Capítulo 27: La Poción Multijugos
Los chicos estaban empezando a disfrutar de su regreso a Hogwarts la realidad se impuso: no puede haber una escuela en la que no se den clases. Ese lunes, a diferencia del resto del curso, tendrían Pociones a primera hora, en lugar de Defensa Contra las Artes Oscuras. El cambio se debía a que el profesor Finnegan tendría el resto del día ocupado en sus labores de director suplente.
Como cada inicio de clases después de las vacaciones, los estudiantes hablaban animadamente por los pasillos, poniéndose al día sobre las experiencias de sus compañeros. El aula de pociones, que antes era en las mazmorras, ahora se encontraba en el quinto piso, y no era la excepción. Cuando el profesor entró los estudiantes parecieron no notarlo, ya que todos seguían enfrascados en sus charlas. El profesor carraspeó varias veces hasta que logró la atención de todos.
—¡Vaya!—exclamó— Parece que tienen mucho de que hablar, pero les sugiero que encuentren otro espacio para hacerlo que no sea mi clase. Y menos hoy.
—¿Qué pasa hoy?—preguntó Alexa Grace.
—Hoy, señorita Grace, vamos a comenzar el estudio de la poción multijugos.
—¿Multi qué?—preguntó Nick.
—Multijugos, Carter. Esta poción es muy complicada, debo advertirles, y si no se prepara con la suficiente exactitud podría traer graves consecuencias. En mi opinión creo que esto no se debería enseñar en primer año, sólo porque Hermione Granger la haya conseguido preparar no significa que todos puedan.
—Al menos podemos intentarlo, ¿no?—esta vez fue Diana Wang la que habló.
—Por supuesto, y lo harán, cuando lleguen los suministros. Parece que ha habido un problema con el abastecimiento de ingredientes y no tengo suficiente para darles a todos. Así que mientras tanto estudiaremos la teoría, y al final verán los efectos de la poción con un poco que yo mismo he preparado.
El profesor Finnegan se dirigió a un armario que estaba en una esquina y sacó de él un montón de libros, todos iguales. Repartió uno a cada estudiante.
Nick echó un vistazo al suyo. «Moste Potente Potions», era el título. Seleccionó una página al azar y lo abrió. Para su sorpresa, allí se encontraba la poción multijugos. Habían imágenes de personas que cambiaban de forma y se transformaba en otras distintas. Pasó la página varias veces, pero había algo extraño en aquel libro que siempre lo dirigía a la poción multijugos. Era como si en todas las páginas hubiese lo mismo.
—Este libro que les estoy entregando—dijo el profesor Finnegan al ver la cara de confusión de Nick— pertenece a la sección prohibida de la biblioteca. Contiene pociones demasiado poderosas y peligrosas como para estar al alcance de ustedes, así que me he visto en la necesidad de encantarlo para que muestre sólo las páginas que necesitaremos en nuestras clases.
—Muy ingenioso.—susurró Marcus.
La clase resultó ser bastante aburrida. Se la pasaron leyendo sobre los ingredientes necesarios, el tiempo de preparación y las precauciones a la hora de elaborar la poción.
—Y ahora les mostraré lo más impresionante que hayan visto jamás. Esto—el profesor Finnegan extendió el brazo. En la palma de la mano descansaba un pequeño frasco de cristal con una sustancia oscura— es poción multijugos ya preparada, y esto es un cabello de la directora Stewart.
—¿Se va a transformar en la directora Stewart?—preguntó Angelina en un susurro casi inaudible— Sí que le gusta estar en sus zapatos.
El profesor depositó con cuidado el cabello dentro del frasco, e inmediatamente la sustancia oscura del interior comenzó a tornarse verde y a borbotear. De un sorbo el hombre bebió la poción, y casi al momento su cuerpo comenzó a cambiar. Lo primero fue la cabeza, que comenzó a crecer hasta alcanzar el tamaño de la de la directora. El cabello dejó de ser escaso y canoso para convertirse en uno largo y castaño. Todo él fue cambiando, hasta que de repente ya no era el mismo profesor flacucho con ropas anchas. Era ella. La directora Stewart.
Todo el salón de clases estalló en exclamaciones de estupefacción y sorpresa. Cuando el profesor habló, lo hizo con voz de mujer.
—Tranquilos, el efecto pasará dentro de una hora.
Aquello era muy confuso para Nick. Resultaba extraño tener a la directora frente a él. Le daban ganas de correr y golpearla con todas sus fuerzas, exigirle respuestas. Pero no era ella, no era realmente la mujer a la que esperaba ver, sino una copia.
—Es necesario que comprendan la importancia del buen manejo de esta poción. En las manos equivocadas podría causar mucho daño. Yo luzco como ella ahora. Podría ir por ahí despidiendo a todos los profesores que no me caen bien e imponiendo nuevas reglas en el castillo y nadie sabría que soy yo realmente. Todos odiarían a la directora Stewart por mi culpa. Por eso es importante establecer contraseñas con sus seres queridos, cosas que sólo ellos saben. Es la mejor manera de comprobar que son los verdaderos, y no ningún impostor.
—No despedirá a todos los profesores que no le caen bien, ¿verdad?—bromeó Angelina.
