Capitulo 13: Secuestro
1
Sabía que Susana estaba vigilándome, se había vuelto demasiado obvio. Sin embargo, ni ella, Mario y Alexander daban señales de esto. Una semana había pasado desde que había escuchado aquella conversación y en la escuela Susana siempre estaba mirando como me comportaba. Podía notarla verla cuando me juntaba con Gabriela, cuando platicaba con mis amigos o cuando nos juntábamos con ella. Siempre podía ver su mirada clavada en mí, observando minuciosamente mis reacciones.
Hace cinco días, por fin mi guardián dio señales de seguir conmigo.
«¿Qué tan cierto es lo que dice el libro?» pregunté a la primera señal que tuve por parte de él.
Ese día estaba revisando el libro que me había prestado Susana, indagando y aprendiendo más. Por primera, había sentido que estaba haciendo mal en ocultar las cosas a Alexander y entendía sus preocupaciones por saber si era yo el heraldo.
«Algo de verdad tiene, sin embargo, la mayoría son suposiciones. Es un libro escrito por un cruzado y el plasmo lo que se les ha hecho creer a todos. Pero muchas cosas las desconoce y por eso es que te temen. Algo que no dice el libro es que el heraldo de la vida y muerte original era hijo de la madre gea»
Ya había leído acerca de ella, uno de los tres dioses hermanos. La madre gea era la mujer que había estado en el consejo aquella vez. Según el libro, era la creadora de los humanos y de todo ser viviente en el mundo terrenal.
«Pero si era su hijo, ¿por qué servía a los jinetes?»
«O él no servía a los jinetes, él les dio caza y ayudo a derrotarlos. Uso su poder y su alma para sellarlos. Pero la primera vez que parte de su poder salió creyeron que él era necesario volver a regresarlo para evitar que el resto de los heraldos de los jinetes fueran liberados, por eso es que nos cazan. Y como somos los únicos capaces de quitarle el poder a las razas, temen nuestro poder y lo único que buscamos es por fin conseguir equilibrar el mundo»
Sus palabras en aquel momento era la única verdad que creía, sentía que el guardián era el único que se preocupaba y conocía mejor todo acerca de este mundo.
«Entiendo, una pregunta más. Dice aquí que tengo un fuego capaz de someter almas, ¿esto es verdad?»
«Sí, el fuego arcoíris le dicen muchos. Es un fuego que no tiene un color establecido y es más como una mezcla de todos»
«Quiero aprender a controlarlo»
«¿Para qué?»
«Tengo mis motivos, ¿me enseñaras?»
El guardián accedió y estos dos días práctique bastante. Me dijo que tenía que mantener la mente despejada, en blanco y concentrarme en hacer emanar mi fuego, pero no en los fuegos que ya controlaba bien. Simplemente con la mente en blanco, dejar que el fuego surgiera.
Ese día pasé toda la tarde practicando sin ningún resultado, pero al siguiente día por fin pude hacer emanar aquel fuego. Era un fuego cuya llama cambiaba constante mente de color, nacía en mi mano con un color rojo, pero mientras la llama subía, este cambia entre verde, rojo, morado y se consumía en color azul. Y así se repetían los colores con diferentes variaciones, algunas destacando un color amarillo, naranja o negro.
Pase el resto del día perfeccionando la emanación de ese fuego hasta que, al caer la noche, parecía ya lo tenía más dominado. Ahora tenía que pensar en como llevar a cabo un plan para sacarle provecho y en parte hacer que las dudas y sospechas que tenían sobre mí, se fueran.
Al otro día, en casa de Alexander, la idea de como hacerlo llegó a mí pero no sabía si funcionaría.
—Tierra llamando a Javier —escuche decir a Alan.
—¿Eh?
—¿Qué sí esta bien a las cuatro?
—¿Para qué?
—Para ir al museo que nos dejaron visitar este sábado
—Ah, sí esta bien a esa hora.
—Creo mi hermana te tiene bastante distraído últimamente—dijo Ricardo
Fingí una sonrisa. Ya era hora de la salida y para aquella ocasión un profesor nos había pedido visitar un museo y hacer un reporte. Pero estaba más concentrado en llegar a mi casa para seguir practicando que no había puesto atención a los planes de mis amigos.
Después de que ellos siguieron hablando yo me encamine con Gabriela rumbo a su casa. Como ya había notado estos días, sabía que Susana nos estaba siguiendo. Así que trate de seguir actuando normal con Gabriela para no levantar ninguna sospecha.
A mitad de camino, una chica se puso en medio de ambos y nos hizo detenernos. Íbamos a rodearla, pero ella se oponía ante nosotros, cuando iba a preguntar que pasaba recibí un golpe en la cara. Gabriela mostró desconcierto y miedo en su mirada.
