Capitulo 10: Intervención

1

No sabía que me diría Alexander, pero estaba nervioso, aunque trataba de ocultarlo. Nuevamente había encerrado al viejo yo para poder concentrarme en un plan sobre qué hacer.

Al llegar a donde se encontraba Alexander, podría jurar que el noto lo nervioso que me encontraba, aunque no demostró que así fuera.

—Javier, como el acusado para que suceda la intervención angelical, tienes el derecho de estar presente. ¿Quieres ir?

—¿A la intervención? ¿Será ahora?

—Sí —dijo Mario con una sonrisa burlona—, hora de la verdad ¿no crees?

—Fue demasiado rápido

—Pues se siente así porque el tiempo transcurre diferente en ambos mundos, recuerda. En el mundo de las almas nos tomó algo de tiempo, pero el consejo nos dejó hacer la intervención.

«Nunca hubiera tenido oportunidad de intentar algo» Me dije pues, así como parecía que el destino me había puesto al cruzado en el camino para despertar la otra marca, al mismo tiempo me estaba diciendo que era inútil tratar algo más.

—Ya veo —respondí tras unos pocos segundos de estar en silencio—, pues sí es algo que me involucra, si quisiera estar ahí.

—No es que te involucre, solo que eres el acusado —dijo Alexander si haber analizado mis palabras.

Había básicamente confesado, pero gracias a Alexander pude darme cuenta a tiempo.

—Bueno, pero igualmente si quiero estar presente.

—De acuerdo, también puedes llevar a un testigo. SI no tienes a alguien, puedes escoger a alguien del consejo como testigo.

Mire a ver a Susana y creo ella entiendo

—Sí, yo puedo ser tu testigo —me dijo ella.

—Pues vayamos a nuestra casa —dijo Alexander—, desde ahí podremos ir con el consejo para el proceso.

Asentí sabiendo que iban a atraparme. Caminaba junto a Susana mientras seguíamos a Alexander y Mario, pero estaba en una especie de piloto automático. Mi mente solo se estaba lamentando por no haber podido hacer nada al respecto, me había jugado la vida para tratar de despertar la otra marca y aun así, había sido inútil. Pronto se iban a dar cuenta de que había sido yo quien mató a esos asaltantes y solo haría que las sospechas que tenían sobre que yo era el Heraldo iban a aumentar.

«Debe de haber algo más que pueda hacer»

Trataba de encontrar alguna forma sin que sonará sospechoso, pero no podía encontrar una solución. Había perdido.

—Pueden dejar sus cosas ahí —dijo Alexander apuntando a un par de sillones

No había reparado en el hecho de que ya habíamos llegado a su hogar. No era un lugar muy lujoso, pero mejor que mi casa sí era. Desde donde se encontraba la salida a la calle tenía un patio bastante amplio, casi la mitad del tamaño de la casa, tenía construido dos niveles, y el segundo servía de techo para el patio. En la planta baja tenían una sala, con dos sillones amplios y dos individuales, junto a dos libreros que están llenos. También se podía divisar la cocina-comedor a lado de está y una puerta que más tarde sabría era un baño. Alexander y Mario vivan en esta casa, pero dormían en cuartos diferentes', también tenían dos cuartos para invitados, todo esto en la parte superior de la casa.

Procedimos a dejar las mochilas, recordando que veníamos de la escuela, y Alexander procedió a explicarnos que teníamos que estar en nuestra forma de retornado.

—¿Y eso como se hace? —pregunté con una duda genuina

—Pues básicamente tienes que extender tu fuego por todo tu cuerpo para que esta arda y queme tu cuerpo humano y muestre como luce tu alma siendo un seacorroz. No es permanente, así que no hay que temer. El nuestro por ejemplo ya lo conoces, es la forma alada que adoptamos.

Alexander, Mario y Susana lo hicieron en un parpadeo; a Mario y Alexander ya los había visto en esa forma, pero al ver a Susana me dejo perplejo. Susana era una chica de cabello lacio y negro, su cabello le llegaba a la mitad de la espalda; su color de piel era un moreno claro por lo que hacía que su rostro destacará. Sus ojos, eran color miel y siempre usaba un labial de color negro. Pero al verla así, parecía otra.