—Por supuesto que no lo haré. Esa era sólo una forma de explicarles el alcance de esta poción. Y bien, suficiente por hoy. En la próxima clase espero que podamos comenzar con la parte práctica.
La siguiente clase fue Herbología, con Hufflepuff. Toda una hora escuchando al profesor Longbottom hablar sobre plantas extrañas. Nick todavía no había tenido la oportunidad de agradecerle por haberlo recogido de las escaleras aquel día, no porque no quisiera, sino porque no había encontrado el momento adecuado para hacerlo.
No fue hasta la hora del almuerzo cuando ocurrió algo verdaderamente interesante. Mientras los cuatro chicos estaban sentados en la mesa de Gryffindor vieron entrar en el Gran Comedor a Scott y su pandilla, que no habían dado señales de vida hasta entonces. Scott iba delante, con su sonrisita burlona habitual y dándose aires de superioridad. George y Víctor caminaban detrás de él, uno a cada lado, como dos guardaespaldas. Eso no fue lo que sorprendió a los chicos, en realidad, ya era normal ver a aquellos dos como perritos falderos detrás de Scott. Fue el aspecto de George lo que enseguida llamó la atención, no sólo de Nick y sus amigos, sino de todo el Gran Comedor. Tenía un gran moretón en la frente y un corte en la mejilla izquierda. Nick escuchó algo sobre «caerse por las escaleras» y «tres días en la enfermería».
Pero había algo más. Algo en las oscuras sombras bajo sus ojos y en su aspecto cansado le resultó familiar. Ya había visto algo así, una vez, en Jennifer Zabini. Era posible que la profesora Lends, quien hasta ahora no había aparecido, lo hubiera obligado a entrar en el bosque.
Marcus y él intercambiaron miradas. Unas miradas que sabían lo que la otra significaba. Miradas que hablaban sobre descubrir la verdad y revelar el misterio tras aquellos golpes.
Cuando el almuerzo terminó los estudiantes comenzaron a disiparse. Scott y los otros lanzaron una rápida mirada desafiante hacia la mesa de Gryffindor antes de marcharse, y Nick pudo hacerle una seña a George antes de que desviara la vista. El otro chico entendió lo que aquello significaba, y dejó que sus compañeros se adelantaran con la escusa de hablar con el profesor Finnegan. Cuando en el Gran Comedor sólo quedaron Nick y George, el de Slytherin se acercó a la mesa de Gryffindor.
—Estoy bien—dijo George antes de que Nick pudiera articular palabra alguna—, si es eso lo que quieres saber.
—Sí es eso, pero sé que no lo estás. ¿Qué te pasó?—inquirió Nick.
—Me caí por las escaleras. Me golpeé muy fuerte.—contestó el otro, evitando mirar a Nick a la cara.
—Eso se lo dirás a los demás, pero yo sé la verdad.—Nick avanzó un paso, acortando la distancia entre ambos.
—No sé de qué estás hablando. Creo que es mejor que me vaya.—George giró sobre sí mismo para irse, pero ya Nick lo había alcanzado y ahora lo sujetaba del brazo.
—No tienes que pasar por todo esto solo, puedo ayudarte.—dijo Nick, más en tono suplicante que ofreciendo ayuda.
—Ya te lo he dicho, nadie puede ayudarme.
—¿Por qué lo haces? Eres bueno, eso puedo verlo en tus ojos. Debe haber una razón, nunca me has contado cuál es.
George dejó salir el aire de sus pulmones en un suspiro que indicaba que estaba a punto de contar algo importante.
—Mi hermana pequeña. Cuando fui al Callejón Diagon a comprar mis cosas mi madre insistió en que ella fuera con nosotros. Dios, cada vez que recuerdo ese día quisiera poder regresar el tiempo atrás. Nada de esto estaría pasándome si ella no se hubiera perdido. Después de horas buscándola, la encontré, en el Callejón Knockturn.
Nick se estremeció. Había escuchado historias sobre el Callejón Knockturn, y no eran precisamente historias amistosas. Era un lugar frecuentado por magos tenebrosos.
»Estaba siendo atacada por un grupo de indigentes. No sabes lo que sentí al verla allí, hecha un ovillo en el suelo, y gritando por ayuda. Entonces llegó ella. Apareció detrás de mí, me apartó, y con unos cuantos movimientos de su varita se deshizo de aquellos desgraciados. ¿No lo entiendes? Yo estaba en shock, y no sabía ningún hechizo aún. Tiene seis años, de no haber sido por la profesora Lends mi hermana no habría sobrevivido. Es por eso que estoy en deuda con ella.
Nick no supo qué decir, se había quedado sin aliento. Supuso que era uno de esos momentos en los que era mejor no decir nada, así que sólo dio otro paso hacia adelante y abrazó a George.
—¿Entonces me vas a decir qué fue lo que te hizo eso?—preguntó Nick cuando se separaron.
—Fueron los centauros. A penas si pude escapar.
—Es cruel. No deberías estar en deuda con ella para siempre, lo sabes.
—La vida de mi hermana vale toda la eternidad. Por favor, no le cuentes nada a nadie.
George comenzó a caminar en dirección a la puerta, pero se detuvo cuando Nick se dirigió a él por última vez.
—Vamos a luchar, y cuando llegue el momento tendrás que elegir un bando. Confío en que tomarás la decisión correcta.
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