Capítulo X: Te Voy A Escribir La Canción Más Jodida Del Mundo


—¿Y qué crees? —le pregunté a Dalia, tras recogerla a las afueras de su escuela, mientras leía mi cuaderno de notas.

—¿En verdad piensas hacer esto, eh?

—¿Es tan difícil de creer que puedo mostrar entusiasmo por algo? Lo he hecho en el pasado.

—Sí, eso es cierto —me contestó—, pero casi siempre por actividades ilegales.

—Ya dejé eso desde hace un rato.

—¡Oigan!¡Alguien se robó el estéreo de mi auto! —escuchamos a la distancia en voz de uno de los profesores de la Academia Trudeau desde su lote de estacionamiento.

—Mejor apresuremos el paso —indiqué, tomando y jalando a Dalia de su mano.

—Pero, ¿sabes? —me dijo, todavía enfocando su atención en mis letras—. Como escritora, no eres tan mala...

—¿No soy tan mala? ¡Uy! ¡Qué generosa te viste, Aquino!

—Eso sonó mal y lo siento; pero, mi problema no es la música. Digo, no la he escuchado todavía, pero no tengo duda que lo harás bien en ese aspecto.

—Gracias.

—Y la letra... no haces malas rimas, y has mejorado en tu fraseo, así que creo que en eso en teoría no te va a ir mal.

—Gracias.

—Pero...

—Gracias... es decir, ¿qué pasa, Dal?

La morena frunció el ceño.

—¿No es algo demasiado personal?

—¿Bromeas, no? —me encogí de hombros—. La música es arte, y el arte siempre va a ser personal y reflejar algo de la esencia del autor; no creo que pueda escapar a eso, y en todo caso, las mejores expresiones de arte siempre se gestan cuando se deja salir todo de uno; cuando se plasma el dolor, la miseria, la vergüenza y...

—S-sí, s-sé que sí, pero... ¿sigues sin ver a Jo, no?

—Prefiero no hablar al respecto —contesté y me crucé de hombros.

Dalia se detuvo, y yo también.

—L-lo repetiré, porque realmente necesito escuchar bien esto, y sobre todo, que tú escuches y razones bien esto —comentó—. ¿Sigues sin ver a Jo?

—Sí...

—¿Sí, sí la ves, o sí, no la ves?

—¡Sí, no la veo! —grité, empezando a perder la paciencia—. ¡¿Acaso importa?! ¡¿Es relevante en todo esto?!

—Podría ser.

—¡¿En qué aspecto?!

Dalia comenzó a leer en voz alta las letras de mi cuaderno:

—"Rubia dos caras, rubia traicionera / Te di mi corazón, lo devoraste como una perra..."

—¡E-esa podría tratarse de cualquier rubia! —me justifiqué—. ¿Recuerdas a Charlotte Graham? ¿La del club de drama? ¿La que enseña las tetas con dos cervezas en la sangre?

—No creo que te refieras a ella —dijo—. B-bueno... si, era medio perra, pero no más perra que tú.

Puta madre: odio cuando Dalia tenía razón (y por cierto: si invitan a una chica, RECUERDEN al menos tener dinero para dos cervezas).

—Quizá —contesté—, pero... aquí, uso la figura retórica de una rubia perra como un avatar para proyectar en ella la toxicidad estereotípica de las figuras femeninas que de manera tácita propagan imágenes dañinas patriarcales y... ugh, se me traba la lengua con todo eso y además no engaño a nadie, ¿verdad?

—Creo que ni a ti misma.

—Vale, mira... no puedo fingir que no siento lo que siento, ¿entiendes? Si me acuchillaron en la espalda, ¿acaso quieres que no grite mi dolor?

Dalia se mordió sus labios, revisó de nuevo mis hojas, y se acomodó los anteojos.

—Tienes mucho coraje, en ambos sentidos de la palabra, Harry —me dijo—, pero, creo que a veces lo sutil podría funcionar mejor.

—¿O sea, calmarme? ¿Bajarle dos rayitas a mi ira?

—Dos, tres... veintisiete, algo así.

