser altruista al usarlas. Ya te he dicho que no te lo impediremos, pero todo en exceso es malo ¿me entiendes?
—Claro que lo entiendo,
—Vale, no me gustaría enterarme que alguien ha ido a castigarte.
—¿Y el castigo es...?
—La muerte.
No sé cuál haya sido exactamente la expresión que mi rostro haya adoptado en ese momento, pero obviamente era de sorpresa o algo similar porque es lo que yo sentía. Si bien la respuesta en cierto modo ya la conocía, ya que me había explicado algo sobre eso la primera vez que me vio, sí me causo cierto impacto al haber escuchado aquello.
—¿Matan a todos los que rompen estas dos reglas?
—Así es y muchas más. A veces no entiendo de que sirven los guardianes si no evitan que los retornados eviten romper las reglas. Es como si regresar fuera un tour por el mundo terrenal.
—¿Tú tienes un guardián?
—Oh no, yo no. Los cazadores no tenemos guardián ya que a nosotros nos explicar todo La Madre Gea al regresar. Obvio solo nos explica que es lo que somos y cuál es nuestra tarea en este mundo y a veces nos hace aparecer ante el consejo pero es raro que eso ocurra. Igual con ustedes, es raro que sean llamados a presentarse ante ellos. Pues solo se hace cuando rompen una regla de mayor magnitud.
—Seré cuidadoso entonces.
—Más vale, Javier. Otro día que ambos tengamos más tiempo, te explicare mejor todo esto de las reglas, ya que son algo extensas y la verdad es que es muy poco probable que rompas otras que no sean esas que te he dicho, por eso es que son las que más énfasis hacen tanto énfasis todos.
—De acuerdo.
—Bueno, Javier. Ahora sí te dejo, ven te ayudo a regresar.
Y así lo hizo. Una vez me volvió a ayudar a entrar por la puerta de emergencia, sonrió y se retiró un poco apurado. Yo decidí ir de regreso a mi habitación pues en una hora llegarían mis padres por mí. En mi mente ahora solo existían dudas sobre lo que había escuchado de la charla de Alexander y aquella persona. ¿Tanta envidia le tenían al Heraldo que necesitaban asesinarlo? Por alguna extraña razón, no dudaba o me preguntaba si existía algún otro motivo para ese miedo que parecían tenerle.
No me cuestionaba si en verdad ese era el sentimiento que los Cazadores tenían hacía mí. No dude porque de la nada pensé que así eran las cosas. Si hubiera hecho algo distinto en aquel entonces me habría ahorrado tanto. Aunque hoy en día, sé que no había otra manera. Al fin de cuentas, yo mismo me había inducido esa amnesia para que las cosas se dieran como deberían de ser.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top