Capítulo 4

Jace observó a lo lejos a Helaena esa mañana. El sudor en su frente producto del entrenamiento al que era sometido ya se estaba acumulando y el sol le pegaba justo en el rostro haciendo que tuviera que forzar la vista para mirar a su prometida que había salido a dar un paseo esa mañana.

Estaba sola y parecía bastante tranquila. Nada parecía perturbar sus pensamientos. Pero aún así Jace notó que en su rostro no había ninguna sonrisa, ni siquiera una pequeña. Parecía que en realidad estaba en reposo de estar a la defensiva y se había permitido disfrutar la vista hacia el mar. Se veía pacífica, y eso a Jace le gustaba bastante.

– Vamos niño enamorado, toma tu espada – le indicó Daemon haciendo que Luke riera.

Jace se volteó hacia su padrastro y puso los ojos en blanco mientras tomaba la espada que una vez perteneció a Ser Harwin Strong. Nadie lo sabía, bueno, quizás su madre si, aunque él nunca se lo dijo. Antes de irse a Harrenhall aquel hombre le había dejado de regalo una espada que perteneció a él, le había dicho que fue su primera espada y quería que ahora le perteneciera a él, le dijo que cuando se volvieran a ver le enseñara lo que había aprendido con ella. Jace no lo supo en ese momento, pero esa fue la última vez que vio a su padre.

Y desde entonces la atesoraba.

Aunque nunca lo decía en voz alta. Asumir que era un bastardo y que le tuvo un cariño paternal al hombre que lo engendró no solo ponía en peligro su posición como heredero de su madre, sino que también ponía en peligro la vida de su madre y de sus hermanos.

Pero él lo sabía. Siempre lo supo.

– A las mujeres no les gustan los hombres que sueñan despiertos – le dijo Daemon riendo.

– No soñaba despierto – murmuró Jace de mala gana mientras se acercaba a su hermano Joffrey para entregarle una espada de madera, él lo aceptó con gusto y comenzó a golpear un muñeco de paja.

– Claro que no, joven príncipe – Daemon dio dos golpecitos en su hombro y caminó hacia su hijastro menor para ayudarlo.

Luke miró divertido a su hermano pero continuó arreglando las flechas de aquel arco que su abuelo le había regalo hace un año. Aún no sabía muy bien cómo usarlo, y Daemon le había dicho que no bastaba con saber usar la espada. Un buen señor de las mareas debía manejarse en todas la armas. Y Luke era bueno, realmente era bueno con las armas, pero era un asco como marinero. Se mareaba solo con subirse a un barco, incluso antes de que zarpara. Por eso debería compensar su patético intento por navegar con otras habilidades.

– Lo haces mal – dijo Baela mirándolo de arriba a abajo. Jace rió ante eso y ella sintió como el color invadía sus mejillas.

– No lo estoy haciendo mal, ¿y tú no tendrías que estar con las Septas? – dijo Luke se mala gana batallando con una de las flechas para ajustarla a su arco.

Baela bufó y se tomó el cabello con una cinta, aunque los mechones rebeldes de su rizada cabellera quedaron en su frente.

– Padre ha dicho que puedo estar acá – dijo ella tomando en sus manos el arco con el logo de la casa Velaryon, quitándoselo a Lucerys.

– Dioses eres tan consentida – dijo el menor de mala gana.

– No la molestes Luke – dijo Jace sin siquiera mirarlos, mientras sacaba filo a su espada – Creo recordar que hace unos días les decías a madre que te sentías mejor cuando tomaba tu mano.

La chica no pudo evitar sonreír por eso y mirar a su hermanastro por más tiempo del que debería, aunque Jace no le devolvió la mirada y ni siquiera se percató de lo que eso había provocado en Baela. Luke la observó levantando una ceja y sus mejillas se tiñeron aún más de rojo.

– A entrenar, príncipe valiente – empujó el arco contra Luke y sonrió guiándolo hasta el lugar donde podía disparar.

Uno, dos, tres, cuatro, hasta cinco fueron los intentos que el príncipe Lucerys hizo con el arco y las flechas pero solo uno de ellos había estado cerca de dar en el blanco. El chico suspiró frustrado ante eso y lanzó el arco al suelo mientras observaba como Baela lo miraba haciendo una mueca.

– Soy un asco – murmuró.

– No es así – dijo ella tocando su hombro – sólo te hace falta práctica.

