Capítulo 19: Redención
1
Trataba de abrir los ojos para deslumbrar mejor lo que estaba sucediendo. Había visto diferentes vidas en mi mente como si fueran mis recuerdos y me encontraba algo aturdido y la cabeza me punzaba. Mi vista aún estaba borrosa, pero podía distinguir varias siluetas en el lugar, la luz del exterior se filtraba muy poco en el lugar.
Traté de incorporarme, pero la fuerza me faltaba en el cuerpo. Podía escuchar murmullos, volví a tratar de enfocarme en las siluetas y logré distinguir la silueta de Mario. Estaba transformado con esa forma alada con la que ya la había visto algunas veces, ante mi vista ligeras flamas llegaban a cubrir mi vista.
Miré mis manos y mis marcas se encontraban brillando y el fuego cubría mi cuerpo. No podía entender que había sucedido, mi vista se había recuperado y al observar pude ver mejor a Mario encarando a siete personas.
—Oh, veo que no te has olvidado de mi —dijo una mujer a la que ya conocía, ella era una de las víctimas de los hermanos.
—Nunca te olvide, Martha.
—¡Ese ya no es mi nombre! Martha murió a tus manos ¿lo olvidas? —miro a Mario con odio— Jamás te perdonaré por lo que me hiciste.
—No, yo tampoco me lo perdonaré. Pero era lo necesario, y lo haré de nuevo por evitar que destruyas todo.
—Mucha platica —interrumpió otro, cuya voz reconocía—, hay que asesinarlo antes de que tengamos a todos los cazadores de la ciudad o incluso del país sobre nosotros.
Seis de ellos usaron su poder de telequinesis para someter a Mario. Lo estaban manteniendo en el aire mientras uno tomaba la espada de Mario y antes de que hiciera algo, esa persona fue arrojada por el mismo poder.
—No, hermanos —dijo uno con un acento extraño, pues arrastraba las "R's" —, no permitiré que hagan eso. Nosotros no deberíamos de estar aquí.
—Hay, Omega, eres una decepción para todos —le reclamó otro.
Omega empezó a emanar fuego negro de su mano.
—No lo repetiré, hermanos —decía Omega mientras apuntaba su mano hacía ellos—, es mejor que se rindan.
Los seis empezaron a emanar fuego de sus manos, pero no era negro, el fuego de todos era verde.
—¿Pero que mierda? —dijo Clepto.
Estaban tan desconcertados mirando el fuego que había emergido que no estaban preparados para cuando Omega golpeo a uno de ellos. Tras esto, el resto volvió a concentrarse y empezaron a atacar a Omega.
Mario cayó al no estar concentrados y se unió a la pelea. Yo estaba aún tratando de ordenar mis ideas, pero en el momento en el que vi que Clepto iba a atacar a Mario, usé mi telequinesis para detenerla. Yo no era un diestro en el combate y a pesar de que estaba Mario y Omega luchando contra ellos, estaba claro que yo solo era un estorbo. Aún así, traté de hacer lo posible.
Mario logró clavarle su espada a uno de ellos, pero el solo empezó a reír y le dio un golpe a Mario que lo tumbo al suelo mientras seguía con normalidad quitándose la espada.
—No puedes asesinarnos, no tenemos cuerpo físico. Solo estamos poseyéndolos. Y sí destruyeras este cuerpo, solo me dejarías libre para poseer otro —le decía el hombre a Mario mientras empezaba a blandir su espada para asesinarlo.
Me encarreré hacía él para empujarlo y evitarlo, y lo logré. Pero en cuanto se incorporó me empezó a atacar a mí. Estaba esquivando lo mejor que podía sus ataques, y aunque podría jurar que uno me había cortado el abdomen, no tenía ni un solo rasguño. Pronto se cansó y uso su telequinesis para arrojarme contra un muro. No sé cuantas veces me habían hecho lo mismo, pero a pesar de eso no me acostumbraba aún al dolor.
