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Jennifer finalmente llegaba a su nuevo hogar, una residencia que en tiempos pasados albergó a sus padres. La amplitud de la casa era notoria, con un espacio considerable que desafiaba cualquier expectativa. Al cerrar la puerta tras de sí, dejó su maleta en la entrada, sumergiéndose en un silencio que solo era interrumpido por la oscura caída de la noche. Con apenas conocidos en este pueblo desconocido, la sensación de aislamiento se intensificaba.
Decidió tomarse un breve respiro antes de comenzar a organizar sus pertenencias en el nuevo entorno. Encendió la televisión en busca de distracción, pero lo que encontró fue una noticia que dejó su corazón latiendo con fuerza.
En la pantalla, imágenes mostraban el escenario macabro: una persona asesinada justo en la puerta de su casa. Las cuchilladas en el estómago y el pecho conferían un aire de horror a la escena. Jennifer miró la noticia con una mezcla de incredulidad y fascinación; el pueblo, al parecer, no era tan tranquilo como había imaginado.
Mientras la gravedad de la situación se instalaba en su mente, un sonido estridente de teléfono resonó por toda la casa. Jennifer, con un nudo en el estómago, se levantó rápidamente para cogerlo, preguntándose qué más le depararía esta extraña bienvenida a su nuevo hogar.
Jennifer, con manos temblorosas, se apresuró a coger el teléfono que resonaba en la oscura atmósfera de la casa. Al otro lado de la línea, una voz distorsionada y siniestra se hizo eco:
—Jennifer, bienvenida a tu nuevo hogar. Espero que disfrutes de la pequeña sorpresa que te hemos preparado.
El tono de la voz envió escalofríos por la espina dorsal de Jennifer. —¿Quién es usted? —preguntó, su voz apenas un susurro tembloroso.
—Soy Ghostace— respondió la voz, con una extraña mezcla de satisfacción y malicia. —Espero que estés lista para descubrir los secretos que esconde tu nueva morada.
El miedo se apoderó de Jennifer, pero la curiosidad también se apoderó de ella. La conexión se cortó abruptamente, dejándola en un inquietante silencio.
Sin vacilar, Jennifer se puso de pie, decidida a enfrentar lo que sea que le aguardara en la oscuridad de su nueva casa. Mientras caminaba por los pasillos, el ambiente estaba cargado de un silencio pesado, solo interrumpido por el eco de sus propios pasos.
De repente, un crujido resonó desde el piso de arriba. Jennifer se detuvo en seco, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. El misterio se profundizaba con cada momento que pasaba, y la casa parecía contener secretos que se resistían a permanecer ocultos.
Decidió explorar el lugar, avanzando con precaución hacia la escalera. Cada escalón resonaba en la quietud de la casa, y la tensión en el aire era palpable. Al llegar al piso de arriba, una puerta entreabierta llamó su atención. Empujó la puerta suavemente, revelando una habitación en penumbra.
En el centro de la habitación, una figura se alzaba, envuelta en sombras. Era Ghostace, una presencia etérea que emanaba un aura ominosa. —Bienvenida, Jennifer. Estoy impresionado de que hayas respondido a mi llamada —susurró, su voz resonando en la habitación.
—¿Qué quieres de mí? —preguntó Jennifer, sintiendo un nudo en la garganta.
—Hay secretos enterrados en esta casa, y tú eres la única que puede descubrirlos. Pero ten cuidado, porque no estás sola aquí.
La habitación pareció cobrar vida con sus palabras, y sombras danzantes se movieron a su alrededor. Jennifer, atrapada en un enigma que trascendía lo imaginable, se preparó para desentrañar los misterios que aguardaban en su nuevo hogar, enfrentándose a la desconcertante presencia de Ghostace y a los oscuros secretos que la rodeaban.
Jennifer se adentró más en la habitación, sus ojos ajustándose a la penumbra que rodeaba a Ghostace. El misterioso ser, con su presencia etérea, señaló hacia un antiguo baúl cubierto de polvo en una esquina.
—Dentro de ese baúl encontrarás respuestas a preguntas que ni siquiera has formulado. —La voz de Ghostace resonó en la habitación, llevando consigo un eco inquietante.
Jennifer, sintiéndose como una protagonista de una película de suspenso, se acercó al baúl y lo abrió lentamente. En su interior yacían viejos diarios, fotografías desgastadas y objetos misteriosos que parecían tener una historia propia.
A medida que hojeaba los diarios, descubría entradas escritas por sus padres, revelando secretos familiares y conexiones con su nuevo hogar que desconocía por completo. Las fotografías contaban historias de antiguos residentes y eventos inexplicables que habían tenido lugar en la casa.
El segundo Ghostface, con su máscara bañada en sangre, se materializó súbitamente, acentuando aún más el aura de peligro en la habitación. Su presencia intimidante se hizo evidente cuando se acercó a Jennifer, deslizando su cuchillo por su cuello. Sin embargo, la valiente mujer reaccionó instintivamente, agarrando la mano del enmascarado y aplicando toda la fuerza que pudo para doblársela.
—Bonita, trataba de ayudarte, pero ahora ya no —dijo el primer Ghostface, acercándose también a Jennifer con una determinación implacable.
Jennifer soltó la mano doblada del Ghostface y corrió frenéticamente por la casa, su mente llena de incredulidad ante la pesadilla que se desarrollaba. Apenas había llegado hace unos minutos, y ya se encontraba inmersa en un peligro mortal.
Giró la cabeza mientras corría, solo para ver a otro Ghostface parado en la puerta. Un escalofrío recorrió su espina dorsal, pero no permitió que el miedo la paralizara. Continuó corriendo, su respiración entrecortada resonando en la casa.
La esperanza de encontrar una salida se desvanecía cuando, de repente, chocó contra alguien. Se giró rápidamente y ahí estaba el otro Ghostface, bloqueando su camino. El silencio pesado y la tensión en el aire se rompieron solo por la respiración agitada de Jennifer.
El Ghostface que la sujetaba del hombro pasó su afilado cuchillo por la cara de Jennifer, dejando una marca escalofriante en su piel. El dolor ardiente se mezclaba con el horror mientras ella luchaba por liberarse de su agarre.
Antes de que pudiera reaccionar completamente, el cuchillo del otro Ghostface se clavó cruelmente en la espalda de Jennifer. Un grito desgarrador escapó de sus labios mientras la agonía la envolvía. El mundo se volvió borroso, y la oscuridad amenazó con reclamarla.
Cayó al suelo, adolorida y aturdida, sintiendo cómo la vida se escapaba de ella. Antes de que sus ojos se cerraran por completo, observó cómo los Ghostface desaparecían en las sombras, dejándola sola en la penumbra de la casa.
(...)
Se que es corto, pero es el primero!
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