Capítulo 4
- No estoy segura de esto Zack.
Estamos sentados en una esquina del salón. Después de un rato ensayando, Simkins se apiadó de los pobres chicos de primero, que estaban a punto de morir de cansancio en el escenario, y nos dio a todos un descanso de tan solo cinco minutos. ¿Pero qué más podríamos pedir, siendo Simkins? Cinco minutos ya es un gran logro. Parece que hoy venía de buenas, creo que anoche subió de nivel en el Clash Royal.
Rachel me ve con duda y cierto temor.
- Tranquila, verás como todo sale bien, buscaremos a tu príncipe azul antes del estreno de la obra, saldrán y luego tendrás tu anhelado "primer beso" – hago hincapié en lo último. – Solo hay que evitar el beso en los ensayos. No sé, di que tienes viruela o algo así, pero evita que Jared se te acerque.
- De acuerdo – dice que está de acuerdo, pero aun veo cierta duda en sus ojos – pero ¿cómo diantres piensas encontrar a mi "príncipe azul"?
- Eso déjamelo a mí. Tengo a la persona ideal para que nos ayude.
[...]
Estamos en mi casa, Rachel y yo sentados en mi cama y "la persona ideal" para ayudarnos a encontrar al príncipe azul de Rachel está frente a nosotros con una regla en la mano y un semblante serio.
- Así que, Rachel, ¿quieres encontrar a tu chico ideal antes de la obra? – pregunta Alan Levin, mi mejor amigo.
- Si – dice Rachel apenas en un susurro.
- ¡No la escucho Señorita Casiddy! – su tono de voz hace que Rachel pegue un bote y automáticamente se esconda detrás de mí.
- S-si – dice un poco más alto. Le lanzo una mirada asesina a Alan por intimidar a Rachel de esa forma.
- Alan, ¿es en serio?
- Maestro Levin para usted, señor Anderson – su declaración me hace rodar los ojos, sin poder evitar sonreír un poco por su estupidez.
- ¿Y cuáles son sus ideas para encontrar al chico ideal para Rachel, maestro Levin? – respondo siguiendo su juego.
- Ya verán – guiña un ojo en nuestra dirección. Eso no nos convence ni a Rachel ni a mí, ella se vuelve a escondes tras de mí, y yo le dirijo una mirada confusa.
Verán, Alan es hijo de la mejor amiga de mi madre, de pequeños hacíamos todo juntos; bueno, casi todo. Pero luego, se mudaron a otra ciudad y dejamos de verlos con tanta frecuencia, pero, aun así, nuestra amistad se conservó con el paso del tiempo.
Luego mi madre y yo nos mudamos a otra parte de la ciudad. Ahí conocí a Rachel; nuestras madres inmediatamente congeniaron y se hicieron amigas.
Recientemente se volvieron a mudar a la ciudad y Alan se transfirió a mi colegio, aunque es un año mayor que yo.
Se preguntarán ¿por qué Alan es el indicado para ayudarnos?
Bueno, porque es todo un casanova.
En estos tres meses que ha estado en la escuela se ha ligado a más chicos de lo que yo alguna vez podré ligar con chicas. Conoce prácticamente todos los perfiles de todos los chicos de la escuela.
Así que sí, es nuestro chico ideal para ayudarnos.
Aunque igualmente no confío mucho en sus métodos, no me queda de otra.
- Bien – toma un plumón y escribe en el pizarrón blanco que tiene enfrente -. Bienvenidos a las clases del maestro Levin sobre – apunta con la regla lo que está escrito en el pizarrón - ¨Cómo encontrar a tu chico ideal"
Este será el mes más largo de mi vida.
[...]
Nos la pasamos toda la tarde hablando sobre los chicos más buenos de la escuela, los más amables, los más carismáticos, lo que podrían congeniar mejor con una chica como Rachel, etcétera.
Fue la tarde más aburrida de mi vida. Cabe mencionar que el maestro Levin regaña peor que Simkins. Cada cinco minutos me daba con la regla en la cabeza y me gritaba por no poner atención. Yo solo giraba los ojos y seguía en lo mío.
O sea, nada.
Cuando Alan tuvo que irse a casa, nos dijo que volvería al día siguiente para una lección sobre "cómo utilizar la timidez de Rachel a su favor y atraer chicos".
Luego se fue.
Mamá invitó a Rachel y a Martha – la madre de Rachel – a cenar.
Cuando terminamos, salimos al pórtico a hablar y contemplar el silencio tan pacífico que se alzaba por el vecindario. Nuestras madres estaban sentadas en el sillón/mecedor que está fuera en el jardín. Rachel y yo nos sentamos en las escaleras de la entrada.
- No sé si pueda hablar con otro chico que no seas tú, Zack. Estoy muy nerviosa. – dice con preocupación mientras se dedica a observar el cielo estrellado, yo me dedico a observarla a ella. Sus ojos brillan más que las estrellas que observa, su cabello suave se resbala por sus hombros, se mueve con la ligera brisa nocturna.
- No te preocupes , verás que todo saldrá bien. Eres más valiente de lo que crees.
Rachel me observa por unos segundos, me dedica una hermosa sonrisa y se recuesta en mi hombro, yo la rodeo con mi brazo por la cintura.
- Gracias Zack.
Nos quedamos en silencio por unos segundos, hasta que volteo a donde están nuestras madres. Martha sigue hablando animadamente, pero Sarah – mi madre – está volteando en mi dirección, me ve con una sonrisa traviesa.
Eso hace que me ponga nervioso y suelte a Rachel de inmediato, ella me ve confundida, yo solo trato que no se den cuenta que me he puesto rojo.
- Bueno, creo que ya es muy noche, es hora de ir a dormir, estoy cansado, ¿tú no estás cansada? – finjo un bostezo – debería ir a... dormir.
- Si, de acuerdo. Bien, buenas noches. – Rachel se levanta para dejar un beso en mi mejilla de buenas noches, un tanto contrariada por mi reacción.
- Si, buenas noches. – su beso me puso todavía más nervioso.
Entro prácticamente corriendo a casa, sin voltear a ver atrás.
Me encierro en mi cuarto y me dejó caer en la cama, para dormirme tan solo cinco minutos después.
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