Soulmates

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Las almas gemelas están destinadas a encontrarse.

No importa el lugar, el momento, las circunstancias, la clase social o los problemas.

De alguna u otra forma tienen que encontrarse porque ese es el destino.

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El cielo se veía tan hermoso en esa tarde, por fin estaba cumpliendo uno de sus muchos anhelos. Le costó mucho esfuerzo juntar dinero para poder realizar ese soñado viaje, ya que su trabajo no le dejaba mucha plata libre. Se sentía ansioso, muchas personas le decían que aquel sitio al que se dirigía era de ensueño, un sitio indescriptiblemente hermoso.

Para llegar, necesitaba hacer un viaje en tren, pues ese punto se encontraba muy bien camuflado entre la naturaleza y no cualquier vehículo podía entrar. Esperaba paciente en el vagón del tren, en esa ocasión viajaría solo. Necesitaba despejar el estrés causado en su vida.

Manic contaba los minutos para que aquel tren empezara su marcha. Sus dedos golpeaban ligeramente el vidrio de la ventana, desde hacía unas horas que había arribado y ya comenzaba a desesperarse. No imaginaba que cosas podría encontrar, pero prometió tomar muchas fotografías. Sin mucha demora, un silbido le alertó que aquella máquina comenzaría su tan esperado viaje.

A lo mucho eran cinco horas de viaje; llevó algunas revistas para matar el tiempo y bocadillos para disfrutar. Únicamente llevaba unos minutos su viaje cuando escuchó algunos quejidos en el pasillo del vagón.

—¡¿No sabes con quién estás hablando?! —grito un chico con el tono claramente ofendido.

Con la curiosidad de saber que ocurría, se dirigió al pasillo.

—¡Señor por favor, no tenemos más vagones disponibles! —un lobo rojo le hablaba de lo más asustado a un erizo verde.

—¡Saca a alguien entonces! —expresó sin importarle—. ¿Qué clase de servicio prestan en este lugar? ¡Se supone que reservé un pase vip y no lo veo!

Manic abrió los ojos sorprendido.

—Ese es... —sonrió emocionado—. ¡El guitarrista de esa banda que escucha Silver! —susurró para él—. ¡Scourge! —dio un gritillo ahogado.

Manic volvió en sí; seguramente aquel chico tenía algún problema. Y a juzgar por el pobre lobito, este estaba que lloraba de la impotencia por no poder calmar a su cliente y no sabía que más podría hacer.

—¡Es mi primer día de trabajo! —dijo el lobito casi perdiendo el control de la situación, pero lo que no imaginaba era que alguien que los vigilaba, se volvería en su héroe.

—¿Disculpen? —se acercó a los que discutían—. ¿Puedo ayudarlos? Su discusión se escucha desde mi vagón.

—¡Estos idiotas no apartaron un vagón para mí y ahora no saben donde meterme! —espetó el verdoso sin ver al que se había acercado—. ¡Tienen servicio de reserva y parece que es tan inútil como ellos!

—Oh... bueno, pero eso tiene solución. Si gusta puede viajar conmigo. Estoy viajando sin compañía y no me molestaría tener a un invitado en el vagón —le ofreció con amabilidad.

—¿Qué te hace pensar que yo aceptaré ir...? —el verdoso volvió la vista al erizo y poco a poco sus palabras fueron volviéndose en un silencio extraño.

—Te conozco, eres Scourge. El guitarrista de Apocalipsis —le dijo con una sonrisa—. Tengo un amigo que es muy fanático tuyo. Y estoy seguro de que si me viera en esta situación se sentiría muy enojado de saber que no ayude a su guitarrista favorito —se excusó.

El mencionado guardó silencio mientras suspiraba, su rostro mostró extrañas expresiones y al final pareció convencerle la idea.

—¡Oh al menos hay alguien que sabe de mí! —dijo retomando su actitud deliberante—. Muy bien niño, iré contigo, pero eso si nada de autógrafos, fotografías o cualquier otra cosa que quieras —le amenazó comenzado a caminar y seguía refunfuñando.

Manic permaneció inmutable, solo pudo negar.

—¡Muchas gracias, señor! —el lobito le vio con gratitud—. Me ha salvado de un grave embrollo.