En primera toda su ropa adquirió una tonalidad verde, al igual que su cabello, color de ojos y el color de sus labios. Nunca me había detenido a apreciar su cuerpo, no era la chica más agraciada del mundo, aún se encontraba en plena pubertad, pero verla con otro color fuera del negro hizo resaltar más su feminidad en desarrollo. Su fuego era de ese color y junto a todo su cambio de look, su ropa y cabello parecían mantenerse ardiendo con él fuego. Estoy seguro que fue tan obvio lo cautivado que me había dejado que empezó a chasquear los dedos frente a mí.

—Luego me haces el amor con la mirada —me dijo en tono burlón—, tienes que concentrarte para hacerlo tú.

Regrese a la realidad, era la primera vez que iba a tratar de expandir mi fuego más allá de solo mi mano. Hice emanar el fuego, eso ya lo hacía con naturalidad, pero me estaba costando algo poder hacer que este empezará a consumirme.

—Piensa en tu fuego como una parte de ti —sugirió Alexander—, concéntrate en el calor que este genera y trata de hacer que ese calor te recorra por completo.

Cerré los ojos para intentar concentrarme mejor. Nunca me había detenido a sentir el calor que emanaba mi flama, así que concentrarme en eso fue algo extraño. En efecto, pude sentir aquel calor en mi mano y poco a poco, sentí como ese calor se propagaba por mi brazo, mi pecho, luego a los pies, la cabeza y mies piernas. Al abrir los ojos, estos me ardían como arden al despertar y que la luz del sol de en ellos de golpe.

Pude ver que Mario al verme hizo una mueca, como si mi aspecto le desagradara o hubiera esperado verme de otra forma.

—¿Funciono?

—Sí, ahora sí ya podemos ir —respondió Alexander.

—¿Cómo me veo? —Pues apenas podía distinguir parte de mi vestimenta.

—Te ves... lindo —escuché decir a Susana con cierta vergüenza.

Al centrarme en ella pude apreciar algo que nunca pensé vería en alguien como ella, se había sonrojado.

—Después lo descubres, a los ángeles no les gusta que desperdiciemos su tiempo. Así que vamos, Javier, toma mi mano y Susana, tu la de Mario por favor.

Hicimos lo que Alexander dijo, tome a Mario de la mano, quien estaba molesto, y Susana tomo a Alexander. Una vez hecho esto, Mario y Alexander se hicieron una seña asintiendo dándose a entender que estaban listos. Los ojos de los dos se pusieron de un color peculiar. La mitad de ambos ojos era de color morado y la otra mitad era azul; en ese momento a mí me empezaron a arder los míos. Todo alrededor se empezó a combinar nuevamente con ese mundo y se empezaron a ver sombras caminar por el lugar. A diferencia del hospital y la escuela, aquí no apareció aquella sustancia viscosa y negra que parecía telaraña. La casa sufrió un leve sismo, pero no se derrumbó nada, todo seguía intacto, aunque si sentía el suelo inclinado.

Cuando Mario y Alexander nos soltaron a Susana y a mí, me asomé por la ventana para saber qué había ocurrido. Esta vez no era una mezcla de ambos mundos como lo había sido el hospital y la escuela, esta vez en realidad me encontraba en el mundo de las almas. Aquella penumbra única de este lugar, aquel cielo tapizado de estrellas y nebulosas que me dejaba anonadado y en el a lo lejos, se podía percibir una aurora boreal que cubría gran parte de cielo lejano a la ciudad. Esto era sorprendente, en aquel momento no creía que volvería a tocar ese lugar en años, pero me había equivocado.

2

Salimos de la casa, que ahora estaba en ruinas, y pude ver que nos encontrábamos ya en la ciudad en ruinas del mundo de las almas. Había más sombras deambulando de lo que yo recordaba. Alexander servía de guía para llegar a donde se encontraba el consejo.

Era el mismo edificio del que había salió aquel ángel que nos juzgó para poder volver, un edificio alto con una leve inclinación y, que no había caído en cuenta, era bastante amplio.

