Requisito 1: Un trato es un trato.
Un trato se compone de reglas básicas entre dos partes interesadas que buscan un buen resultado para sus propios beneficios pero y si... las dos partes están en conflicto, ¿Qué viene a ser este supuesto acuerdo?
Mi amigo y yo llevábamos algo más de tres semanas intentando negociar los términos de nuestro matrimonio falso pero cuando Killiam decía si, yo decía que no.
―Lo ideal es hacerlo público frente a las cámaras ―dijo él un buen día, mientras los dos exponíamos dichas cláusulas en un papel ficticio.
―¡Claro! Hacerlo público y que toda mi familia se entere, incluida la tuya. Ese cuento no se lo creerá nadie. Si hasta hace cinco meses nos volvimos a reencontrar.
―Tienes razón ―Aceptó, después de horas de darme la contraria en el asunto.
Aquel pase de frustración por su parte fue mi chance perfecta para mi plan. No se vería sospechoso de mi parte, pues la mayoría del tiempo en el que habíamos vuelto a tener contacto, él prácticamente hacía estás cosas.
―Pienso que debe ser algo casual. Empezar por buscarme en el trabajo y luego pasar algún día sin ningún motivo para salir ―expuse mi gran idea ―todo eso hasta que termine el mes que se supone lanzaremos la bomba de qué me casaré contigo en la gran manzana.
―¡Por supuesto! Además no se verá sospechoso, ya que llevamos saliendo para todos lados desde que me acompañas a mis terapias, nadie pensará que es falso. ―añadió Kill, ahora sí, convencido de que mi súper idea era mejor para cerrar este acuerdo.
―Todo esto teniendo en cuenta que me vas a prometer por lo que más quieres en este mundo, que nadie, y en esto estoy hablando sumamente en serio Killiam Hastings ―lo acusé con un dedo. ―A nadie se lo vas a decir.
Básicamente esta era una de las partes del trato que más me importaba, no quería que de la noche a la mañana mis padres vieran la clase de mentirosa en la que se había convertido su hija, solo por seguirle el juego a su amiguito.
―Prometo que no le diré a nadie, nena―profesó Killiam, mirándome con la misma cantidad de seriedad. Ahí es donde pude asentir con tranquilidad.
Seguía siendo descabellado pero sabía que me arrepentiría por no ayudarlo, así que le creí y por diez minutos más continuamos discutiendo los detalles. El verdadero flirteo iniciaría mañana por la tarde, dónde él pasaría a recogerme al colegio donde estaba mi lugar de trabajo, luego iríamos a la feria que realiza la junta comunal todos los viernes por la noche. Esa noche del jueves nos despedimos con un abrazo y una vez fuera de la oficina de Kill, cada quien se fue por su lado, cosa súper graciosa porque nuestras casas quedaban una en frente de la otra.
Solo una acera nos separaba.
Dejé atrás a mi amigo y me dispuse a abrir la puerta de la casa de mis padres. Inmediatamente sentí el olor inigualable de la cena de mamá. Coloqué mis cosas en la mesa del living y caminé sonriente hasta donde se cocía el olor sabroso del cordero al horno de mi progenitora.
No hice gran escándalo sobre mi llegada, pues de seguro mis padres habían escuchado la puerta abrirse; pasé por el sillón donde mi papá estaba viendo su juego favorito en la televisión y besé la coronilla de su cabeza con cariño.
―Oye, creí ver al chico Hastings pasear estos días contigo ―Puntualizó mi padre sin despegar la vista del juego en pantalla.
Lo miré de reojo sin decir nada al respecto. Conocía mucho a este señor que era una de las personas que más yo quería en el planeta tierra entero y sabía que sería muy difícil hacerle creer todo lo que supuestamente Kill y yo habíamos decidido hacer. Obviamente mi padre tenía conocimiento de mi enamoramiento, pero obvio también sabía que no era correspondida, lo cual lo hacía más difícil.
«Tenía que actuar de forma creíble»
―Sí, queremos pasar el mayor tiempo posible juntos, pronto regresará a Nueva York ―dejé caer la trampa y raramente se creyó todo.
―Es bueno que pasen tiempo juntos, pequeña ―dijo despegando la vista del juego que estaba por culminar. ― Significa que el chico se ha dado cuenta de lo valiosa que es tu compañía.
La sonrisa de mi padre se había extendido de oreja a oreja al decir aquellas dulces palabras, haciéndome sentir la peor hija del mundo.
―Tenía que darse cuenta tarde o temprano, mi niña ―secundó mi madre, que venía saliendo de la cocina con su delantal de cuadros rojos y blancos bien sujeto a la cintura. ―estoy segura que en poco tiempo de lo que crees te pedirá una cita.
La manera alegre con la que ella pronunció tal evento solo me causó náuseas repentinas.
