Capítulo 5: Angelina Hudge

Nick pasó horas en su cama sin poder pegar un ojo pensando en la directora. ¿Cómo no se había dado cuenta antes?¿Cómo era que había olvidado la cara de aquella mujer gracias a la cual descubrió que existía el mundo mágico?

Cerró los ojos y trató de no pensar en nada, pero no se quedó dormido hasta un rato después.

—¡Dime la verdad!—gritó el chico. Una silueta borrosa había aparecido frente a él, pero no podía distinguir su rostro— ¡Quiero saber la verdad!

—No estás listo todavía—le respondió la otra persona, a la que todavía no podía distinguir, con una voz aguda y extremadamente distante—. Cuando llegue el momento lo descubrirás.

—¡Quiero saberlo ahora!—volvió a gritar el muchacho y sintió una fuerte punzada en el pecho.

De repente una mano fría le tocó el hombro y despertó. Las sábanas estaban hechas una bola en el suelo y él estaba acostado sobre el colchón, le sudaba todo el cuerpo.

—¿Estás bien?—le llegó la voz de George, todavía no acababa de despertar. Cando abrió los ojos vio a sus tres compañeros de habitación rodeando su cama.

—Sí, estoy bien—mintió él, en realidad estaba aturdido—. Sólo ha sido una pesadilla.

—Está bien, pero se sentía como si estuvieras delirando—el que habló esta vez fue Víctor Volt—. ¿Tienes algún problema mental?

—En serio, estoy bien.

Nick se levantó de la cama con dificultad, se vistió y salió a la sala común para luego abandonar las mazmorras. Cuando llegó al vestíbulo se fijó en el reloj que colgaba en la pared, todavía no eran las ocho, así que no había nadie fuera de sus dormitorios salvo él. Caminó hacia la puerta, bajó por las escaleras y salió al jardín a tomar el aire fresco.

A la distancia se veía el pueblo de Hogsmeade. El lago estaba en completa calma,Nick se preguntó qué criaturas vivirían en las profundidades, a parte del famoso calamar gigante. El muchacho echó un vistazo al bosque prohibido y sintió la misma necesidad de saber que habría allí, pero su curiosidad de vio minimizada cuando vio salir de él a la profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras.
Aquella mujer misteriosa que usaba capucha para ocultar su rostro le causaba a Nick más intriga que cualquier otra cosa que hubiese visto jamás, y mucho más ahora que la veía saliendo del bosque prohibido a esas horas de la mañana con una lechuza apoyada en su hombro derecho. La mujer caminó hasta una cabaña que había cerca del linde del bosque y Nick la siguió con la mirada. Justo antes de abrir la puerta de la cabaña la profesora se dio cuenta de que el muchacho la observaba y él desvió la mirada. Cuando la mujer entró en la cabaña Nick escuchó sonidos provenientes de dentro del castillo, eso significaba que ya había gente despierta, así que tomó su mochila y entró.

De camino al Gran Comedor se topó con Sasha y sintió que debía decirle lo que había visto, al fin y al cabo, ella también compartía su visión de que aquella era una mujer rara.

—¡Sasha!—la llamó y se apresuró para alcanzarla. La chica iba acompañada de aquel muchacho de cabello muy negro que había viajado en el bote con ellos— Hola, ¿podemos hablar un momento?

—Por supuesto, ¿qué pasa?

—No... Me refería...—Nick sintió que aquello era descortés, pero le lanzó una mirada al muchacho que iba con Sasha y ella entendió.

—En privado—concluyó ella—. Está bien. Marcus, adelántate, ahora te alcanzo.

Los dos amigos fueron a una esquina donde no había nadie y Nick le contó a Sasha lo que había visto en el bosque, y también aprovechó la ocasión para decirle lo de la directora.

—Lo de esa profesora no me sorprende ni un poco.—dijo Sasha por lo bajo.

—¿En serio?

—Claro. Ella es rara, y misteriosa. Además, ¿por qué lleva esa capucha? ¿A qué le teme?—preguntó la chica y luego se puso a pensar como si las respuestas que necesitaba estuvieran en lo más profundo de su cerebro.

—No sé qué esconde, pero qué me dices de la directora—dijo Nick cambiando de tema—. Me sacó de la cama sólo para decirme que contaba con ella.

—Está como una cabra.—se burló Sasha.

—Exacto—concordó él—. Ahora vamos a desayunar, me muero de hambre.

—Eh... Sí, pero...—Sasha intentó buscar las palabras adecuadas para decirle a Nick que debía sentarse con los de su casa, pero no supo cómo hacerlo sin herir sus sentimientos, así que se quedó en silencio y fue el quien terminó la oración.