Varios ángeles se encontraban afuera custodiándolo, no tenían la forma primigenia que había visto. A mis ojos eran esos seres alados, tan blancos y con esa luz que desprendía tan radiante que desprendía su cuerpo. Alexander se acercó a ellos y posteriormente nos dejaron entrar a los cuatro. Una vez adentro pude ver que el lugar parecía una especie de juzgado, había un amplio lugar rodeado de varias sillas vacías en forma de media luna que apuntaban a donde nos detuvimos.

Otro cazador apareció con los cuatro cadáveres montados en una camilla. Detrás de él venia un ángel seguido de cuatro sombras.

—Gracias por presentarse ante este consejo —dijo una voz, al girarme pude ver que las sillas que antes habían estado desocupado ahora estaban ocupadas por cinco personas.

Dos eran ángeles, otros dos eran una especie de monstruos con colmillos extremadamente grandes y sus ojos eran totalmente oscuros, incluso podría jurar que no había nada en sus cuencas. Parecían una especie de reptiles ya que su piel estaba formada por escamas, si en ese momento recordará mis pesadillas, pude haber dicho que se parecía a los seres que me habían perseguido en ellas.

En el centro se encontraba una mujer con un aspecto peculiar, sabía que era mujer debido al busto que poseía; tenía lo que supuse era cabello, formado por agua, su rostro parecía estar hecho por rocas agrietadas que formaban su boca y ojos, no tenía nariz y toda su vestimenta eran diferentes tipos de flores y enredaderas, por lo que era muy colorido.

—¿Quién es el acusado? —pregunto aquella mujer

Alexander me hizo una señal para que me presentará.

—Soy... yo, señora —dije con timidez.

—Bien, dada la petición de uno de los cazadores, se realizará una intervención para acceder a los últimos recuerdos de estos humanos. Se te acusa de haber usado tus habilidades para asesinarlos, todos aquí presentes podremos ver los últimos recuerdos de estas personas y poder comprobar o desmentir esa acusación. En caso de ser culpable, la pena será la muerte. Sí resultas inocente, se te perdonará y este consejo extenderá sus disculpas por los inconvenientes. ¿Tienes alguna duda?

Negué con la cabeza. Estaba nervioso, sabía que aquí rodeado de tantos seres me iba a ser imposible hacer algo. Estaba vencido.

El ángel que trajo a las sombras, tomo a una guiándola hacia uno de los cadáveres. Tomo su brazo y una vez que parecía estar listo, aquellos tentáculos de luz salieron de su cuerpo y se dirigieron a nuestra frente. En mi mente empezaron a verse imágenes vividas, eran los recuerdos de aquel cadáver.

En los recuerdos de esa persona no había mucho, era el sentado en un auto a lado del conductor. Mirando a las personas pasar mientras hablaba con sus acompañantes. Llego el momento en el que yo hacía acto de presencia, podía ver en ese recuerdo como sus ayudantes se bajaban para interceptarme, aquel sujeto se había puesto nervioso. Sus ayudantes se alejaron de mí y yo camine nuevamente emprendiendo mi rumbo, la persona se estaba preguntando qué estaba pasando, sus ayudantes no regresaban y yo ya me había perdido en la avenida más cercana. Tardaron algo de tiempo en regresar sus acompañantes, para cuando estos volvieron solo dijeron que arrancaran el vehículo y procedieron a dispararles. Ahí terminaba el recuerdo de esa persona.

Hubo un silencio, no sé qué habrán pensado ellos con ese primer recuerdo, pero yo estaba pensando en lo raro que era. Así no se habían dado las cosas exactamente. Yo había esperado a que les dispararan y fue cuando me acerque, en ningún momento me fui antes de que eso sucediera.

—Creo que sería conveniente ver los recuerdos de uno de los que él controlo para saber que pasó. Antes de si quiera dar un veredicto —dijo uno de los ángeles sentados.

Cuando mire a ver a Alexander, el me miraba ya con cierta duda mientras que Susana me miraba incrédula. No los culpo, yo nunca había admitido que me los había encontrado cuando Alexander me interrogo. Mario parecía estar celebrando su victoria mientras me miraba.

El ángel tomo a otra sombra y lo dirigió a otro de los cadáveres, lo reconocí de inmediato. Era el sujeto que había hecho guardia mientras el otro trataba de quitarme las cosas. Tras el mismo proceso, nuevamente en mi mente pude ver los últimos recuerdos de esa persona.

