Future
Este drabble va antes de Moving House.
[…]
La luz de la luna brillaba con intensidad sobre una ciudad. Las luces de la noche la acompañaban mientras algunos transeúntes caminaba de un lado a otro.
El viento de esa noche anunciaba que algo ocurriría, era frío al mismo tiempo transmitía paz. Unos flequillos se removían con violencia, Manic trataba de sujetarlos mientras se abrigaba.
—Menuda noche —expresó mientras se abrazaba a sí mismo.
Veía pasar a las personas en la calle, el invierno se comenzaba a aproximar. Mr. Tulipán esperaba con paciencia a su cita nocturna. Quedaron en reunirse después del trabajo, claro Scourge era quien más se tardaba.
Días posteriores a su declaración, los rumores de que Scourge el gran escritor tenía pareja se vendieron como pan caliente y más cuando su pareja era Manic, del conglomerado The Hedgehog.
Opiniones a favor, en contra y mixtas fueron la sazón de la noticia; algunos atribuyeron que Scourge solo buscaba más fama o que Manic solo buscaba una nueva distracción a su insana vida.
Bufó mientras caminaba, quería entrar en calor. Su noviazgo aún era una noticia recurrente, algunos carteles aún lo anunciaban con sarcasmo.
Manic renegaba, en su interior reconocía que todos los rumores eran mentira. Quizás era un poco tosco, rebelde y sin ninguna pizca de simpatía; pero eso no era ninguna excusa con los sentimientos que florecían en su corazón.
Aprendió a amar de una manera inocente como todos los demás, que fuera reconocido no era sinónimo de desdicha o diversión.
Pensaba en todos los desastres que querían ocasionar en su vida pues, su padre también le cuestionaba de ese modo. Estaba seguro de que en esa ocasión no era un juego, era algo real lo que estaba sucediendo.
Un ligero peso detrás de su espalda le hizo olvidar aquellas sensaciones amargas que le acompañaban, reconocía el aroma, era la loción de quien amaba, la manera en que lo sostenía nunca nadie tendría la oportunidad de tenerlo de ese modo sin antes objetar o propinarle un puñetazo en toda la cara.
—¡Scourgy! —pronunció con alegría mientras se volteaba, allí estaban esos ojos tan claro como el hermoso cielo de verano.
El nombrado sonrió con ímpetu, le dio un fugaz beso en los labios mientras los curiosos solo pasaban viéndolos; acercó hasta el chico una rosa roja. Manic se sintió apenado, la tomó entre sus manos para olfatear el dulce aroma que poseía.
—Siento la demora, pero ese condenado lobo no me dejaba salir pronto —se disculpaba—. ¿Te hice esperar mucho?
—No, acabo de venir. Solamente quise dar unas vueltas por ahí —le contestó olvidando sus problemas.
—Menos mal, ya quería estar al lado de mi tulipán —le tomó entre sus brazos— estuve planeando todo el fin de semana esta salida.
—¡Oh señor Scourge no debió tomarse tantas molestias!
—No eres una molestia, solo quería pasar un rato contigo.
Se tomaron de las manos mientras comenzaban a caminar. Cuando sus dedos se rozaban olvidaban que existían los demás, solamente eran ellos contra el mundo, no existía nadie más.
Scourge encontró un lugar hermoso, una plaza de estructura tipo romana con muchas luces de colores y variedad de ventas en donde podrían curiosear. El sitio era muy transitado estaba seguro de que los que vendían con su noticia no los encontraría en ese lugar pues, nadie esperaría ver al gran Scourge o Manic paseando en ese recinto.
Flores, algunos bombones y demás cursilerías vendían en ese lugar, Scourge no perdió tiempo en probar todo aquello y compartir con Manic, para este aquello era un nuevo mundo, estuvo tan acostumbrado a otro tipo de mundo, uno en donde sus caprichos era suplidos de manera distinta; en esa ocasión, se mostraba tan interesado en aprender de su pareja.
Scourge disfrutaba de las pequeñas y minúsculas cosas, a veces un poco ridículas, algo que a Manic le parecía novedad, tal parece que tendría que aprender a valorar aquello.
Tomaron asiento en una fuente de agua adornada con luces de colores. Algunos niños jugaban cerca de ellos, a lo mucho tenían cinco años.
Manic los veía con tanta atención, eran tan curiosos, libres y desenfrenados. Eran como verse a sí mismo, un pequeño reflejo de su personalidad representado en un niño.
—Son bonitos —Scourge se acercó a su lado mientras le entregaba chocolate caliente.