Estaba mirando al hermano, mientras se preparaba para clavarme aquella espada cuando Omega grito
—Agáchense —dijo haciendo lo que había solicitado.
Los hermanos giraron a ver y la mayoría alcanzó a ver porque lo había dicho, pero dos de ellos, uno que estaba peleando con Mario y el que me tenía acorralado a mí, no y solo pude ver como algo llegaba a gran velocidad decapitando a uno y clavándose en el cráneo del que me quería asesinar.
No comprendía que había sucedido, pero cuando el cadáver cayó frente a mí. Pude ver que tenía la hoja de una guadaña clavada en la cara. La reconocí de inmediato, había visto esa guadaña en los recuerdos. La habían usado los anteriores a mí, aunque había algo que no había notado, la hoja de la guadaña tenía runas grabadas. Siete en cada lado de la hoja y habían comenzado a iluminarse dos del mismo lado.
Creo todos estaban igual de sorprendidos porque todos estaban atentos mirando el arma que yacía frente a mí, aún clavada en el cadáver de ese hombre.
—Imposible —dijo uno corriendo hacía donde estaba yo.
Cuando estaba a pocos pasos de donde estaba, llegaron Alexander que se encontraba cargando a Susana, junto a otros seis cazadores que empezaron a analizar la escena frente a ellos.
Los hermanos se percataron de que ya se encontraban en desventaja, por lo que empezaron a levantarse y alejarse.
—Mustio, déjalo —dijo Clepto mientras se empezaban a alejar volando del lugar.
Mustio solo me miro e hizo lo mismo mientras los cazadores empezaron a seguirlos. Alexander camino hacía donde estaba Mario para ayudarlo mientras Susana se acercaba a mí, pero con una mirada llena de coraje. Al estar cerca de mí, desenfundo un revolver y me apuntó directo a la frente.
Me limité a alzar las manos en señal de rendición.
—Dame un motivo, Javier —dijo con enojo—, solo un motivo y yo misma te vuelo los sesos.
Estaba tratando de comprender todo cuando los recuerdos de todo lo que había hecho me inundaron la mente, ahora estaba más consciente de lo que había ocasionado y de la gente que había asesinado.
«¿Cómo pude haber hecho eso?» Me pregunté, sabía que yo lo había hecho, pero no me sentía como yo. Había sido algo que me incitaba a hacerlo, como si hubiera estado en un sueño o un trance donde solo obedecía a ese instinto sin pensar ni racionar.
Omega se encontraba aún ahí, se levanto y tanto Alexander desenfundo su hacha medieval apuntándola hacía él.
—No busco atacarlos —dijo Omega—, yo no sigo la ideología de mis hermanos.
—Te recuerdo —dijo Alexander—, eres el ruso ese. El ultimo heraldo, bueno, el penúltimo —dicho eso giro a verme.
Mario se incorporó para acercarse a recoger su arma. El miraba a los dos cuerpos que yacían ahí, uno decapitado y otro con el arma aún clavada en su cráneo. Alexander se acerco e intento tomar el mango de la guadaña, pero las hacerlo, este se volvió humo para volver a materializarse cuando la mano de Alexander la había atravesado. Mario y Susana miraron desconcertados, Mario trato de tomarla, pero obtuvo el mismo resultado.
—Es inútil —dijo Omega aún desde el sitio donde estaba—, solo él la puede tomar.
Giraron a verme aún con rencor.
—Tenemos que llevarlos ante el consejo, esto no les va a gustar —dijo Alexander empezando a emerger su fuego morado.
2
Cuando llegamos ante el consejo, cadenas emergieron del suelo y aprisionaron mi cuerpo. Me arrodillé debido a que no podía permanecer de pie por culpa de las cadenas. Omega se encontraba a lado mío, sin ninguna expresión en su rostro. Parecía acetar lo que estaba ocurriendo mientras que yo me moría de temor.
