Capítulo 24: La Casa de los Tomps
A medida que avanzaba el camino detrás de él desaparecía. Era emocionante, pero a la vez inquietante. ¿Qué probabilidades habían de que el sendero se esfumara y él se ahogara en el lago? Muchas, dado el hecho de que no sabía nadar.
Se sintió seguro cuando por fin llegó a tierra firme. Vista de cerca, la casa era aún más grande. Al igual que el puente, las paredes estaban cubiertas de enredaderas y pequeñas ramas, lo que la hacía parecer un elemento más del paisaje natural. Junto a la vivienda se alzaba lo que parecía ser un establo, y varios thestrals corrían a todo galope en un espacio cercado con tablas de madera. Nick dio un paso hacia adelante, y al hacerlo escuchó un suave «Crac» bajo su zapato. Cuando lo retiró sintió un alivio tremendo, sólo era una ramita, aunque le dio la impresión de que tenía ojos.
—Hola—Nick llamó a la puerta—. ¿Hay alguien en casa?
Hubo un momento de silencio. ¿Cómo podía vivir alguien allí? Las mismas enredaderas que habían en la pared se extendían por la puerta, dando la impresión de que no se había abierto en siglos.
De repente las enredaderas comenzaron a estremecerse, y momentos después se encontraban retirándose de la puerta, como si estuviesen vivas, como serpientes. Con un ruido similar el de cadenas arrastrándose la puerta se abrió de par en par, mostrando a una mujer regordeta y de nariz perfilada. Tenía la misma tez pálida y el cabello y ojos oscuros de su amigo, así que supuso que era la madre de Marcus.
—Tú debes ser Nick—habló la mujer con una sonrisa. El chico asintió—. Entra, te estábamos esperando.
Sin esperar que se lo dijeran dos veces, Nick siguió a la mujer al interior de la casa. Detrás de él la puerta volvió a cerrarse, y comprendió que el sonido metálico que había escuchado antes era el de unas cadenas que cerraban las puertas desde dentro. La madre de Marcus se dio cuenta de que el chico observaba con detenimiento la puerta.
—Lo sé, somos un poco excesivos con la seguridad. Por cierto, me llamo Lady.
Nick no supo qué responder, así que sólo sonrió. Siguiendo a la mujer entró en la cocina. Era una estancia bastante grande, con una mesa para cuatro personas en el centro. Un señor, con las mismas características que la mujer, salió de lo que parecía una pequeña alacena al otro lado de la habitación. Miró a Nick un momento y luego sonrió.
—Nick. Soy Edward Tomps—el hombre se acercó a él y le estrechó la mano—, el padre de Marcus.
Las paredes estaban llenas de cuadros con fotografías mágicas de la familia en diversos lugares.
—Ésta es de cuando fuimos a Australia—explicó el señor Tomps al ver que Nick se había quedado mirando con curiosidad una de las fotos. Vistos juntos, los señores Tomps parecían más hermanos que pareja, pues ambos poseían la misma melena oscura—. Marcus tenía siete años en aquel entonces.
—¿Puedo ofrecerte algo, querido?—preguntó la señora Tomps.
Entonces Nick se dio cuenta de que debía parecer un estúpido. No había dicho ni una sola palabra desde que había llegado, en lugar de eso se había dedicado a escudriñar el lugar como si fuese la cosa más rara del mundo.
—Un poco de agua, por favor—dijo finalmente—. Acabo de aparecerme junto a la directora Stewart y no pude evitar vomitar.
—Ah, sí—asintió la mujer compadeciéndose de él—. Las primeras veces son las más difíciles.
—Siéntate, le avisaré a Marcus.
El señor Tomps le quitó el baúl y la jaula de las manos y desapareció escaleras arriba. La señora Tomps pasó junto a la chimenea y fue hasta la nevera. Caminaba de forma muy peculiar, moviendo las caderas hacia los lados como si bailara un baile hawaiano. Se acercó a Nick y le ofreció un vaso con agua que el chico bebió a toda prisa. No había desayunado, puesto que la directora lo había ido a buscar muy temprano. Aquel líquido era lo primero que le caía en el estómago en todo el día.
—Papá dice que ya llegó...—Marcus apareció en el rellano de las escaleras— ¡Nick!
El pelinegro descendió saltando los escalones de dos en dos y corrió a abrazar a su amigo.
—Deberías llevar a Nick arriba para que conozca su habitación.—sugirió la señora Tomps.
—Claro, vamos.
Ya al final de las escaleras, se abrieron paso por un pasillo lleno de puertas.
—Ésta es la habitación de mis padres, ésta es la de la tía Eugene que está de viaje, ésta es la mía y ésta última es la de invitados—Marcus fue mencionando los dueños de los cuartos a medida que las puertas aparecían a lo largo del pasillo—. Mi mamá trasladó mi cama a la habitación de invitados para que no te sientas sólo.
