Capítulo 12: Sospechas

1

Era jueves, los días habían pasado con cierta normalidad, aunque mi guardián no había dado señales de vida. Cada vez que trataba de comunicarme con él, era un intento inútil. Desde aquella madrugada de lunes me había sentido extraño, tenía un sentimiento de miedo inusual cada vez que despertaba. Sentía que algo estaba mal, que estaba ocurriendo algo que necesitaba comprender, pero mis pensamientos me decían que no me preocupara.

Ese sentimiento se sumó a una noticia que se dio mientras estaba en la escuela. Eso no impidió que empezará a estar en el boca a boca, era algo que nadie parecía saber si era verdad o una broma de muy mal gusto.

Aparentemente en una estación de radio alguien había llamado para decir que algunas personas se suicidarían, como parte de un reto para la policía de la ciudad. Yo asumía que no era ninguna broma y sabía, en el fondo de mi ser, que era parte de algo mayor.

—¿Estás bien? —me dijo Susana. Estábamos en nuestro receso y estaba tan absorto en mis pensamientos que no le prestaba atención.

—Sí, ¿Por qué la pregunta?

—Te he notado algo distraído estos días.

—No es nada, solo mi guardián parece que se tomó unas vacaciones.

—Ah, no te preocupes. Conforme cumplen su misión de enseñarnos poco a poco van dejando de comunicarse con nosotros. Yo al mío hace algunos años que no lo escucho.

Nunca me había puesto a pensar en el tiempo que Susana llevaba como retornada. Simplemente había aceptado que era una, pero cuando mencionó eso mi atención se centró en eso.

—¿Tienes mucho de Seacorroz?

—Algunos años —dijo mientras suspiraba.

—¿Cómo te volviste Seacorroz?

Susana miro al cielo y mantuvo un silencio por un momento mientras Gabriela y yo la observábamos.

—No quisiera hablar de eso, si no te molesta —dijo de forma cortante—, mejor cambiemos de tema, ¿ya escuchaste lo de los suicidios?

Y ahí estaba, otra vez ese tema en el que no quería pensar. No sé la cara que habré puesto, pero Gabriela intervino esta vez.

—¿Amor?

—Sí, he escuchado de ellos —dije tratando de evitar que vieran que me incomodaba la pregunta—, una broma de mal gusto a mi parecer.

—Se nota que sabes poco —dijo Susana—, hay algo que me gustaría mostrarte. De hecho, lo traje exclusivamente para ti.

—¿Qué cosa? —dije con curiosidad.

—Vamos al salón, lo traigo en mi mochila.

Nos levantamos y caminamos rumbo a nuestro salón. Aún no había nadie en él por lo que estaba completamente vació. Susana se acerco a su mochila y saco un libro bastante grueso, con una cubierta de cuero que se notaba algo desgastada. Gabriela se asomo para poder apreciar mejor el libro antes de que yo lo inspeccionara.

—Este es un libro que me regalo mi tío, dicen que fue escrito por un antiguo cazador. Trae mucha información acerca de todos los seres de nuestro mundo. Los Seacorroz, los cazadores, los cruzados, los ángeles, los demonios, los eternos, los heraldos, los jinetes y los dioses.

—¿Hay más aparte de ustedes? —Soltó Gabriela con curiosidad.

—Sí, no es que sean una raza. Son algo más allá de una simple raza. Quería prestárselo a Javier para que comprenda un poco mejor algunas cosas.

—Agradezco el gesto, pero ¿esto que tiene que ver con lo de la amenaza de los suicidios?

—Pues hay un eterno que es conocido por eso, aunque no sé si es normal que amenace con algo así. Es un ser un poco infantil —dijo mientras abría el libro buscando—, mira. La oscuridad.

Señalo al llegar a la pagina que buscaba. Cuando mencionó ese nombre, algo dentro de mi se revolvió. Nuevamente ese miedo se hacía presente. Era alguien que creía que conocía, pero no estaba seguro.

—¿Así se llama? —dije acercándome a leer aquella página.

