Capítulo 14: Los Thestrals
—Sobrevivirá.—fue todo lo que dijo la señora Pomfrey. Jennifer yacía inmóvil en una cama y Hugo Weasley la contemplaba con lástima.
—Necesito que nos digan exactamente qué fue lo que pasó.—inquirió la directora Stewart minutos después.
—Verá, nosotros...
Marcus empezó a contar lo ocurrido, pero Nick lo miró de forma inquisitiva y luego tomó la palabra.
—Nosotros nos íbamos a la cama. Entonces me asomé por la ventana y de casualidad vi unos destellos de luz en el bosque, lo cual me pareció muy raro, así que decidimos ir a ver de qué se trataba.
Nick no se fiaba del profesor Herondale. De hecho, la reciente actitud de la directora Stewart lo llevaba a desconfiar de ella también, así que prefirió guardarse la verdad.
—Usted dice, señor Carter—el profesor Herondale lo miró fijamente y Nick sintió que sus ojos lo atrapaban en una red de la que no podía escapar—, que vio unas luces en el Bosque Prohibido y decidió ir a investigar. Puso en riesgo su vida y la de su amigo sólo por unas luces que vio desde su ventana, me parece muy sospechoso y altamente improbable.
—Aquí lo importante es que ha aparecido la chica, ya he avisado a sus padres y vienen en camino—intervino la directora mostrando un marcado interés en quitarse de encima al profesor Herondale—. Profesor Herondale, Remulus, pueden retirarse.
Los dos hombres asintieron y dieron la espalda para marcharse. El profesor Herondale, como siempre, con aires de superioridad y su habitual expresión que denotaba su indisimulada creencia de que los demás eran seres despreciables e inferiores.
Cuando abandonó la enfermería la directora se dirigió a los dos chicos.
—Y ustedes, a mi despacho—ordenó—, los veré allí en unos minutos. La contraseña es «Hipogrifo», y no toquen nada.
Obedientes, los dos amigos emprendieron la marcha hacia el despacho de Rosenda. Pronunciaron la contraseña y subieron por la escalera de caracol, hasta encontrarse en la habitación redonda.
—Yo tampoco me fío del profesor Herondale—dijo Marcus sentándose, Nick caminaba alrededor de la habitación examinando cada detalle—, me da muy mala espina.
—El profesor Herondale es el mejor profesor que ha tenido Hogwarts desde mi muerte.—siseó la figura de Severus Snape desde la pared.
—Si le cae tan bien, entonces está claro que usted era como él.—le dijo Nick, el hombre del cuadro pareció indignado.
Las figuras de los demás cuadros susurraron cosas inaudibles para ninguno de los dos muchachos. Snape pareció dispuesto a regañar al chico, pero renunció a hacerlo cuando la directora irrumpió en la estancia.
—Acérquense—ordenó la mujer mientras se sentaba en la silla detrás del escritorio. A diferencia de su habitual expresión de que nada la afectaba, esta vez la directora se veía cansada, e incluso preocupada—. Quiero que me cuenten la verdadera historia.
—¿A qué se refiere?—Marcus intentó hacerse el tonto, pero sabía muy bien que aquella actitud no funcionaría con Rosenda.
—Miren, ya sé que metí la pata al no hacerles caso, debí escucharlos. Admito que me equivoqué, y me arrepiento, de verdad lo siento. Esto que está pasando, una profesora secuestrando a una alumna, nada semejante ha ocurrido en esta escuela desde la caída de Quien-ustedes-saben. Todo esto—en aquel punto la directora sudaba, y parecía a punto de llorar. Nick sintió lástima por ella—, creo que es demasiado para mí.
—No—interrumpió Nick—, eso no es verdad. Todos cometemos errores, usted... usted se equivocó, pero eso no significa que no esté capacitada para enfrentar esta situación.
—Rendirse es una opción que tomarían los cobardes, con todo respeto.—añadió Marcus.
—Vaya—unas pocas lágrimas corrieron por las mejillas de la directora, era la primera vez que lloraba enfrente de algún alumno—, parece mentira que dos niños de once años me estén dando lecciones de moral.
—Directora Stewart—Marcus la miró a los ojos y ella evitó hacer lo mismo, como si sintiera vergüenza—, hay que afrontar lo que está pasando. La profesora Lends ha secuestrado a Jennifer Zabini y le ha lanzado una maldición imperdonable, debe llamar al Ministerio cuanto antes.
—No podemos—negó la mujer, desconcertando a ambos chicos—. ¿Qué les vamos a decir? No tenemos ninguna prueba en contra de la profesora Lends, no hay nada que la pueda relacionar con la señorita Zabini.
—Pero, nosotros la escuchamos.—añadió Nick esperanzado.
—Me temo, querido, que el testimonio de dos alumnos de primer año no valdría nada en contra de una profesora de renombre como ella. Por ahora manténganse alejados de ella, esto es algo que se sale de su alcance, los mayores nos haremos cargo.
—Nosotros descubrimos lo que esa mujer tramaba y rescatamos a Jennifer, ¿nos está pidiendo que nos alejamos ahora?—protestó Marcus.
—No me lo perdonaría jamás si les pasara algo a cualquiera de ustedes. Lo mejor será que no se involucren más. Se los pido de favor.
—Está bien—aceptó Nick. En el fondo sabía que estaba mintiendo, ellos ya estaban demasiado involucrados, y ninguno descansaría hasta descubrir lo que buscaba la profesora Lends; pero la directora no tenía por qué saberlo.
