1O
Era el último día de la semana y de clases, así que Bakugou se encontraba caminando con Uraraka hacia casa. Caminaban juntos por unas calles antes de que tuvieran que separarse. El silencio era incómodo por todo lo que había pasado hace días.
– Y ¿Qué tal todo? – Se animó a hablar la chica.
– Meh.
Ahí murió el intento de conversación. Uraraka ya sabía que Bakugou estaba dolido por el rompimiento que tuvo con Todoroki, pero antes de ayer, lo que más le daba era coraje; ahora parecía culpable de algo, no queriendo pero ni insultar.
Y un Bakugou sin insultos es muy, muy inusual.
– ¿Las sesiones con Sero-kun cómo van?
– Meh.
Bien, el segundo intento murió de la misma forma que el anterior, así que no le molestó tanto. Si Bakugou no quería hablar, pues que se lo callara. De cualquier forma, ella no era psicóloga como Sero, mejor que atosigue al chico con sus palabras.
Continuaron caminando, Bakugou con sus manos en los bolsillos y aunque tenía la vista para abajo, no veía realmente su camino. Uraraka no sabe por qué, ni cómo, pero de la nada el tobillo izquierdo del rubio dijo: "uy, vamos a doblarnos" y así fue.
Con su mente en blanco, al doblarse el tobillo perdió el equilibrio y fue obvia su caída. Si bien no fue una caída dramática –ya que pudo caer con sus manos y no golpearse tan fuerte–, la rodilla de ese lado sufrió gran impacto, pues fue la que recibió todo el peso de la caída.
Así que, aunque estaba bien, su rodilla estaba hinchada y adolorida.
Increíble lo que puede pasar en menos de 5 segundos.
– ¡La puta madre!
– ¡Bakugou! ¡Bakugou, ¿estás bien?!
– ¡Obvio, solo me senté en el suelo porque estoy cansadito! ¡CLARO QUE NO ESTOY BIEN, PENDEJA! – Uraraka rodó los ojos mientras le tomaba del brazo para ayudarlo a levantarse.
– Si te fijaras en donde pisas, no te hubiera pasado esto.
– Ya, cállate, cara redonda – Cuando se incorporó, se zafó bruscamente del agarre de la chica. Y luego se sacudió el polvo de las manos y de su pantalón – Ouch – Se quejó cuando tocó su rodilla.
– Sabes, no soy doctor, pero deberías ir a que te revisen eso.
– ¿Por qué dices esa mierda? – La mano de Uraraka apunto a donde su pierna, un pequeño bulto que sobresalía en su pantalón. Confundido, logró levantar la mezclilla hasta que estuvo sobre su rodilla – Carajo.
– Deberíamos ir al consultorio.
– Joder, no haré eso, maldición – Intentó caminar, pero el golpe no se lo permitió. Solo pudo apoyar la punta de los pies y despacito – Mejillas, llama un puto taxi.
– En eso estoy. Para el hospital.
– Es fin de semana – Se quejó – Llámalo para que me vaya a mi casa.
Un golpe. Justo lo que le faltaba en su vida de porquería.
Todoroki se preparó mental y físicamente para lo que haría. Se vistió lo más atractivo que pudo, se peinó bien, se puso perfume, rociador para el aliento y compró un mísero ramito de 20 rosas blancas –nada exagerado, no quería asustar a Bakugou–. Se subió en su BMW y manejó hasta el departamento.
Subió por el elevador, se aseguró de huir de las chicas que le veían y finalmente llegó a la puerta de su exnovio. Tragó saliva, tiró del cuello de su camisa –para respirar mejor– y tomó aire para lo que haría a continuación. Tocar la puerta con su puño.
Dentro, Bakugou –que tenía menos de 10 minutos de haber llegado– escuchó el ruido. Caminó con dirección y cómo pudo hacia su puerta y miró a través de la mirilla –que siempre ha estado ahí, pero realmente nunca la usa–.
Casi se va de boca al suelo –otra vez, probablemente lastimándose la otra rodilla– cuando vio a Todoroki del otro lado. Comenzó a hiperventilar, asustado.