La oscuridad

El segundo de los eternos, gemelo opuesto de La luz. La oscuridad es conocida por alimentarse del sufrimiento y las penas de cualquier ser sintiente. Se cree que nació de los deseos del Destructor y se convirtió en uno de los sirvientes de los jinetes y sus heraldos por voluntad propia.

Es un ser que busca a gente con sentimientos de desesperanza, tristeza, angustia y frustración. Es conocido por llegar a la vida de la gente en sus momentos más vulnerables, manteniéndolos con vida hasta que ya no le sirvan más, obligando a su victima a arrebatarse la vida para alimentarse una ultima vez de la agonía.

No posee un cuerpo físico estable, se manifiesta entre las sombras adoptando una silueta humanoide femenina o masculina para poder estar presente ante sus víctimas, aunque su verdadera forma es la de un espectro grotesco completamente hecho de oscuridad. Los suicidios de sus victimas él los considera una obra de arte y cuando alguien le roba el crédito por esto, toma venganza.

La única forma de librarse de él, es buscando la ayuda de La luz. Quién es su opuesto y puede ayudar a librarse de su influencia en un corto plazo, aunque el hecho de que este ser simbiótico se adhiera a cualquier ser, es considerado una muerte asegurada.

Se puede detectar su presencia con dispositivos que capten cualquier tipo de onda, pues su presencia siempre presentará interferencia debido a que él puede controlarlas.

Junto a aquella descripción venia una ilustración de un espectro, con sus dedos terminando en garras y una especie de velo cubriendo su rostro.

—¿Y crees que el esté tras la amenaza?

—¿No escuchaste la grabación? Había estática en la llamada. Definitivamente debe de ser él.

Volví a mirar aquella página. De verdad creía conocerlo, pero no sabía por qué.

2

Iba caminando con Gabriela. Ya habíamos salido de la escuela y me sentía molesto, al girar a ver a Gabriela pude ver que ella lo estaba también. Quizá ella no comprendía el porqué, pero se debía a mi manipulación.

Con Susana habíamos visto algunas cosas en ese libro y una de las páginas, hablaba de mí. Del Heraldo de la vida y de la muerte. Quería saber que decía esa página y decidí verla.

Heraldo de la vida y de la muerte.

El ultimo heraldo creado por los cuatro jinetes. Se creé que fueron los jinetes Guerra y Muerte quienes lo crearon, aunque esto no es preciso.

Cuando El progenitor encerró a los jinetes, usando a sus heraldos como sellos para su cárcel. El octavo Heraldo tenia tanto poder que su esencia era imposible de contener. Por lo que su esencia cada cierto tiempo escapa de su prisión para adherirse a un retornado.

La presencia de este Heraldo en el mundo es significado de caos y muerte. Por lo que debe de ser asesinado lo antes posible. Pues este Heraldo será el encargado de liberar al resto de Heraldos y, como consecuencia, a los jinetes. Trayendo la destrucción a los cuatro reinos conectados: la ciudad blanca, el abismo, el reino de las almas y el mundo terrenal.

El Heraldo posee diversas habilidades que, si logra dominarlas, puede ser imparable y solo comparable a la de sus iguales. La característica principal de este heraldo es su fuego color negro. Un fuego capaz de destruir todo lo que toca.

El heraldo, al igual que su lacayo más fiel La oscuridad, debe de alimentarse para no debilitarse. Este se alimenta del dolor y traumas que han sufrido los seres a los que toca, y como una medida en la que necesite demasiado poder, es capaz de arrebatar la esencia vital. Dejando solo un cascaron vacío por cadáver sin un alma.

El Heraldo de la vida y de la muerte es capaz de crear esclavos con uno de sus fuegos. Sometiendo a las almas para que estas le sirvan a él con la mayor lealtad posible. También es capaz de arrebatar las habilidades de cualquier ser retornado, celestial o demoniaco con su fuego traslucido, quizá su poder más temido después del fuego negro. Se desconoce si es capaz de hacerlo con los dioses.

Una forma de detectar a tiempo a este ser, es por sus guardianes. Los hermanos del caos. Antiguas reencarnaciones del Heraldo. Al momento de crear este escrito son cuatro, pero este número puede ser mayor en un futuro. Por lo que un retornado con más de tres guardianes, debe de ser asesinado por precaución.

