IV

Un ruido fuerte y seco me hizo abrir los ojos. La intensa luz me cegó, traté de taparme los ojos con la mano pero no las podía mover, no podía mover ninguna parte de mi cuerpo, sentía una presión como si estuviera atado.

Otro vez el ruido de antes me hizo sobresaltarme. Sonaba... ¿¡Cómo un disparo!?

Entonces miré a mi alrededor, y me di cuenta de que la superficie de madera se oscilaba levemente. ¿Acaso esto era un barco? ¿Cómo?

Yo no era la única persona atada, mirando a mi izquierda habían 5 personas atadas, de las cuales dos estaban aparentemente muertas de un disparo en la cabeza.

Miré a la derecha y ahí estaba Mikey, también atado.

Y por el barco habían hombres fornidos vistiendo con ropas holgadas y empuñando una espada con sangre.

-¿¡Esta es tu tripulación!? -le grite en susurro a Mikey, estando aún dudoso de si esto a mí alrededor era real o no -¿¡Por qué me trajiste aquí!?

-¡A está gente no la he visto nunca, Tontomichi! -me devolvió el grito en forma de susurro, a pesar de que nadie más que yo lo pudiera escuchar.

-¡Por favor...! -Mikey y yo nos tiramos a ver de dónde provenía esa voz. Un hombre de los que estaba atado estaba suplicando -Yo ni siquiera quería formar parte de este barco ¡Me secuestraron!

El hombre con una pistola en la mano no le dijo nada y guardo la pistola en su bolsillo. Era alguien alto, fornido, de cabello corto y negro. Tenía una cicatriz que viajaba desde su frente, cruzaba por su ceja y desembocanba en el ojo.

-Muchas gracias, es usted un hombre bueno -lagrimas caían de sus ojos.

-No me des las gracias -respondio el pirata quitándole la espada a otro y clavándosela al atado en el brazo, haciendo que gritara de dolor -No te iba a perdonar la vida.

Era una escena grotesco, el malvado pirata retorcía la espada en su brazo, desgarrando la carne, mientras que parecía disfrutar de los dolorosos gritos del otro. No me podía mover de la impresión, esos gritos me calaron.

-Si hay algo que odio, es a los perros como tú, no mereces que gaste mis balas en ti -y entonces de un tajo le cortó la cabeza. La sangre salpicó en todos lados, llegando hasta mí.

-H-hay que mantener la calm...

Pero interrumpí a Mikey con un grito de terror. Ahora me había dado cuanta de que esto era una ejecución.

No pasó mucho para que me arrepintiera de hacerlo, porque el pirata de cicatriz parecía no tener los nervios de acero por lo que se sobresaltó, y después me miró con ira.

-¿Tú también quieres, pequeña? -dijo burlonamente en un humor que jamás entenderé acercando el filo de su espada hacia mi persona.

-¡Mikey, ayúdame! -apreté los ojos esperando el corte, corte que nunca llegó. Con lentitud miré al pirata , que me miraba con una extraña expresión.

-¿...Mikey? ¿Dijiste Mikey? -entonces su expresión pasó a ira, una ira más intensa que la que mostró con el pobre pirata decapitado -¿El invencible Mikey?

-...

Mikey y yo nos miramos sin entender del todo su reacción, para después volver a mirar al pirata. Si algo era seguro, es que escuchar Mikey lo enfadaba más.

Si al anterior pirata lo torturó de manera tan horrible ¿Qué me haría a mí? Así que opté por la opción más inteligente en ese momento.

-No.

-Sí, sí dijiste Mikey.

-No.

-Es cierto, yo lo escuché -se acercó otro pirata chismoso.

-¿¡De qué conoces a ese malnacido!? -me preguntó el de cicatriz.

-No lo conozc-

-¡No trates de estúpido a nuestro capitán Kiyomasa! -me gritó un tipo rozando su espada en mi cuello.

Sentía el filo rozando mi piel, sentía que si me movía, aunque fuera un milímetro, acabaría con un corte.

-Cambio de planes, a este nos lo vamos a llevar. -aún tenía la espada contra mi cuello por lo que no podía decir nada -Lo usaremos para chantajear a Mikey y finalmente destruirlo. -me sonrió con maldad, después el capitán se alejó, y con él, el pirata que estaba atentando contra mi vida.

Se puso en medio del barco y gritó -¡ATENCIÓN, ROBAD TODO Y TODA LA TRIPULACIÓN QUE QUEDE, TIRADLA POR LA BORDA¡ ¡PERO DEJAD UNO, PARA QUE SE CORRA NOMBRE SOBRE NOSOTROS! -todos los demás gritaron en unísono como respuesta.

El capitán acercó a unos cuantos piratas y les dijo algo mientras me miraban. Cuando dejó de hablarles, el grupo de piratas se me fue acercando.

-¿Por qué no me morí cuando me tiré? -me lamenté.

-Se fuerte, Hanagaki -dijo Mikey.