Nuevamente estaba viendo a esa persona sentada en él auto, esta vez en el asiento de atrás. Veía a la gente pasar cuando este llamo la atención de uno de sus acompañantes, señalándome. Me veía a mi caminando mientras ellos salían del automóvil y se acercaban a mí, su compañero se adelanto para interceptarme mientras él se quedaba mirando que no se acercará nadie más mientras con su mano sostenía un arma que llevaba en el pantalón. Pasó lo que ya sabía, lo sujetaba al mismo tiempo que a su compañero y les daba la primera indicación que había hecho, que se fueran y que hicieran algo productivo con sus vidas. Pero al igual que él anterior recuerdo, era diferente a lo que había sucedido.

Cuando los solté, me alejé de ellos mientras empezaban a caminar hacia él auto y de la nada se volvieron a detener regresándose. Desde su recuerdo podía ver la mirada perdida de su compañero, estaban siendo controlados. Una persona se había acercado a ellos, no se le apreciaba bien el rostro, pero era él quien aparentemente los estaba controlando.

—Ustedes dos me servirán para darle tiempo a mi señor y hacer que sigan sospechando de ese niño —decía aquella persona. No reconocía la voz—, van a subirse a ese auto, pedirán a sus acompañantes que arranquen el vehículo y cuando este en movimiento les dispararan en la cabeza y después ustedes harán lo mismo, ¿entendido?

En ese momento se pudo apreciar mejor la cara de esa persona, extrañamente era el otro Seacorroz que había visto en la avenida. No tenía sentida lo que estaba viendo, era totalmente distinto a lo que había sucedido. El recuerdo prosiguió, las dos personas se subieron al vehículo para hacer exactamente lo que se les pidió, dispararles a sus acompañantes y cuando el auto colisiono, dispararse ellos.

Nuevamente se hizo el silencio, miré a ver a todos y estaban pensativos. Susana me miro con cierta tranquilidad, pero notaba que estaba algo preocupada.

—Creo que ya hemos visto lo necesario —dijo uno de los demonios, aunque su voz la escuchaba en mi mente.

—Hay algo que quieran agregar —pregunto aquella mujer en medio de los demonios y ángeles.

—No —dijo Mario, con un tono que no sabía describir. Se notaba que estaba disgustado, pero al mismo tiempo preocupado y arrepentido.

—Bien —procedió la mujer—, esto es algo inusual. Y me gustaría saber cual era la sospecha que se tenía sobre este recién retornado.

Mario y Alexander se miraron, como si se estuvieran tratando de poner de acuerdo.

—Yo tenía la sospecha que era el Heraldo, debido al fuego que posee —declaro Mario haciendo una pequeña pausa—, es de color blanco.

Los seres que ocupaban aquellos asientos me miraron incrédulos.

—Podrías mostrarnos —dijo uno de los ángeles

Asentí temeroso e hice emanar mi fuego. Pude ver como la mujer me miraba atónita, como si no se creyera lo que estaba viendo.

—Entiendo la preocupación —declaro ella—, pero creo está claro que están tratando de que los cazadores centren su atención en él.

—Nadie más sabe sobre él, su excelencia —dijo Alexander.

—Pues parece que no es del todo cierto —dijo uno de los demonios—, y es un hecho que también saben que ustedes sospechaban del chico.

—Pero no se lo he comentado a nadie más.

—Como dijo Belial, con lo visto en los recuerdos no cabe duda que es algo que alguien más conoce —dijo la mujer con algo de molestia.

Nuevamente hubo un silencio, mientras la mujer hablaba con sus compañeros.

—Para este consejo —volvió a declarar la mujer—, no se ha cometido ninguna ruptura a las reglas por parte del acuso, sin embargo, es necesario que se le de casa a ese retornado y que averigüen el motivo de sus acciones. Se declara inocente al acusado, por favor acepta nuestras disculpas. Pido a los cazadores hablar a solas para discutir un tema en particular.

Alexander y Mario asintieron; Alexander se giro a vernos y Susana fue quien entendió que nos pedía alejarnos. Me tomo del brazo y caminamos a la salida de aquel sitio en ruinas.

