Capítulo 17: La Amenaza
El sonido de la música que llegaba desde varios pisos más abajo cesó, indicando el final de la velada. Recogieron todo y descendieron por las escaleras para buscar a Sasha y a Marcus, y no tardaron en encontrarlos, para desgracia de Nick.
Entre la estampida de estudiantes que salía del Gran Comedor localizaron a sus dos amigos. A Nick se le cayó el alma a los pies cuando los vio. Marcus sonreía tímidamente y Sasha iba a su lado, sujeta a su brazo y acariciando su mejilla cariñosamente. Ambos se detuvieron al ver que Nick los observaba, y la mirada de disculpa de Marcus se cruzó con los ojos llenos de rabia de Nick. Ambos caminaron en dirección al otro, pero Angelina advirtió la forma en que Nick miraba al pelinegro—que no era una forma precisamente amistosa— y lo agarró por el brazo, arrastrándolo hacia las escaleras.
—¿Por qué te pones así?—Angelina acarició la mano de Nick, pero el muchacho la retiró de inmediato.
—Es un traidor—espetó el rubio con un toque de desdén en su voz—. Sabía que yo invitaría a Sasha y aún así la invitó el primero.
—No lo llames traidor.—intentó calmarlo Angelina.
—Y tú no lo defiendas.—replicó el otro.
—¿Acaso el sabía que tú invitarías a Sasha?¿Se lo dijiste?—Nick relajó los músculos, sabía que Angelina tenía razón. No había manera de que Marcus hubiera sabido que él quería invitar a Sasha, pero aún así se sentía tan enfadado con su amigo por no habérselo contado.
—No, pero eso no justifica que me haya mentido. ¿Sabes? Yo hablé con él de eso, me dijo que ya tenía pareja para el baile, pero que no me podía decir quién era. Ahora ya veo por qué.
—A veces ocultamos cosas para proteger a aquellos que amamos. A veces preferimos mentir, porque la verdad puede ser dura si no se cuenta con la delicadeza suficiente.
Nick no respondió nada.
—Mira el lado positivo. Esta ha sido la mejor noche de mi vida, y si las cosas hubiesen sido diferentes entonces esta noche jamás habría existido.
¿En serio había sido la mejor noche de su vida? Él lo había pasado bien, sin duda, pero no sabía que a Angelina le hubiese gustado tanto. En ese caso, se sentía feliz de haberla compensado por ser tan estúpido.
—Está bien, vamos a dormir.
En el dormitorio Nick no le dirigió ni una sola palabra a su amigo. Marcus sabía por qué estaba molesto, y sabía que tenía razones para estarlo, pero en lugar de dar explicaciones decidió que lo mejor sería esperar a que se le pasara.
Al otro día Nick pensó las cosas con más calma. Era una estupidez pelearse con su mejor amigo por una chica, no tenía sentido, incluso si esa chica era Sasha. Mientras regresaban de la clase de Herbología decidió hablar con Marcus.
—¿La quieres?—le preguntó sin mirarlo a la cara.
Marcus no entendía la pregunta.
—¿A qué te refieres?
—Sasha. Ella te gusta, ¿verdad?
—Sí.—admitió Marcus con un suspiro.
—Entonces me alegro de que hayas ido con ella. Si hubieras perdido esa oportunidad por mí, jamás me lo habría perdonado.
Marcus sonrió, quería abrazar a Nick y decirle que era un tonto. Y también quería disculparse, pero se limitó a sonreír.
Aquella tarde se dispusieron a volver a la sala común siendo los dos amigos de siempre, pero algo interfirió en sus planes de reconciliación.
Desde el pasillo se escuchaba lo que parecía una discusión. Era en una de las aulas en desuso, se acercaron a la puerta y aguzaron el oído para enterarse de quiénes eran y qué decían.
—Es muy peligroso, quién sabe qué criaturas hay ahí dentro.—era George Thomas, el alumno de Slytherin que una vez había evitado una pelea entre Nick y Scott. Parecía protestar por algo.
—Irás, digas lo que digas vas a ir. De lo contrario se lo contaré a ella y te lanzará la maldición cruiatus—lo amenazó Scott—. Tal vez así aprendas a servir a quienes te hemos ayudado. ¿Ya se te olvidó lo que nosotros hicimos por ti?
