Capítulo 20: El Encantamiento Cegador
Aquella noche Nick casi no durmió pensando en la historia de la familia Lends. La profesora tenía todo el derecho del mundo de recuperar aquella pieza, al fin y al cabo, pertenecía a su familia. ¿Quién era él para tratar de impedirlo? Pero también estaba ese poder, él no podía permitir que la profesora se hiciera con algo tan peligroso como el poder de someter a las personas a su voluntad. A todas esas, ¿quién era él? Era un chico de once años que a penas había entrado al mundo de la magia. ¿No debía dejar que los adultos se encargaran de esto?
«Pero los adultos no me creerían.»—Se decía para sentirse bien.
Nadie creería aquella historia tan descabellada, y menos viniendo de un crío de once años. Necesitaba hacerlo él, estaba seguro de que con la ayuda de sus amigos podría resolverlo sin implicar al Ministerio.
Como cada jueves, la primera clase fue Defensa Contra las Artes Oscuras. Aquel día las acostumbradas mesas para cuatro personas habían desaparecido, y en su lugar habían alfombras de felpa por todo el suelo.
—Tengan cuidado de no ensuciar las alfombras, en unos minutos todos estarán tirados sobre ellas y no querrán ensuciarse las túnicas.
La profesora Lends los esperaba sentada en su escritorio. Lucía su habitual vestimenta de color negro, con la capucha cubriéndole la cara.
—¿Qué ha pasado con las mesas?—preguntó Diana Wang, una chica asiática.
—Las mesas, señorita Wang—contestó la profesora poniéndose de pie para acercarse a sus alumnos, que la observaban con curiosidad desde el lugar donde estarían sus mesas—, no van a ser necesarias para esta clase. Hoy vamos a aprender el encantamiento cegador. Para eso necesito que formen equipos de dos personas y que se coloquen junto a las alfombras.
Nick fue con Angelina y Marcus con Sasha.
—Este encantamiento es muy fácil, pero también muy peligroso. Aunque, yo sé que a algunos de ustedes les gusta lo peligroso—la profesora detuvo su marcha junto a Nick y Angelina. El chico sintió su mirada clavada en la nuca, pero no se atrevió a mirarla—. Bueno—dijo después de un leve silencio, y continuó caminando entre los estudiantes—, el hecho es que este encantamiento le quita la visión al oponente durante unos minutos. Es un hechizo muy útil cuando nos enfrentamos a enemigos no humanos, como centauros, escregutos de cola explosiva, hipogrifos, hombres lobo y todo tipo de criaturas que puedan atacarnos ahí fuera. Usarlo en humanos es algo arriesgado, pues si el hechizo se lanza con la suficiente potencia puede causar ceguera para siempre. Así que les sugiero que pongan cualquier emoción negativa fuera de sus cabezas por ahora y se concentren en el encantamiento. ¿Algún voluntario? Carter, ¿quiere hacer los honores?
A Nick no le quedó más remedio que acceder, así que caminó hacia el frente del aula y se colocó delante de la profesora. No le hacía mucha gracia exponerse así, sobre todo porque en la mente de la mujer debían de haber montones de sentimientos negativos hacia él.
—¡Caecare!
El hechizo de la profesora lo alcanzó en la frente. Nick cerró los ojos y extendió los brazos en un intento por no perder el equilibrio, pero cuando abrió los ojos ya no veía nada. Una imagen negra era todo lo que tenía delante, total oscuridad, como si cada gota de luz hubiera sido sustraída del mundo.
—Normalmente, en una pelea, el alcanzado por el hechizo comienza a desesperarse, pierde la calma, tropieza y cae; lo que nos dará unos minutos para rematarlo, o para salir huyendo.
—No va a rematarme, ¿verdad?—bromeó Nick y sus compañeros rieron.
«Aunque me encantaría poder hacerlo...»—Escuchó la voz de la mujer en su cabeza y un escalofrío le recorrió el cuerpo.
—No—contestó—. ¡Videre!
El chico sintió que el encantamiento lo golpeaba en la frente otra vez y poco a poco fue recuperando la visión.
—Ahora practiquen entre ustedes. Recuerden, nada de sentimientos negativos, y no pierdan la calma mientras están ciegos, eso hará que caigan al suelo.
Con un ligero movimiento de la varita la profesora hizo que las alfombras se volvieran más gruesas, hasta que se convirtieron en colchones.
—Eso amortiguará sus caídas, porque, naturalmente, habrán muchas.
—¿Qué es eso?
Los cuatro chicos estaban reunidos alrededor de una mesa en la sala común. La lechuza de Marcus, Edmund, se rascaba la cabeza con las pezuñas mientras los chicos observaban el pedazo de papel que descansaba sobre la mesa.
—Es obvio que es un pedazo de pergamino—Sasha examinaba el objeto cuidadosamente—. Pero, ¿para qué tú madre te iba a enviar algo así?