—Ah, cierto. Tú tienes que ir con tus amigos de Gryffindor, y yo, pues, yo me iré solo para la mesa de Slytherin.—el chico sonó tan triste que su amiga intentó animarlo un poco, pero fue en vano.

—Ya verás, encontrarás a alguien en Slytherin que no crea que la sangre es importante—le dijo antes de que se separaran—. Yo creo que eso es una tontería, la Ministra de Magia es hija de muggles, y eso no le impide hacer su trabajo.

—Quizá tengas razón, pero ellos no piensan así.—dijo el chico y señaló a sus compañeros de habitación, que estaban sentados juntos en la mesa de su casa.

—Si el Sombrero Seleccionador te puso en Slytherin sus razones tendría. Oye, me tengo que ir, adiós.

Nick caminó con desánimo hacia su mesa mientras pensaba en las clases para tratar de animarse un poco. ¿Cuál sería la primera? Entonces se acordó que se había dejado el horario en la mazmorra, así que decidió ir hacia donde estaban sus compañeros para pedir uno prestado.

—Chicos, me dejé mi horario en el dormitorio—dijo interrumpiendo la animada conversación que tenían los tres muchachos—. ¿Me pueden prestar el de alguno de ustedes?

A Nick le pareció escuchar cómo Scott decía «¿Acaso este sangre sucia cree que somos sus amigos?» Pero el muchacho ni siquiera había movido los labios, así que supuso que había sido su subconsciente.

—Creo que deberías ser menos olvidadizo.—dijo Víctor antes de que los tres se pusieran de pie y se marcharan de allí. George le lanzó una mirada de lástima, pero le dio la espalda igual que los demás.

A Nick no le quedó más remedio que sentarse solo y esperar que hubiera alguien a quien pudiera seguir para llegar a su primera clase. Al poco rato, cuando devoraba una tostada, llegó una chica que al menos le hizo distraerse de sus pensamientos.

—¿Te molesta si me siento?—preguntó ella.

—¿Estás segura de que quieres sentarte al lado de un sangre sucia?—desconfió él con incredulidad. Tal vez fue un poco descortés, pero el trato que había recibido hasta ese momento por parte de los de Slytherin le había hecho pensar que todos eran iguales. Por supuesto, se equivocaba.

—No creo que eso importe—dijo la chica y se sentó—. Yo también soy hija de muggles, ¿sabes?

—¿Ah, sí?—Dijo él con tono alegre, en el fondo le alegraba encontrar a alguien como él.

—He visto cómo te trataban esos—dijo ella con desprecio señalando a Scott y su pandilla, que se habían ido a sentar a diez sillas de allí—. No les hagas caso, son unos capullos.

—Ya lo creo.—sonrió el muchacho. ¿De dónde había salido aquella chica? Ya había perdido la esperanza de encontrar a alguien bueno en Slytherin, no contaba con la aparición de aquella pelirroja.

Nick reparó en sus ojos carmelitas, tan claros que parecían casi amarillos.

—Me llamo Angelina Hudge—dijo la chica después de un corto silencio en el que Nick le dio una mordida a su tostada—. Y tu debes ser Nick Carter.

—¿Cómo...

—Te recuerdo, de la Ceremonia de Selección.

—Ah.—se limitó a decir él. No creía que fuera lo suficientemente importante como para que alguien reparara en él.

De repente el desayuno se vio interrumpido por una bandada de lechuzas que volaban en todas direcciones llevando el correo. Nick se sintió un poco triste, sabía que no recibiría ninguna carta porque sus padres eran muggles y no tenían lechuzas. Entonces, una lechuza negra casi igual a Bella, aterrizó a su lado con un enorme rollo de papel atado a una pata.

—Muchas gracias, Vance.—le dijo la Angelina a la lechuza y luego cogió de su pata lo que parecía un periódico.

—¿Qué es eso?—preguntó Nick con curiosidad.

—Es El Profeta—le respondió la chica y al ver la expresión de confusión de su amigo procedió a explicarle—. Es el periódico del mundo mágico, antes de venir me he suscrito y a partir de hoy lo recibiré todos los días por la mañana.

—Oh, ya veo.

Cuando sonó la campana los dos chicos se dirigieron a su primera clase. Nick no sabía cuál era, pero no quiso preguntarle a Angelina para no sonar perdido, así que sólo la siguió por los pasillos.

—Por aquí—lo guió la muchacha y subieron por unas escaleras—, el aula de Defensa Contra las Artes Oscuras está en el tercer piso.

—¿El aula de qué?—Nick se paró en seco.

—Defensa Contra las Artes Oscuras, es nuestra primera clase.

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