—Por supuesto que no, jamás lo olvidaría. Pero...
—Eso pensé. Entonces, en media hora pasa por su despacho, ella te dirá lo que tienes que hacer.
Se escucharon pasos en dirección a la puerta y los chicos corrieron sin detenerse hasta que doblaron la esquina.
—¿Crees que nos hayan visto?—preguntó Nick.
—Espero que no—contestó Marcus—. ¿Escuchaste cómo lo amenazaba? Estoy seguro de que va a mandarlo al bosque.
—Pienso lo mismo que tú. Pero... ¿Qué será eso que Scott y la profesora hicieron por George? Es como si lo hubieran ayudado con algo y ahora se lo están cobrando.
Nick intentó encontrar algo dentro de su cerebro, tal vez había escuchado algo, algo que en aquel entonces no le pareciera raro pero que pudiera relacionarse con esto. Nada, no recordó nada.
—A la directora le interesará saber esto, ¿no crees?
Marcus tenía razón, tal vez la directora pudiera hacer algo para evitar que mandaran a George al bosque. Ellos no eran precisamente amigos, pero Nick no podía permitir que alguien más pasara por lo de Jennifer Zabini. Sin pensarlo dos veces, pusieron rumbo al despacho de la directora. Pasaron por la gárgola, y cuando subían las escaleras de caracol se encontraron con un hombre.
Era alto, muy intimidante. Tenía el cabello de un rubio plateado como el de Nick y los ojos claros, miraba a los dos chicos con expresión seria.
—Buenas tardes.—los saludó al pasar.
Los dos amigos se miraron mutuamente y Nick se encogió de hombros.
—¿Directora?—Nick llamó a la puerta y le sorprendió ver a la mujer de pie al otro lado de la puerta.
—Nick... ¿Qué haces aquí?
La directora se ruborizó al ver al muchacho.
—Bueno, necesito hablar con usted.
—¿De casualidad se cruzaron con un hombre de cabello rubio por el camino?—les preguntó la mujer sin rodeos.
—Sí—contestó Marcus—, ¿por qué?
—Y... ¿Hablaron con él?—insistió la mujer.
—Me pareció, por su expresión seria, que no tenía muchas ganas de hablar—añadió Nick mirando a la directora, se preguntaba qué estaba pasando—. ¿Quién era?
—Ah... Ese... Ese era... Draco Malfoy—contestó la mujer con titubeos—. Pero eso no importa ahora. ¿Por qué están aquí?
La directora desvió la vista, nerviosa, y fue a ocupar su habitual asiento detrás del escritorio.
—... Y creemos que usted puede hacer algo para evitar que vaya al bosque.—concluyó Marcus.
La directora había escuchado atentamente cada detalle del relato, y ahora parecía pensar. Inesperadamente se puso de pie, sacó su varita y apuntó al suelo.
—¡Expecto Patronum!
De la varita de la directora salió un destello plateado, que poco a poco fue adoptando la forma de una paloma. El ave alzó el vuelo, dio una vuelta alrededor de la habitación y se posó en el hombro de la mujer.
—Encuentra al alumno George Thomas y envíale el siguiente mensaje—Nick se preguntó si la directora estaba hablando con alguno de ellos o con el ave—: Señor Thomas, esta noche quedará apartado de todas sus actividades debido a que ha de cumplir con un castigo. Por favor, preséntese en el despacho de la directora en cinco minutos.
Inmediatamente la paloma volvió a volar y desapareció de la estancia.
—Buena idea, si lo castiga y lo obliga a mantenerse aquí entonces no podrá ir al bosque.
La directora se alegró de que Nick conociera sus intenciones.
—Pero va a tener que inventarse una buena escusa para castigarlo.—dijo Marcus.
—Tiene razón, señor Tomps.
Incluso antes de que pasaran cinco minutos George Thomas había llegado a la habitación. Nick quiso saber cómo habría pasado la gárgola sin conocer la contraseña, pero desde luego no lo preguntó; tenían cosas mucho más importantes de las que ocuparse.