Gire a mirar a los demás, Alexander me miraba con ira al igual que Susana. Pero Mario, él parecía incrédulo. Era extraño verlo así, tanto había insistido en hacer demostrar que era el heraldo que ahora que no quedaba duda de eso, creí que se regocijaría de ello. Pero era todo lo contrario.
Alexander había explicado la situación, o al menos lo que él sabía.
—¿Cómo pudieron salir esos siete? —pregunto uno de los ángeles.
—Usurparon el cuerpo de las personas que ahora controlan —dijo Omega con su acento aún marcado—, han estado recibiendo ayuda de un anacronismo. Pero debido a que perdieron influencia sobre el chico, Psycho no tuvo oportunidad de encontrar un cuerpo para él y para mí. Por lo que simplemente nos extrajo directamente de él.
—Suenas muy cooperativo, ¿Qué planeas? —dijo la madre Gea.
—Yo nada, a diferencia de mis hermanos, yo no deseo liberar a los jinetes. Cada vez que el alma del heraldo se divide, lo hace con menos influencia. Eso lo descubrieron cuando yo fui el heraldo, yo mismo me delate sabiendo que estaba mal lo que provocaría y evitar lo que mis hermanos hicieron en el pasado.
—¿Y como es que tú y Psycho tienen su verdadero cuerpo?
—Oh, no tengo cuerpo físico. Tengo la apariencia física, pero no un cuerpo. Psycho igual, eso lo hizo el anacronismo al asesinar el cuerpo de su hijo madre Gea.
Cuando Omega termino de decir eso, la madre Gea se levantó con una mirada incrédula. Los ángeles y demonios que la acompañaban miraron confundidos, incluso podría decir que horrorizados.
—La prisión, quiero que alguien vaya a verificar su prisión.
Belial fue quien se alejo de su asiento y desapareció. Nadie se atrevía a romper el silencio que se había hecho en el lugar. Incluso Alexander se notaba preocupado. Para cuando volvió Belial, este se acercó a la madre Gea y susurrando, parece confirmo lo que había dicho Omega.
La madre Gea se sentó asimilando lo que Belial le había dicho mientras el resto al ver la situación, parecía comprender lo que Belial le había dicho.
—¿Cómo pudo matar a un dios? —dijo uno de los ángeles.
—Mátenlos. Quiero que todos los cazadores en el mundo terrenal busquen a los hermanos del caos restantes —sentenció la madre Gea.
Alexander y Mario se acercaron desenfundando sus armas. Cerré los ojos para esperar lo que iba a suceder, no dije ni una sola palabra para defenderme. Aunque no hubiera hecho lo que hice siento del todo consciente, todo lo había provocado yo.
—No podrán hacerlo —dijo Omega.
—Calla —dijo la madre Gea.
Sentí como el metal de la hoja golpeaba mi cuello, pero está se detuvo ahí. Al mismo tiempo escuché como un golpe metálico impactaba contra el suelo. Aún sentía mi cuerpo al completo, incluso sentía aún la el filo de la hoja en mi cuello haciendo presión, pero no se movía, abrí los ojos para ver que sucedía.
Pude ver el hacha de Alexander en el suelo y al girar, vi a Mario sujetando su espada contra mi cuello. Ambos miraban estupefactos al igual que yo. Incluso Susana a la distancia, miraba sin dar explicación a lo que sucedía.
—¿Qué rayos pasa? —dijo Mario.
—Le dije que no podrían hacerlo —empezó a decir Omega— al ya no existir el cuerpo del Heraldo. El chico se volvió el nuevo receptor de su poder, solo el arma de uno de los jinetes o la de un heraldo podrán dañarlo o asesinarlo. Y yo, al no tener cuerpo físico solo su guadaña podrá asesinarme, al igual que mis hermanos. Por eso la guadaña mató a dos de ellos.
—Estás diciéndome, ¿que lo necesitamos a él para matar a tus hermanos?
