La Propuesta
Esto era absurdo desde cualquier punto de vista. No sabía si decir: «Sí acepto» o irme corriendo de una vez por todas.
Mi amigo estaba desquiciado, claramente.
«¿Casarnos? ¿Él y yo? ¿Desde cuándo era una posibilidad? »
―¿Disculpa? ―tenía que preguntar.
―Como me oyes, Teira, necesito que nos casemos. Hay todo un plan perfecto detrás de mi propuesta. ―Decía como si estuviese hablando de zanahorias en vez de un casorio.
―De acuerdo, détente. No continúes diciendo tonterías ―lo detuve casi hiperventilando; todo lo que salía de su boca me parecía descabellado, sin duda alguna.
―¿Por qué actúas como si te estuviese pidiendo que asesinemos a mi tía Ruperta? ―Me acusó en su alocada pregunta, observando mi persona como si yo fuese la loca, y él, un simple ser razonable.
―La verdad estoy considerando que el hecho de estar encerrado tantos días en este despacho te está malogrando el cerebro, mi querido amigo. ―Afirmé al mismo tiempo en que me levanté de la silla frente a su escritorio.
―No comprendes ―intentó convencerme pero lo interrumpí de inmediato.
―Lo que comprendo es que los dos somos amigos, no unos simples amantes empedernidamente enamorados que deciden fugarse a Las Vegas para que Elvis, falso, Presley oficie nuestra boda a las doce de la noche ¡Por dios santo!
Decir todo aquello tan rápido simplemente me hizo sentir como si me fuese a desmayar en cualquier momento, y con toda la razón del mundo.
No podía ni mirarlo a la cara, yo estaba dejando en claro lo obvio pero cualquiera que me revisara aunque sea un segundo, fácilmente se daría cuenta de cómo mi pulso se acelera estando cerca de él. No nada más por lo atractivo, sino además por su forma de ser.
―Calma, Teira, yo sé que somos muy buenos amigos y es por eso mismo que te hablo a ti de todo esto. Escucha por un momento; ya han pasado cinco meses desde mi regreso al pueblo y la rehabilitación ya terminó hace más de dos meses. Mi representante exige que juegue este año si o si para las ligas mayores ¿Sabes de qué estamos hablando, nena?
Claramente él tenía un punto, y que lo explicara con ese nivel de ansiedad solo evidenciaba lo que me estaba pidiendo en verdad. Era un compromiso muy fuerte con partes del contrato que aún desconocía.
Los dos nos quedamos en silencio, más que todo para ambos entender a lo que él quería que yo me enfrentara. La propuesta en sí era una estrategia de publicidad oculta. Todo se reducía a un estúpido pasado, a una vida que había quedado en escombros para Killiam, quien me miraba cuál cordero degollado en la espera de una respuesta conforme a su petición.
No entendía muy bien lo de la propuesta de matrimonio pero si entendía que el chico no deseaba pasar por el escrutinio de los paparazzi y sus miles de preguntas sobre la joven promesa del fútbol americano, es decir, sobre él mismo. Quien había pausado su carrera antes de lo imaginado y todo por culpa de una mujer sin escrúpulos que había dejado su corazón hecho trizas en tan solo pocos segundos.
Esa parte de su vida era todo un fracaso para sí mismo, muchos periódicos recuerdan el hecho como una burla y luego añadirle una lesión física en uno de los juegos más importantes de su vida, lo dejó peor de lo que estaba.
« ¡Puf! »
Después de esa serie de tragedias, todos pensaban que el chico no se recuperaría para nada y hasta el mismo Killiam desconfiaba de su recuperación por tan solo el simple motivo de sentirse lastimado y no nada más de forma exterior si no también internamente.
Definitivamente él tenía un punto a su favor, como pude respiré profundo y cerré los ojos derrotada. Era una estúpida por aceptar su locura pero en el fondo algo me decía que si no lo hacía me arrepentiría por no apoyar su locura.
―Solo quiero confirmar algo muy importante, ―le dije después de unos minutos sin hablar, nuestras miradas conectadas en esa oficina descuidada― ¿Por qué yo? Siendo más factible buscar alguna de esas chicas famosas que solías conocer en Nueva York.
Sé que su respuesta no implicaría nada del otro mundo más que el sencillo hecho de ser "amigos" pero de todas formas algo en mí esperaba que dijera otra cosa.
Simples esperanzas basadas en todos esos años que nunca fui capaz de explicar mis verdaderos sentimientos por miedo al rechazo.
―Te elijo a ti porque eres la única persona incapaz de juzgarme. Solo tú sabes lo mal que la pasé todo este tiempo, no quiero regresar y ver cómo todos los noticieros apuntan hacía mí y se meten en mi vida sin permiso.
―No dejes que sus horribles comentarios te afecten ―le recordé, como muchas veces lo hice en momentos en los que él se negaba a dar la cara a la prensa para explicar su ausencia en su carrera.
―Sabes que no es fácil, por eso quiero fingir que estamos casados. Así nadie se fijará en mis fracasos.
Escuchar aquella única palabra más que hacerme sentir bien, me lastimaba.
«Fingir »
Como si el amor que sentía hacía él fuese fingido, como si no me importara el hecho de ser su esposa falsa, o siquiera formar parte de su vida más que como una amistad.
«Fingir, ese era el trato al parecer»
―¿Estás seguro de que esto es lo correcto? ―Pregunté, temerosa del lío en el que me estaba metiendo.
Killiam, con su altura prominente y su cara de niño esperanzado, caminó hasta donde estaba yo. Tomó mis manos entre las suyas de forma delicada y las apretó, depositando toda la fe en ese simple apretón. Luego prosiguió con un abrazo, dejándome paralizada.
―Vas a ver qué todo será perfecto, nadie se dará cuenta. ―Me dijo, susurrando en mi oído.
Mi mente y mi cuerpo recibiendo el abrazo y debatiéndose en una lucha con mi corazón para no aceptar esta propuesta inconclusa.
Mi mejor amigo buscaba una novia falsa y yo... buscaba el amor correspondido de él, buscaba entender porque me había quedado tanto tiempo en este pueblo en vez de dejar atrás todo el pasado.
―Está bien ―acepté a medias, con mi cabeza reposando en su pecho ―Pero debe haber condiciones. –agregué de inmediato. Si algo no quería que sucediera era que se aprovechará de la situación.
―Sabía que no podía cantar: ¡Victoria!
―Si o si debe haber condiciones. –recalqué la palabra para que no se confiara.
―Como tú digas, jefa. ―Aceptó, separándose de mí para ponerse firme, en señal de militar avisado.
«Hablando de guerras avisadas...»
―Entonces...―Dije como quien no quiere la cosa.
―Será un matrimonio falso perfecto, nena.
«...O un matrimonio de pesadilla, para mí. »
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