—Es algo que debo hacer muy seguido —le dijo apenado. Resolver exigencias de sus clientes era su pan de cada día—. Ten un bonito día y no dejes que esto te quite el impulso en tu trabajo —dijo por último.

Se despidió del lobito mientras volvía a su vagón. El rockstar se encontraba recostado en uno de los sillones, sus gafas estaban puestas sobre su rostro.

—Pon seguro, no quiero que nadie me moleste —le ordenó haciéndole señas.

Manic obedeció, luego se dirigió a sentarse.

—No pienso hablar contigo —le dijo con altanería—. Así que no insistas.

A Manic le daba cierta gracia la actitud del chico, pero no lo culpaba. El dinero en muchas ocasiones generaba comportamientos pesimistas y egocéntricos.

—Está bien, si es lo que quiere —se encogió de hombros.

Manic volvió a retomar la lectura de sus revistas, sacó algunos marcadores para resaltar algunas actividades. Era silencioso casi no molestaba, era tan amable y eso provocaba curiosidad en el verdoso. Su silencio era el problema, era demasiado cómodo para Scourge quien no pudo evitar sentirse curioso por el chico.

—¿Por qué? —pregunto de repente el que estaba recostado.

—¿Perdón? —Manic se detuvo en su lectura.

Scourge se sentó y le observó.

—Darme espacio en tu vagón, digo los demás escucharon y eso. No tengo buena fama, niño. O lo hiciste por qué quieres un autógrafo o vas a ir con algún estúpido chismoso para que lo publique —lo acusó.

Manic sonrió amargamente, dejo de lado sus revistas y se enfocó en él.

—No haré nada de eso —le confesó— solamente creí que pasaba algo grave, nunca imaginé que me toparía con alguien como usted, es todo. Y escuche no pienso ir con algún chismoso, ya suficiente tengo con las quejas de mis clientes y sus egos elevados —mencionó recordando el porqué se había decidido dar un descanso.

—¿Clientes? ¿Cuál es tu trabajo niño? —elevó una ceja sorprendido. Ahora era él quien parecía quererle hablar.

Manic dejó de lados sus pertenencias, al parecer no podría continuar con su lectura.

—Soy recepcionista en un hotel, bueno de hecho hago muchas cosas allí. Atiendo las exigencias de mis clientes, usualmente llegan personalidades muy famosas con gustos... peculiares —lo último lo dijo con una pizca de terror.

—¿Por eso te fue fácil tratar conmigo? —le cuestiono alzando una ceja.

—Bueno, en parte creo... —respondió con nervios—. N-No estoy del todo seguro.

—Oh... ¡Pues gracias! Se nota que sabes tratar a grandes artistas como yo —se afana el chico.

—No hay de qué —le dijo un poco más tranquilo—. Pero ¿Dónde está su banda? Digo esta bien si no quiere hablar, pero es claro que no salen solos... —a pesar de su petición, ese chico le daba curiosidad.

—Esos idiotas están furiosos conmigo, cometí un grave error. Quizás deje la banda por eso y para rematar, mi ex pareja me cortó... estoy tomando un respiro; un descanso, quiero olvidar todos mis problemas —le contó—. Me dirijo a Coco's Land —su postura le hizo parecer despreocupado.

—¡No puede ser! ¡Yo voy justo a ese lugar! —le dijo Manic impresionado.

—Esto es una extraña coincidencia —se río levemente—. Aunque el lugar es exageradamente caro... —rodó los ojos.

—Ni que lo diga, me tomó casi 5 años juntar dinero para ir —Manic se sintió avergonzado.

—¿Tanto tiempo?

—Mi trabajo no es muy bien pagado —confesó sonrojándose.

Scourge se rió de la actitud del menor, le daba mucha ternura la manera en que se expresaba.

—Me agradas niño, aunque es raro que me trates de usted ¿Cuál es tu nombre? —le preguntó con una sonrisa.

—Manic, Manic The Hedgehog —elevó su mano para estrecharla con la del otro erizo.

—Un gusto Manic, no hace falta que me presente, pero no esta demás; soy Scourge. Y trátame de tú, deja el formalismo —tomó su mano para corresponderle.