—Por un momento, creí que si eras culpable —me dijo con culpabilidad en su voz. Como si sintiera vergüenza de lo que acaba de aceptar.

No dije nada, estaba tratando de entender que había sucedido. Estaba claro que esos recuerdos no habían sido exactamente así y me sentía aliviado en cierto modo. No me habían atrapado, pero a la vez sentía intriga, ¿y si en verdad sucedieron así las cosas? Era claro que yo lo recordaba de diferente forma, porque había sido yo quién les pidió asesinarse, pero ¿y si no era así?, no lograba comprender que había sucedido.

Mario y Alexander salieron al poco tiempo, se notaban desconcertados al igual que yo. Podía entender la confusión de Mario, pero no la de Alexander. Era como si esperaba también que hubiera sido culpable.

—Bueno, chicos, podemos irnos —dijo Alexander tomando ese tono amigable que tenía, pero se notaba que estaba extrañado aún.

Volvimos a tomar de la mano a Alexander y Mario y en un abrir y cerrar de ojos, nos encontrábamos nuevamente en su casa.

Al llegar me sentí mareado y no pude mantenerme en pie, por lo que estuve a punto de caer al suelo, pero Susana me detuvo y me apoyé sobre ella. De la nada, mi mano izquierda me comenzó a arder con la misma intensidad que sentí cuando me marcaron con aquel artilugio de metal. Poco a poco, sentí como el dolor se empezaba a acumular solo en cierta parte del dorso de mi mano izquierda y vi como en el en este empezaba a aparecer una marca muy extraña. Eran líneas totalmente negras, con un círculo en el centro que parecía desprender llamas de él, pero en los espacios en blanco que había en el centro de aquel circulo, parecía que se formaba una cara.

Me quede mirándola de reojo, era la misma marca que había visto cuando aquel cruzado me tenía apunto de asesinarme. Parece que nadie noto que esa marca había aparecido; Susana volteó a mirarme confundida.

—¿Estás bien? —escuche decir a Alexander.

—Sí, solo me mareé un poco

Al volver a mirar, ya no se encontraba aquella marca, pero aun sentía el dolor que está me había causado. Me incorpore y nos quedamos en silencio. Había algo de incomodidad en el ambiente, nadie me dirigía la palabra hasta que Mario rompió ese silencio.

—Nunca mencionaste que habías controlado a los asaltantes

—Alexander nunca me pregunto eso —le respondí tratando de hacer que mi mente volviera a centrarse—, además, no sabía que eran exactamente esos asaltantes los que habían sido asesinados.

Me sorprendí lo bien que mi mente se focalizaba para mentirles. Quería aprovechar este momento y después aclarar cosas con mi guardián.

—Pudiste mencionarme que habías usado tus habilidades con alguien —me reclamó Alexander.

—Estaban acusándome, sentí miedo y decirte en medio de todas estas acusaciones "oye, Alexander, usé mis habilidades con dos tipos que intentaron asaltarme", solo iba a hacer que Mario tuviera más ganas de asesinarme.

Mario me miro con cierto remordimiento, lo había hecho sentir culpable sin que supiera que la verdad era otra.

—Yo —me dijo Mario dudando—, te debo una disculpa. Te estuve acusando tratando de tener razón.

—Acepto tus disculpas —dije tratando de sonar ofendido.

—Bien, perdonen que los corra, pero necesito discutir con Mario sobre la petición que nos hicieron.

—No hay problema —dijo Susana sujetándome del brazo con urgencia por querer irse. Se notaba que era la más incomoda de todos.

—Oye, Javier —dijo Mario, era la primera vez que me llamaba por mi nombre—, hoy con el cruzado pude percatarme que no sabes defenderte; si gustas puedes venir los fines de semana para que te enseñe a defenderte. Doy clases y como muestra de que en verdad me siento arrepentido por cómo te traté, me gustaría enseñarte a defenderte. Igual a tu amiga si gustan.

—Gracias —dije mientras Susana seguía tirando de mi brazo para irse—, lo tomaré en cuenta.

Salimos de la caza de Alexander y una vez a fuera, Susana dejo de sujetar mi brazo.

