Capítulo 6: El Bosque Prohibido
Efectivamente, en el tercer piso encontraron el aula de Defensa Contra las Artes Oscuras, no sin antes perderse, claro. Aquel castillo era enorme, y era normal que los alumnos de primer año a menudo se perdieran en los extensos pasillos. No obstante, cuando Angelina y Nick llegaron al aula el resto de los estudiantes estaba esperando fuera. Nick también vio que allí estaban los de Gryffindor, y recordó que en el horario de Sasha él había visto que ambas casas compartirían esas clases durante el resto del curso.
—Parece que vamos a tener que compartir clase con los de Gryffindor—afirmó Angelina al ver a los otros estudiantes—. Yo no tengo nada en contra de ellos, de hecho yo quería quedar en Gryffindor, pero mi hermano dice que ambas casas han estado en guerra desde hace muchos años, ya que los alumnos de una consideran a los de la otra como su competencia.
—¿Tu hermano estudió en Hogwarts?
—Todavía estudia aquí—contestó la pelirroja—, pero supongo que no lo veré mucho, pues él está en Gryffindor y además está en quinto.
—Por eso querías quedar en Gryffindor. Pero, ¿qué tiene que ver el hecho de esté en quinto?
—Pues, en quinto se realizan los TIMOs—ante la cara de confusión de Nick la chica continúo explicando qué eran los TIMOs—. Son unos exámenes dificilísimos que se realizan al final del año que incluyen todo lo que aprendiste en los cinco cursos anteriores.
—Ah bueno. Para ser hija de muggles estás bastante informada.
—Sí, mi hermano me ha hablado bastante sobre Hogwarts.
—Buenos días—la conversación de los chicos se vio interrumpida por una voz de mujer que Nick asoció a la profesora Lends—. Ya pueden entrar.
Los estudiantes corrieron al aula para ocupar sus asientos. Las mesas eran de cuatro personas, así que Angelina y Nick tendrían que compartirla con alguien más.
—Espera aquí—le dijo el chico a la pelirroja y dejó su mochila en la mesa—. Ahora vuelvo.
Un momento después regresó a la mesa acompañado de Sasha y ese otro chico, Marcus, el de cabello muy oscuro.
—Ella es Angelina—les dijo a los dos. La pelirroja los saludó—. Angelina, ella es Sasha, una amiga. Y él es...—se interrumpió al darse cuenta de que no sabía su nombre. Lo recordaba de la Ceremonia de Selección, pero en aquella ocasión no había prestado atención.
—Marcus.—dijo el chico.
—Los amigos de mis amigos también son mis amigos.—dijo Angelina y los demás sonrieron. Luego se sentaron.
—Estoy ansioso por empezar—Marcus sacó su varita mágica—. Creo que ésta va a ser mi asignatura favorita.
—Yo la veo como una pérdida de tiempo—opinó Sasha mientras sacaba sus libros—. Quien-tú-sabes lleva más de veinticinco años muerto, y la mayoría de las personas que practicaban las Artes Oscuras cayeron junto con él.
—Tienes razón, pero los magos tenebrosos no son la única amenaza a la que nos van a enseñar a combatir aquí—Se defendió Marcus—. Yo ya quiero aprender a lanzar maldiciones y a derrotar dementores, y...
—El encantamiento patronus no se aprende sino hasta quinto curso.—apuntó Angelina.
—Bien, silencio—dijo la profesora y todos los alumnos se callaron inmediatamente—. Guarden sus varitas y sus libros. En la clase de hoy, por ser la primera, sólo vamos a hablar.
—Me parece que las maldiciones van a tener que esperar un poco.—le susurró Nick a Marcus y éste guardó sus cosas decepcionado.
—Primero quiero presentarme oficialmente. Yo soy la profesora Cornelia Lends y les estaré impartiendo Defensa Contra las Artes Oscuras durante éste curso. Pueden llamarme profesora Lends, o señora Lends, como prefieran. ¿Alguna pregunta?
El aula se mantuvo en silencio.
—Vamos a ver—la profesora pasó su vista rápidamente por toda el aula, y a Nick le pareció que se había demorado en él un poco más que en los demás. ¿Se habría dado cuenta de que era él quien la observaba cuando salía del bosque?—. ¿Quién me puede decir cómo y dónde murió Quien-ustedes-saben?
Varios alumnos levantaron la mano, pero al final mandó a una chica de Slytherin.
—Quien-usted-sabe murió en el Gran Comedor de nuestra escuela, a causa de una maldición asesina que rebotó mientras se batía a duelo con Harry Potter.—respondió la chica prácticamente sin respirar.