—Básicamente sí. Solo él pude empuñar la guadaña, ni yo ni mis hermanos pueden. O que usted y sus hermanos los maten, son dioses. Ustedes podrían tener ese poder.
—Te burlas de mi y mis hermanos, sabes que no podemos —dijo la madre Gea con ira—, fue el castigo de nuestro padre.
—Yo no pretendía ofenderla, solo quería explicarle la situación.
—Enciérrenlos en la prisión, en lo que decido que hacer.
—Me temó que tampoco se podrá —dijo Omega.
—¿Y por qué no? —dijo uno de los ángeles.
—Eso pregúntenselo al Progenitor.
Como si no hubiera importado lo que dijo, dos ángeles aparecieron para escoltarnos hacía afuera del consejo. Seguía encadenado, me recordaba al recuerdo que vi de Augusto, me sentía en esa misma situación. Yo avanzaba confundido, mientras que Omega avanzaba sin inmutarse.
Llegamos a un lugar con un gran arco. Lo había visto en los recuerdos, esto antes era una puerta, aunque ya no quedaba rastro de ella. Había fragmentos en el suelo parecidos al cristal y entre ellos, se encontraba un cuerpo. Al verlo, vi el cuerpo de un niño con la piel pegada a los huesos, tenía una herida en el pecho por la que aún salía algo parecido a la sangre, aunque era de color negro.
Los ángeles que nos habían traído hasta aquí miraban el lugar, tratando de comprender que había sucedido. Nos indicaron que cruzáramos el arco enorme, que llevaba a una especie de cuarto, y al hacerlo trataron de hacerlo algo. No sabía que era, aunque supuse que era reconstruir nuevamente aquella puerta. Aunque no tuvieron éxito.
—Encadénenos aquí, los esperamos hasta que decidan volver —les dijo Omega.
Eso hicieron los ángeles y uno se quedó custodiándonos mientras otro se alejaba.
—Tranquilo —me dijo— no tardaran.
—¿Cómo estás tan seguro? —le pregunté confundido.
—Te necesitan, y tu necesitas enmendar lo que has hecho ¿o me equivocó?
Negué con la cabeza.
—Pero, ¿Cómo podría enmendar todo? Perdí la confianza de todos.
—Sí, los traicionaste. Pero nunca es tarde para enmendar las cosas.
De pronto fuera de aquel cuarto, se empezó a ver como el cielo estrellado empezó a moverse como si fuera una capa o la piel de alguien, pues podía percibir algo similar a un rostro en el cielo.
—¿Qué está pasando?
—Le han hablado al progenitor.
3
Nuevamente me encontraba siendo escoltado por los ángeles que nos trajeron hasta aquí, mientras podía ver en el cielo aquel rostro. Aunque a pesar de que yo sabía que podía vernos, este parecía ignorar nuestra presencia de momento.
Volvimos a estar en el consejo, y esta vez había tres seres más. Un ángel y un demonio que me doblaban la altura, tenían una especie de corona anaranjada cada uno y sus ojos brillaban del mismo color que la corona. También había un ser que parecía ser más una escultura de piedra.
—Hola, Javier —dijo el ser de piedra.
—Padre, perdona que te llamáramos para esto —dijo la madre Gea —pero tras consultarlo con mis hermanos, necesitábamos saber sí...
—Lo que dijo el remanente es cierto, si es lo que te preguntas —dijo el hombre de piedra, que en ese momento entendí que era una manifestación del progenitor.
—¿Por qué? ¿Qué se ha hecho mal? —dijo el demonio de la corona.
—Todo, ustedes siempre tan preocupados por sus reinos que nunca entendieron que cuando comenzaron su absurda guerra. Condenaron sus reinos a la extinción. Tu hijo, Gea, tarde o temprano iba a escapar de esa prisión. Eso es algo que ya sabían, estar asesinando a sus reencarnaciones solo era una bomba de tiempo, estar fragmento ese poder iba a traer consecuencias.
—Sí estábamos haciendo mal, ¿por qué no interviniste antes padre? —reclamó el ángel con la corona.