El porqué es llamado Heraldo de la vida, se desconoce aún.

Y junto a eso, estaba dibujada mi marca. Haber leído eso acerca de lo que yo era me hizo molestar y sentí unas ganas de quemar ese libro en ese instante. Pero contuve mi enojo, quién no lo hizo fue Gabriela. Se notaba que estaba llena de rabia.

—Gabriela, ¿te pasa algo? —le preguntó Susana desconcertada.

Tenía temor de lo que pudiera decir, sabía que si decía más de la cuenta. Aunque no revelará que yo era el Heraldo, haría levantar una gran sospecha a Susana.

—¿De esto acusaron a, Javier? —dijo con enfado.

—Pues no, Mario tenia sospechas de que él era el Heraldo, pero pues no había pruebas.

Gabriela me miro y creo entendió que debía de relajarse al verme tan calmado.

—Pues si que era bastante tonto para creer eso sobre Javier—dijo con recelo.

Sabía que había estado mal, Susana no dejaba de verla y muy dentro de mí, sabía que sospechaba algo. Pero no dijo nada y siguió mostrándome aquel libro antes de que el resto de alumnos llegará.

3

Gabriela se detuvo a pocas calles de que llegáramos a su casa. Me detuve en seco al haberla visto.

—Lamento haberme puesto así, nadie debe de saber que eres el Heraldo y casi hago que te descubran —dijo con tristeza.

—Sí, la verdad es que creo que por tu culpa Susana ahora sospecha algo —dije enfadado.

Gabriela bajo su mirada.

—Perdóname, amor. Pero es que ellos no entienden que lo que tú haces es lo correcto y me molesta.

Verla pensar así, me hizo sentir satisfacción. En ese momento se me había olvidado que toda la mañana había estado pensando en cosas a las que mi mente no sabía como responder.

Me acerque a Gabriela y la abrace.

—Esta bien, Amor. Ya pensaré en algo. Creo este libro me acaba de dar una idea, pero necesitaré que mi guardián me ayude.

—Tu siempre tan inteligente, Amor. Sea lo que sea, sé que es necesario.

Emprendimos el camino a su casa nuevamente. Al dejarla iba a regresar a mi casa, pero me di cuenta que alguien nos había seguido. Pude ver a Susana asomándose muy levemente en la esquina. Cuando me percate de su presencia se volvió a esconder rápidamente. Me acerqué a donde estaba y pude verla, se puso nerviosa al verme.

—¿Qué haces aquí? —dije con sorpresa.

Estaba claro que estaba pensando en que decir, creo no contaba con que descubriera su acoso.

—Yo solo —dijo tartamudeando—, es que la reacción de Gabriela me desconcertó. Dirás que soy muy desconfiada, pero creí que podría escuchar algo acerca de eso para tratar de entender, pero creo que no era para tanto.

La miré dudando, lo más probable es que nos haya visto cuando Gabriela y yo nos detuvimos hace unos instantes, aunque a menos que una de sus habilidades sea un super oído, dudo que haya escuchado algo.

—Aún le cuesta entender esto, incluso a mi aún me cuesta, no tiene tanto compromiso como tú en estos temas o como un cazador. Quizá haya sido eso el motivo por el que sobre reaccionó.

—Sí, quizá sea eso —noté duda en su voz—, ya me parezco a Mario con tanta sospecha sobre ti. Perdóname nuevamente, solo todo lo que ha pasado estos últimos días ha sido tanto que ando muy a la defensiva. Quisiera tener todo el desconocimiento que tienes tú aún sobre este mundo para no preocuparme por todo esto.

Esta vez notaba más sinceridad sobre lo que decía. Pero me costaba empatizar con ella, no por el desconocimiento o sus preocupaciones, sino porque yo tenía mis propios objetivos. O al menos creí que eran míos.

Recuerdo que solo asentí y empecé a caminar rumbo a la avenida más cercana para irme a mi casa. Susana caminaba junto a mi y recordé en ese momento lo que me había dicho el día que el cruzado ataco a nuestra maestra.