—Genial.
Al otro lado de la última puerta Nick se encontró la que sería su habitación durante el resto de la semana. Habían dos camas, una a cada lado de una pequeña mesita de noche, en cuya superficie descansaba una lámpara en forma de flor. A los pies de la cama de la izquierda se encontraban el baúl de Nick y la jaula de Bella.
—Me pregunto si Bella sabrá que estoy aquí.
—Ellas siempre encuentran al dueño—lo tranquilizó Marcus y se sentó en su cama—. Ahora cuéntame, ¿qué fue exactamente lo que pasó?
—¿La directora Stewart no les contó?—preguntó Nick, tratando de imaginar a la directora enviándolo allí sin dar una explicación.
—Sí, pero tú estuviste allí, tú sabrás lo que ocurrió con lujo de detalles.
Pasó toda una hora antes de que Nick pudiera terminar de hacer la historia de los sucesos que habían tenido lugar la noche anterior. Esto se debió, en parte, a las constantes interrupciones de Marcus para hacer exclamaciones como: «¿De verdad?», «Wow», «No me lo puedo creer» y otras similares.
Cuando acabó, Nick se dispuso a contarle a su amigo sobre el sueño que había tenido, pero fue interrumpido por un estrepitoso ruido proveniente de la ventana.
Los dos chicos se asomaron curiosos y se encontraron con una bola de plumas de color negro revolcada en el alféizar. La lechuza emitió un chillido de dolor.
—Es Bella—dijo Nick con preocupación y se apresuró a abrir la ventana—. ¿Qué le habrá pasado?
Cuando el rubio tomó a su lechuza en las manos para examinarla el animal apenas se movió.
—Debe de haber sido un largo y agotador viaje, ¿verdad?—le susurró mientras la acariciaba— Te mereces un descanso.
Nick iba a depositarla en la jaula, pero su amigo lo detuvo.
—Espera, mira esto.
Marcus pasó el dedo índice por el contorno de una pequeña herida justo encima del ojo de Bella, la lechuza emitió un suave y débil alarido.
—Lo siento—se disculpó Marcus—. La han atacado.
—¿Pero qué?
—Probablemente un búho real, son los únicos depredadores naturales de las lechuzas—explicó Marcus—. Ahora vuelvo.
Cuando el de cabello negro salió de la habitación Nick se sentó en la cama, todavía sosteniendo a Bella en sus brazos.
—Lo siento tanto—una pequeña lágrima se escapó del ojo derecho y corrió por la mejilla del chico hasta caer encima de Bella. Daba pena el estado de la lechuza. Nick ni siquiera sabía cómo había podido llegar hasta allí en aquellas condiciones—. Te pondrás bien, lo prometo.
—Ten esto.
Marcus había aparecido en el umbral y tenía la mano extendida en dirección a Nick, sostenía un tubo de lo que los muggles llamaban pomada.
—¿Qué es?—preguntó Nick escudriñando el envase.
—Es uncure, ungüento mágico. Cura la mayoría de las heridas superficiales y ayuda a cicatrizar. También funciona como analgésico. En menos de doce horas estará como nueva, aunque puede que no le vuelvan a salir plumas ahí.
—Gracias.
Nick puso todo su empeño en aplicar la sustancia en la herida de su lechuza. Cuando terminó retiró el mensaje que tenía sujeto a la pata y la dejó descansar en la jaula.
—¿Qué es eso?—preguntó Marcus al ver el pequeño rollo de pergamino que Nick sostenía.
—Un mensaje de las chicas.—contestó el rubio y se acercó a su amigo, para que ambos pudieran leerlo.
Querido Nick:
Soy Angelina. Por aquí no hemos notado nada fuera de lo normal. Ayer, mientras iba de camino a los lavados, me topé con la profesora Lends. Sin querer choqué con ella y se le cayeron todas sus cosas, entre ellas llevaba una cajita con varios cabellos rubios, supongo que se le está cayendo el pelo y no quiere dejarlo esparcido por ahí. A menos que eso sea algo extraño, puedo decir que todo está en orden. Lo que sí es raro es ese sueño que tuviste. Sasha y yo pensamos que lo mejor será que hables con la directora Stewart, ella sabrá qué hacer. Cambiando de tema, anoche hicimos la fiesta de pijamas. Nos divertimos mucho con Diana Wang, Alexa Grace y otras chicas. Me tengo que despedir. Felices Pascuas, y no olvides hablar con la directora Stewart sobre el sueño.
—¿Qué sueño es ése?—quiso saber Marcus al terminar de leer el mensaje.
Nick se volvió hacia él y respondió con serenidad.
—Esa es otra larga historia.
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