Luces en la oscuridad - PARTE 1

Había sido un gran día para Rodrigo. Aquel día marcaría el inicio de una nueva vida para él. Una vida de independencia, habiéndose alejado del yugo de sus padres,vivir solo era un sueño hecho realidad, y la zona céntrica de Montevideo le pareció un buen lugar para comenzar. Cerca de los alrededores del Palacio para ser exactos. Donde las casas se escondían de las grandes avenidas que lo rodeaban para adentrarse en laberintos que evocaban tiempos pasados. "Pero que aún así, el pasado se mezclaba con lo moderno, haciendo una simbiosis perfecta, típica de los barrios montevideanos que los hacía dignos de un recorrido histórico sin igual. En una de aquellas calles se encontraba el nuevo hogar del joven Rodrigo, quien estaba emocionado de haberse mudado a una de esas antiguas casas con grandes claraboyas en el centro, cuyas paredes ocultaban historias centenarias esperando ser descubiertas. Aquel chico sentía curiosidad de saber qué clase de historias se habrían tejido en aquel lugar que ahora podía llamar su hogar, pero el tiempo aún no era el adecuado para desentrañar tales secretos.

La noche ya había caído después de un extenuante día de mudanza y arreglos queno solo se habían quedado en el interior, sino también en la azotea para la que había comprado unas luces que se encendían solas con el movimiento. Esperaba en un futuro no muy lejano poder invitar a sus amigos a varios asados en aquellas efímeras noches de verano. Pero ahora había llegado el momento de dormir en un cuarto que se sentía enorme y vacío con solo una cama de dos plazas contra la pared. Debajo de ella parecía haber un hueco, ya que la madera se hundía levemente al pasar por encima. Rodrigo recordó que todas aquellas casas tenían esos orificios para protegerse en caso de alguna guerra que pudiera alcanzar a la población durante los tiempos de la Segunda Guerra. Lo hallaba intrigante, y quería conocer más, pero su cuerpo le pedía a gritos descansar de aquel largo día. Sinembargo lo que parecía una noche de descanso más, pronto se tornaría en algo un tanto extraño. A Rodrigo le gustaba dormir a oscuras, pero un destello blanco que prendía y apagaba constantemente, el cual se colaba por dos pequeñas ventanas encima de la puerta de entrada a su habitación, no lo dejaba conciliar el sueño.Aquello rápidamente lo obligó a abrir sus ojos y ver que desde la claraboya se podía percibir el eco resplandeciente de las luces que había colocado hacía tan solo un rato. Al recordar que aquellas luces solo se prendían al captar movimiento le generó cierta incomodidad. Sin embargo, su mente intentó darle una explicación: "debe ser algún gato merodeando"; pensó. Pero la teoría pronto daría un giro radical al ver una sombra algo difusa que poco tenía que ver con un gato. Aquella sombra reflejada en la pared poseía el aspecto de un hombre alto, lo bastante como para resultar intimidante y ponerle los pelos de punta a Rodrigo. "¿Qué mierda está haciendo en mi azotea?" pensó exaltado. Quería que se fuera rápido. Tal vez era un vecino que habría perdido algo en su terraza. No obstante, el tiempo iba pasando, y los minutos se volvieron eternos sin mostrar algún cambio más que aquellas luces volviéndose aprender después de una incesante oscuridad que le ocasionaba un insoportable suspenso. Cada vez que se volvían a encender las luces blancas, allí estaba esa aterradora sombra dando vueltas de un lado a otro como si buscara algo. Caminaba... raro. Definitivamente aquello no era normal, y Rodrigo estaba decidido a llamar a la policía.

911, ¿cuál es su emergencia? —dijo la operadora del otro lado de la línea.

—Hay alguien en mi azotea —respondió casi susurrando—. Está dando vueltas desde hace rato.

Bien, mantenga la calma. ¿Ha intentado ingresar a su casa?

—No, pero no se va. Se comporta raro —Le dijo Rodrigo sin apartar la mirada de la claraboya.

¿Podría describirlo?

—No, solo veo la sombra de él. Parece ser alguien alto.

¿En qué zona vive?

—Aguada, a tres cuadras del palacio.

Dígame, ¿se aseguró de cerrar bien la puerta de arriba?

—Creo que sí... —pronunció con cierta duda—, es una puerta vieja de metal, y no laencuentro muy segura.

¿No tiene forma de ver si está realmente cerrada?

—¡¿Quiere que vaya hasta allá?! —Le gritó Rodrigo indignado.

Mire, si esta persona no intenta entrar a su domicilio, no podemos hacer nada porque las azoteas de aquella zona están conectadas unas con otras. Pero necesito que se encierre bien por si se siente muy inseguro en su hogar —Le confesó la mujer del otro lado de la línea. Parecía no importarle en absoluto la situación.