—Oye, recordando un poco ¿dijiste que me habías controlado para que Gabriela me gustará?

—Sí —suspiro—, sabía que lo preguntarías tarde o temprano. No es que no te me hagas atractivo, solo que no quería tener que involucrarte en esto como tú involucraste a Gabriela. Estaba enterada de que le gustabas a Gabriela y el día que te declaraste conmigo, pues se me hizo una buena opción.

—¿Crees que soy atractivo? —dije con picardía en mi voz.

—No eres feo, si es lo que quieres saber. Pero no te veo siendo mi novio. Creo que, en cierto modo, lo que te hice te beneficio. Gabriela el dulce, amable y de verdad parece que le importas. Yo por otro lado, apenas y me relacionó con ustedes; me cuesta abrirme a las personas y tratar de tener una vida normal. Pero nunca creí que te volverías un retornado como yo y que esto pasaría. No es que sea muy común que cualquiera se vuelva retornado.

Ella se estaba sincerando conmigo. En aquel entonces nunca le di la importancia que se merecía, la verdad es que me dio un poco igual en ese instante. Pero después le di más importancia a todo lo que ella me dijo cuando conocí más sobre ella. Sí pudiera corregir mis errores, quizá ese sería uno.

Era el primer amigo que Susana tenía y el primero con el que empezaba a abrirse de esa forma, detrás de esa imagen fría había una chica que había sufrido perdidas de personas que le importaban tanto que le costaba relacionarse con más personas. Y yo, bueno, solo hice que perdiera más.

Sí alguna vez lees esto Susana, solo quiero que sepas que lo siento mucho. Tú entre todas las personas eres a la que quizá más lastimé y me arrepiento de eso.

4

Aquella tarde me encontraba en casa de Alexander y Mario, estábamos en nuestras clases. A pesar de que Mario había dicho que eran solo el fin de semana, el resto de la semana impartía diferentes artes de defensa personal y nos habíamos inscrito en todas.

Susana había destacado desde el primer día, no era la primera vez que practicaba algo así y aunque no sabía todo, dominaba algunas, aunque aún era una principiante según Mario.

Yo por otro lado, si Susana era una principiante, yo ni a novato llegaba. La verdad es que, hasta ese momento, nunca había intentado aprender algo de ese estilo. SI bien estaba aprendiendo rápido, aún me faltaba mucho para poder llegar si quiera al nivel que tenía Susana.

Cuando la clase estaba terminando, Alexander nos pidió a Susana y a mi quedarnos un momento. Yo agradecí esto, ya que me encontraba adolorido por los golpes que había recibido y por la practica de abrirme al compás, Mario no se había tentado el alma al obligarme a estar en esa posición y las piernas y parte de mi pelvis me dolían exageradamente.

Todos los demás chicos de la clase se retiraron y nosotros pasamos al interior del hogar. Nos sentamos y Alexander nos ofreció algo para tomar y cenar con ellos.

—Chicos, me alegra que progresen mucho con Mario —empezó a decir Alexander mientras tomaba asiento después de servir la comida—, Susana tu eres formidable. Si no hubieras sido un Seacorroz, habrías sido una excelente cazadora.

—Gracias —dijo Susana alagada

—Y tú, Javier, aprendes muy rápido —añadió Mario—, a este paso llegarás muy rápido al nivel de Susana o incluso la podrías superar.

—Gracias, supongo —dije mirando a Susana para ver su reacción, pero está no se inmuto.

—Chicos, les pedí que se quedarán porque necesito hablar con ustedes sobre algo importante —Empezó a decir Alexander—, de hecho, no somos los únicos cazadores que están hablando con Seacorroz. Quizá ya lo habrán escuchado, pero alguien amenazo a las autoridades humanas sobre una ola de suicidios.

Susana y yo dejamos de comer y giramos a ver a Alexander.

—Sus reacciones me dicen todo, no es para culparlos ni nada extraño. Es más bien para pedirles su ayuda. Los eternos en teoría estaban aprisionados desde hace algunos años, pero el hecho de que La oscuridad esté libre, significa que alguien los libero.

