🎄Capítulo 6|Un poquito más.

—Jaron no está fingiendo, Rubí.

—¿A qué te refieres?

—Le gusto de verdaaaad.

Me he escondido tras unos estantes mientras el chico escoge las casitas de jengibre para armar.

—¡Aaaaaah! ¡Paren todo! Esto está pasando —aparto el celular de mi oído ante su grito agudo que me perforado en tímpano —. Los shippeo, son tan lindos, ¿y tú como te sientes?

—Aturdida.

—¿Enamorada dices? —suspira con exageración —. Qué bonito regalo de navidad tienes Yelena. Él es afortunado de fijarse en alguien tan preciosa y loca como tú.

—Me has estado repitiendo eso desde ayer. Sabes lo mucho que me está costando y temo que esto termine empeorando por mi culpa.

—No bebé, no digas eso.

—Admito que él es lindo —Rubí lanza otro chillido y creo que... ¿está gritando en serio? —. Rubí.

—Cierto, perdón.

—No te puede gustar alguien en cuatro días, ¿o eso es estadísticamente probable?

—Averígualo.

Rubí me cuelga. ¡Ella me cuelga en un momento importante!

—Creo que ya tenemos todo para armar las casitas.

—Perfecto.

—Me emociona, no hago estas cosas, ¿tu familia sí?

—Hacemos de todo en las fiestas —lo sigo por el pasillo hacia las cajas de pago —. Casitas de jengibre, concurso de suéteres feos, intercambio de regalos, mi mamá se adueña del karaoke y mis tíos fingen no acabarse el vino cada año.

—Ya quiero que sea navidad —volteo a verlo y él alza las cejas.

—Créeme vas a desear no haber dicho eso.

—¿Y perderme el numerito que haremos? Nah.

—Solo nos mantendremos sentados —entrecierro los ojos.

—A-bu-rri-doooo.

—De acuerdo, ¿y qué quieres hacer ese día?

—Te voy a invitar a bailar.

—Te terminaré pisando.

—Vamos a cantar.

—Si es que mi mamá te presta el micrófono.

Jaron lanza una carcajada negando con la cabeza. También me rio. Podría llevarle contraria con todo lo que diga para divertirme.

Llegamos a su casa luego de veinte minutos. Esparcimos las bolsas sobre la mesa del comedor con lo comprado. El silencio reina y parece no haber más señales de vida.

—¿Chocolate o café? —ofrece señalando la cocina.

—Chocolate siempre.

Entre poco el aroma dulce del chocolate se cuela en mis fosas nasales despertándome por completo, es de mis bebidas favoritas y no importa que época del año sea, yo siempre tengo mi dosis semanal.

—Aquí tienes, una taza grande de chocolate caliente con malvaviscos y galletas para compartir —tomo ambas tazas y él asienta el plato con galletas de chispas alado de la mesa —. ¿Y bien? ¿Cómo vamos a hacer las dichosas casas?

—Con paciencia porque son muy frágiles las paredes de pan.

Al momento de estirar mi mano para tomar una de ellas Jaron hace lo mismo, mi mano queda bajo la suya e instintivamente me paralizo al no saber que hacer.

—Siempre tienes las manos frías —comenta.

—Las mantengo en el congelador que te digo —tuerzo los labios sin apartar los ojos de nuestras manos que siguen unidad —. ¿Me devuelves mi mano, por favor?

—Antes hagamos que entren en calor.

Se me escapa el aire al tomarme de ambas manos para acercarlas a sus labios.

—¿Haces esto con todas?

—¿Qué?

—Tratarlas lindo

Carraspeo y se detiene a centímetros de mis nudillos.

Nop.

—¿Y por qué lo haces conmigo?

—Me agradas, Yelena —suspira bajando mis manos sin soltarme —. Te lo había dicho, hace mucho que he querido acercarme a ti, pero no parecías dispuesta hasta que Rubí hizo de las suyas y aproveché el momento.

—Tú también eres agradable y demasiado confianzudo.

—Que te agrade es un buen paso.

—¿Te preocupa que no sea así?

—Dado que tienes el carácter de querer atropellar a todos con un carrito de supermercado, sí, un poquito —junta dos dedos casi rozándose.

—De niña ese era mi sueño.

Él me mira aterrorizado.

—Mi sueño era ser el árbol número uno en los festivales del jardín de niños.

Libero una carcajada poco discreta al imaginarme al chico de rulos rebeldes en medio de un escenario con disfraz de árbol.

Sin más preámbulos abro las bolsitas de pan y él los tubos de caramelos para empezar a armar la casa y luego decorarlas. Tomo un sorbo del chocolate que me dio y en serio sabe delicioso así nos la pasamos con prueba y error hasta darnos por vencidos y embarrarnos de caramelo los dedos al ver la casa de jengibre desmoronada.

—Somos un desastre.

—Sí —concuerdo.

—¿Quieres quedarte un rato más? Podemos ver películas.

—¿Esta es otra de las lecciones? Ya no puedo diferenciarlas, Jaron.

—Lección de pareja por supuesto.

—Mentiroso —blanqueo los ojos.

—¡De verdad! Me doy cuenta que te pone de los nervios tenerme cerca.

—No es cierto.

Bueno sí, pero no quiero dejarle ganar.

Soy muy orgullosa.

—Justo ahora quieres huir.

—Te equivocas.

Jaron da un paso hacia adelante y sonríe como el Grinch antes de hacer de las suyas.

—Si me acerco un poquito más...

—No saldré corriendo.

Mi pierna izquierda da un paso hacia atrás y mi espalda choca contra la pared de la cocina, Jaron entrecierra los ojos al percatarse que he quedado sin salida, así que él toma ventaja para acabar con la distancia.

—Lección dos: Establecer los límites para no sentirse incomodo.

—No me estás incomodando —susurro —. Hasta puedes acerarte más.

—¿Así está bien? —sus manos se apoyan sobre la pared a los costados de mi cabeza se inclina y ya nuestras respiraciones se mezclan —. ¿Mejor?

—Un poco más.

Mi nariz acaricia la suya mientras le sostengo la mirada, aunque hay un segundo donde sus ojos bajan hacia a mis labios.

¿Qué se hace en estos aprietos?

—Un poco más —mi voz sale en automático.

Tengo que ponerme de puntillas para cuando se inclina más adelante y nuestros labios se acarician con suavidad, Jaron ejerce una leve presión sin separarse.

¡Por los duendes de la navidad es mi primer beso!

Sus manos me acunan las mejillas.

La sangre se me sube a la cara sintiendo muchísimo calor.

Las cosquillas me invaden por todo el cuerpo.

¿Es mal momento para decirle que no sé besar?

Sí, creo que sí. 

❄❄❄

No resistí, quise que esto pasara. 🥺💖

Se les quiere. ❄

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