– Y no relajarte – le dijo Jace dejando su espada a un lado y avanzando hacia él – Si estás nervioso te pones rígido y no puedes disparar con facilidad.

– Seguro tú lo harías mejor – murmuró Luke de mala gana. No quería ser grosero con su hermano mayor, pero a Jace siempre se le habían dado esas cosas con mayor facilidad, mientras que a él le costaba un poco más.

– Dame el arco – le exigió.

Luke no se movió, así que Jace suspirando se agachó a recoger el arma y luego puso una flecha en este, listo para disparar.

– Observa con atención, Lucerys – le dijo Jace – La piernas, no las separes tanto, y estira bien el brazo.

El menor observó con atención.

– No dejes de mirar el objetivo en ningún momento, y luego lanza.

Disparó la flecha y dio justo en el blanco, ganándose unos aplausos de unos guardias aduladores que también estaban entrenando. Los ignoró y extendió el arco a su hermano nuevamente.

– Si siempre estás pensando que lo harás mal, vas a fracasar. Es cuestión de confianza Luke – le dijo mientras pasaba su mano por el cabello de su hermano menor. Lucerys se quejó un poco pero medio sonrió.

Jace volvió a su lugar, y tomó su espada, pero antes, confiando que nadie lo vería, lanzó una mirada hacia aquel balcón en el que Helaena aún estaba de pie.

– No niño, no se ha volteado a mirarte – dijo Daemon de manera burlona y Jace sintió el color subiendo a sus mejillas – No la haz impresionado.

– No lo hacía para impresionar a nadie – murmuró.

Daemon soltó una risa y compartió una mirada con Lucerys que quería decir algo así como no nos engañas. Luego volvió a centrar su atención en Joffrey que parecía tener un ataque de energía y querer matar al muñeco de paja con su espada de madera.

– Por un carajo, su hermano pequeño parece un perro con rabia – dijo de mala gana – ¡Joffrey creo que tu oponente ya está muerto!

Joffrey le gritó algo que Jace en realidad no escuchó. Entrecerró nuevamente los ojos para mirar hacia arriba y ver a Helaena donde mismo la había visto hace un momento. Y en efecto, como había dicho su padrastro, no lo estaba mirando. Parecía más interesada en sus manos. Jace no vio bien que sostenía en ella, pero por como miraba de cerca y por como movía sus manos debía sostener algún insecto. O quizás... una araña. Jace tragó saliva incómodo ante eso. Odiaba esas pequeñas cosas de patas flacas.

– ¿De verdad ella...? – la voz de Baela sonó un poco baja, Jace se volteó a mirarla – quiero decir, ¿te... te gusta?

Jacaerys la observó por un momento. ¿Le gustaba Helaena? No lo sabía con certeza. Sabía que le atraía físicamente. Era hermosa, eso estaba claro desde el momento en que la vio. Y sabía que si o si tendría que casarse con ella. Tuvo un flechazo, eso no lo iba a negar. ¿Pero que sabía sobre ella? ¿Qué sabía ella sobre él? No se conocían en absoluto. Así que no, Jace no podía decir que si le gustaba.

– Va a ser mi esposa – dijo como si eso fuera la respuesta a aquella pregunta.

– Yo no... – Baela mordió su labio inferior – No pregunté eso, pregunté si te gusta.

Jace la observó y parpadeó dos veces, confundido. Ella suspiró, obviamente alguien así de honorable como Jace daría por hecho que la única mujer que le podría gustar es aquella que sería su esposa, aunque fuera un matrimonio arreglado.

– Es muy bonita Jace – intentó sonreír aunque sentía una creciente presión en el pecho que le impedía respirar con normalidad.

Él volvió a mirar a la princesa que estaba ahora hablando con alguien aunque no se veía bien con quien, y sin darse cuenta asintió y sonrió.

– Si, lo es.















Helaena había dormido poco la noche anterior. El alboroto por su llegada y la cena que Rhaenyra había planeado había durado horas, y aunque ella quería dormir y estar sola en su habitación, tuvo que aguantar estar en ese lugar. Aún se sentía un poco triste por la muerte de su araña Vhagar a manos (o mejor dicho pies) de Lucerys Velaryon, y había optado por mejor liberar a Tessarion, Sunfyre y Dreamfyre. No sobrevivirían sin la más grande de ellos, estarían desorientadas y perdidas, dejarían de comer y morirían sin Vhagar. Así que prefería dejar que pasaran sus últimos días en libertad.