Mario hizo una seña para que Alexander se detuviera.

—¿Si sabes quienes son los eternos, Javier?

—Ah, sí. Susana me comento sobre ellos y me presto un libro que habla sobre ellos para... —me detuve al sentir una patada por parte de Susana.

—¿Libro? —preguntó Alexander desconcertado

Susana suspiro y asintió.

—Tu amigo, Mario, hace años me dejo conservarlo cuando mi tío lo robó.

Como si comprendiera de que estaban hablando, Alexander solo asintió y giro a verme.

—Entonces, ¿ya sabes quién es La oscuridad?

—Pues saber quién es no, pero sí leí sobre su aspecto y el de los otros eternos.

—Bien entonces, prosiguiendo, ya no es un secreto para nosotros que quién está haciendo todo esto es La oscuridad. En la investigación que hicieron algunos cazadores sabemos que lleva un año libre haciendo esto. Por lo que, si llegan a ver algún indicio de ella, les quisiera pedir su ayuda. No para que traten de atraparlo, sino para que nos lo informen. No podemos dejarla libre y que siga haciendo esto con las personas. Y también, tengan cuidado, si la oscuridad se adhiere a un Seacorroz, puede hacerlo peligroso.

Susana y yo asentimos. Después de eso no hubo más charla, procedimos a terminar la comida que Alexander nos había ofrecido y antes de irnos, le pidió a Susana un momento a solas.

—¿Si gustas puedes esperarla en el patio? —me dijo Alexander.

Asentí no porque tuviera curiosidad, si no porque en verdad estaba muy adolorido y quería descansar un poco más, retrasando la inevitable caminata que tenía que hacer y con esto, la presencia del dolor.

Pude ver como Mario y Alexander se adentraban a lo que sabía, era la sala, mientras Susana los seguía. Yo por otra parte me acosté en el patio en el suelo de concreto. Me sentía agotado, y por un momento cerré los ojos.

Quizá no eran conscientes de que los murmullos de su platica se alcanzaban a oír, no con claridad a la distancia la que me encontraba, pero sabía que si me acercaba podría oírlos.

Al saber que no estaban vigilándome, me acerqué despacio a la casa y sin entrar traté de escuchar algo de lo que decían, esta vez solo por curiosidad.

Alcancé a distinguir la voz de Mario, no era claro lo que decía, pero algo podía alcanzar a escuchar.

—¿Podrías... ese favor...?

—Claro, además... reacciono hoy... y se me hizo... creo que hay... extraño

—Sé que no... pruebas para... es él... pero desde... Javier se... han ocurrido... sucesos —decía Alexander.

—Además de lo... no he... otras cosas

—No es... que él... aprendiendo... tan rápido... si tuviera... de otras vidas

—Yo lo... a escondidas... si da señales... ser el Heraldo

Eso último me hizo querer entrar y escuchar bien lo que decían, pero me contuve. Estaba claro que hablaban de mí, el qué lo desconocía, pero cuando dijeron mi nombre y mencionaron que era el Heraldo. No me quedaba duda de que, a pesar de todo, estaban sospechando de mí.

Escuché que dejaron de hablar y volví a alejarme para volverme a acostar en el patio. Pocos segundos después salió Mario quien me miró confundido, alce un poco la vista y le lance una risa fingida.

—Me duelen las piernas por la posición a compas

—Es normal, no es algo normal en el cuerpo. Pero en unas horas quizá ya estes mejor, sanas rápido y lo que para un hombre normal —dijo extendiéndome la mano—, le tomaría unos tres días a ti te tomará horas.

Tome su mano y me ayudo a levantarme.

—Ojalá fuera inmune al dolor también.

Cuando Susana salió, nos despedimos y emprendimos el camino a nuestro hogar. Yo seguía adolorido, pero podía notar como cada cierto tiempo Susana me inspeccionaba, supuse que ella me iba a vigilar. Parecía que aún había dudas de lo que era y estaban tratando de que diera pistas de que era el Heraldo. Iba a tener que idear algo para evitarlo o si era necesario, para poder hacerles frente.

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