—¿Te llamas Javier?
—Sí —soné mormado debido a que me estaba cubriendo la nariz por el dolor que sentía—, ¿y tú eres?
Al hacerle esta pregunta mostro el dorso de su mano, era una cazadora.
—No he hecho nada —le dije aún con las manos en la nariz, aunque podía sentir que estaba emanando sangre de esta.
—Y así quiero que se mantenga.
Sentí como algo me empujaba con tanta fuerza hacía atrás que mi cuerpo estuvo por unos segundos en el aire para aterrizar bruscamente en el suelo.
Estaba empezando a incorporarme cuando sentí un golpe a la altura de mis costillas y esto me hizo volver a tumbarme al suelo. No sabía como reaccionar, sabía que Susana me estaba observando . No hice nada y traté de controlar la rabia que estaba sintiendo.
La cazadora de tomo por el cabello y levanto mi mirada para poder verme.
—No entiendo como sigues vivo.
Un fuego color violeta empezó a cubrir todo su cuerpo para cambiar toda su apariencia, ahora tenía alas color café y vestía una túnica del mismo color. Me levanto nuevamente con su telequinesis y me sujeto del cuello, me estaba empezando a faltar el aire.
—Pero eso no será por mucho
Pude sentir como mis pies dejaban de tocar el suelo al mismo tiempo que sus alas empezaban a abatirse, salimos volando a una gran velocidad. El aire golpeaba mi rostro y hacía que mis parpados se cerraran involuntariamente dejándome ver muy poco. Sumado a la fuerza con la que me sujetaba el cuello, sentía como la fuerza estaba abandonando mi cuerpo al tiempo que mi cabeza sentía punzadas.
No sé cuanto tiempo pasó ni cuata distancia recorrimos, pero logre ver que llegábamos a un terreno baldío alejado de la ciudad. Cuando estaba cerca del suelo por fin mi cuello sintió alivio, pero seguía cayendo.
Impacté contra el suelo, y como si fuera de goma, pude sentir que rebote contra este. Sentía un gran dolor en mi espalda, y mientras intentaba dar bocanadas de aire, empecé a toser y me pude percatar que también salía sangre de mi boca cada vez que tocia.
Estaba bastante mareado y el dolor no me dejaba incorporarme y ponerme de pie.
Algo me estaba levantando en el aire, sabía que era la cazadora usando su telequinesis. Cuando pude ver mejor, vi que no estaba sola en aquel lugar. Había otras personas con ella o, mejor dicho, otros cazadores.
—¿Es él? —pregunto uno con una voz tan gruesa que parecía locutor de radio.
—Sí, él es el heraldo
2
Sentía como aquella fuerza invisible me sujetaba de las manos a la vez que me oprimía contra una pared. Uno de los cazadores se había acercado a inspeccionar mi mano izquierda, donde yo sabía que tenia la otra marca, pero ellos no podían verla.
—No tiene nada, ¿segura que así la manifestará? —dijo el que me había revisado mi mano.
—Segura, cuando me enfrente a uno de ellos en el pasado, así emergió su marca —contesto la cazadora que me había traído hasta aquí.
—Cometen un error —dije con mucho esfuerzo—, yo no soy a quién buscan.
Un cazador se acerco y me golpeó en el estomago que me hizo volver a toser y sacar más sangre. Mi boca me sabía a hierro.
—Cállate, retornado asqueroso —me dijo el mismo cazador que me golpeo.
Quería hacer algo, pero eran muchos y yo aún no podía dominar bien mis habilidades. Y si mostraba el más mínimo vestigio de que las poseía, me asesinarían en ese mismo instante.
—Tenemos que hacer que esa marca aparezca para tener pruebas —dijo nuevamente el cazador con voz gruesa—, o hacer que confiese la verdad.
—Tortúrenlo —dijo la cazadora—, así podremos conseguir algunas de las dos.
—¿Pero si nos equivocamos? —dijo otra cazadora que se vía mayor.
—Tú escuchaste lo que dijeron esa vez en el consejo —le respondía la cazadora que me trajo—, los hermanos no están en su prisión, el retornado al que ejecutaron por aquel incidente no sabía como esos recuerdos estaban ahí y sus propios recuerdos no eran consistentes con lo que se vio en el juicio de este chico. Así que o él otro mentía y supo como alterar sus recuerdos o este chico altero los recuerdos de sus víctimas. Y yo creo que es la segunda.
Todos sus acompañantes me miraban con sospecha, tratando de ver como reaccionaba ante esa afirmación. Pero no me inmute, de hecho, sé que los miré extrañado.
—Yo no quiero ser participe en esto —dijo otro cazador, este parecía ser el más joven de todos—, no tenemos pruebas y la madre gea no dijo que el chico era sospechoso. Así que yo no seré participe de esto.