Llevó en sus manos aquella jaula pequeña donde estaban sus pequeñas llamadas igual que su dragona y los dragones de sus hermanos. Las observo estando desorientadas y suspiró pesadamente. Lucerys Velaryon era una plaga, un niño malo y perverso que primero había mutilado a su hermano sin ningún remordimiento y luego había matado a su mascota. Puede que aborreciera a Jacaerys por el matrimonio arreglado, pero aborrecía aún más a su hermano menor.

Abrió la jaula y la pequeña araña Sunfyre, llamada igual que el dragón de su hermano Aegon, subió a su mano. Helaena sintió paz al sentir sus pequeñas y peludas patas caminar entre sus dedos y sonrió.

– Este es el adiós, pequeñas – dijo por lo bajo – Disfruten lo que queda.

Dejó que las tres arañas se marcharan y se perdieran entre las rocas de aquel balcón. Con suerte durarían vivas dos o tres días más y podrían aprovechar lo que quedaba de sus vidas en la naturaleza, libres.

Observó a lo lejos el campo de entrenamiento de Dragonstone. No era tan grande como el de la Fortaleza Roja y se sentía extraño ver personas entrenando y que su hermano Aemond no estuviera ahí.

Sintió la mirada de su prometido, a lo lejos, sobre ella, y evitó mirarlo. Jace era extraño. A veces parecía nervioso, a veces parecía un caballero, y a veces parecía un tonto. Pero aún así no podía evitar pensar en como él había preguntado si estaba bien su tomaba su mano para bailar la noche anterior. Le había anticipado cada movimiento, le había pedido su consentimiento para el más mínimo roce en el baile. Y eso se había sentido bien. Había sentido que era respetada, aunque nunca pensó que sentiría eso con él.

Negó con la cabeza, intentando sacar esos pensamientos de su cabeza intentando alejar ese pensamiento de su cabeza y la voz rota de su madre volvió a sonar en su cabeza. No dejes que ese niño poco agraciado mancille tu honor, mi dulce hija, le había dicho la mujer entre llantos antes de que ella se tuviera que marchar a Dragonstone. Recuerda enviarme un cuervo contándomelo todo tan a menudo como sea posible, le había dicho su abuelo.

Tenía una misión, y no la iba a olvidar tan fácilmente por unos buenos modales y amabilidad por parte de un niño tonto.

– ¿Le gustan los acertijos, princesa? – la voz chillona de un hombre sonó sin previo aviso.

Helaena se sobresaltó al observar a Champiñón sentado a un lado de ella en el suelo limpiando su flauta con una especie de limpia pipas. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? Ni siquiera lo había escuchado llegar o lo había visto. Pensó que el hombrecillo era como una especie de espectro o fantasma. Ya había aparecido dos veces ante ella de esa manera. Sin aviso, sin que ella lo notara.

Jace le había dicho que era inofensivo, y un poco retrasando. Pero a juzgar por su conversación anoche, ella no pensaba que el bufón tuviera algún problema mental. Parecía bastante cuerdo si era sincera. Un hombre extraño pero cuerdo.

– ¿Tiene algo para decirme, señor? – preguntó ella de manera calmada.

Él soltó una risa bastante desquiciada.

– ¿Qué es más peligroso para una dinastía? ¿Dos mujeres enfrentadas por un hombre o bastardos repartidos por el reino?

Helaena frunció el ceño confundida sin saber a qué se refería. ¿Dos mujeres? ¿Bastardos? Ella lo observó sin decir nada, y el hombre rió burlón.

– Dijo que me ayudaría señor – dijo Helaena – Pero no te entiendo si no eres claro.

– Abre los ojos princesa – el hombre puso su flauta en su boca y comenzó a tocar una melodía bastante alegre. Helaena iba a hablar nuevamente pero escuchó pasos atrás de ella.

Se volteo y vio a su hermana mayor frente a ella. Rhaenyra la observó con una sonrisa que pretendía ser cálida y amable, pero que Helaena había aprendido a interpretar con el poco tiempo que llevaba ahí. Era falsa y solo era una fachada para buscar su beneficio personal.

– Princess Helaena – dijo la mayor intentando tomar su mano.

La chica tembló y sintió como la música que tocaba champiñón aumentaba su ritmo.

– Princesa Rhaenyra – la saludo por lo bajo.