Rápidamente le escribió un mensaje a Uraraka diciéndole que el "innombrable" había ido a verlo. La chica no le contestó de inmediato como quería, así que de mala gana tuvo que dejar el teléfono e ir de nuevo casi cojeando, a la puerta porque Todoroki había tocado otra vez.
– Respira – Se dijo a sí mismo en susurros – Puedes hacerlo, cara plana tiene confianza en ti. Solo míralo a los ojos y di: "lárgate al infierno".
Pero cuando le abrió la puerta y le vio, no pudo contenerse. No tanto por el hecho de que se veía jodidamente guapo y matador, ni por la dulce mirada de nostalgia que le dedicaba y menos por la pequeña sonrisa de lado que tenía.
Si no porque vio la cara y las palabras que le dijo volvieron a su mente, repitiendo una y otra vez "asquerosa cicatriz" en un bucle infinito.
– Kitkat – Y cuando le habló dulcemente, ya no aguantó más.
Se puso a llorar.
Todoroki de inmediato se asustó.
– Katsuki, Katsuki ¿Qué tienes?
Si bien no tiró el ramo, lo hizo a un lado para poder tomar las mejillas del rubio, qué lloraba aunque sin hacer ruido. Le tomó tan dulcemente para mirarlo que solo provocó más lágrimas.
– Katsuki, vamos a entrar, por favor – Se abrazó a él más que nada para no caer y las manos en su rostro pasaron a sus hombros para sostenerlo.
Todoroki priorizó entrar con él y calmarlo más porque aún no entendía qué pasaba. Primera vez que le veía después de la reunión desastrosa en el restaurante y el llanto no estaba entre su lista de opciones que el rubio le daría.
Un puñetazo, palabras hirientes, hasta que le cerrasen de nuevo la puerta en la cara. Pero no llanto. El llanto no figuraba entre las opciones. No sabía qué hacer, más que guiar a Bakugou hacia el sofá de su departamento.
Se percató de que cojeaba de la pierna izquierda y al bajar la vista, vio que su rodilla estaba muy, en serio muy, muy hinchada y comenzaba a tomar un color morado.
– Katsuki – Volvió a llamarlo, una vez habiéndolo sentado. Dejó su ramo en la mesita de centro y de nuevo toda su atención regresó al rubio – Dime, ¿Por qué lloras?
Respirando agitadamente, Bakugou pudo reunir la fuerza necesaria para detener sus lágrimas y poder hablar; no quería regresar a lo que dijo esa vez y poner todo tenso de nuevo, pero realmente lo sentía.
– Kitkat – Le llamó con ese apodo tan cursi que le había puesto cuando comenzaron a salir y Bakugou finalmente le pudo mirar a los ojos heterocromáticos – Hey, ¿todo está bien?
El rubio tragó saliva, pero asintió ante las palabras. Llanto culpa del estrés y arrepentimiento que esas palabras ocasionaron. Sero ya le había dicho que ante un detonante fuerte –como ver de nuevo la cicatriz– iba a explotar en lágrimas.
– Sabías que te extrañé – Se atrevió el bastardo a confesar una vez que se tranquilizó lo suficiente.
– Tch – Quiso hacerse el desinteresado pero algo se lo impidió – Ouw – Al mover su pierna golpeó suavemente su rodilla, lo suficiente para recordarle el dolor.
– Oye, con cuidado – Reprendió Shouto – Vi que tienes la rodilla lastimada, ¿Qué pasó?
– Es que... – De nada servía mentir. Bakugou terminó confesando todo – Venía a casa caminando y me caí. Mi rodilla se lastimó.
– Déjame ver qué tienes...
– ¿Qué? ¿Ahora eres doctor? – Preguntó con sarcasmo, poco a poco dejando el llanto y regresando a la normalidad.
– Actué como uno en mi final de este semestre. Investigué bastante para que fuese creíble – Dijo dándole una sonrisa e inspeccionando su pie – Bueno, la hinchazón no es algo que se discuta. ¿Quieres que te traiga hielo?
– Sí – Respondió suspirando.
Todoroki se levantó y fue hacia la cocina, sacó un poco del hielo picado y lo metió en una bolsa –que sabía dónde estaban porque antes de terminar, él ya se lo había dicho–, la amarró bien y tomando un trapito de la cocina, lo llevó a donde Katsuki cuidando que no gotee.
