Capítulo 11
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ARREGLAR
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El ruido del tráfico estaba mezclado con las gotas de agua que caía sobre la ciudad. La lluvia nuevamente cayó con fuerza y si no era por la ayuda de Midoriya, Karin probablemente se estuviera mojando.
Ninguno de los dos hablaron en el trayecto, y la castaña se sentía cada vez más incómoda, su mente pensaba en que lo que hizo estaba bien o no, pues ella podía ser muy impulsiva y no pensaba las cosas...
—Oye Izuku— El chico bajó un poco su mirada a la castaña y observó que ella estaba triste.
—Dime— Dijo con voz comprensiva.
—¿Crees que actué mal?— El peliverde solo cerró sus ojos un momento y meditó lo que dijo su amiga.
—¿Tu crees?— La castaña frunció su ceño. Respondía su pregunta con otra pregunta.
—Pues claro que no! Osea sí. . . ¡argh! No sé— Respondió mientras rascaba con violencia sus cabellos y dejaba un desastre la coleta— Yo estaba demasiado enfadada con el padre de Eri, ¿Quién puede dejar a su hija sola bajo la lluvia?. . .— Ambos giraron a la esquina y a lo lejos se observaba la entrada a la estación del subterráneo.
—Estoy de acuerdo que te enojes, pero también debes aprender a escuchar Karin— Izuku le aconsejaba como un buen padre o un hermano mayor— Puede que Aizawa-sensei no abandonó a Eri, ella confesó que escapó. . . tal vez por una pelea. Y puede que él haya ido a la policía por ayuda— La castaña se sentía peor por lo que decía. Era la verdad— Pero, eso no quiere decir que no puedas arreglarlo— La castaña sube su mirada con algo de esperanza. Izuku por su parte sabía que ella iba a intentar arreglar su error como de lugar, la conoce demasiado bien.
—Dímelo— El pecoso y la castaña entraron por las puertas de la estación. Midoriya buscó algo para cubrir su paraguas mojado y continuar su trayecto hacia el subterráneo.
—Puedes venir el lunes a nuestra facultad. Aizawa-sensei está libre de 10 am a 11 am— Karin por su parte tenía más dudas.
—¿Y si no quiere verme? Fui grosera, lo golpeé sin escuchar lo que tenía que decir. ¡Hasta su novio me miró mal!— Izuku estaba sorprendido y algo avergonzado por lo que su amiga gritaba en el transporte.
—Baja la voz— Regañó— Aizawa-sensei es comprensivo. . . a su manera, pero no creo que rechace tu disculpa— Karin suspiró con algo de alivio. En verdad Izuku es el mejor amigo que ha tenido— Me bajo aquí. Cuídate Karin— Se despidió el pecoso mientras se levantaba del asiento y caminaba hacia la puerta de salida.
—Mira, tiene un buen trasero— Karin levantó su ceja y miró en dirección a unas colegialas que se devoraban a su amigo con la mirada. Esto la hizo enojar y tenía que cuidar la integridad del trasero de su amigo.
Y como buena amiga que es, solo se giró a verlas y dijo:
—Ese trasero tiene dueña— Dijo amenazante a las tres chicas, estas estaban a punto de insultar a la castaña— Vayan a volar, malditas zorras— El gesto de toda una ganster terminó por atemorizar a las más jóvenes que se corrieron hacia otra parte.
El transporte daba el aviso que continuaría con la siguiente estación y Karin al momento de regresar a ver su asiento, observó a una anciana bien cómoda en el. A la castaña no le quedó de otra que viajar parada.
En casa, una peliblanca se encontraba con su pijama de gatos y alrededor de su cuello estaba una toalla para secar sus mojados cabellos. Su padre la había aseado y le pidió que usara ropa limpia para evitar resfriarse.
Eri no sabía en que momento confesarle su perdón al adulto, sentía que la iba a castigar por escaparse y gritarle tonto, y ella no quería eso.