– Es grato encontrarte acá, supongo que observabas el entrenamiento – le dijo cruzando su brazo con el de ella. Helaena se puso rígida. – ¿Haz visto entrenar a Jace? Es bastante bueno ¿no? Supongo que lo haz visto usar la espada, sería bueno en cualquier torneo, seguramente ganará el que se celebre por sus nupcias.

– No lo he visto – dijo Helaena diciendo la verdad, no había estado pendiente del entrenamiento de su prometido.

El rostro de Rhaenyra mostró decepción, esperaba que ella pudiera ver las muchas cualidades que tenía su primogénito. Sin embargo, Helaena no se mostraba desafiante cuando se lo dijo, su voz era calmada y tranquila, se mostraba un poco distraída.

– Oh, claro, acabas de llegar – dijo Rhaenyra apretando más fuerte su brazo contra ella, como alguna vez lo había hecho con la madre de la chica – Querida sería bueno que empecemos con los preparativos para la boda, sé que sólo haz llegado aquí ayer pero planear una boda lleva tiempo y quiero que todo sea a tu gusto.

La chica de sorprendió con eso. Su abuelo y su madre no le habían dicho que la boda se llevaría a cabo tan rápido. Ella pensó que tendría tiempo de impedirla, de hacer que el chica la aborreciera tanto que no quisiera casarse con ella. Pensó que encontraría alguna prueba irrefutable de que Rhaenyra era un adultera y que sus hijos era producto de un amorío con otro hombro y que así la quitaría de en medio como heredera y se desharía de los chicos Velaryon.

Pero la mujer parecía hablar de la boda como si esta fuera a ocurrir pronto. Champiñón seguía sentado en el suelo tocando una melodía alegre, y al parece Rhaenyra no se había dado cuenta de su presencia o había decidido ignorarlo deliberadamente sin importarle hablar temas relevantes delante de él.

– ¿Tan pronto será? – preguntó Helaena y su voz sonó temerosa – Quiero decir, el príncipe Jacaerys y yo no nos conocemos bien aún y...

– Tonterías – le restó importancia – Se conocen desde que son niños, solo han pasado algunos años lejos del otro. Deben casarse pronto. Jace necesita una esposa y herederos.

Ella frunció el ceño.

– No quiero decir que solo ese sea tu papel en la vida Helaena – Rhaenyra se dio cuenta del miedo en los ojos de su pequeña hermana – Pero así son las cosas, hay un deber que debemos cumplir. Vientres reales solía decir mi madre.

La chica no respondió nada.

– Jace es un buen chico – le aseguró – Será un esposo fiel, atento y cariñoso. Solo tienes que conocerlo bien.

Helaena lanzó una mirada a Champiñón y este le guiñó un ojo mientras seguía tocando su flauta.  ¿Qué es más peligroso para una dinastía? ¿Dos mujeres enfrentadas por un hombre o bastardos repartidos por el reino? Suponía que se refería a los bastardos de Rhaenyra. Pero dos mujeres enfrentadas por un hombre. No tenía idea. Era un ser extraño y poco claro.

– La boda será acá claro, tiene que ser por la fe de los Siete.

– ¿Acá? – preguntó Helaena alarmada.

Eso le daba menos tiempo. No, debía ser en Desembarco del Rey.

– Para eso el Rey te ha enviado acá querida – le recordó Rhaenyra.

– Me gustaría que mis hermanos y mi... mi madre y mi abuelo estén presentes – dijo ella temerosa.

Parecía que la mención de su madre había hecho algo en Rhaenyra porque su semblante se oscureció.

– No creo que sea posible querida, alguien debe estar en Desembarco del Rey con nuestro padre.

– Pero Aemond y Aegon podrían venir – murmuró.

Rhaenyra lanzó una mirada hacia el campo de entrenamiento mirando a Lucerys. Estaba claro, no iba a dejar que Aemond acudiera para perturbar a su pequeño.

– Creo que te sentirás mejor si caminamos un poco, podemos hablar de la flores para la boda y sobre tu vestido.

Helaena fue arrastrada por su hermana mayor.

– Princesa Helaena – chilló Champiñón y la chica se volteó – Otro acertijo ¿qué tienen en común las bodas con las redes de las arañas?

Ella lo observó perpleja, sabiendo la respuesta. Ambas eran una prisión para la presa, y en este caso ella la presa de Rhaenyra y Jacaerys.

– Ignóralo – dijo Rhaenyra suavemente – Lo queremos y cuidamos de él pero está un poco mal de la cabeza.