Me devolvió el cuaderno, y revisé las letras una vez más, y... sí, no puedo mentirle, y no puedo mentirme: aunque en definitiva sentía lo que estaba plasmado en papel y grafito, en compañía de Dalia, la más racional (y quizá, la única que me quedaba) de mis amistades, y con la perspectiva que otorga la luz del día y el enfriamiento del paso del tiempo, pude notar que sí: sin dudas, bajar un poco las lanzas y las espadas serviría.

Porque, todavía no soy una súper estrella de esas que pueden lanzar un diss track contra su ex o alguna otra celebridad que las vio feo, y aún en ellos, se ve un tanto patético. ¿Cómo se vería en voz y guitarra de una estudiante ordinaria que apenas se abre camino en la industria?

Joan Jett escribió I Hate Myself For Loving You (o "Me Odio A Mí Misma Por Amarte" para aquellos que todavía no se animan a entrarle al Open English); eso tuvo clase, sin dejar de ser tremendo himno de rock. Puede que era momento de repensar mi estrategia, traer a la batalla el guante blanco y no la hacha oxidada.

Pero quizá necesitaría de ayuda.

—Dal, quisiera intentarlo —le dije—, pero no puedo mentir: todavía siento muy fresco... tal momento.

—Y eso es completamente comprensible, Harry. Yo sólo di mi opinión.

—Y la aprecio bastante. Me hizo tanto daño esto, que... creo que he puesto un poco en la balanza todo aquello que pensaba conocer.

—Sí, y... s-sobre eso, Harry, creo que tengo que...

—Vale, no digas más, y sé que quizá pido un favor enorme pero, ¿puedes ayudarme con esta letra?

—¿Eh?

—¡Eres la persona más lista que conozco!

—¡Pero la música no es lo mío!

—Puede ser, pero creo que al menos puedes no sé, darme algunas rimas interesantes, quizá figuras retóricas que no he pensado... ya luego podemos discutir si cambio algo o no, pero el intento al menos quiero hacer.

Y quizá, por una vez en mi vida (y espero que sea la última), actuar como la persona madura que se supone uno se convierte conforme dejas la niñez y...

...¡DEJEN DE REÍRSE! ¡SÉ QUE PUEDO HACERLO! ¡Y sé que puedo porque...!

No, esperen, recordé bien qué ocurrió después, porque por más que me gustaría, en Hopewell no enseñan solo música, sino que de hecho hay muchas más materias que no he contado aquí, pero eso cambiará porque lo que pasaría después no era para decir "trágame Tierra", sino, "baja la velocidad planeta, por favor, y pateame lo más lejos que pueda y borra todo rastro que alguna vez caminé sobre tu superficie".

Sí... todo eso se materializó en la clase de Salud...

—Aunque en general el índice de embarazos adolescentes indica una caída en estos en el promedio nacional —indicó nuestra instructora frente a la clase, la profesora Wu—, por alguna razón los números de Hopewell se han ido hacía el cielo. ¿Alguien podría quizá pensar en un motivo de tal suceso?

—¿Por ahorrar en condones hechos en Bangladesh durante la feria de la sexualidad hace nueve meses? —sugerí.

—¿¡Qué tiene de malo lo hecho en Bangladesh, perra!?

—¡Señorita Rahman, no permitiré profanidades en mi clase! —la profesora exclamó a la compañera que me contestó—. ¡Y señorita Milovic! ¡No toleraré comentarios así en esta aula! ¡Que este es un tema serio que todos y todas ustedes deberían poner más atención! Quizá si lo hicieran, no tendríamos que haber inaugurado una guardería en el edificio D.

—¡Eso me recuerda! ¡Tengo que recoger a la bendición! —exclamé.

—¡Señorita Milovic, siéntese por favor!

—Ya, ya: no tengo hijos, ¿qué acaso una madre podría tener mi figura?

—Veo que toma con mucha gracia la idea de la maternidad, y es ahí dónde entra el tema principal de hoy, y la paternidad también ya que andamos en eso, porque, ¿han escuchado ese experimento de ponerlos en pareja y hacerlos cuidar un huevo como una prueba para hacerles saber que todavía no están listos para todo lo que conlleva el cuidar de una vida?

—Con todo respeto, profesora —comenté, esta vez con seriedad—, ¿no es algo tarde para ello? La mayoría aquí tiene cara de ya haber sufrido al menos un susto con una prueba de embarazo alguna vez.