– Ayudará con la inflamación por mientras, pero sería mejor si te llevo a ver a un doctor.
– No quiero – Berrinchó. Todoroki no pudo evitar reírse.
– Descansa por ahora, más tarde iremos al doctor, así que no quiero berrinches.
– Tch, como sea – Bakugou hizo el intento de levantarse, pero el bicolor rápidamente le detuvo.
– No, espera, no podemos arriesgarnos. Pon tus manos sobre mis hombros – Le pidió y Katsuki lo hizo.
Shouto lo cargó en nupcias para que no caminase. Con sus manos en los hombros ajenos y los fuertes brazos del más alto sosteniéndole de la espalda y sus corvas, el rubio se sintió seguro.
– Ahora sí, te llevaré a tu habitación – Katsuki sonrió a sus palabras, mirándolo a los ojos – No te preocupes, Kitkat. Te tengo
– Y cómo nunca, helado de fresa.
Fueron al hospital en el turno de la tarde, ya que por obvias razones no alcanzaron el de la mañana. Todoroki le subió en su auto –igualmente cargado– y luego condujo hasta el hospital. Igual lo cargó para ir al área de consulta y no fue hasta que entraron donde el doctor, que le dejó en una de las sillas.
Los corazones que flotaban sobre la cabeza de Bakugou ante tanta atención solo fueron un indicativo de que no importara cuánto lo hubiese intentado, se había enculado hondo.
– Solo fue un golpe en la rótula – Le dijo el médico una vez hizo un rápido chequeo de su rodilla izquierda – Te apoyaste en ella cuando caíste, ¿No es así? Se hinchó al recibir todo el peso de tu cuerpo.
– Es que mi pie se dobló y me hizo perder el equilibrio.
– No te preocupes, te recetaré unos medicamentos para el dolor tanto pastillas como cremas. Deberás ponerlas en tu rodilla para ayudar con la hinchazón. Ten cuidado de no tallar muy duro para no lastimarte más. Y puedes seguir poniéndote más hielo, para alivianar la zona.
– Entiendo.
Ya que solo era una revisión por algo menor, Bakugou entró y en menos de 20 minutos el doctor ya le había dicho todos los cuidados que debería tener. Ambos agradecieron y Todoroki le cargó otra vez para salir e irse al departamento.
– ¿Podrás estar solo con tu rodilla lastimada?
– No – Rápidamente contestó abrazándolo más fuerte, dispuesto a no dejar que el bicolor se le escape.
– ¿Puedo quedarme contigo? Pediré comida para que no cocines.
– De acuerdo.
Todoroki maniobró todo lo que pudo hasta llegar al BMW, bajó a Bakugou al suelo –solo para poder abrir el auto– y le ayudó a meterse dentro. Manejó de nuevo hasta el departamento y le subió cargándolo otra vez.
A este punto, Bakugou estaba fascinado por la fuerza y resistencia que tenía el bicolor.
Sintió vibrar su celular y mientras Todoroki manejaba decidió echarle un vistazo al remitente. Cara redonda estaba en la pantalla; le pasó el dedo para colgarle y fue a ver qué era lo que quería. 10 minutos después de haberle mandado su mensaje, ya tenía 20 mensajes en WhatsApp, 12 en Messenger y 6 llamadas perdidas.
Uy. En todos lados había un claro. "NO LE ABRAS".
¿Pero cómo explicaba que ya hasta se habían abrazado e ido al médico? ¿Cómo le explicaba que Todoroki se iba a quedar en su casa a cuidarlo?
– ¿Pasa algo? – La voz de Shouto le sacó de su transe.
– No es nada.
Bakugou ya estaba instalado en el sofá de su casa, con una cobija sobre él, la televisión encendida con una película de Netflix, refrescos y pizza en su mesita de enfrente. A su lado estaba Shouto.
Apenas llegaron al departamento y nuevamente le cargaran hasta su piso, decidió que tenía que agradecerle por ocuparse de él y disculparse de las cosas tan feas que le dijo esa vez en el restaurante.
Estaba dolido por lo que había sucedido entre ellos y cómo no podía controlar su boca cuando se sentía amenazado, le dijo esas cosas sobre su cicatriz.
Él nunca había preguntado la razón de ello, pero vamos; una cicatriz en la cara de ese tamaño no podía venir de algo bueno. Debía ser una experiencia traumante.
