Capítulo 21: El Sueño
Los señores Carter estuvieron muy contentos de tener a su hijo de vuelta en casa, pero Nick sólo quería dormir. Los últimos días no había descansado bien pensando en la mujer que lo miraba desde dentro de la esfera, así que subió a su habitación y se tumbó en la cama.
—Ah, ya necesitaba esto.—susurró mientras acariciaba las almohadas y se retorcía entre las sábanas.
Pero algo seguía dándole vueltas en la cabeza, así que se levantó y fue hacia el baúl que contenía sus cosas. Después de rebuscar en un remolino de libros y túnicas la encontró, tomó en su mano la esfera mortis familia y regresó a la cama.
Pasó varios minutos mirándola en silencio, observando cada detalle de la mujer que yacía dentro. Aquella mirada era tan familiar que casi se parecía a la suya propia, pero a la vez era tan fría, tan distante.
De ahí, sus pensamientos saltaron a Rosenda. ¿Por qué lo había estado evitando? Desde aquel día en la enfermería Nick no la había visto más. Supuestamente estaba colaborando con el Ministerio en una investigación sobre algo llamado "La Alianza", pero esa era sólo una escusa para no verlo. Ella sabía algo y se negaba a decírselo a Nick. ¿Quién era ella para ocultarle algo tan importante? Él tenía derecho a saber la verdad, tenía derecho a saber lo que era...
—¿Nick?
La señora Carter lo sacó de su ensoñación. El chico dejó la esfera en la cama y abrió la puerta de la habitación. Allí estaba Mary Carter, con su habitual apariencia de tener menos edad de la que realmente tenía. Madre e hijo se sentaron en la cama y hubo un corto silencio.
—¿Estás bien?—preguntó por fin la señora Carter. Nick no respondió a la momento. ¿Lo estaba?
—No lo sé.—contestó.
—Hay algo que te preocupa, lo puedo ver en tu cara.
—¿Sabes qué es esto?—Nick extendió la mano para coger la esfera de cristal y se la depositó a su madre en el regazo. Mary examinó el objeto y se sobresaltó al ver a dos ancianos de cabello blanco saludándola desde el interior— Es una esfera mortis familia—explicó el chico—, te muestra los familiares que has perdido.
La señora Carter apartó la vista de la esfera con rapidez y clavó los ojos en los de su hijo. Había un toque de susto en su cara, los labios le temblaban y pestañeaba más de lo normal.
—Yo veo a una mujer de cabello castaño y ojos claros. No la conozco, pero al parecer ella a mí sí.
La mujer salió del cuarto como una exhalación, las manos le temblaban y tenía la vista nublada. Pero no había por qué ponerse así, ella no tenía nada que esconder. ¿O sí?
Al poco rato la puerta volvió a abrirse y la señora Carter irrumpió en la habitación, sosteniendo una fotografía mágica. Nick la observó con detenimiento. Era la misma mujer que estaba en la esfera, pero un poco más joven.
—¿Esta es la mujer que ves?—le preguntó la madre después de que él examinara la foto.
—Sí—asintió él—. ¿Quién es?
—Es tu tía Marie—contestó la señora Carter y una lágrima empezó a correr por su mejilla—, mi hermana. Falleció cuando tú tenías tres años.
—Lo siento.
Nick se lanzó al cuello de su madre y la abrazó. Aunque no recordaba a su tía Marie, sabía que hablar de ella debía poner triste a su mamá. La mujer se apartó bruscamente y se secó las lágrimas.
—Bueno, basta de hablar de cosas tristes. Cuéntame cómo te fue en Hogwarts.
—¿Recuerdas que te escribí diciendo que había quedado en Slytherin? Bueno, pues...
Después de cenar Nick volvió a su habitación. Se asomó por la ventana para observar un rato la puesta del Sol, que ya había llegado casi a su final. Los atardeceres en Hogwarts eran tan diferentes a los de Little Whinging.
Los párpados comenzaron a pesarle demasiado, así que decidió acostarse. Acomodó las almohadas, y justo cuando puso la cabeza en ellas se quedó dormido.
... Habían largas hileras de estantes llenos de libros. Caminó entre ellas. A cada rato miraba hacia atrás, como si esperase que alguien lo sorprendiera allí. Se detuvo ante una estantería que reconoció al momento: era la Sección Prohibida, estaba en la biblioteca de Hogwarts.
Sin miramientos, extendió el brazo para coger un libro. Entonces se dio cuenta de que tenía manos de chica. Se sorprendió, pero no se detuvo. Cuando alcanzó el libro caminó hacia las mesas donde acostumbraba a sentarse con sus amigos. Sentía rabia y mucha frustración.
—¿Dónde estás?—susurró con su voz femenina.
Soltó el libro encima de la mesa y contempló la portada: Las Tres Reliquias de la Muerte. Miró el índice un momento y luego comenzó a pasar las paginas con rapidez.
Tenía la sensación de que ya había leído aquellas páginas con anterioridad, pero necesitaba volver a hacerlo, necesitaba asegurarse de que...
Se escucharon pasos fuera, alguien se dirigía allí. Probablemente era el conserje, Remulus Trech, que hacía su paseo rutinario por el castillo; pero fuera quien fuese, no quería que lo encontraran allí. Pasó las páginas con mayor velocidad, hasta que llegó a la que quería. En la parte de arriba de la página había un título en letras grandes y negras: La Piedra de la Resurrección.
Debajo del título había una foto de una pequeña piedra negra, que tenía dibujado un extraño símbolo en el centro, como un ojo triangular.
Los pasos se sintieron más cerca. Arrancó la página, y la siguiente, y las metió apresurado en el bolsillo de su túnica negra. Corrió hacia la Sección Prohibida y devolvió el libro a su lugar, apagó la lámpara y se puso la capucha para cubrirse la cara. Un destello de luz entró por debajo de la puerta, y se fue haciendo más y más intenso hasta que...
Se despertó. Estaba sudando, y el corazón le latía a una velocidad poco común. Todavía sentía aquella frustración del sueño, aquella necesidad de encontrar algo, pero a medida que fue calmándose lo comprendió todo.
Chica, túnica negra y una capucha para ocultar su cara; era la profesora Lends. Estaba en la Sección Prohibida, buscaba un libro sobre las Reliquias de la Muerte, la Piedra de la Resurrección...
Esa piedra. Él había visto esa piedra antes, estaba seguro. Pero, ¿dónde?
De cualquier manera, ¿para qué la quería la profesora Lends? Según lo que él había escuchado sobre las Tres Reliquias de la Muerte, la piedra llevaba años desaparecida. ¿Por qué la buscaba?
Recordó la obsesión de la profesora por esos objetos mágicos. En la primera clase había hablado de ellos, y luego se había disfrazado de la muerte en Halloween.
Recordó las palabras de Angelina: «... creo que está obsesionada. No ha parado de hablar de las Reliquias de la Muerte desde que llegó a esta escuela...»
De repente todo cobró sentido. La profesora no estaba tratando de rearmar el collar de su familia, no, estaba buscando la Piedra de la Resurrección.
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