🎄Capítulo 2|Laponia.
Carol of bells resuena desde la radio dentro del coche de Rubí, tarareo la canción al no tener una voz contralto como los del coro de la iglesia. Mis ojos vagan por las calles iluminadas y atestadas de coches a consecuencia de la nieve acumulada.
—Si el plan no sale como lo esperado, te regalaré un vibrador como regalo de consolación —espeta Rubí con diversión —. O iremos a un club de strippers para entrar en calor, ¿qué opinas?
Presiono los ojos con fuerza masajeándome la sien derecha diciéndome que tenga paciencia. Después de todo lo hace con una buena intención y le agradezco sus ideas locas para levantarme el ánimo.
La adoro como es.
—¡Espera! Puedes usar la vieja confiable.
—¿Cuál es esa?
—Te enrollas con mi hermano —parpadeo, la miro perpleja y estallo a carcajadas hasta sentir como mis intestinos se retuercen —. ¡Eh! Hablo en serio, Vini tiene lo suyo.
—Tiene novia.
—Ese elfo ni siquiera le hace caso —bufa arrugando la nariz —. Me gusta proteger a mis hermanos de las amenazas y ella lo es. Trata al pobre como si fuera cajero automático.
—¿Y él no le pone un alto?
—Lo intenta, pero ese elfo sabe hechizarlo con tan solo mover las pestañas y plasmar pucheros ridículos.
—Okey, si intentas deshacerte de ella podemos meterla a una caja y enviarla a Groenlandia.
—Nah, la enviaré de una patada, pero a Laponia en Finlandia.
Sonríe con malicia aferrándose al volante.
Me rio nuevamente. Rubí es el mal en persona, ahora ya sabes porque congeniamos, por otra parte, es un dulce cuando está con su novio.
—¿A dónde vamos?
Llevamos dando vueltas por media ciudad pasando hileras de casas y edificios decorados de focos de colores, hay uno que otro Santa Claus en las esquinas pidiendo caridad, ofertas de pinos sintéticos y descuento en comidas.
—Al centro deportivo, ahí es donde entrena Jaron, te va a encantar es un tipazo de bonitos glóbulos oculares.
—La manera en cómo lo describes me hace pensar que te llama la atención.
—Cualquiera que tuviera ojos frente a él acabaría babeando, no es un adonis, pero tiene lo suyo. Practica Hockey.
—Es deportista —tuerzo los labios y me hundo en el asiento del copiloto —. Los de su clase son muy presumidos.
—Yelena, ni siquiera lo conoces.
—Pero así son la mayoría de los deportistas —blanqueo los ojos —. ¿Sabes qué? Regálame el vibrador.
Rubí lanza una risita. Le echo un vistazo de soslayo cuando niega con la cabeza, no está dispuesta a retornar. En poco tiempo llegamos al edificio deportivo.
Aparca en el desolado estacionamiento y no tengo remedio que abandonar el cálido vehículo guardando mis manos en los bolsillos de mi gabardina. Ya casi no siento la nariz por las temperaturas bajas.
Nos damos prisa en entrar al edificio. La oleada de calor nos recibe por escasos segundos antes de acercarse a la pista de hielo donde un grupo de chicos está sumido en su entramiento moviéndose con agilidad.
—Estamos a tiempo de irnos.
—No podremos hacer eso querida —me dice tomándome de la mano dándome un apretón suave —. Jaron sabe que vendríamos.
—¿Qué? —abro la boca con la expresión estupefacta —. Rubí, ¿¡cómo pudiste!?
—Shhh... ahí viene tu caballero, sonríe y actúa normal.
—Sabes que no puedo actuar normal.
Desvio los ojos hacia la pista comprobando que mi amiga ha dicho la verdad. Uno de los chicos con uniforme blanco de franjas doradas y rojas se acerca patinando, levanta la mano dándonos un saludo.
Oh, por Santa Claus me quiero ir de aquí.
Rubí le responde con emoción y yo me quiero esconder.
No es por nada, pero cuando estoy frente a alguien, en especial cuando se trata de chicos, comienzo a sentir la cara caliente y las manos empiezan a sudarme, ni que decir cuando la lengua deja de funcionar.
Joder, mala idea.
—¡Mira Jaron te dije que iba a presentarte a mi amiga! Está feliz por conocerte.
Como la detesto.
Jaron se aparta el casco de la cabeza. Sus ojos azules aguamarinos no tardan en encontrarse con los míos con una chispa de diversión.
—El que está feliz soy yo ahora que te conozco, Yelena.
¿Cómo se respira?
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