—Eh, ¡Si! —le contestó Manic mientras soplaba su bebida—. Cuando era pequeño no recuerdo que papá me sacara a algún lado, siempre me decía que debía ser refinado y todas esas tonterías —le contaba dándole leves sorbos—. Creo que por eso se debe mi tan deliberada personalidad y caprichos —afanaba con una sonrisa.
—Ahora todo tiene sentido —le contestó Scourge, una leve sonrisa se apareció sobre su semblante al ver a los niños—. ¿Te imaginas, algún día tener un pequeño Manic corriendo por toda la casa?
Al escuchar aquellas palabras, se ahogó con la bebida. Tosió con agresividad mientras se limpiaba. Scourge se preocupó al ver la reacción de su novio, le acercó un pañuelo para limpiarlo.
—¡¿Qué cosas dices?! —le preguntó sonrojado.
—Solo fue una idea fugaz —se excusó dejando de lado ese tema—. ¡M-Mira hay atracciones! —le señaló a otro lado.
Manic por instinto dirigió su mirada a donde le señalaba.
—¡¿Es un carrusel?! —en sus ojos se vislumbró una pizca de alegría al ver la amplia atracción con sus luces de colores—. ¡Wow mira lo enorme que es!
El juego, tenía dos niveles; en el primero habían pequeñas carrozas y caballos; arriba se encontraban algunas mesas y columpios. Estaba adornado con muchas luces de colores y con sonidos suaves. Scourge le dio gracias a los dioses porque ni siquiera había notado que un carrusel estuviera en ese lugar.
—Ah si, esa cosa que da vueltas —dijo alivianando su pesadez, por poco hecha a perder su tan colorido plan.
—¡Quiero subir! —expresó Manic levantándose para ir hasta la entrada.
—¡Manic espera! —Scourge fue detrás del chico.
En la entrada se notaba que habían muchos niños esperando por subir. Manic trataba de colarse para subir, pero el encargado no se la iba a poner fácil...
—Es para niños —le volvió a repetir enfatizando sus palabras tratando de no sacar a ese erizo de flequillos a patadas de su atracción.
—¡Dije que quiero subir! —insistió— y creo que no escuche muy bien tu respuesta —se acercó mientras sacaba fajo de billetes y se los dejaba en la camisa—. ¿Podrías repetirlo para mí?
Una sonrisa apareció en el rostro del que Manic logró "convencer".
—¿Niños? ¡Que va, claro que puede subir señor, es más le dejaré subir únicamente a usted!
Scourge le veía perplejo, cómo rayos ese erizo tenía tanta suerte en sus caprichos. Manic festejaba mostrándose engreído ante la mirada y burla de los demás que habían estado haciendo cola para subir.
—Él subirá conmigo —señaló a su novio— y más te vale que de muchas vueltas.
Manic corrió a tomar la mano del otro y durante subía escuchaba las quejas de los niños junto con los padres.
—¿D-De verdad compraste al encargado? —preguntó sintiendo como su novio le tomaba de la mano.
—¡Oye! No es mi culpa que papá me mostrase la manera más fácil de convencer a la gente —dijo sin vergüenza— además quería subir y un tonto no me lo iba a impedir —le guiñó el ojo en complicidad.
Scourge solo negó, Manic parecía un pequeño niño pequeño.
[…]
La brisa de la noche seguía soplando, dos erizos daban vueltas en aquel carrusel de colores y lleno de luces. Estaban subidos en unos caballitos mientras el juego se movía lento.
Manic sonreía cuan niño pequeño que cumplió con su capricho, claramente la situación era así.
—No puedo creer cómo le haces para obtener lo que quieres —mencionó el otro bajándose del caballo y colocándose a la par.
—Tácticas, deberías de saberlo Scourgy —le dijo engreído y subido en el caballito.
—Aun de esta manera no es algo bueno —le mencionó Scourge caminando unos pasos por delante.
—¡Oh vamos, no me sermonees! —se bajó mientras le seguía.
Scourge se sentó en una de las carrozas mientras suspiraba, vio un reloj que cargaba en su mano.
—Se suponía que debíamos ir a otro lugar... —le contó viendo que seguramente su plan se había estropeado.
—¿A qué te refieres? —Manic se sentó sobre sus piernas mientras jugaba con sus púas.
—Que había apartado un sitio para los dos...
—Oh lo siento... creo que a veces me dejo llevar por mis caprichos —se disculpó de manera tonta.
—No importa, pero no me reembolsarán el dinero de seguro. Vayamos al segundo nivel —le invitó ayudándolo a bajar.
Manic bajó de sus piernas mientras le tomaba de la mano.
—"Bien, ya que no podrás hacerlo en ese lugar deberás improvisar..." —Scourge se autoayudaba con seguir con su plan.