Dicho eso, cambio su aspecto dejando que el fuego cubriera todo su cuerpo y pronto ya tenía alas. No dijo nada más, solo aleteo y se retiro del lugar emprendiendo vuelo.
—Rafael es un cobarde —dijo la cazadora—, si nadie quiere hacerlo. Lo haré yo misma.
Saco una daga y se acercó a mí. Cuando me tuvo a escasos centímetros clavo dicha daga en mi hombro y empezó a golpearla con sus palmas como si estás fueran un martillo, sentía como la daga se clavaba más y más en mi hombro mientras yo gritaba de dolor.
Después de un rato en la que ella me golpeo tantas veces y de apuñalarme algunas veces, la fuerza que me estaba manteniendo levitando ceso y caí abruptamente al suelo. Un charco se empezó a formar con mi sangre, me sentía bastante débil y mareado. Sabía que en cualquier momento iba a desmayarme.
—Esto no está funcionando —dijo el cazador de la voz gruesa—, Raquel, puede que en verdad nos hayamos equivocado. No ha emergido aquella marca y el sigue negando la acusación. No podemos seguir con esto.
—Ya se te olvido lo que los antiguos heraldos han intentado hacer, ¿acaso quieres que dejemos libre al heraldo? —contestó la cazadora con una voz que se quebraba.
—Rafael tenía razón, no tenemos pruebas y esto no funciona. Tienes que parar, yo quiero muerto al heraldo, pero si matamos a un retornado sin pruebas tendremos problemas.
Yo me encontraba en el suelo temblando y sudando, tenía bastante frio y solo los miraba con odio. Estaba muy débil y no podía hacer nada y fue ahí cuando escuché más aleteos y vi como el mundo empezaba a cambiar.
Aquel terreno baldío no cambio mucho, pero todo lo demás estaba cambiado. Todo el suelo se lleno de arena y casi no se encontraba rastro del pavimento que hace segundos estaba presente.
—¡Javier! —escuche gritar a alguien, conocía esa voz. Era Susana.
—¿¡Qué demonios creen que estaban haciendo!? —dijo otra voz con bastante enojo, una voz que tarde un poco en reconocer, era Alexander.
Escuche pisada acercándose a mí, no tenía ni fuerzas para levantar la vista. En ese momento se fueron mis deseos de hacerles algo, al menos de forma temporal y poco a poco fui perdiendo el conocimiento. Lo último que recuerdo fue sentir el calor de las manos de quién se había acercado a mí.
3
Escuchaba el murmullo de algunas voces. Abrí lentamente los ojos mientras mi vista aun que encontraba borrosa, trata de deslumbrar el entorno, pero aún me encontraba algo mareado. Me encontraba acostado en una superficie de piedra y cuando mi vista se aclaró, pude ver que me encontraba en un edificio casi destruido.
Estaba tratando de sentarme cuando sentí que alguien puso su mano en el pecho y me detuvo. Al girar a mirar para ver quién estaba conmigo, me percate que estaba Susana junto a mí. Tenía los ojos rojos y al mirarme me esbozó una sonrisa, algo que nunca había visto en ella. Se notaba preocupada.
—¿Qué pasó? —dije aturdido.
—Eso no es relevante ahorita, lo importante es que estás bien.
Al mirar mejor todo el lugar, pude ver que estábamos en el mundo de las almas. Pero en un edificio que ya conocía, era el edificio donde estaba el consejo. Aún sentía que me faltaban fuerzas, pero igualmente traté de sentarme a pesar del intento de Susana por mantenerme acostado.
Ya no sentía ninguna clase de dolor y por instinto, me llevé la mano a mi hombro y aunque mi ropa estaba dañada, no pude sentir ninguna herida.
Estaba tan concentrado en Susana que no había reparado en no muy alejado de nosotros estaban un ángel y el cazador que se había marchado.
—Oh, chico. Ya despertaste —dijo Rafael.
—Tú, tu estabas...
—Sí, perdona por no evitar lo que te hicieron. Solo que solo no iba a poder convencer a todos. Déjame informar que ya estás bien.
Rafael se alejo y camino hacia una enorme puerta, donde al hacer memoria, estaba el lugar donde habían hecho la intervención. Pocos segundos después, Mario y Alexander salieron. Pude ver que se encontraban molestos, pero al menos Alexander, al verme sonrió y pude ver como lagrimas empezaban a emerger de su rostro.
—Javier, es la segunda vez que nos das un susto de muerte.
Mario no cambio su expresión solo me regalo una sonrisa, pero aún se le notaba la molestia en su rostro.