—No es mi deber intervenir en estos reinos, estoy aquí ante ustedes porque pidieron mi consejo no mi intervención. Lo que decidan hacer será su decisión, los castigué esperando que en su castigo encontraran la respuesta, sin embargo, veo que siguen aferrados a querer arreglar los problemas tratando solo de cortar el fruto en vez de atacar a la raíz. Siguen siendo unos niños aún después de tantos eones.
Yo simplemente observaba, estaba tratando de comprender lo que sucedía. El progenitor en aquel cuerpo, miró a verme y se acercó a mí.
—Eres la viva imagen de, como le llaman ustedes, mi nieto. Mi hija está tan cegada por cumplir su castigo que quizá no se percató de eso —se quedó mirándome y después giró hacía sus hijos—, mi consejo es que lo liberen. Si quieren que lo aprisione lo haré, pero ustedes tendrán que buscar la solución a como matar a los remanentes que están libres y a la liberación del resto de heraldos.
—¿Los otros heraldos están libres? —dijo el ángel de la corona.
—Aún no, pero lo estarán. Mientras más este el poder del octavo heraldo libre, más empezara a romperse el sello que los mantiene encerrados y uno a uno se liberará para liberar a los jinetes. La decisión es de ustedes.
Los hermanos meditaron las palabras que acababa de decirles su padre, pude ver que Alexander, Mario y Susana aún se encontraban en el lugar, aunque un poco alejados, expectantes ante lo que estaba sucediendo.
—¿Y que nos asegura que él asesinará a los otros? —dijo el ángel de la corona.
Dicho eso, los hermanos giraron a verme.
—Yo, quiero enmendar lo que he hecho. Cooperaré si es lo que se preguntan.
—Aún nos queda resolver, que pasará cuando cumpla con su tarea. Si los demás heraldos son liberados por la presencia del octavo heraldo en la tierra, él también debe de morir o de ser aprisionado —dijo el demonio de la corona
—Hagan lo que crean pertinente, sí quieren que me suicide lo hago —respondí—, en verdad lamento lo que he causado. Haré lo que quieran para arreglarlo.
—Si no tenemos opción, es lo que nos queda —dijo la madre Gea.
—Madre Gea, pero ni siquiera sabe pelear o defenderse —dijo Alexander.
—Pues tendrán que enseñarle —dijo uno de los demonios del consejo—, a nosotros tampoco nos agrada la idea. Pero sí es lo que ellos han decidido, ustedes como cazadores tendrán que ayudarlo en su misión.
Pude ver como todos me miraban con desprecio, estaba claro que la idea no les gustaba. No los culpo, yo tampoco estaría de acuerdo si hubiera estado en sus zapatos.
—Una ultima cosa, dijo la madre Gea. Sin tus guardianes, tus emociones podrían jugar en tu contra. Lo ultimo que queremos es que seas un retornado con la mentalidad de un cruzado. Tendremos que restringirte la marca de Seacorroz —materializó un brazalete mientras decía eso—, esto ayudará a evitar que eso pasé, pero te pido que aprendas a dominar tus emociones. Ya es mucho para mí dejarte ir, después de todo lo que hiciste, de las personas que fueron asesinadas por tus acciones, me cuesta confiar en ti. Pero es nuestra única opción. Javier, sí de verdad quieres enmendar las cosas, sí lo que hiciste fue por la influencia de los hermanos, demuéstranos que eres alguien en quien podemos confiar. Que, de verdad, vale la pena el riesgo.
Colocó aquel brazalete en mi muñeca y, como sí estuviera vivó, este comenzó a enrollarse en mi brazo ardiendo y clavándose causándome dolor.
—Ninguna persona en el mundo terrenal podrá verlo a excepción de ti. Sí llegará a romperse, danos aviso.