—Oh, ¡pueden apostar en ello! —contestó—. Pero, les contaré una pequeña anécdota —dijo tomando asiento en el borde de su escritorio—. Cuando era niña, existía un programa llamado Capitán Planeta, y era sobre un súper héroe defensor de la ecología; no tienen que ponerme esa cara, niños y niñas, que hasta nosotros en aquel entonces pensamos que era una ñoñez tal que hacía lucir a Peppa Pig como una película de Tarantino. El show tenía la sutileza de un ladrillo en el pie, y todos pensamos que insultaba nuestras inteligencias y buen juicio... pero, han pasado los años, y vemos como pedazos de hielo del tamaño de Manhattan se caen de los polos. Así que es aquí dónde debo cuestionar, ¿realmente podemos decir que es una lección obvia si no la hemos comprendido? ¿De verdad podemos hacernos los ofendidos por decirnos cosas tan evidentes si es que no las hacemos? Así que, recapitulando: sí, es una tontería que debieron haber aprendido hace mucho, pero como lo más seguro es que para la próxima semana alguna de ustedes ande empezando a googlear la clínica de abortos más segura y alguno de ustedes ande pensando en desaparecer al otro lado del país para alejarse de la "bendición", ¡SÍ, ES ALGO QUE VAMOS A TOCAR POR MÁS SIMPLE QUE NOS PAREZCA LA PUTA QUE LOS RE-MIL PARIÓ!

—¿Sabe profe? Sólo decir "vamos a repasar" hubiera bastado —dije.

La maestra sacó del cajón de sus escritorio una caja con varios huevos de gallina; algunos blancos, otros más morenitos, supongo que para representar la diversidad real del barrio y todas esas ñoñerías que presumen los políticos en campaña cuando se dignan aparecerse por nuestras calles.

Colocó la caja en el escritorio, y ella se posó en el centro y frente del salón.

—Esto es algo que se ha hecho durante años —nos dijo—, pero los educadores de hoy reconocemos que los tiempos han cambiado y las familias pueden tomar muchas formas; así que, haremos un sorteo para ver quién queda con quién, y eso puede incluir parejas hetero, homosexuales y hasta padres y madres solteros.

Bueno, la profe estaba amargada, pero no podía decir que no tenía la mente abierta. Pero en todo caso, ustedes saben qué pasó, ¿no es así? Porque además, esa es una clase que compartía con...

—Carson, Levi —la profesora dijo tras sortear su nombre—, harás pareja con Harriet.

¡Porque claro! ¡Tenía que ser así! Ustedes saben muy bien cómo se desarrollan estas tramas. Voy a estar con alguien con quién en teoría el fuego que sentía hacía su persona ya está extinto, pero eso no implica que participar en lo que es básicamente una simulación de pareja iba a ser menos incómodo.

¿Era malo? ¡Pueden apostar que sí, giles! Hice esfuerzos monumentales para no llevar mi palma a mi frente o empezar a llorar en posición fetal, pero no lo hice porque no hubo tiempo; eso se pondría mucho peor.

—Y a ustedes se les unirá también en su grupo el señor Doyle O'Brien.

—¿¡Qué!? —reclamé, al mismo tiempo que el pelirrojo y tercero en discordia.

—Como les dije: las familias vienen en todas presentaciones —la profesora Wu explicó—, y esta es otra de ellas.

—¿Pero, cuál es siquiera la lógica detrás de esto? —pregunté—. ¡No tiene sentido!

—No sé, ¡inventen algo! Quizá usted, señorita Milovic tiene a O'Brien en casa, y tuvo un amorío con el señor Carson mientras estuvo en un viaje en el extranjero o alguna jalada sin sentido como esa.

—S-sí —respondí, sudando, con mi mano en la nuca, y bajando la mirada—, e-es un absurdo total...

—En todo caso, es sólo un trabajo: tres cabezas son mejores que una, alguien de ustedes debe de ser responsable.

Y quedó decidido; estoy en un emparedado entre el moreno y el colorado y... ¿saben algo? Al decir eso casi siento que el que escribe mi vida tendría más éxito siendo autor de pornografía que haciendo libros (en teoría) serios, pero eso lo dejaré para que sea discutido entre él y su terapeuta.