—Muy bien, cinco puntos para Slytherin—algunos de Slytherin sonrieron—. Ahora, una un poco más difícil. Estoy segura de que sólo los que sean hijos de magos sabrán responder con lujo de detalle. ¿Qué son las Reliquias de la Muerte?
Nick no tenía idea de qué eran, pero parecía una pregunta difícil puesto que sólo tres chicos levantaron la mano, entre ellos Marcus.
—Señor Tomps.—la señora Lends le dio la palabra al pelinegro.
—Las tres Reliquias de la Muerte son: la Varita de Saúco, la Capa de Invisibilidad y la Piedra de la Resurrección. Según la leyenda, quien logre reunir las tres reliquias se convertirá en Maestro de la Muerte, pero hasta ahora sólo se conoce una persona que ha sido capaz de hacerlo, y ése es Harry Potter. Actualmente se desconoce el paradero de la Piedra de la Resurrección y de la Varita de Saúco, pero se sabe que la Capa está en posesión de Harry Potter.
—Veinte puntos para Gryffindor por esa excelente explicación. Gracias, señor Tomps.—los de Gryffindor comenzaron a aplaudir. Nick echó una mirada a sus compañeros de Slytherin y se percató de que estaban furiosos.
Cuando se terminó la clase los cuatro chicos salieron juntos del aula, pero se tuvieron que separar, pues Gryffindor tenía Herbología con Ravenclaw y Slytherin tenía pociones.
—Nos vemos en la comida.—le dijo Nick a Sasha mientras bajaban a las mazmorras.
—Como si no fuera suficiente tener que dormir en las malditas mazmorras para también tener que venir a dar clase aquí.—se quejó Angelina. Nick asintió. La verdad es que no le hacía ni pizca de gracia tener que estar bajo tierra. Siempre era tan oscuro, y húmedo.
—Buenos días.—saludó el profesor al entrar al aula a toda carrera.
Era pequeño, más o menos de uno cincuenta, y además delgado. Llevaba una camisa de rallas y unos pantalones oscuros, dos tallas por encima de la suya. Casi no tenía cabello, y el poco que le quedaba era blanco, debido a las canas. Su cabeza, se fijó Nick, parecía estar fuera de lugar en el cuerpo. Era pequeña con respecto al resto del cuerpo, o tal vez era la ropa ancha que le restaba tamaño.
—Buenos días.—respondieron los muchachos a coro.
El profesor miró de arriba a abajo la oscura mazmorra, iluminada con antorchas mágicas que flotaban en el aire, y analizó cada detalle de las paredes como si quisiera encontrar algún desperfecto.
Era el tipo de profesor, se dijo Nick, que no perdonaría ni una tarea sin hacer. Su expresión severa daba a entender que quería imponer respeto, aunque mirándolo bien, era de los que con el tiempo terminaban cogiéndole cariño a los estudiantes.
—Antes que nada quiero que sepan que no me gusta ni un poco este lugar. Es particularmente frío y un poco oscuro para mi gusto, así que en cuanto tenga la oportunidad trasladaremos el aula a otro sitio. Aunque, a ustedes seguro que les encanta.
—¿Qué quiere decir?—preguntó Jean Murs, una chica rubia que estaba sentada delante de Nick.
—Bueno, ustedes son de Slytherin, imagino que al tener sus dormitorios en las mazmorras este lugar les parece muy confortable. ¿No?
—Es el jefe de la casa Gryffindor—susurró Angelina—. No me extraña que nos trate así. Dicen que tiene un particular desprecio hacia los de Slytherin porque su hijo estuvo aquí e hizo cosas de las que él no está orgulloso.
—Bueno, como sea—dijo el profesor interrumpiendo los murmullos provocados por su comentario—. Mi nombre es Rufus Finnegan, pero prefiero que me llamen profesor Finnegan o señor Finnegan. ¿Está claro?
—Sí, profesor Finnegan.—respondieron todos a coro.
—¡Es insoportable!—exclamó Angelina un rato después cuando se dirigían al Gran Comedor.
—¿Y qué tal te pareció la parte en la que dijo que a lo mejor preparar una pócima de sueño era algo insignificante en comparación con lo que nosotros preferiríamos hacer?—le preguntó Nick.
—Despreciable.—apuntó la pelirroja y en ese mismo momento pasaba por ahí el profesor, lo que hizo que se quedara tiesa de miedo. Si la había oído seguramente la castigaría, pero el profesor Finnegan pasó de largo y la chica se relajó.
—Por poco.—la compadeció Nick.
—Sí.—sonrió Angelina.
—Qué raro.—en ese momento Nick miraba hacia la mesa de los profesores. La profesora Lends salía corriendo por una puerta ubicada detrás.