—¿Quería verme, señora?—George se sentía asustado.
La directora asintió e hizo aparecer una tercera silla, en la que el chico se sentó.
—Si me dijera... Es que... No sé exactamente por qué me han castigado.
George exigía una respuesta. Nick sabía que la mujer no había tenido suficiente tiempo para inventarse algo, la miró, pero a ella no parecía preocuparle. La directora miraba a George con su habitual cara inexpresiva.
—No está castigado.—dijo, sorprendiendo tanto a los dos amigos como a George.
—Pero... El mensaje...
—Ya sé lo que decía el mensaje—lo calló ella—, esa sólo fue una estrategia para traerlo aquí lo más rápido posible.
—Entonces—el nerviosismo no había desaparecido de la voz de George, sino que había incremento—, ¿para qué me llamó aquí?
—Voy a ir directo al grano—la directora se acomodó en su asiento y prosiguió—. Tengo información de que la profesora Lends quiere que usted vaya esta tarde al bosque prohibido a buscar algo para ella.
George estaba atónito, miraba alternativamente a Rosenda y a sus dos compañeros. No sabía qué hacer, estaba en una encrucijada, y hubiese querido no elegir ninguno de los dos caminos que se le presentaban, pero no pudo.
—¿Perdone?
—Como escuchó. Necesito saber qué es eso que la profesora quiere que usted busque para ella.
—No sé de qué está hablando.
La directora, claramente irritada por la actitud de George, se puso de pie golpeando el escritorio. Todos se quedaron quietos del susto. Nick nunca había visto esa actitud en la mujer, la conocía como una persona calmada. Cuando recuperó la compostura, Rosenda se dirigió de nuevo a George, pero esta vez en tono suplicante.
—Sé que ella lo tiene amenazado, pero si me dice qué es lo que le está obligando a hacer yo puedo ayudarlo, ella nunca le hará nada.
George se puso de pie asustado. Por un momento dudó sobre lo que iba a hacer, pero ante la mirada de Rosenda giró sobre sus pies y echó a andar en dirección a la puerta.
—Yo me encargo.
Nick lo siguió y lo alcanzó a mitad de las escaleras. Su mirada expresaba terror.
«¿Cómo convencerlo?»—pensó Nick, mientras meditaba la mejor forma de dirigirse a él.
—¿Qué quieres?—fue George quien habló primero— Ya sé que fuiste tú quien le dijo todo eso a la directora, pero no hablaré, no puedo.
«No puedo» Esas dos palabras significaban tanto. Significaban que quería decirlo, en el fondo él era un buen chico, un chico que cometió el error de juntarse con las personas equivocadas y ahora estaba con el agua hasta el cuello a punto de ahogarse. También significaban miedo, no era otra cosa que miedo lo que le impedía decir la verdad. ¿Qué protección podría brindarle la directora contra la ira de una mujer traicionada? ¿Qué protección podía brindarle contra una mujer que era capaz de secuestrar a una alumna y obligarla a trabajar para ella, una mujer que era capaz de lanzarle la maldición cruciatus sólo para enseñarle a quién debía servir y que era capaz de chantajearlo?
No se fiaba de nadie, pero si debía escoger un bando, escogía el de la profesora Lends, porque se lo debía y porque era la única manera de estar a salvo.
—¿Por qué lo haces?
George miró a Nick con el ceño fruncido ante su pregunta.
—¿El qué?—trató de sonar lo más indiferente posible.
—Ayudar a la profesora Lends—continuó Nick—. Si sabes que ella es la mala, si sabes que lo que está haciendo no está bien, ¿por qué lo haces?
—No tengo más remedio, Nick. Se lo debo, ella salvó a mi hermana, y ahora me lo está cobrando.
—Pero...
—No puedes hacer nada, nadie puede. Me voy, y por favor, no me sigas.
George retomó la marcha y descendió por la escalera de caracol, unos escalones más abajo se detuvo y volvió a dirigirse a Nick.
—¿Quieres un consejo? Aléjate lo más que puedas. Ella busca algo que pertenece a su familia, cuando lo encuentre se marchará, pero no le importará quitar del medio a cualquiera que interfiera en su búsqueda.
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