—¡Lastima que no quedamos juntos! —escuché a Elena Botsaris comentarle tomando del brazo a mi "esposo" (creo) durante la siguiente semana, mientras caminaba cerca de ellos por los pasillos del colegio tras haber terminado esa clase—. También hicieron esto en mi clase, y no soy fan de quién me tocó.

—¿Y quién te tocó?

—¿Qué? ¿Qué es lo qué te molesta que te haya tocado? —indicó Sydney, interponiendose entre Elena y Levi —. ¿Tienes algún problema conmigo, o con gente como yo?

—A decir verdad, de hecho, creo que sí.

—¡Lo sabía!

—Lo siento Syd, sé que es sólo un trabajo, pero no soy lesbiana: no me gustan las chicas.

—¡Maldita perra transf...! Espera, ¿dijiste que no te gustan las chicas?

—Sí es que... vale, mira; intenté experimentar en un campamento de verano, pero besar a una amiga era como besar a mi mamá. ¡No, no, me da cosa el acordarme! 

—P-pero... entonces, ¿me ves como una chica, no?

—Pues, ¿eso eres o me equivoco?

—¡C-claro! ¡Claro que sí! —Sydney dijo, casi tropezándose con su propia sorpresa—. E-es que estoy tan acostumbrada a escuchar comentarios nada agradables como "Si tu eres mujer, yo soy Rapunzel" o "Arderás en la hoguera más caliente del averno por toda la eternidad animal repugnante" a lo que normalmente siempre respondo "¡Abuela, ya déjame en paz!"

Espero que no fuera un chiste de su parte, porque más que risa, nos provoco verla con expresión de "pobre alma atormentada".

—¿Nos disculpas, Lev? —preguntó Elena —. Tengo que discutir lo del trabajo con mi nueva... esposa.

—Claro.

Se besaron, y me dejaron justo a espaldas de él; no tardó en confrontarme porque, a pesar de todo, el show y la escuela debían de continuar.

—Así que... estamos juntos en esto —dijo.

—Sí y... ¿curioso eh?

—Bueno, seguimos bien entre nosotros, ¿verdad?

—¡Claro, claro! —que no, quise decir.

—Bien, y, ¿quién tiene el huevo?

—¿El qué?

—El huevo con nuestra calificación en la clase de Salud, Harry.

—Lo tiene...

—¡Ahí están ustedes dos! —O'Brien, sosteniendo el huevo en sus manos, nos exclamó al ir a nuestro encuentro—. ¡Me dejan un minuto y se les olvida que comparten esta responsabilidad conmigo!

—¡Me haré cargo en su momento! —le grité al pelirrojo—, ¿puedes darnos un minuto nada más?

—Vale, pero por su bien espero que pasen tiempo con Junior.

—Le puso nombre al huevo... ugh, ni siquiera comentaré sobre eso—pensé—, y... ¿por cierto, vas a entrar a lo del concurso de talentos?

—Pues eso quiero —Levi contestó—, tengo algo preparado, pero debo admitir que adaptarme a la nueva escuela ha sido agotador.

—¡Te dije! ¡Corre en círculos y el oso se va a cansar de perseguirte! —le recordé—, además, Ryan cuenta con nosotros.

—¿Ryan? ¿El de Nueva York? —me miró con extrañeza.

—Sí, ¿qué, no te envío ese mensaje?

—No he tenido contacto con él desde que regresamos a Canadá.

Francamente no escuché el resto de la conversación; nos despedimos, lo sé, pero me encontraba en trance. Estaba feliz, dichosa, casi como si mis pies no tocaran el piso: Ryan me indicó algo y a él no. ¿Será acaso porque me tiene más confianza? ¿Por qué tengo más talento que él?

Sentía que mi corazón estaba por explotar de mi pecho, ¡necesitaba contarle a alguien eso! ¡Que una persona tenía fe en mí!

—¡Tengo que contarle a Jo! —me dije.

Y mi paso se detuvo cuando me di cuenta que, aquella chica con quién compartía estas pequeñas victorias no se encontraba disponible para mí.

N/A: So, ¿qué tal? ¿Gustan? ¿No?

No se olviden de ya saben, votar, comentar, criticar, herir mi sensible ego, ya saben: lo usual que se ve en estos lares... o más bien, que no se ve en estos lares.

Shalom camaradas. 

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