Miré a la madre Gea a los ojos, claramente se notaba preocupada ante la decisión que estaba tomando. El progenitor se retiro tras esto volviendo la escultura un simple aditamento hecho de piedra, mientas el cielo volvía a su forma normal. El ángel y demonio con corona, se dirigieron a una sala que estaba detrás de los asientos donde permanecía el consejo, al sentarse la corona dejo de brillar y ambos quedaron inmóviles, como si no tuvieran vida o si hubieran entrado en un profundo sueño.
Alexander se acercó a mí de mala gana, apoyando su mano en mi brazo.
—Supongo que nos toca a nosotros ayudarte —dijo con desdén.
Omega se mantenía inmóvil, durante todo este tiempo no se inmuto ante nada. Había estado quieto como estatua observando todo. Cuando la madre Gea nos dijo que nos podíamos retirar, Omega regreso junto a nosotros. Esta otra vez en el mundo normal. A pesar de que estábamos en el lugar donde había despertado hace unas horas, sabía que era de noche. El cadáver de las personas que habían poseído los hermanos que se habían muerto seguían ahí, aunque ya mostraban signos de llevar tiempo muertos.
La guadaña seguía clavada en el rostro de aquel hermano, me acerqué para tomarla y me costó arrancarla del cuerpo. Era como como arrancarle una extremidad más a aquel cadáver. Una vez la tomé, Alexander, Mario y Susana me miraban con desprecio.
—Aunque el consejo haya dejado que vivas, no te perdonaré lo que haz hecho, Javier —dijo Susana—, y estoy seguro que Gabriela tampoco. Me alegro que al menos le quitaste tu selló para evitar que sigas manipulándola a tu antojo.
La verdad, se me había olvidado por completo Gabriela. Era verdad que había logrado quitarle mi sello para que Susana pudiera hacer que le contará todo lo que estaba pasando. No tenía las agallas para poder pedirle perdón, la había usado a placer. Incluso en ese momento recordé que la había usado como un juguete sexual en una ocasión que recordé justo ahora que ya no estaba bajo ninguna influencia.
—Tú, Omega ¿cierto? —dijo Alexander—, ¿ayudarás? ¿o es necesario que Javier te asesine de una vez?
—Oh, yo puedo ayudar en lo que gusten. Cuando hayan eliminado al resto de mis hermanos con gusto sucumbiré ante su arma.
—Pues no te tengo confianza, a ninguno de ustedes dos. Pero si son los únicos que pueden arreglar esto, tendremos que hacerlo. Te mantendré vigilado.
—Me parece bien.
Alexander y Mario se transformaron y adoptaron su forma alada. Alexander tomó a susana y salió volando del lugar. Mario se quedó en el lugar mirándome, no sabía me llevaría de aquel lugar ya que yo no sabía volar como lo hacían los hermanos.
—Te espero mañana para entrenarte supongo, llega antes si es posible. Será un entrenamiento riguroso el que tendremos que llevar.
Asentí
—Por cierto, gracias —dijo sin ganas mientras empezaba a elevarse en el aire—, por lo de hace rato. Casi moría a manos de uno de los hermanos y lo evitaste, así que gracias.
Dicho eso salió volando del lugar. No sabía como tomarme ese agradecimiento, sonaba sincero y quizá eso había hecho que, durante nuestra estadía en el consejo, Mario fuera el único que no me miraba con odio.
—Supongo que yo te llevó a casa —me dijo Omega—, creo aún no dominas el vuelo.
—No, la verdad es que no. Si no fuera por ustedes, no sabría que es algo que puedo hacer.
—Es gracias a la telequinesis, ya te enseñaré yo —dijo sujetándome de la cintura— agárrate fuerte.
Lo abracé y empezamos a volar dirección a mi casa. Una parte de mi sentía alivio por seguir con vida, pero otra parte sentía miedo. Ahora tenía que dar caza a seres que claramente sabían y dominaban sus habilidades mejor que yo. Tenía que practicar mucho para poder rivalizarlos y por lo que había entendido, el tiempo jugaba en contra para cumplir esta misión.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top