La sala de emergencias es de todo menos un lugar pacifico.

Desde llantos de niño, llantos de adultos, pasando por uno que otro alarido en forma de orden, pero sobre todo gritos.

Adrien detesta a el ruido, el único sonido estruendoso que logra soportar es la excéntrica música de Jared en sus audífonos y es precisamente por ello que prefiere dedicarse a las consultorías dentro del hopital Saint-Jean, en su despacho privado.

Ese día en particular ha sido un tanto pesado, por lo que ya sin perder más tiempo, recoge su chaqueta para pasarla sobre aquellos fornidos hombros y marcharse a casa de una buena vez.

— ¡Adrien! — Nino Lahiffe abre la puerta con su atípico rostro de severidad. —. Ni se te ocurra moverte. — Habla con la desesperación impregnada en cada sílaba, apresurándose hasta llegar frente al aludido.

— ¿No has visto la hora? — Averigua Agreste, con un deje de suficiencia. —. Se me hace tarde para la cena.

— ¿Tienes una cita o algo así? — Lahiffe eleva una ceja con una sonrisa burlona dibujándose casi sin querer en su rostro.

— ¿Tal vez? — Dice el rubio, sabiendo que jamás podría engañar a su amigo.

— Como si no fueras alérgico a esas tonterías. — Masculla dándose la media vuelta. —. Ahora ven aquí, necesitamos personal extra esta noche.

Adrien gruñe aceptando su cruel realidad, convenciéndose de que había aceptado aquella profesión por el hecho de que podría salvar vidas y no solo por la jugosa paga que un médico recibía.

— ¡Agreste necesito ayuda aquí! — Grita Nathaniel apenas lo ve ingresar a urgencias, aquel enfermero pelirrojo que suele encamarse con más de una interna, afectado por las estrepitosas convulsiones que el cuerpo del niño en la camilla sufría.

El rubio se aproxima con un poco de sedante en una jeringa, dando término al malestar del infante. — Llévalo dentro, y que espérenme allí. — Dicta cuál superior, logrando que los profesionales cumplan las órdenes sin chistar.

Los ve desaparecer tras las puertas metálicas, sabe que el chico estará bien, lo tiene perfectamente claro porque él se encargará de ello.

Adrien nunca había dudado de sus habilidades, jamás caía, no se equivocaba, apenas vacilaba y eran esas cosas, junto a muchas otras las que le habían otorgado el respeto de los demás.

Sus ojos se cruzan por un segundo con los de Nino y este sonríe al ver que las cosas se han calmado un poco desde la llegada de su amigo.

Y entonces sucede.

Lo divisa por primera vez en nueve años.

Luka Couffaine cruza la entrada del lugar en una faceta histérica, lo puede notar desde el primer grito que aquel hombre de mechas teñidas le dedicó a la enfermera a la que ayuda a empujar la camilla, y recostada sobre esta; Marinette Dupain Cheng.

WOWOWOWOW Se me hace mucho más fácil escribir cuando los capítulos son así de cortitos jajaja

Ojalá poder seguir actualizando bien esta cosa :} gracias por leer!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top