Le dijo que lo sentía, que no fue su intención. Todoroki le dijo que no había problema, lo entendía –además de que Sero ya le había comentado sobre eso–.
No satisfecho aun, Bakugou le tomó de la cara para acercarlo y le llenó de besos suaves toda la cicatriz. A modo de disculpa. Todoroki lo aceptó con gusto y decidió que ahora también era su turno de disculparse.
No quiso lastimar sus sentimientos, pero cuando Yaoyorozu le contó sobre su plática con Uraraka, se sintió mal. Pensó que Bakugou no le quería y como no tenía la valentía para decirle "Hey, terminamos", pensó que podría usar las propias palabras del rubio en su contra.
Que todo lo que le dijo no era para que se lo tomara por el lado más feo. Es que él no sabía explicarse; y por eso lamentaba ser uno de los causantes de su rompimiento. Pero no fue el único.
Su puerta de departamento se abrió para dejar ver a una Uraraka algo agitada. Que cuando los vio a ambos juntos, en el sofá, cubiertos con mantas y con comida, se quedó estática.
– ¿Cara redonda? – Rompió el silencio el rubio.
Uraraka le miró a los ojos y después a los de Todoroki, quien había pasado la mirada cálida que dirigía hacia Bakugou, a una fría cuando le vio a ella. Después de todo, fue la principal culpable de que su relación con su precioso kitkat haya terminado.
– ¿Qué hace él aquí? – Preguntó.
– Él me...
– No te incumbe – Interrumpió el bicolor. Uraraka frunció el ceño.
– Me importa porque le rompiste el corazón a mis amigos.
– ¿Sí? Pues debiste pensar en eso cuando querías que él me lo rompiera a mí.
Los dos se miraron a los ojos con desafío. Ambos tenían tanta razón como culpa. Quizá una más que el otro.
– Te lo merecías. Le rompiste el corazón a Yaomomo.
– Ella sabía perfectamente porque nuestra relación no funcionaba más. Si quería darme una lección debió hacerlo ella misma. ¿Acaso te pidió que lo hicieras?
Uraraka se quedó sin palabras. Era verdad. Derrotada, desvió la mirada al suelo.
– Ya, no peleen – Los detuvo Bakugou – Es culpa de la cara redonda, pero también es mía. Debí decirle que no iba a hacer lo que ella quería para evitar los malentendidos. Todo esto surgió por problemas de comunicación y confianza. No volverá a pasar.
Bakugou tomó la mano de Todoroki para tranquilizarlo. Uraraka soltó un suspiro.
– Vale. Fue mi culpa, no quería causarles ningún problema. Lo siento – La chica se disculpó. Shouto hizo un suave gruñido que solo el rubio pudo escuchar – ¿Y cómo está tu rodilla?
– Mejor. Shouto me llevó al médico.
– Agradezco que lo haya hecho.
El bicolor permaneció en silencio regresando la vista a la televisión, ignorando la disculpa y a la chica. Katsuki no le presionó.
– Bien, solo quería saber cómo estabas. Me voy yendo.
– Te veo el lunes.
– Sí, adiós a ambos – Uraraka salió del departamento después de despedirse.
Fue entonces que Bakugou dirigió su mirada hacia el bicolor que seguía "mirando" la televisión pero que no había soltado su mano. Vio su arruguita en su entrecejo. Adorable.
– ¿Molesto?
– Me cae mal.
Bakugou explotó en carcajadas ante el berrinche. No le culpaba, después de todo lo que sucedió era algo normal que no le agradara la chica.
– Bien, fresas con crema. ¿Estás listo para intentarlo de nuevo?
– Yo nací listo.
– Exagerado – Se burló el rubio.
– No, literalmente nací listo. Fui cesárea con mis 9 meses de gestación cumplidos.
– Que suerte, yo fui un embarazo de seis meses y medio – Todoroki le dirigió una mirada de confusión – O esa es "la historia", pero es porque fui la razón del matrimonio de mis padres y había que disimular que no era mi culpa su boda.
– Oh.
Katsuki se rio de la cara de cargando información de su –nuevamente– novio, para después acercarse a él y plantarle un beso en la boca.
FIN
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