—Antes de que se vayan, quiero otorgarles cien puntos a cada uno para la casa Gryffindor, se los merecen.
Las vacaciones de Navidad terminaron, y el inicio de enero trajo de regreso al resto de los estudiantes, que no paraban de hablar del secuestro de Jennifer; pero sobretodo, de la heroica actitud asumida por Nick y Marcus al adentrarse en el Bosque Prohibido en plena noche para rescatar a la chica. Nadie se creía el cuento de las luces por la ventana, pero tampoco parecía importar mucho. A todos les fascinaba la historia, incluso los de Slytherin—que se habían mostrado indiferentes después de la "traición" de Nick— se habían acercado a los dos chicos para que relataran una vez más los hechos.
—Parece que todos los adoran—apuntó Angelina una tarde, mientras hacían los deberes en la sala común. Un grupo de chicas de tercero miraban fijamente a los dos amigos mientras susurraban entre sí—, incluso han salido en El Profeta.
—¿Lo dices en serio?—se sorprendió Marcus.
—Creo que la gente está exagerando un poco, tampoco fue para tanto—admitió Nick—. Hicimos lo que cualquier otra persona hubiese hecho.
—Perdona que te lo diga, pero creo que estas equivocado—lo contradijo Sasha—. Creo que no cualquiera hubiera entrado en el bosque a esas horas.
—Fue un poco estúpido de su parte, ahora que lo analizo—Angelina soltó la pluma de un tirón y se recostó al espaldar de la silla—. ¿En qué estaban pensando? ¿Qué hubiera sido de nosotras si les hubiese ocurrido algo ahí dentro? Y lo de levitar hasta la torre, no tengo palabras para describir lo estúpida que fue esa idea.
«Dímelo a mí que casi muero.»—Dijo Nick para sus adentros
Nadie más articuló palabra alguna. Angelina se retiró de la sala común y fue directo a su dormitorio.
El disgusto le duró aproximadamente una semana, hasta que necesitó los apuntes de Nick de Defensa Contra las Artes Oscuras y bajó la guardia.
La admiración de los estudiantes hacia Nick y Marcus poco a poco se fue aplacando, hasta que el secuestro de Jennifer quedó en el olvido. Por supuesto, no fue así para la pobre chica, que en más de una ocasión se había acercado a los dos muchachos para agradecerles y decirles que podían contar con ella para cualquier cosa.
Por su parte, el profesor Herondale seguía dudando de la versión de los hechos que los chicos habían inventado, y su manera de expresar su poca confianza era poniéndoles cantidades extremas de deberes. En más de una ocasión había interceptado al grupo por los pasillos y había insinuado que sabía que ellos cuatro escondían algo.
Por otro lado, el trato con la profesora Lends se redujo a las clases. Fuera del aula, la mujer parecía evitarlos. A lo mejor temía que ellos hubieran descubierto algo.
—Lo tengo.—Angelina dejó caer sobre la mesa un grueso libro con la cubierta verde y unas letras doradas que rezaban «El monstruoso libro de los monstruos». La señora Pince la miró fijamente en señal de regaño y la pelirroja se sentó junto a sus tres compañeros.
—¿A qué te refieres?—preguntó Sasha en un susurro.
—Cuando los chicos me contaron la historia del bosque yo comencé a buscar información acerca de aquellos famosos caballos con alas de murciélagos que los habían guiado hasta Jennifer—respondió Angelina—. Los he encontrado.
—¿Qué dice?—preguntó Nick con curiosidad. Quería saber por qué él podía verlos y Marcus no.
Angelina pasó varias páginas y se detuvo en una, por la mitad del libro, para luego comenzar la lectura.
—Los thestrals son caballos negros con alas como las de los murciélagos. Algunas personas dicen que traen mala suerte, aunque esas son sólo supersticiones. Estos extraños animales son seres muy inteligentes y pueden resultar muy útiles en ciertas ocasiones.
—Ya lo creo.—rió Marcus y Angelina continuó.
—... Pero lo más curioso de estas criaturas es que resultan visibles sólo para aquellos que han visto la muerte.—la pelirroja cerró el libro, alzó la vista y miró a Nick. El chico estaba atónito y confundido.
—¿Qué significa eso?—preguntó Sasha. Angelina respondió rápidamente.
—Que sólo los ven aquellos que han sobrevivido a la muerte o que han perdido a algún ser querido.
—Eso explica por qué yo no los veía—agregó Marcus—, aunque una vez perdí a mi gato, lo quería mucho.
—Pero...—Nick intentó explicarse, mas no le salían las palabras. Su cabeza era un lío— Yo nunca he perdido a ningún ser querido, ni siquiera a un gato.
—¿Entonces por qué pudiste verlos?—Angelina volvió a buscar en su libro, pero no decía nada sobre alguna excepción de la regla de la invisibilidad.
—No lo sé, tal vez el bicho se equivocó y se dejó ver por él confundiéndolo con alguien más.—sugirió Sasha, aunque su hipótesis no fue aceptada debido a su falta de coherencia.
—No creo que funcione así—negó Nick—, pero no nos martiricemos con eso. Ya ha pasado y no tiene ninguna importancia, ahora vamos a concentrarnos en las rebeliones de los duendes o reprobaremos Historia de la Magia.
Dicho aquello, los muchachos se enfrascaron en su deberes otra vez; pero, muy en el fondo, Nick sintió que algo andaba mal.
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