Al tocarse, una electricidad recorrió sus cuerpos; una sensación agradable, un calor embriagador. Sus miradas se encontraron como si fuera de un seguro que se dispara, Manic sintió un peso sobre su pecho.

—T-También es un gusto señor... digo Scourge —Manic desvío la mirada del erizo—. "¿Qué fue eso?"

Scourge le soltó mientras también se sentía extraño. Pero, no le prestó mayor atención a ello. Dejando de lado ese momento empezaron a hablar de cualquier cosa. Era curioso, Scourge era muy poco amistoso con desconocidos, pero Manic... era distinto, le transmitía algo en lo que no encontraba explicación.

El tren llegó a su destino, Coco's Land. Un apartado de playas privadas con los restaurantes más ridículamente caros.

Manic veía con asombro el lugar. La arena era tan blanca, el sol brillaba tan hermoso, el cielo era más azul, el agua del mar era cristalina y la brisa era tan fresca.

—¡Es increíble! —exclamó.

Scourge veía a su alrededor, se colocó una ramera con capucha para pasar desapercibido de los demás. Pero su mirada se volvió a enfocar en aquel niño que se veía emocionado de estar en ese sitio. No supo como, pero quería pasar un poco más de tiempo con él.

—Oye Manic —le llamó.

El susodicho volteó a verle.

—¿Si?

Scourge quedó perplejo por unos minutos, pero luego le contestó.

—C-Como también estás solo, pensé que quizás querrías ir conmigo a conocer este sitio digo, si no te desagrado o algo así —le habló con un poco de pena—. Y también, me gustaría comunicarme contigo de otro modo...

—¡Claro! ¿Pero creí que querrías estar solo? —le cuestiona acercándose.

—E-Era la idea, pero me agradaría charlar más contigo.

—Entonces... —saco una pluma y un pedazo de papel para escribir algo—. Aquí tienes mi número, para que quedemos en donde encontrarnos.

Scourge tomó aquel papel.

—Iré a mi habitación. Te escribiré quizás en unos días para vernos, espero que puedas... —le contesto no muy seguro.

—No hay problema, yo también iré a mi habitación necesito descansar. ¡Te veo después! —se despidió mientras veía como se alejaba.

Después de salir de su trance, y lograr encontrar su reservación, Manic admiraba su habitación. Consiguió la más barata, pero aun así no le quitaba lo bonito, simple y reconfortante. Pidió una con vista al mar y justamente se encontraba apreciándolo. El atardecer con el suave oleaje; Manic simplemente se enamoró de esa vista.

Todo su trabajo rindió frutos, su exigente ahorro valía cada centavo. Había marcado un itinerario de actividades, quería comenzar a hacerlas, pero hubo una que no estaba incluida. El sonido de un mensaje le sacó de sus ideas, volvió la vista a su celular que vibraba. Encendió la pantalla, sin percatarse que una ligera sonrisa se dibujaba en su rostro. Tecleo algunas palabras y envió una respuesta.

Volvió a ver aquel cielo naranja y pensó en Scourge.

—"Es raro... me agrada aunque parece un poco exigente".

[…]

—No creí que llamarías tan pronto —le dijo viendo al erizo delante de él.

Scourge le había citado el mismo día que llegaron para cenar en uno de los ridículamente caros restaurantes de la zona. A lo que Manic accedió de una manera casi avergonzada y con súplicas del verdoso.

—Es que debía pagarte el favor que me hiciste... —le explicó.

Ambos estaban sentados uno frente al otro.

—¿Qué favor? —le pregunta con inocencia Manic.

—El permitirme viajar a tu lado —le contestó apenado.

—No debiste molestarte. No fue nada de otro mundo —se excusa.

El verdoso llamó al mesero para que le llevara algunas bebidas. Específicamente vino para la ocasión.

—Es que pese a mi actitud, fuiste amable y reconozco que soy un poco molesto, necio y egocéntrico —mascullo bebiendo su bebida— nadie es amable conmigo y pues, tampoco es que lo merezca.

—No agradezcas y no digas eso —tomó la bebida con elegancia mientras meneaba un poco el líquido para llevarlo a su boca y degustarlo—. Todos necesitan de vez en cuando a alguien que los comprenda.