—No me extraña que la policía no haga nada... con razón dicen que aparecen cuando uno ya está muerto —Rodrigo estaba furioso, pero a la vez muy asustado de salir de su habitación—. Por favor, al menos quédese conmigo en la línea.

Voy a estar acá, no se preocupe.

Sentir la respiración de la operadora del otro lado de la línea le daba una extraña sensación de seguridad como la que podría darle el taparse con una sábana hasta la cabeza en medio de la oscuridad. Era un falso mecanismo de la mente para mantener la cordura ante el miedo. Ante aquello que se podía esconder en los rincones a los que no llegaba el destello de las luces blancas que prendían y a los segundos se apagaban sumiendo a Rodrigo en una oscuridad absoluta. Sus piernas temblaban cada vez que se quedaba a oscuras, pero también cuando las luces nuevamente se prendían y al mirar hacia la claraboya encima de él, allí estaba aquella sombra reflejada que seguía dando vueltas y actuando extraño. Rodrigo se armó con un cuchillo por si acaso, mientras con la otra mano se aferró al suspiro atento de la operadora. Las escaleras chirriaban con cada paso lento que daba. Un escalofrío inquietante recorría su piel cada vez que las luces volvían a prenderse sin ningún aviso de cuándo lo harían otra vez, para volver a apagarse y generarle aún más temor al muchacho. Quien ya no encontraba sosiego ni en la luz, ni en la oscuridad.

Al final de la escalera lo aguardaba una sala completamente oscura, sin puerta, que abría camino hacia la pequeña salida a la azotea. Había algo que acompañaba muya menudo al miedo, y era el morbo. Aquella curiosidad que de repente le entró a Rodrigo por asomarse y ver quién o qué estaba dando vueltas sin sentido en su azotea. Pero sabía que esa decisión podría llegar a costarle la vida... o un buen susto en el mejor de los casos, así que decidió simplemente asegurarse de que la puerta estuviera cerrada con llave, y volver rápidamente a su cama. Aquella extraña figura aún estaba allí, dando vueltas y ocasionando que con cada movimiento escalofriante que daba, encendiera los focos de la azotea. Rodrigo ya no estaba tan asustado, sino molesto con la situación.

—Arriba está cerrado, pero el loco ese sigue dando vueltas en mi azotea —Le dijo bastante molesto a la operadora que aún seguía en la línea.

Entiendo, pero no disponemos ahora mismo de patrullas, solo para casos de emergencia —Le explicó ella.

—¡Pero ustedes son unos inútiles! —gritó enfurecido—. ¿Se da cuenta que me pudo haber pasado algo? Hasta que no estuviera muerto no iban a venir, ¿no?

Mientras mantenga cerrado, estará bien. Puede ser un vecino, ¿no sabe quién es su vecino de al lado?

—¡Que recién me mudé, carajo! —Le gritó con todas sus fuerzas, ya estaba harto de esa policía inútil—. Se ve que para ustedes es una emergencia cuando alguien aparece muerto. ¡Váyase a cagar!

Después de su crisis de furia, se volvió a encontrar con el miedo y el silencio abrumador de forma abrupta, obligándolo a encender la luz de su celular e intentar dormir con ella prendida durante toda la noche, aunque su batería se consumiera antes de siquiera llegar el amanecer. Había algo que le daba cierta tranquilidad en aquella luz encendida, una falsa sensación de seguridad que pronto lo haría cerrarlos ojos, casi sin importarle lo que pudiera estar pasando afuera. Sin embargo,aquella tranquilidad duraría poco. No sabía si lo había soñado, o si era producto de aquel estado en que los sueños se confunden con la realidad justo antes de quedarse dormido, pero con sus ojos cerrados pudo percibir una sombra que pasó y que contrastaba con la luminosidad que recibía de la luz prendida del celular.Rápidamente se sentó sobre su cama exaltado y miró hacia todos los rincones de su habitación. Allí no parecía haber nada inusual. Por lo que su teoría de que tal vez fue un sueño cobraba sentido... hasta que algo en su interior le dijo que mirara debajo de su cama. Lo que vió desbarató toda su teoría. Aquello no era un sueño.Debajo de su cama estaba entreabierta una de las compuertas que daban hacia loque parecía ser un sótano, típico de las casas antiguas montevideanas. Rodrigo estaba seguro que no la había abierto, y que en definitiva... ya no estaba solo encasa. Lo más aterrador fue darse cuenta que la puerta del cuarto estaba arrimada.Rodrigo corrió con el corazón en la boca a cerrar la misma y volver prácticamente volando hacia su cama. Algo muy extraño estaba sucediendo. ¿Qué era lo que estaba dando vueltas por su casa? Sabía que aquella sombra que percibió con sus ojos cerrados no era producto de su imaginación. Pero le aterraba saber quién podría ser... o qué. Y, ¿por qué había salido de allí abajo? ¿Alguien podría vivir en un diminuto lugar como aquel compartimento bajo tierra?

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