Helaena lo volvió a mirar y el sonrió mientras le lanzaba un beso al aire haciendo reír a la princesa heredera. 

Ese hombrecillo la haría estremecerse cada vez que estuviera ahí. Por favor que los Dioses la ayudaran a resistir esa prisión.














– ¡JOFFREY LO DIGO EN SERIO SI SIGUES CON ESO VAS A DECAPITAR A ALGUIEN Y DESPUÉS TU MADRE ME VA A DECAPITAR A MI! – gritó Daemon mientras seguía al niño de 11 años que corría con una espada hacia la Fortaleza de Dragonstone.

– Dioses tu hermano matará de un ataque a mi padre – murmuró Baela mirando a su hermanastro que bailaba mientras evadía a Daemon.

– Se necesitaría del mismo Daemon para deshacerse de él y cuando finalmente lo atrape Joffrey estará en problemas – le restó importancia Jace.

– Ay no puede ser – dijo Baela al observar como Jofffey trepaba una torre para que Daemon no lo alcanzara – ¡Niño baja de ahí ahora mismo! – la chico corrió hasta ellos.

Jacaerys rió un poco ante eso y descansó sentándose un momento en el suelo sintiendo como el sol le pegaba en el rostro. Volvió a mirar hacia el balcón donde había estado su prometida pero ella ya no estaba ahí. Suspiró pensando en cómo acercarse a ella.

El hecho de que Luke hubiera matado a una de sus arañas no lo había dejado muy bien parado. Pero el baile que habían compartido había sido lindo, incluso íntimo. O al menos así lo había sentido él.

Intentó ser sumamente caballeroso y respetuoso con ella y con su espacio personal. Y aunque a ella le costaba, dejó que él la tomara en sus brazos para bailar. Eso debía ser una buena señal ¿no? Que su respiración se relajara un poco cuando él tomaba su mano o cuando ponía su mano en su cintura debía ser una muy buena señal.

Necesitaba buscar alguna idea para acercarse ella. Necesitaba con desesperación un plan para poder hablar más con ella, a solas si era posible. Quería conocerla, entenderla, saber con quien se casaría, saber que tipo de persona era. Conocer cada arista de ella y saborearlas cada una si era posible.

Negó con la cabeza ante ese pensamiento. No debía pensar estupideces por ahora, debería concentrarse solo en conocerla un poco más. Hacer que ella lo aceptara y poder iniciar así un buen matrimonio.

Se puso de pie, dispuesto a poner en orden las armas que había utilizado para su entrenamiento pero volvió a lanzar una mirada hacia el balcón que daba a la habitación de la chica.

– ¿Crees que ella esté a gusto aquí? – le preguntó Luke mientras veía como Jacaerys intentaba acomodar unas espadas.

El mayor soltó una risa burlona.

– ¿Tú dónde preferirías estar? – dijo irónico – ¿Aquí o en Desembarco del Rey?

– No lo sé, no se le nota muy feliz – dijo Lucerys incómodo – Además se me queda viendo mucho.

– Luke – dijo Jace deteniéndose a mirarlo – Por supuesto que debe sentirse mejor acá que con su loca madre y sus estúpidos hermanos. Dioses ¿no haz escuchado los rumores?

– Jace – el rostro de Lucerys Velaryon se desfiguró al observar quien estaba detrás de su hermano, pero este no lo notó.

– Solo imagínate tener a la Reina de madre, vivir con el borracho de Aegon – una sonrisa cínica se dibujó en su rostro – Sin mencionar al tuerto. Por supuesto que debe sentirse mejor aquí.

– Jace – volvió a decir su hermano intentando hacer que dejara de hablar.

– Sólo imagínalos, ni siquiera debe haber tema de conversación, solo oraciones con la Reina y el mayor entretenimiento debe ser ver a Aegon atragantarse con vino.

– Es bueno saber lo que opina de mi familia, mi príncipe – la suave y calmada voz de Helaena se hizo presente en el lugar interrumpiendo al chico.

Jace dejó caer las armas al suelo, generando un gran ruido y cerró sus ojos mientras se maldecía a sí mismo por haber sido tan estúpido. Sintió como el calor subía a su rostro, seguramente haciendo que se viera con más color que el habitual. Se negó a abrir los ojos por un momento, recordándose lo tonto que había sido. Luke lo observó realizando una mueca y bajó su cabeza para mirar sus pies, sintiendo vergüenza ajena por su hermano.