—¿Qué pasa?—le preguntó Angelina, pero cuando miró hacia la puerta ya la profesora había pasado al otro lado.
—Tenemos que irnos.—Nick la agarró por la mano y la arrastró hasta la mesa de Gryffindor.
—Ah, hola.—los saludó Marcus.
—Sasha, necesito que vengas conmigo.—le dijo Nick.
—¿Es muy importante? Es que tengo hambre.
—Es importantísimo.
Haciendo caso a Nick, los cuatro chicos salieron al patio, y vieron a la profesora adentrarse apresurada en el bosque.
—¿Qué está pasando?—preguntó Marcus.
Nick bajó la voz, aunque no había nadie en los alrededores que pudiera escucharlo.
—Necesito ir al Bosque Prohibido.
Sasha se llevó las manos a la boca sorprendida y Angelina se sobresaltó.
—Ni hablar, no voy a ir a ese lugar.—inquirió la pelirroja.
—Si nos pillan nos expulsan, ¿lo sabías?—le dijo Sasha, pero a él no le importó. Estaba decidido a averiguar qué tramaba la profesora Lends. Ya la había visto saliendo del bosque una vez, y ahora la había pillado escabulléndose para adentrarse en él, no era una coincidencia. Algo estaba ocurriendo.
—Bien—el chico se separó de los demás—. Iré solo.
—Ni hablar, no te dejaré ir solo. ¿Quién sabe que cosas hay ahí adentro? Voy contigo.—se le sumó Angelina.
Sasha y Marcus se miraron, el pelinegro asintió, así que la otra no tuvo más remedio que aceptar.
—Estás como una cabra—se quejó Sasha—. Y ustedes también.
Los cuatro chicos pusieron rumbo al bosque, y mientras caminaban, Nick les contó a Angelina y a Marcus que había visto a la profesora salir de allí por la mañana. Ambos concordaron en que era una mujer rara.
Cuando llegaron al borde del bosque todavía tenían dudas sobre lo que estaban a punto de hacer, pero Nick estaba decidido a no dejar escapar aquella oportunidad. Además, le había parecido ver una túnica negra que se movía entre los árboles un poco más adelante, así que empezó a caminar con cuidado, seguido por sus tres amigos.
Dentro del bosque todo era muy diferente. Los árboles estaban tan cerca unos de otros que apenas dejaban pasar la luz del Sol, convirtiendo aquel bosque en un lugar frío y relativamente oscuro, incluso en pleno mediodía.
Cuando llevaban media hora caminando a Marcus le pareció que algo se movía a unos metros de ellos. Luego escucharon un ruido, pero resultó ser un pájaro, así que siguieron caminando.
—Allí está.—dijo Sasha apuntando a un claro.
Una figura encapuchada recorría de un lado a otro el terreno. A Nick le llamó la atención la lechuza parda que acompañaba al desconocido. Unos mechones de cabello rubio se salieron de la capucha y a Nick le dio un vuelco el corazón. Era la profesora Lends, justo como había sospechado. Pero, ¿ahora qué? No tenía idea de lo que estaba haciendo, aunque un rato después de hizo obvio que estaba buscando algo.
Estuvieron observando el comportamiento de la mujer unos largos quince minutos, escondidos detrás de un ancho árbol. De vez en cuando la lechuza se desprendía del hombro de su dueña, daba una vuelta para inspeccionar el terreno y regresaba a su lugar.
—Vámonos de aquí—inquirió Marcus—. Ella no está haciendo nada malo, vamos a llegar tarde a clase.
—Marcus tiene razón.—lo apoyó Sasha y miró a Nick, quien estaba decepcionado por no haber encontrado nada relevante. Él no quería irse, no quería aceptar que se había equivocado.
—Supongo que tienen razón, tal vez no hay que juzgar a un libro por su portada.—Se rindió al fin.
Lo siguiente ocurrió a una velocidad increíble. Nick se dio la vuelta para marcharse, pero al hacerlo pateó accidentalmente una pequeña piedra negra. La piedra rodó hasta meterse en un agujero que había en un árbol frente a él, produciendo un sonido que llamó la atención de la profesora. La mujer se giró hacia ellos. Nick sintió la potencia de su mirada de horror y sorpresa, pero era incapaz de moverse, parecía que cada músculo de su cuerpo se había quedado congelado. La profesora alzó su varita para atacar, pero él sólo se quedó allí, inmóvil e incapaz de hacer más que respirar.
—¡Desmaius!
La voz de Angelina se vio acompañada de un reflejo de luz roja que hizo a Nick salir de su estado de shock. Cuando se incorporó reparó en que la profesora ya no le apuntaba con su varita, sino que yacía inmóvil en el suelo. ¿Estaba muerta?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top