Uno de ellos cortó las cuerdas que me ataban, confundido me levanté, pero después me dieron un puñetazo en el estómago haciendo que me doble.

[...]

-Bueno, esto es mejor que aguantar al petardo de Kisaki -comentó Mikey.

Después de pegarme, me llevaron a punta de pistola al barco de Kiyomasa y directamente me metieron en una jaula en lo más profundo del barco. Al menos era lo suficientemente grande para que Mikey me hiciera compañía.

-Debería ser él el encerrado -gruñí pensando en mí situación-¡Vaya día de mierda! ¡Esto es una pesadilla! -me tiré de los pelos -Primero el pelo piña de Kisaki se burla de mi, después alguien me empuja del muelle, y para colmo me han secuestrado unos piratas sanguinarios.

-Pues sí que pasan cosas -dijo Mikey pensativo -Algo mal debiste haber echo en otra vida -planteó riéndose.

-Estoy tan cansado -me tumbé en el reducido espacio flexionando los pies -No me queda energía ni para tratar de entender como pasé de caerme en un muelle a acabar en un barco -bostecé -ya nada puede salir peor.

De alguna manera el leve oscilamiento del suelo solo me daba más sueño.

-Dulces sueños -fue lo último que escuché antes de caer dormido.

[...]

Abrí los ojos lentamente, aunque me sentía más descansado, aún me pesaban los ojos. Me incorporé frotándome los ojos y finalmente vi a mi alrededor. Seguía en una jaula, tenía la esperanza de que fuera un sueño. Miré a mi lado y estaba Mikey sentado flexionando sus rodillas y apoyándose en ellas.

-¿Tú duermes? -inquirí, pero luego me di cuenta de que era la primera vez que al despertarme, lo veía a mi lado.

-Lo necesario -contestó, después miró al techo -me pregunta por qué están tan agitados ahí arriba.

Me concentre un poco, y entonces pude escuchar gritos arriba, gritos de lucha que se oían muy lejanos por la profundidad a la que estábamos.

-No sé pero yo tengo hambre -me quejé agarrándome el estómago -¿Tú no?

-Tal vez -se encogió de hombros.

-¡Responde bien!

Pasos apresurados y el ajetreo de unas llaves se escucharon, y entre dos vigas emergió el tal Kiyomasa, pero se veía herido. Tenía sangre en las ropas y un corte en una pierna.

-Casi me olvidó de ti, desgraciado -empezó a buscar una llave entre el manojo de estas que tenía -que bien que gritaste -introdujo una llave en el cerrojo y la giró abriendo la jaula. Antes de que pudiera plantearme siquiera el correr ya me estaba amenazando con su espada sangrienta, y con su otra mano sudorosa me agarró del brazo con firmeza y me arrastró en camino a la proa.

La escena era grotesca, varias personas se encontraban en el suelo, inmóviles, como muertos, mientras que otros luchaban con espadas.

En Sea Revengers nunca había visto algo tan explícito.

-¡MIKEY, ESCÚCHAME BIEN! -con su espada amenazaba mi cuello -ESTOY DISPUESTO A NEGOCIAR, SI NO ATIENDES MIS DEMANDAS, TU AMIGO MORIRÁ -todos los que aún estaban en pie dejaron de pelear para prestar atención a la situación.

De repente, se acercó otro pirata, no se parecía a ninguno de los que había visto al ser secuestrado, por lo que asumí que era del otro bando.

Era un hombre muy alto y musculoso. Tenía un cabello largo rubio recogido en una trenza, y ambos lados de su cabeza estaban rapados mostrando un gran tatuaje de un dragón en su lado izquierdo y llevaba un pendiente de aro en una de sus orejas. Portaba una chaqueta morada oscura que dejaba ver sus tonificados pectorales , ya que no llevaba camisa. Por último, tenía unos pantalones holgados del mismo color de la chaqueta y unas botas negras.

Kiyomasa retrocedió un paso. Sin duda el hombre enfrente mía era el capitán.

-¿¡Quién te crees que eres para negociar, traidor!? ¡RODARÁ TU CABEZA! -lo apuntó con su espada.

-¡Entonces también rodará la cabeza del amigo de tu capitán! -me agarró con más firmeza.

-¿Um? ¿Y ese quién es? -me señaló con la espada.

-No tengo porque hablar contigo -dijo despectivamente -¡Quiero hablar de capitán a capitán con-¡

Entonces pude ver como la espada de Kiyomasa caía al suelo junto con su brazo. Se lo habían cortado de un tajo por la espalda. Al instante me empujó y yo caí al suelo, Kiyomasa comenzó a gritar agarrando lo que le quedaba de brazo con su otra mano.

Vi al que le había cortado el brazo, sin saber que sería la persona que cambiaría mi vida.

Parecía un niño de lo bajito que era.
Tenía el pelo exactamente igual que Mikey, solo que más corto. Llevaba una camisa gris clarito de manga larga se dejaba al descubierto gran parte de su pecho y estómago, los cuales estaban cubiertos por unas vendas. Llevaba un grueso cinturón con anillas doradas y unos pantalones holgados negros y unas botas largas del mismo color que su camisa. Y llevaba un collar con ¿¡El símbolo nazi!? Pero al revés.

