🎄Capítulo 7|Touchdown.
Me he tomado diez tazas de chocolate para calmar mis frenéticos latidos.
Hoy es el día de mi sentencia de muerte.
Hoy el día de ver a Jaron a la cara, otra vez.
Esta nevando por lo que el vidrio de las ventanas se ha empañado. Estoy sentada en el pequeño sillón lejos de todos que se han acomodado en la mesa, he evitado a las hienas desde entonces escondiéndome tras la cortina mientras la música suena por cada rincón.
Somos los únicos del barrio que hacemos escándalo cada Noche Buena y Navidad.
Retomando lo sucedido con Jaron, porque sé querido lector que te quedaste con las ganas de saber lo que pasó después.
Yo me había quedado estática unos minutos hasta que nos vimos obligados a separarnos por falta de oxígeno en nuestros pulmones, de alguna manera mis manos habían acabado alrededor de su cuello muy pegados para ser de mi gusto, luego fue tan rápido que le confesé que él fue mi primer beso, la noticia lo hizo sonreír y quedar más rojo que el traje de Santa Claus y nos besamos nuevamente y otra vez.
Ya estaba flotando en una nube y no podía creer que eso fuera posible. ¡Sentía cosquillitas hasta en los brazos!
Luego nos sumergimos en una charla respecto a lo sucedido porque todavía seguía en duda con lo que sucedería en la fiesta y aquí estamos, nuevamente en el presente.
—¿Y el novio sobrina?
Aquí vamos.
La hiena uno me sorprende que mi frente se estampa contra el cristal de susto. Gruño por la molestia y me retiro la cortina de mi cuerpo para enfrentarla.
—Esperando que Santa lo deje en mi puerta —plasmo una sonrisa falsa porque ella ni siquiera me regala una —. No debe tardar mi delicioso regalo en llegar.
Eso, Yelena.
—Esperemos que duren, no vayas a terminar como esas que cambian de novio cada año —espeta revisando su celular.
Me quedo en silencio.
No estoy de humor para desperdiciar saliva.
¿Dónde está Jaron?
Avisó que estaría aquí a las 10:20 de la noche y ya son las 11:00. Me estoy preocupando, no por el plan si no por él.
¿Le habrá pasado algo?
Oh, por los renos. ¿Qué me han hecho?
La hiena uno se retira poco después al ver mi cara de pensativa. Me levanto de un brinco del sillón cuando mi padre empieza a hablar.
—¡Hoy es una buena noche! ¿Por qué no jugamos un partido?
—Papá si no se ha dado cuenta la nieve no nos lo va a permitir —comenta Dani adueñándose de las frituras.
—Tego tacones delicados no quiero que se rompan —espeta la hiena dos tecleando en la pantalla de su celular sin voltear a ver lo que hay a su alrededor.
Mi mamá ya se ha adueñado del karaoke junto a mi primo de seis años que baila.
Mi papá no se da por vencido, es más nos casi amenaza para que salgamos todos al jardín si excepción para convivir o quizás para convertirnos en paletas heladas.
Mi celular vibra con un mensaje de Jaron.
Jaron: Voy tarde, la motocicleta se averió y mi madre salió sin avisar, llegaré lo prometo estoy en el autobús
Yelena: Creí que te habías arrepentido.
Jaron: ¿Creíste o tú querías que sucediera? 🤨
Jaron: Es broma, te veo en minutos. ❤
Yelena: Estamos en el patio, rodea la casa al llegar
Jaron: Oki. ❤
Corazones. Hay corazones en los mensajes y mi estómago se revuelve.
Guardo mi celular en el bolsillo del pantalón para concentrarme en el juego. Mi familia está loca para jugar fútbol americano.
El corazón me retumba.
Ya quiero ver la reacción de todos cuando Jaron aparezca, pero, ¿cómo voy a esconder la mía?
Ya no estamos fingiendo ser una pareja falsa como acordamos.
Y sí, creo que me gusta Jaron.
Me gusta Jaron.
A Rubí le va a dar un ataque de gritos cuando se lo cuente.
Papá vuelve a traerme a la realidad anunciando el pase, mi tío Ralf se prepara a mi costado con una expresión de concentración que parece haberse congelado.
Mis tías se abrigan ignorando la jugada, mi hermana trae consigo un plato de frituras y mi mamá no ha soltado el micrófono.
—Pase largo.
En el momento que grita dando la orden, el balón sale disparado en mi dirección y el tío, los empezamos a correr para atraparlo.
Tío Ralf se tropieza al no ver la piedra cayendo sobre la nieve, me doy prisa estirando el brazo, pero el balón nunca llega a mis manos.
Alguien más lo atrapado.
Bueno o lo intentó porque se ha estrellado contra su cara mandándolo de espaldas.
—¡Mi ojo!
—¡Jaron!
—¡Touchdown!
—¡Acabas de matar a mi cuñado, papá!
—¿Eso hice?
Jaron lanza un quejido tocándose el ojo haciendo un esfuerzo por quedar sentado.
—Espera, ¿te duele mucho?
—No puedo abrir el ojo —lanza un quejido.
—Es mi culpa.
—Se ha quedado sin ojo —comenta alguien atrás de mí, no presto atención —. ¡¿Qué haz hecho, Alfred?!
—¡No es mi culpa, cariño!
Jaron me sonríe y luego se desmaya.
¡Por los renos de Santa!
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