—Wow... —el verdoso pronunció impresionado—. No pienses mal, es que tomaste con tanta clase... ¿Estás seguro de que no eres alguien de ese tipo?

Manic le vio incómodo.

—No, yo soy alguien corriente. Bueno que sepa degustar vino no es la gran cosa, de hecho si te contara la cantidad de veces que los clientes de ese hotel me piden que lo pruebe y de mi punto de vista te sorprenderías. Hasta me han pagado unos rings extras por hacerlo, como digo, tienen gustos peculiares.

—Pues creo que algún día iré a ese hotel y pediré que me atiendas exclusivamente —bromeó—. Es curioso, me transmites confianza —expresó con sinceridad.

Y al fin encontró esa palabra.

—Gracias. No pensé que en este viaje también me encontraría con alguien y menos con una estrella de rock —volvió a tomar vino—. Este lugar es muy bonito, realmente vale la pena. ¿Ya sabes qué harás?

El verdoso estaba concentrado viendo al erizo delante de él; como el viento remecía esos flequillos. Se sintió celoso que no pudieran ser sus manos las que jugaran con ellos.

—¿Hacer qué? —le contestó sin dejar de verlo.

—A-Actividades. Hay muchas cosas para hacer aquí. Investigué mucho antes de venir e hice un itinerario —le dijo viéndole a los ojos.

Scourge sostuvo la mirada, aquellos ojos café como los caramelos de chocolate o incluso del mismo café que degustaba todas las mañanas o cuando tenía resaca, no se comparaban con las gemas que portaba Manic. Quedó embobado de verlo, sintió como si fuera un tesoro que debía descubrir, como si fuera algo que debía proteger. Sus ideas volaron tan rápido que al estar bebiendo y hablando se atragantó.

—A-Ah yo, no sé nada de este lugar. Solo tomé el primer destino que apareció en internet. Quería escapar, salir de... —Scourge se mordió la lengua mientras su rostro le delataba molesto.

Manic notó como el ánimo del rockero había decaído. Rápidamente, pensó en algo, una solución.

—Tengo una idea, ya que no sabes nada de este sitio. ¿Qué te parece si hacemos las actividades de mi itinerario y así conoces más? —le propuso.

El rostro de Scourge brillo maravillado, eso significaba pasar mucho más tiempo con Manic y poder ver su rostro que le brindaba mucha paz.

—¡Me parece una excelente idea! —expresó tratando de olvidar su malestar—. Porque seguro sería aburrido pasar todo el día en esa habitación.

—Entonces te mostraré las actividades de mañana —Manic sonrió aún más emocionado.

Y la noche fue mágicamente romántica para esos dos extraños que, comenzaban a hacerse conocidos, con gustos peculiares.

[…]

Pasaron una semana sumamente agotadora. Scourge y Manic llevaron a cabo todas las actividades del itinerario del menor. No habían dejado ninguna actividad de lado. Aunque en algunas Scourge se mostró con miedo y eso, le sacó unas cuantas risas al menor. Claro que eso no le molestaba, es más, la sonrisa de Manic se volvió algo que quería admirar más que nada.

Su compañía era agradable y la manera en que le hablaba, lograban ponerlo inquieto. Manic a pesar de saber que era una estrella, nunca se mostró interesado más que solo en lo que le contaba, por primera vez había alguien que no solo le preguntaba por sus pertenecías sino, por sus sentimientos.

Oh, Scourge estaba cayendo en un abismo...

Un hermoso abismo de amor.

[…]

Caminaban descalzos sobre la arena durante una noche de luna llena. Era su última noche que pasarían en ese lugar. Entre risas y bromas se sumergían ambos mientras hablaban.

—Entonces el señor me dijo: ¿Oye niño crees que mis calcetines son de payaso? Y yo estaba como: mi señor las franjas rojas y blancas no le combinan y su esposa le amenazó que los quemaría si no se los quitaba. Luego el señor se enfadó, entonces decidió salir en ropa interior y usando sus calcetines. Esa noche el señor corrió por todo el hotel mientras le gritaba cosas no muy bonitas a su esposa —trataba de no reírse—. ¡Estuvimos como dos horas tratando de atrapar al señor!