—¡Revela tu secreto!—dijo Angelina apuntando con su varita al pergamino, pero nada pasó.
—Esperen—Marcus había terminado de leer la nota que venía junto a aquel extraño objeto—, es pergamino mágico. Mi madre es seguidora de los Weasley's Wizard Wheezes, debió haberlo comprado allí.
—¿Y qué hace?—preguntó Nick con curiosidad.
—Bueno, escribes algo y sólo puede leerlo la persona a la que va dirigido el mensaje. Es muy útil cuando quieres romper las reglas.—explicó el de cabello negro.
—Nos será útil, últimamente no hacemos más que romper las reglas—bromeó la pelirroja—. ¿Puedo probarlo?
—Claro, es para todos.
Angelina rebuscó en su mochila y sacó una pluma, escribió algo en el pergamino que y luego se lo entregó a Nick. El chico se ruborizó y los demás lo notaron, así que escribió algo sobre el mensaje de Angelina y se lo pasó a Sasha.
—Sí que funciona.—asintió Sasha sorprendida.
—Bueno, será mejor que vayamos a cenar.—sugirió Nick, todavía con las mejillas coloradas.
—¿Se van a quedar aquí para las vacaciones de Pascua?—preguntó Sasha un rato después mientras comían.
—Yo ya me quedé en Navidad, esta vez quiero ir a casa a pasar un tiempo con mis padres.—contestó Nick.
—Y yo también, mis padres quieren ir a visitar a mi tía Matilda a Irlanda, así que iré con ellos—repuso Marcus—. ¿Y ustedes?
Angelina y Sasha se miraron con expresión divertida.
—Diana Wang y las otras chicas harán una pillamada, así que vamos a quedarnos.—contestó Sasha.
—Bueno, al menos tendremos quien vigile a la profesora Lends.—apuntó Marcus mientras se terminaba el postre.
Nick levantó la vista de su plato y por casualidad se encontró con Diana Wang, a un par de asientos de él. La chica sostenía en sus manos una esfera como la que le había regalado la directora por Navidad.
—Marcus, mira—el rubio señaló discretamente a Diana—. Diana Wang tiene una esfera igual que la mía.
—Genial, tal vez puedas preguntarle para qué se usa.
Claro. Él no lo había pensado, pero tal vez podría averiguar para qué servía. Cuando intentó levantarse para ir a donde estaba la chica, Sasha lo detuvo.
—No hace falta que vayas hasta allá—dijo sosteniendo la mano de Nick y éste volvió a sentarse—, yo sé lo que es.
Nick miró a su amiga con sorpresa, quiso culparla por no habérselo dicho antes, pero luego recordó que ella no sabía que él tenía una de esas.
—Es una esfera mortis familia—continuó Sasha—, nos muestra los seres queridos que hemos perdido. Generalmente las personas que las tienen las usan como sustitutas de las fotografías, ya que si nunca conocieron a su familiar es probable que no tengan una foto suya. Quienes no han perdido a nadie simplemente la ven como una esfera de cristal.
—Eso explica por qué yo no vi nada. Así que no estás loco—dijo Marcus dirigiéndose a Nick—, yo estaba empezando a preocuparme.
En otras circunstancias Nick se habría echado a reír ante la broma de su amigo, pero ahora una enorme preocupación lo azotaba.
Él nunca había perdido a ningún familiar. Sus padres, sus tíos, sus abuelos, todos estaban saludables.
«Pero puedo ver a los thestrals, sólo los que han presenciado la muerte pueden verlos—se dijo—. Y también está esa mujer que me mira desde dentro de la esfera como si me conociese. O todo el mundo mágico está loco o mis padres me ocultan algo.»
Abril demoró un poco más de lo esperado, pero al final llegó, y con él las esperadas vacaciones de Pascua.
«Veré a mis padres y ellos me explicaran todo, seguramente es algo sin importancia, algún pariente lejano que nunca llegué a conocer.»
Esa era la conclusión a la que había llegado. Debía ser algún pariente lejano que había muerto cuando él era pequeño. Era algo sin importancia, ni siquiera sabía por qué le daba tantas vueltas a aquello.
Cuando los cuatro amigos se despidieron, las chicas prometieron mantenerlos informados de todo lo que sucediera en Hogwarts.
Nick sentía que dejaba atrás todo su mundo para sumirse otra vez en la vida corriente que había llevado durante tantos años, pero se equivocaba. Su vida ya no volvería a ser corriente otra vez. No después de tener amigos, no después de sentirse por primera vez parte de algo importante, no después de haber encontrado su lugar en el mundo. Tal vez se estaba alejando de Hogwarts por un tiempo, pero a pesar del vacío que sentía en su interior, sabía que tarde o temprano regresaría allí. El buen hijo siempre vuelve a casa, y eso era Hogwarts para él, su casa.
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