Capítulo 9: Expulsados
—Directora Stewart.—saludó el profesor Herondale, un poco agitado.
—Profesor Herondale—la directora giró su silla y sus ojos se dirigieron a una velocidad impresionante hacia los de Nick—. ¿Qué lo trae por aquí?
—Verá, señora. Hace unos minutos iba a tener lugar el segundo partido de quidditch de la temporada...
—Estoy al tanto de todo lo que pasa en mi escuela, Herondale, así que si no le importa me gustaría que fuera al grano.—lo interrumpió la directora. Nick vio en la cara del profesor una expresión de impotencia al no poder replicar aquel comentario.
—Bien—prosiguió—. Tras la cancelación del partido por motivos que ya usted debe saber (si es que está al tanto de todo lo que pasa en su escuela como dice)—Nick miró esta vez a Rosenda, seguro de que refutaría la insinuación que estaba haciendo el profesor, pero la mujer no dio ni el más mínimo signo de interés por el comentario. Al contrario, mantenía esa misma expresión que tenía cuando Nick se reunió con ella en aquel despacho la anterior vez, como si no estuviera escuchando lo que decía el hombre—, mis chicos y yo regresamos a la sala común. Cuando entramos, estos cuatro individuos estaban sentados en una mesa como si nada, haciendo deberes. Esos dos pertenecen a la casa Gryffindor, y como sabrá, se considera alta traición que los estudiantes entren en una sala común que no sea la de ellos. Tal vez debamos demostrarles que las normas de esta escuela están hechas para cumplirse, y si me permite, reclamo la expulsión inmediata.
—Estoy de acuerdo con usted en que las normas se hicieron para cumplirlas—dijo la directora, luego se puso de pie y comenzó a caminar por el despacho—. Sin embargo, estoy segura de no haber tenido la oportunidad de hablar con estos pobres chicos de primer año sobre esas normas—Nick hubiera jurado que Rosenda le había guiñado un ojo—, así que es entendible que no supieran las consecuencias de lo que hacían. De haberlo sabido no lo hubieran hecho. ¿No es así?
—Sí, señora.—Nick asintió con dificultad, tenía la impresión de que su cuerpo se había congelado y de que sus músculos ya no le respondían. Echó una mirada a sus amigos y se percató de que ellos estaban igual que él.
—Pero...—intentó quejarse el profesor Herondale, pero otra vez la directora lo interrumpió.
—Con eso me basta. Así que no habrá expulsión alguna.—afirmó, y Nick sintió que le regresaba el alma al cuerpo al escuchar aquellas palabras.
—No estoy de acuerdo—protestó con furia el profesor—. Exijo su expulsión inmediata.
—Tengo un fuerte motivo, que no me apetece compartir con usted, para no querer expulsar al señor Carter; y ya que él se quedará, también lo harán sus amigos.—espetó Rosenda. Esas parecían ser sus últimas palabras, no estaba dispuesta a aceptar órdenes del profesor Herondale. Nick pensó que se debía tratar de un asunto personal entre ambos, por la forma en la que lo desafiaba con la mirada. Luego analizó con más detenimiento las palabras de la directora.
«Tengo un fuerte motivo, que no me apetece compartir con usted, para no querer expulsar al señor Carter.»
¿A qué se refería con aquello?
—Bien—cedió al fin el profesor Herondale—. Pero ya que no se les va a expulsar del colegio, yo mismo me veo en la necesidad de dejarlos fuera de Slytherin. No voy a aceptar a unos traidores en mi casa.
—Si esa es su decisión—se apresuró a contestar Rosenda—, está en todo su derecho de hacerlo, pero no consentiré que insulte a mis alumnos en mi presencia, así que me veo en la penosa necesidad de pedirle que se retire de mi despacho. Ya me encargaré yo de ver qué hago con ellos.
Dichas esas palabras al profesor Herondale no le quedó más remedio que soltar a Nick y a Angelina y marcharse a toda pastilla. Ambos muchachos se frotaron la parte del brazo donde los había estado apretando durante toda la conversación, y luego la directora hizo aparecer cuatro sillas para que se sentaran.
—Señora...—intentó justificarse Nick, pero antes de que dijera una palabra más, Rosenda hizo un gesto con la mano que le hizo callar.
—Ya sé que no lo hicieron con malicia, pero no puedo negarle al profesor Herondale que tome alguna medida, por lo que me veo obligada a decirles que desde ahora ya no pertenecen a la casa Slytherin.—anunció.
—Bueno... Señora... Eso no es exactamente una mala noticia. Angelina y yo nunca nos sentimos parte de Slytherin.
—Lo sé—dijo la mujer—. Y bien, estoy segura de que tanto usted como la señorita Hudge querrán estar en Gryffindor junto a sus amigos, la señorita Campbell y el señor Tomps. ¿Me equivoco?
—No, señora—respondió Nick. ¿Cómo sabía ella los nombres de sus amigos?¿Y cómo sabía que él quería estar en Gryffindor?¿Acaso los había estado espiando? No, eso no podía ser, era demasiado tonto pensar que una persona tan importante dedicara su tiempo a espiar a cuatro insignificantes adolescentes—. La verdad es que sería la persona más feliz del mundo si pudiera estar en Gryffindor.
—Pues, ¿quién soy yo para privarlo de esa felicidad? A partir de este momento son los nuevos miembros de la casa Gryffindor. Se lo comunicaré al profesor Finnegan para que les haga un espacio en los dormitorios, estoy segura de que estará encantado de recibirlos en su casa.
—Muchas gracias.—habló Angelina, por primera vez desde que estaban allí. Aunque no estaba muy convencida de que el profesor Finnegan, sabiendo que ellos habían sido de Slytherin, estaría feliz de recibirlos.
—Bueno, ya pueden irse. Afuera encontrarán sus cosas, ya el profesor Herondale se ha tomado la atribución de traérselas hasta la puerta.—Nick quiso saber cómo ella estaba tan segura de que el profesor les había recogido su equipaje y lo había traído hasta las afueras del despacho, pero no tuvo tiempo de preguntar, porque la directora le indicó que permaneciera sentado mientras sus amigos se levantaban para retirarse de la estancia, y eso lo sorprendió.
—¿Quería hablar conmigo señora?—preguntó Nick una vez que se quedaron solos.
—En efecto, señor Carter. Sólo quiero decirle que no siempre voy a estar yo aquí para protegerlo, así que ya va siendo hora de que aprenda a andarse con más cuidado, sobretodo con el profesor Herondale. No sé si habrá podido apreciarlo, pero el profesor y yo no somos los mejores amigos, y siempre resulta tedioso tener que discutir con él.
—Está bien, le prometo que no me meteré en ningún lío—dijo Nick, y se puso de pie dispuesto a retirarse. Pero aún había una cuestión que lo inquietaba, y quería preguntar, aunque sospechaba que no obtendría respuesta—. Señora Stewart, quería saber...
—Lo sé—lo interrumpió ella. Nick se sorprendió tanto que no pudo decir nada más—. Quiere saber por qué lo defendí hoy frente al profesor Herondale, quiere saber cuál es ese gran motivo que tengo para mantenerlo en el colegio—Nick asintió sin quitar su cara de asombro, no era la primera vez que le daba la impresión de que la directora podía leer su mente—. Por ahora sólo necesita saber que entre usted y yo hay una conexión muy especial.
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