[…]
Reservó esa noche para poder hacerle una propuesta a Manic. Sus vidas extrañamente coincidieron cuando menos lo esperaban, cuando ambos supusieron que nacieron para estar solos o que no creían en esas tonterías del amor.
Scourge era el primero en levantar la mano y darse por vencido en esos temas, es más jamás se tomaba tantas molestias para agradarle a sus antiguas parejas. Era frío, sin gracia y un tanto reservado; eso le llevó a tener muchas diferencias y a dar por acabadas varias relaciones.
Claro que ahora eso estaba lejos de su horizonte. Manic despertó un lado que supuso que no poseía; le motivó con su relación.
No tenían mucho que se conocían y lo que sabían uno del otro era por su fama individual. Claro que durante el tiempo que estuvo al lado del menor, Manic se mostró menos afanado y altanero; hasta le pareció tierno que aprendiera a ver la vida con otros ojos y no solo con dinero —aunque a veces podía comprar personas claro esta, pero eso de vez en cuando no era malo—.
Quizás eran muy jóvenes, o estaban llevando las cosas muy rápido, pero es que quería aprovechar todo el tiempo que tenía y que nunca tuvo con alguien más.
Durante esos días en que planeó esa salida, volvió a leer el significado de los tulipanes...
Amarillo... Naranja... Morado... Negro... Blanco...
"Blanco"
"Amor puro"
"Boda"
Scourge se preguntó:
¿Sería muy pronto para comprometerse con Manic?
A lo sumo habían pasado siete meses juntos, con hermosos y bellos momentos. Unos más locos que otros; y otros más tiernos que otros. Suspiraba ante la idea de unirse a alguien en santo matrimonio.
Las parejas se aman y ellos se amaban. Tenían sus diferencias pero las acoplaban. Podría darle a Manic todo lo que quisiera, estaba en sus posibilidades.
Scourge se debatió, nunca pensó en esa idea con alguien más. Era seguro que jamás el matrimonio formó parte de sus planes. Pero, era Manic de quién se trataba.
[…]
Mientras subían en las gradas que conectaban al segundo nivel, sintió como en su estómago se formaba un nudo acompañado de calidez. Eran nervios, porque aunque al final se convenció de arrojar toda su suerte en una pregunta, el miedo era su mayor enemigo.
El carrusel seguía girando lentamente.
—¿Scourgy? —Manic le habló al ver que se detenía a medio andar.
El susodicho tembló.
—La luna es hermosa... —le mencionó mientras se encogía de hombros.
Manic le vio con una sonrisa.
—Claro que es hermosa —le contestó de manera obvia.
Scourge se volteó para verle.
—Es gracioso que vaya a hacer esto y tan loco en lo que he pensado —en una de sus manos jugaba con la sortija que le quería dar a Manic—. Creo que lo entenderás de este modo.
—¿Qué debo entender? —le preguntó Manic sin comprender.
Scourge le tomó de una de las manos, para darle aquel anillo. Manic le vio asustado, volvió la vista a su mano para encontrarse con una tierna propuesta.
La delicada petición de una unión.
—Scourge... —efusivo en sus sentimientos que se alocaban vio con un brillo especial a los ojos a quien le proponía matrimonio—. ¿No estás bromeando, verdad?
—No pienso que algo como eso sea una broma, al menos no para mí —defendió avergonzado—. Puedo darte todo lo que quieras; la promesa que solo estaré para ti y la fortuna de poder tener una familia... —calló en sus palabras al ver que de esos ojos café comenzaban a caer lágrimas—. ¡¿Manic?!
El menor lloraba mientras lo veía fijamente. Movió levemente la cabeza; una de sus manos se dirigió a sus ojos y se sorprendió al verse llorando. La emoción fue una sorpresa para él, quien no esperó en algún momento recibir una propuesta, más cuando era alguien tan infantil.
—¡Ay no lo estoy echando a perder! —se regañó a sí mismo mientras se limpiaba las lágrimas—. P-Por eso era tu insistencia con esta cita —le mencionó mientras se reía con nervios, de nuevo comenzó a llorar—; solo... solo promete una cosa —le pedía poniendo el anillo sobre su dedo—. No me abandonarás.
Para Scourge aquella promesa fue un tanto explícita e indebida.
¿Cómo podría abandonarlo cuando lo eligió a él para formar un futuro?
Lo abrazó mientras alborotaba sus flequillos.
—No te preocupes. ¡Jamás te voy a abandonar! —le dijo conteniendo la felicidad.
Entre lágrimas, risas nerviosas y algunas sorpresas, la propuesta de un amor se cumplió.
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