―¡Oh vamos chicos, no inventen! ―exclamé, tratando de restarle importancia a lo mucho que mis padres me recordaban que babeaba por mi mejor amigo. ―Solo nos reunimos como siempre, para sus terapias. —les recordé — Killiam está por irse de nuevo a su mundo de jugador estrella y yo pasaré a la historia.
Los dos me observaron con una sonrisa un poco lastimosa. Sabían todo sobre lo mucho que había reprimido mis sentimientos desde que regresé al pueblo a visitarlos; se suponía que en un principio serían tan solo dos semanas de vacaciones con mis padres y se habían convertido en mucho más tiempo del estimado, logrando establecerme aquí en el pueblo más tiempo del necesario.
Sacudí la cabeza al recordar el culpable de mi estancia en el pueblo y traté de concentrarme en la cena con mis progenitores, que en seguida se sentaron en la mesa a degustar los divinos manjares de mi súper mamá. Mientras revolvía la comida, me di cuenta que en realidad no estaba siendo sincera con mis propios sentimientos. Kill podía no darse cuenta de lo que de verdad yo sentía por él, sin embargo era porque traía puesta una venda imposible de retirar. Ninguno de los dos había sido capaz de dejar atrás los fantasmas del pasado.
«Empezando por él»
Nuestro reencuentro parecía sacado de un cuento de chistes; yo estaba en el terminal camino hacia Nueva York para hacer escala hacía Chicago y justo venía bajando del autobús desde Nueva York, todo esto con dos muletas a su costado y su expresión completamente triste y desolada acompañándolo. Ambos éramos dos completos desconocidos que no sabían cómo darle pie y escenario a una simple conversación de cortesía, solo recuerdo que algo en su mirada perdida me gritaba: ¡No lo dejes botado!
Lo demás, se fue dando, hasta llegar a lo impensable...
Matrimonio falso.
Novia falsa.
Me repetía una y otra vez que no era del todo bueno ayudarlo a hacer está locura. Esta no era para nada la manera en la que imaginé estar a su lado; nada de esto que mi mente pensaba incansablemente me dejaba pasar bocado, así que para no alzar sospechas entre mis padres dije que ya había cenado con Killiam y que deseaba retirarme a mi habitación cuanto antes. Cómo buena hija esperé educadamente a que los dos terminarán su cena y luego de ayudar a mi madre a recoger todo de la mesa, me fui a mi cuarto, completamente distraída de mi entorno.
Llena de ansiedad y nerviosismo, encendí las luces y abrí un poco las cortinas del lugar para que corriera un poco el aire. En esta época del año empezaba a dar un poco de calor en esta zona del pueblo. Del otro lado, justo enfrente de mi cuadriculada ventana, conectaba la habitación de mi amigo. Las luces encendidas también y una nota sostenida por el dueño del lugar contiguo.
Decía: «¿Cita? Mañana a las cinco de la tarde, nena»
El hecho tan bobo me hizo sonreír un poco a pesar de la preocupación, pues anteriormente habíamos quedado que todo se daría de forma paulatina y casual. Su cortesía me estremeció el cuerpo pero busqué de inmediato como responderle. Agarré una pizarra que usaba de pequeños para hacer esta clase de cursilerías y escribí: «No me queda de otra, nos vemos mañana»
Y él respondió: «Nos vemos mañana»
Hice un ademán de despedida con mi mano izquierda y me quité de la ventana antes de siquiera intentar decirle otra cosa.
Aquella forma tan dulce de hacer está propuesta más difícil, solo me hería muy profundo. Claro está que no debía enojarme, ahora los dos habíamos crecido y no éramos los mismos adolescentes hormonales.
Me recosté en mi vieja cama con el corazón latiendo de prisa, nunca pensé que amar a alguien sería tan difícil, más bien era fiel creyente en que esta parte de mí, se había eliminado en el momento que decidí irme hasta Chicago. Killiam y Teira, era un amor imposible desde que tenía memoria. La chica inocente —que se ilusionó con este joven tan amable y coqueto— no lo entendió en un principio pero la mujer adulta del día de hoy, solo entendía una cosa en particular:
Admiraba esa parte pasional que desprendía su galán de ensueño. Eso era lo que me había llevado a enamorarme al compartir con él por segunda vez. Se había convertido en un hombre de enormes sentimientos, con el que podías conversar por horas sin cansarte, que tenía aspiraciones mayores a la de un pequeño pueblo y que a pesar de toda la fama tras su sueño realizado, siempre dejó tiempo para cuidar de su familia. Muy aparte de ser apuesto, era inteligente; Killiam había trazado un plan maestro y entre los juegos y los estudios, logró graduarse con honores antes de tiempo.
Los méritos iban uno detrás de otro, podía quedar como simple admiración pero cuando tenía toda su presencia enfrente de mis sentidos... ¡Diablos!
Mis latidos se podían escuchar a miles de kilómetros. Todos eran capaces de oírme, todos menos él. Cerré los ojos de a poco, recordando porque esta parte no la sabía mi amigo y di con el justo y preciso momento.
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