—Papá— La pequeña caminó hasta la cocina en donde el pelinegro sostenía una bolsa de hielo sobre su mejilla. "La castaña tenía bastante fuerza" pensó, pero se giró en dirección del marco y observó a su hija— Yo- yo lo siento— La pequeña sostenía con fuerza las puntas de la camisa de botones y bajaba su rostro para ocultar la tristeza.
—No. Perdóname Eri— Aizawa caminó hasta su pequeño cielo y posó su mano sobre el húmedo cabello— Yo no supe manejar la situación, y es normal que te hayas alterado— La pequeña alzó su mirada y encontró una sonrisa ladeada en el rostro de su padre— Vamos a secarte ese cabello— Ella asintió y ambos caminaron hasta el sofá.
Aizawa sentó a Eri entre sus piernas y tomó la toalla alrededor de su cuello para comenzar a quitar el agua de su pelo blanco. Era un momento relajante y el pelinegro tuvo las ganas de volver a tocar el tema.
—¿Está bien si te cuento toda la verdad?— La pequeña Eri solo asintió y el pelinegro solo suspiró— Yo no soy tu padre biológico, te encontré una fría noche en un callejón. Solo había un pequeño pedazo de papel con tu nombre, así es como te nombró tu madre— Eri estaba impactada, pero dejó que el mayor continuara— Yo no podía dejarte ahí sola, por lo que tomé la responsabilidad de cuidarte y protegerte como un padre lo haría. Aún cometo errores, y no sé si lo esté haciendo bien—
—Yo creo que eres el mejor papá del mundo— Eri giró su rostro y abrazó por el torso al único que reconocería como padre. A pesar de ser tan pequeña, sus pensamientos eran bastante maduros y sabía que estaba siendo egoísta por tratar de buscar una mamá. A su mamá— No importa si no eres el verdadero— Alzó su carita con los ojos brillosos que amenazaban con volver a llorar— Pero tu eres el que más me quiere, y yo también te quiero— Aizawa era una persona dura frente a los demás, pero frente a Eri podía mostrarse tal como es.
Ambos lloraron mientras se abrazaban, esa noche sería algo que marcará sus vidas para bien de su propia familia.
Se tranquilizaron luego de muchos minutos y continuaron con lo que hacía. Eri tenía una sonrisa y tarareaba una canción de algún programa infantil.
—Soy afortunada de tenerte, Papá— El pelinegro estaba encantado— Creo que no necesito una mamá— Pero esto le borró su sonrisa por un momento ¿Acaso eso no era apresurado?— En la escuela y en la calle siempre he visto que todos tienen una mamá amorosa y cariñosa. . . yo me sentía mal porque me preguntaban por mamá y yo no tengo una. ¡Pero no la necesito!— La pequeña ya tenía seco el cabello y se levantó del sofá y puso una pose de su presentador favorito— Yo tengo a papá y así soy feliz— Shota no sabía si estar feliz por la confesión, pero en verdad su hija merecía tener una madre como todos los demás.
—¿Acaso no quieres conocer a tu mamá?— La pequeña negó con su cabeza.
—No— Aizawa solo suspiró. Sería mejor para ambos dormir. Hoy ha sido un día muy agotador y las energías ya estaban agotadas.
—Bueno, será mejor ir a dormir. Mañana continuamos— La pequeña asintió y caminó junto a su padre hacia su habitación.
Shota la subió y le arropó mientras le daba un beso en su frente como los dulce sueños, tal como hace tiempo atrás lo hacía su madre con él. Se apartó y caminó hasta la puerta, llevó su mano a la pequeña lamparita de noche y la encendió, mientras apagaba la luz de toda la habitación.
—Dulce sueños Eri— La pequeña no le respondió, pues apenas puso su cabeza en la almohada, ya se había dormido. Aizawa dejó junta la puerta y caminó hasta su habitación para poder descansar un poco.
Hoy en verdad ha sido un día agotador.
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