Un ángel salió de aquella sala y se dirigió a Alexander y Mario, estos asintieron y se acercaron a mí.
—El consejo quiere verte, ¿puedes levantarte?
La verdad no sabía, me había costado demasiado poderme sentar y no sabía si podría ponerme de pie.
—No, pero puedo intentarlo —dije con cierta vergüenza.
Empecé a tratar de levantarme y Alexander me ofreció su ayuda. Al ponerme de pie las piernas me fallaban un poco, por lo que me ayudaron a caminar y adentrarme en la sala del consejo.
Al entrar pude ver nuevamente aquellas sillas altas en donde la madre Gea ocupaba la central y dos ángeles y dos demonios estaban a su derecha e izquierda respectivamente. En el centro estaban los cazadores que me habían torturado, estaban con las extremidades encadenadas al piso, por lo que estaban de rodillas en medio de la sala al mismo tiempo que cuatro ángeles con lanzas en sus manos, les apuntaban al cuello.
—Pasa por favor —dijo la madre Gea—, sentimos mucho lo que te ha ocurrido. Este consejo desaprueba el actuar de los cazadores aquí presentes y te ofrece una disculpa.
Estaba observando el entorno que simplemente asentí en automático a esa respuesta.
—Solo una ultima petición, podrías extender tu brazo izquierdo —dijo uno de los ángeles.
Lo miré confundido, no sabía si ellos si serian capaces de ver mi marca y sentí algo de temor. Pero lo hice igualmente, los cinco se lajearon levemente de su asiento para observar. Mario y Alexander estaban atentos a la reacción de los integrantes del consejo.
—Belial, podrías bajar y hacer lo correspondiente —dijo la madre Gea.
El demonio más cercano a la izquierda se levanto y bajo a donde nos encontrábamos todos. Pude ver como todos los cazadores, incluidos Mario y Alexander, estaban expectantes y ansiosos.
Aquel demonio, que ya de pie media casi tres metros, se poso frente. Mi mirada le llegaba a la altura de su abdomen, por lo que tuve que alzar bastante la vista para poder mirarle el rostro. Mientras estaba sentado, no se notaban, pero tenia unas alas negras mientras que su piel era escamada y parecía que había sufrido grandes quemaduras en todo el cuerpo. Sí no fuera por su enorme altura y esas alas, bien podría ser una persona que fue victima de ese tipo de lesiones.
Yo seguía con la mano estirada y aquel ser el sujeto con su mano derecha, que tenía uñas tan largas que parecían garras. Sentí un gran calor en toda mi mano al punto que sentí que me quemaba. Aparte la mano debido al dolor que me había causado, agitándola en el aire como intentando enfriarla. Gire a ver mi mano, buscando algo yo también pero no había nada, solo mi marca que yo podía ver, pero no sabía si ellos lo hacían.
El demonio solo miro y regreso a su asiento.
—Nada, en definitiva, no es él —declaro la madre Gea.
—Pero... —dijo Raquel.
—¿Qué más pruebas necesitas? Si lo que dices es cierto, debió emerger su marca después de lo que le hiciste y con la acción de Belial el fuego negro debió de emerger, pero no fue así —le contesto con furia en la voz.
Hubo un silencio, Mario miraba con bastante enojo a los cazadores y Alexander, se mostraba estupefacto por la reacción que tenía Raquel. Se notaba que seguía empeñada en su creencia.
—Lamento que ustedes, después de tantos siglos, hayan recurrido a esto. La pena que merecen, es la muerte. Cazadores, favor de ejecutar a estos traidores.
Mario y Alexander desenfundaron sus armas y se colocaron detrás de dos de los cuatro cazadores que estaban encadenados. Pude ver como estos empezaban a llorar excepto Raquel.
Mario y Alexander en un solo tajo decapitaron a los dos primeros, luego se colocaron detrás de los otros dos, siendo Alexander quien estaba detrás de Raquel. En ese momento, sin que nadie se percatara hice brillas mi marca de heraldo y Raquel cambio la actitud que tenía a una de miedo.
—Alex, espera por favor —dijo Raquel.
Pero fue tarde, Mario y Alexander los decapitaron; del cuerpo de los cuatro emergieron cuatro esferas de luz que se perdieron fuera del lugar. Se convertirían en aquellas sombras errantes.
Podía ver como Alexander estaba dolido por lo sucedió, Mario poso su mano en su hombro como tratando de darle ánimos, pero no tuvo éxito. El consejo nuevamente me pidió disculpas y nos retiramos. Susana había estado expectante de lo sucedido desde afuera y podía ver cierta tristeza en sus ojos. Como si ver todo eso, le hubiera dolido bastante.
Mientras que yo, aunque me miraba atónito, por dentro estaba riendo. Mi plan, había funcionado.
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