El chico miraba a Kiyomasa retorcerse de manera escalofriante. Le dio una fuerte patada haciendo que cayera de bruces al suelo y le dijo.

-Aquí las condiciones las pongo yo -Kiyomasa pareció callar por el miedo, mientras yo seguía en el suelo sin moverme nada.

-¿El... capitán perdió? -dijo uno.

-Eso parece -dijo otro, y varios murmullos así se comenzaron a oír.

Primero uno tiró su espada al suelo levantando las manos, después otro imitó su acción y finalmente toda su tripulación tiró las armas.

El pequeño rubio solo pudo sonreír enormemente mirando la expresión de terror de Kiyomasa. Estaba derrotado, no tenía tripulación, ni siquiera podía pelear, ya que su mano dominante había sido cortada.

-¡Encárguense de este canalla! -ordenó el que cortó el brazo de Kiyomasa cual mantequilla.

-¡Sí, capitán! -gritaron varios al unísono.

-¿Lo matamos? -se acercó un chico más alto que el rubio. Tenía el pelo largo, negro y suelto. En su frente llevaba atada una bandana azul. Sus ojos eran castaños.

-No, igualmente morirá pronto, pero tengo preguntas que hacerle -entonces dirigió su fría mirada hacía mí. Si tuviera ganas de ir al baño, me lo hubiera echo encima.

Se acercó a mí a paso lento, cuando estábamos a un paso de distancia, guardó su espada en la funda que llevaba a un costado y se metió las manos en los bolsillos.

-¿Y bien? -endureció su mirada, normalmente no me hubiera dado miedo por el simple echo de su tamaño, pero viendo cómo le revanó el brazo a Kiyomasa cual mantequilla, no podía estar tranquilo a su lado -¿Tú quien eres?

-Ha...Hanagaki... Takemichi... -tragué saliva por los nervios.

-Ya veo...Takemicchi.

-¡Mikey! -interrumpió el tipo de tatuaje -¿Qué hacemos con la tripulación?

-¿¡Mikey!? -pensé conmocionado.

-No los quiero en mi barco -se paró a mirarlos -y nadie los va a querer comprar, así que Kraken, asegúrate de que les quiten las armas.

-De acuerdo -volvió su atención a mi, pero ahora mi miedo fue sustituida por confusión.

-¿Mikey? ¿¡Tú eres Mikey!? -exclamé. Decir que estaba sorprendido sería decir poco.

-Sí, para tu desgracia -a pesar de que el de tatuaje, y el pelinegro estaban al lado de su capitán, hice caso omiso a aquel claro peligro.

-¡No puede ser! ¡No te pareces en nada a Mikey! -y como si lo hubiera invocado, mi Mikey, al que llevaba conociendo más de un año, salió caminando de detrás de mí y se puso al lado del de tatuaje, el cual era ligeramente más alto. La diferencia entre mi Mikey y el otro eran demasiado notorias -¡Te ves muy diferente!

-¿Ah si? -habló el Mikey bajito -Dime ¿Cómo se supone que es Mikey?

-¡Se supone que él es un chico fuerte, con músculos en los músculos, tantos músculos que se le marcaba en la ropa, y muy alto, solo superado en altura por su amigo Tótem. Y tiene el pelo más largo, y su nariz es menos chata, y no se le ve el pecho.

El supuesto Mikey me miró incrédulo por unos segundos, después miró a sus amigos, y después me volvió a mirar. El tal Kraken se intentó aguantar la risa, cosa que el pelinegro no hizo y entonces los tres estallaron en risas. Mikey se reía tanto que se tenía que agarrar el estómago, mientras Baji ya estaba en el suelo tirado riéndose. Me sentí avergonzado.

Después de un buen rato riéndose recuperaron la compostura pero aún se les notaba divertidos. Mikey se puso de cuclillas -Takemicchi, eres muy gracioso. Ya que te he salvado, y... como no tienes con qué pagarme...

Entonces me agarró de la nuca obligándome a mirarle. Sus oscuros ojos y los míos nos miramos por unos segundos. Más de cerca podía apreciar mejor sus diferencias con mi Mikey. El rostro del que tenía en frente se veía más aniñado, hasta diría que más femenino, sobre todo por sus largas pestañas y sus facciones suaves.

-¡A partir de hoy, eres mi perra! -decretó, y a mí se me fue el aire.

No sabía que a partir de ahí mi sombrío mundo cambiaría por completo, y que el mismo que me estaba decretando como su perra en ese momento, sería el responsable de darle luz y el responsable del tipo de persona que me acabaría convirtiendo.

Ese sería el inicio de una larga e intensa historia.

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A pesar de que está historia está narrada de forma epistolar, a partir de aqui por comodidad mía y necesidades del guion, el narrador será omnisciente.

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