—¡Joder! ¿Todos los clientes de ese hotel son así de quisquillosos? —le pregunta entre carcajadas el otro.

—Tienen sus gustos peculiares. Aun de esta manera prefieren ese lugar porque saben que me encontraran allí —expresó orgulloso Manic—. Incluso se pusieron tristes porque sabían que vendría aquí.

—Ay Manic no cabe duda que tienes muchos admiradores —menciona Scourge haciendo algunos ademanes.

Esas palabras lo avergonzaron.

—S-Solo hago mi trabajo —se rascó la nariz. En esos días pudo notar que Scourge lucía menos molesto y de cierta manera, le alegraba verlo más animado—. Y tú... ¿Te sientes mejor?

Scourge disminuyó sus pasos.

—¿A qué te refieres? —pregunto haciéndose el desentendido.

—Cuando viniste, pude ver que estabas mal. Soy muy observador, por eso en el tren quise ayudarte bueno, no sabía que serías tú, pero te escuchabas muy mal —le confiesa con un poco de pena.

Ambos se pararon frente al mar, sumergieron sus pies en el agua salada y contemplaron la luna.

—Oh... —su silencio fue por un momento—. Supongo que después de estos días he logrado sentirme mejor. Tengo problemas para manejar mis emociones, me frustro rápido y mi ex pareja solo me quería por el dinero. Es triste, todos quieren esta vida, pero yo la detesto. Odio tener que aparentar estar bien mientras solo quiero esconderme, detesto no tener a alguien que sea bueno conmigo o que me quiera por como soy... —le dijo sin verlo.

—Scourge...

—Pero no todo es malo —se apresuró a decir—. Como dije, mi banda me mandó al comino; mi ex al diablo. Creo que es bueno, pero nada es mejor que...

Manic sintió un peso sobre su corazón cuando Scourge le dedico una mirada cargada de agradecimiento y cariño.

—Haberte conocido —le dijo viéndole fijamente.

—Ah... —Manic se sorprendió al escucharlo, ante sus palabras no pudo evitar perder el equilibrio y como instinto se sujetó de Scourge para evitar caerse.

—¡Manic! —medio grito mientras le sostuvo para evitar que cayera—. ¿Estás bien Manic? —su voz cambió al pronunciar ese nombre. Con una de sus manos acarició la mejilla del otro mientras el menor le veía sumamente asombrado.

Manic no evitó sonrojarse, se sintió nervioso, como si en su estómago se formasen miles de emociones. Quería hablar, pero su garganta se negaba; lentamente sintió como sus labios se presionaban sobre algo suave. Su corazón latió más fuerte al ver que Scourge le había besado de manera imprevista. Se separó de él mientras esa mirada celeste le veía con ternura.

—L-Lo siento, me dejé llevar. Pero necesito que sepas esto —le pidió mientras jugaba con los flequillos—. Llámame loco o lo que sea, pero en estos días he sentido muchas cosas. Es estúpido, comenzó en ese vagón, un clic, una conexión instantánea; Manic es repentino, pero siento que te conozco de toda la vida, que puedo confiar en ti, que eres lo que he buscado. Es pronto, pero nunca antes había sentido esto, eres lo que llaman... alma gemela.

—Scourge —Manic no podía pronunciar ninguna palabra.

—Entiendo que sea repetido pero ¡Joder! No quiero que te alejes... está bien si necesitas más tiempo para conocernos o si solo me ves como un amigo bueno, eso lo podemos solucionar, pero es que nunca nadie me ha tratado como tú y eso considerando que soy quizás de los peores seres que has conocido pero, por favor...

Manic tapó la boca de Scourge.

—Creí que solamente yo sentía todo eso —le confesó aturdido—. No encuentro las palabras correctas para expresarme, pero tampoco quiero que te alejes de mi lado.

Quizás las palabras no pudieron transmitir lo que sentía, pero un tierno beso, concluyó con todo lo que su corazón deseaba decir.

—"Venía en busca de matar mi tormento y nunca pensé que encontraría el amor en alguien, peculiar" —pensó Scourge.

Se tomaron de la mano para seguir caminando lo que les restaba de la playa.

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