No seas cobarde, no sea cobarde, da la cara y voltéate.

Cuando lo hizo vio los ojos violetas de su prometida mirándolo sin ninguna expresión. Pensó que quizás podría haber enojo en ellos, o que incluso ella le daría una cachetada en la cara por insultar a su familia. Pero no hizo nada de eso. Simplemente se mantuvo mirándolo inexpresiva, con una calma que era casi escalofriante. Su madre, que estaba al lado de la chica, si lo miraba con enojo y negaba con la cabeza.

– Princesa... – fue lo único que pudo decir.

Helaena levantó las cejas mirándolo de pies a cabeza, analizándolo, juzgándolo, incluso, midiendo cuál era su valía. Jacaerys miró a su madre y luego a la chica, sin saber que decir, sus ojos se movían entre ambas, perdido, sin saber que hacer. Ni siquiera se esforzaba, pensó ella. Parecía un niño idiota mirando a su mami para que lo salvara de esa situación.

– Yo... Yo le pido una disculpa – dijo torpemente.

Rhaenyra observó a la chica, esperando que contestara. Pero ella se tomó su tiempo, mirando a su prometido frente a ella.

– No... – dijo Jace de manera torpe – No ha sido mi intención ofender a su familia.

– Oh, no. Me parece bien saber que opina mi futuro esposo de mi familia antes de la boda – hizo una pausa y lo miró de pies a cabeza – Sólo tengo una duda ¿cómo lo haremos para tener hijos? Porque no creo que usted quiera mezclar su sangre con la de una loca, un borracho y un tuerto, sobretodo cuando su sangre es tan fuerte.

La última palabra fue mencionada con lentitud y precisión, dejando en claro que ella sabía de la bastardía de su sobrino, y que lo juzgaba por eso. Jace sintió su pecho comprimiéndose ante eso, y sintió como si alguien lo empujara hacia el suelo por los hombros, haciéndolo sentir inferior.

Quizás en realidad se lo merecía después se ofender así a la chica.

Comenzó a balbucear distintas palabras de disculpas, una tras otra, sin saber muy bien que estaba diciendo. Ya ni siquiera la estaba mirando a la cara, simplemente su vista estaba en sus pies, mientras sentía como sus manos temblaban al igual que su voz mientras le mencionaba una y otra vez que por favor lo perdonara.

– Príncipe Jacaerys – dijo Helaena, interrumpiéndolo para que dejara de balbucear. Eso ya estaba siendo un espectáculo patético.

Jace la observó atento cuando se obligó a levantar la cabeza. Ella era tan majestuosa para él, tan delicada, con tanta elegancia, que él, un bastardo disfrazado de príncipe se sintió muy inferior.

La princesa ni siquiera se inmutaba o se alteraba ante la clara ofensa a su familia. Otra dama de hubiera marchado enojada, quizás incluso le hubieran dicho que era el hombre más descortés que habían conocido y las más dramáticas quizás hubieran fingido un desmayo por no poder tolerar tal insulto.

Pero Helaena estaba calmada, lo miraba casi con una cínica sonrisa en la cara.

– Creo que ha dejado muy claras las cosas – mencionó ella tranquilamente – No es necesario más disculpas.

Él chico entreabrió los labios, sintiéndose un idiota. Podrían golpearlo en la cara ahora y sería menos humillante.

– Si me disculpas hermana, creo que volveré a mis aposentos – Helena hizo una inclinación de cabeza ante su hermana mayor y sin siquiera mirar a Jacaerys comenzó a caminar lejos de ellos.

– Brillante, eres realmente brillante Jace – dijo Rhaenyra enojada.

Carajo, ¿ahora como se ganaría el favor de su futura esposa?





...

Holaa!

Estoy de vuelta acá.
Estoy de vacaciones así que al fin podré concretar escribir todo lo que tengo pensado para ese fanfic que será muy potente y con mucho drama como me gusta a mi.

Espero estar subiendo pronto más capítulos

¿Qué les está pareciendo hasta ahora?

No se olviden se seguirme en mi tik tok y en mi Instagram: kari.x.wattpad donde subo mucho contenido de mis fanfics ❤️

¿Vieron la nueva portada? Yo estoy enamorada de como quedó y la verdad me parece muy linda


Bueno, espero pronto volver a publicar.
Nos leemos luego 💛

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top