—Me alegra que hayas resultado inocente —dijo con cierto tono de vergüenza—, aunque por un momento creí que serías culpables. Perdóname.

—No tienes por qué disculparte.

—Sé que no tenemos mucho contacto, pero después de todo lo de hoy —se notaba nerviosa, nunca me imagine ver a Susana así —, es que te arriesgaste con el cruzado y ver que estabas en esos recuerdos al inicio, no sé, es extraño. Me sentía traicionada a pesar de que no me hiciste nada.

En aquel momento no sabía mucho sobre Susana, pero hoy la puedo comprender. No era una chica que brindaba confianza a la gente, era muy reservada y cuando supo que yo era un Seacorroz como ella, se había alegrado tener a alguien con quien hablar. Tal vez si hubieran sido distintas las cosas, antes y después, hubiera sido feliz con ella en esta vida.

Nos despedimos y emprendí camino a mi casa, sin saber, que las cosas iban a ser muy diferentes desde ese momento.

3

Al llegar, mis padres no hicieron ninguna pregunta sobre le porque llegaba un poco tarde. Parecía no importarles, no recordaba que un día antes los había controlado para que me dejarán hacer lo que yo quisiera. Subí a mi cuarto y me tumbé en la cama.

«Parece que alguien nos ayudó en está»

«O sea que si estaban alterados esos recuerdos»

«Sí, era lo que iba a proponerte que hiciéramos. Pero alguien más lo hizo, aunque desconozco quién posee el poder para hacer esto»

«¿O sea que no fue ningún retornado o cazador?»

«No, sería bueno saber quién fue porque ese poder solo lo tienes tú hasta donde yo sé»

«Por eso era importante la otra marca supongo»

«Sí, y ahora que ya se manifestó nadie podrá contra ti. No sí te enseño a usarla y usar todo su potencial»

Por alguna razón, esa idea me gustaba. La sensación de que tenía más poder que cualquier otro ser me hacía sentir genial.

Esa noche tuve un sueño extraño, en él me encontraba caminando por las calles de la ciudad a mitad de la noche, pero no era yo el que controlaba mi cuerpo. O al menos no lo sentía así.

Me detuve en una callé que estaba más oscura que las demás, en ella se encontraba una silueta de un hombre que se notaba usaba una gabardina y un sombrero como el que usan los detectives en las películas a blanco y negro. Este se arrodillo mientras yo me acercaba.

—Supongo que fuiste tú —decía de forma involuntaria.

—Sí, mi señor. Sabía que estaría en problemas tal y como me lo hiciste saber.

—No recuerdo que el chico te contactará.

—Oh, esta versión de él no, pero lo hizo una versión de su futuro. Creo que está aquí tratando de cumplir su destino.

—Ya veo —hice una pausa—, entonces supongo que logro hacer que pudiera tomar el control esta noche.

—Sí, me dijo que lo encontraría aquí para ayudarle.

—¿Y cómo y con qué me ayudarías tú, exactamente?

—Dijo que era necesario que ustedes lo abandonaran, les ayudará a que tomen el control para que hagan una usurpación y sean libres.

—Maravilloso, la verdad estar encerrado en su mente es un incordio —decía con molestia en mi tono de voz —y tú ¿qué harás?

—Yo, tengo mi propia tarea. Haciendo exactamente en lo que soy mejor, alimentarme y haciendo que el centro de atención este en mis obras mientras la marca lo consume a él y así puedan tener el poder necesario para salir.

—Bien, supongo que tendré que seguir haciendo que sus sentimientos más retorcidos sigan proliferando —dije con malicia—, esto va a ser divertido.

—Me alegra seguir siendo de utilidad para usted y el resto de heraldos.

Desperté en mi cama, estaba algo extrañado por aquel sueño. A decir verdad, no recordaba ni siquiera haberme dormido. Tenia mi celular a lado mío, lo tome para ver la hora. Me percaté que eran las cinco de la mañana, tenía que empezar a prepararme para ir a la escuela. Tenía algo de incertidumbre, quería hablar con el guardián sobre lo que había sucedido pero ese sentimiento se fue, podría decir que en ese momento, lo olvide aunque muy en el fondo sentía que algo estaba mal pero no le di la importancia que merecía.

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