Capítulo 10: Halloween
Nick salió del despacho de la directora con más preguntas sin responder de las que había tenido jamás, pero nada le arruinaría la emoción que sentía al poder estar en Gryffindor con sus amigos. Por supuesto, no todos los de Gryffindor los recibieron a Angelina y a él con los brazos abiertos. A algunos no les agradó la idea, pues pensaron que se trataba de alguna trampa puesta por los de Slytherin.
La sala común de Gryffindor, a diferencia de la de su anterior casa, estaba en una torre. Para entrar había que atravesar un agujero redondo que estaba escondido detrás del retrato de una señora muy gorda, no sin antes decirle la contraseña, por supuesto. Era una sala redonda con muchos sillones. Se respiraba un aire cálido y acogedor, todo lo contrario al ambiente frío y húmedo de las mazmorras. Al entrar habían sido el centro de atención de todos los que estaban estudiando, y a continuación la estancia había estallado en murmullos. Por supuesto, ellos no prestaron atención, estaban demasiado contentos.
—Nick, él es mi hermano, Bruno.—Angelina señaló hacia el agujero del retrato y Nick se encontró con otro pelirrojo. También tenía los ojos de un carmelita casi amarillos, así que no había duda de que eran hermanos.
—Hola, hermanita—Bruno le estrujó el cabello a la chica con un gesto cariñoso—. Ya me contaron las buenas nuevas. Y tú debes ser Nick, ya Angelina me había hablado de ti—ambos se estrecharon las manos—. Bueno, me voy a preparar mi disfraz para mañana. Si necesitan algo, mi dormitorio está en esa dirección.—dijo, señalando las escaleras de caracol a su derecha.
—Está bien.—le dijo Nick y siguió enfrascado en su redacción sobre el bezoar.
Un rato más tarde llegaron Sasha y Marcus y se sentaron junto a ellos.
—Me alegra que ya se hayan instalado.—alegó Marcus.
—¡Dios mío!—exclamó Sasha sobresaltada— La fiesta de disfraces es mañana.
—Sí, ¿y?—Nick se encogió de hombros.
—No sé si de habrán dado cuenta, pero es una fiesta de DISFRACES, y yo aún no tengo el mío.—Sasha empezó a dar vueltas por la sala común.
—Bueno, yo tampoco tengo el mío, pero ya verás que esta noche se nos ocurre algo—le dijo Angelina, y en cierto modo, saber que no era la única sin un disfraz relajó un poco a Sasha. Nick siguió enfrascado en su redacción, una vez que la terminara podría pensar en el disfraz. Además, todavía había tiempo.
Pero al otro día la desesperación comenzó a apoderarse de él y de Marcus, pues ninguna de la ideas que se les habían ocurrido estaba a su alcance. Marcus y Nick habían sacado toda su ropa de sus baúles y habían comenzado a hacer las más penosas combinaciones, pero no conseguían tener más que dos pobres mendigos, y ni locos irían vestidos con unos harapos a la fiesta. Como último recurso recurrieron a Bruno, con la esperanza de que éste pudiera hacer algo por ellos.
—Por aquí—Bruno guió a los dos chicos por el agujero del retrato hasta el otro lado del pasillo del séptimo piso—. Asegúrense de que no venga nadie.—les dijo cuando llegaron a una pared vacía, los dos chicos miraron a ambos lados.
—Despejado.—informó Marcus.
—Necesito algo que estos chicos puedan usar como disfraz para Halloween.—el pelirrojo repitió la oración tres veces como si estuviera rezando, y cuando terminó, una puerta apareció en donde instantes antes había una pared.
Los tres entraron en la enorme estancia. Nick y Marcus vieron un armario en una esquina, era el único mueble que había en la habitación, así que supieron que debían ir allí. Mientras caminaban observaron con curiosidad la habitación casi vacía.
—¿Qué es este lugar?—preguntó Marcus, todavía con su cara expresando asombro.
—La Sala de los Menesteres—respondió Bruno con dramatismo—. Hogwarts ayuda a quien lo necesita. Sólo tienes que repetir tres veces lo que quieres y esta sala te lo da. Ustedes pidieron disfraces, y aquí están.
La puerta del armario se abrió dejando a la vista una gran cantidad de túnicas de diferentes colores, máscaras de todas las criaturas, garras, feroces dientes postizos, e incluso un bote con sangre que parecía bastante real.
—¡Qué pasada!—exclamó Nick, y enseguida comenzó a sacar todo lo que había.
—Bien, ya me voy, si alguna vez necesitan algo más no duden en venir aquí. Recuerden, Hogwarts ayuda al que lo necesita.
Bruno caminó hacia la puerta, pero antes de salir les volvió a hablar.
—Ah, casi lo olvido. Esta sala es medio secreta, no todos conocen acerca de su existencia, así que asegúrense de no decírselo a nadie que no sea de confianza.
—No te preocupes.—contestó Marcus.
Bruno salió de la sala, pero
los dos chicos se quedaron allí probándose los disfraces y decidiendo cuál se pondrían.
A la hora de la cena todo el Gran Comedor estaba adornado con calabazas encantadas que flotaban por todas partes, y si los chicos no se andaban con cuidado podían chocar con una. Los estudiantes llevaban disfraces de todo tipo de criaturas. Nick divisó desde la mesa de Gryffindor a Scott y su pandilla, los tres iban de hombres lobo. Dos zombies lo rozaron al pasar por detrás de él, enseguida los reconoció, eran John August y Jennifer Zabini, de Ravenclaw.
—¿Dónde estarán las chicas?—le preguntó Marcus mientras hacía una panorámica del lugar.
—¿Truco o trato?—gritó una voz femenina detrás de ellos.
Era Angelina. Iba de pirata, tenía un parche en el ojo izquierdo y un garfio en el lugar donde debería haber estado su mano derecha. Nick se preguntó cómo habría hecho para esconder su mano, pero eso perdió importancia cuando vio a Sasha. Iba disfrazada de una mujer a la que le habían arrancado la mitad de la cabeza y se le veía el cerebro. Además, llevaba un vestido blanco manchado casi en su totalidad de sangre. Nick soltó un grito ahogado al verla.
—¿Qué... Qué te ha pasado?—tartamudeó señalando a su cabeza, que ofrecía una desagradable vista de su cerebro.
—Tranquilo, sólo es una crema de transparencia que hace que las demás personas vean el interior de tu cuerpo en el lugar donde te la aplicas.—explicó la castaña antes de que su amigo se pusiera a gritar como loco.
—Impresionante.—apuntó Marcus, e intentó tocar el cerebro de su amiga, pero el cráneo todavía seguía ahí, a pesar de no poder verlo.
—Asqueroso, querrás decir.—se burló Nick.
—Y ustedes, ¿dónde consiguieron esos trajes de vampiros?—preguntó Angelina mirando de arriba a abajo a los dos chicos.
—Verás...
Los cuatro muchachos se dirigieron a la mesa para iniciar el banquete mientras hablaban de la Sala de los Menesteres. La cena fue bastante tranquila, y al terminar, las cuatro largas mesas desaparecieron para dar paso a cientos de pequeñas mesas para cuatro, con todo tipo de dulces.
—Disfruten de la fiesta.—anunció la directora. A continuación todos los estudiantes se dispersaron para ocupar las mesas, y algunos se dirigieron a una pequeña pista de baile que había aparecido en lugar donde debía estar la mesa de los profesores.
Nick vio a una persona disfrazada de la muerte al otro lado del Comedor, y le pareció escuchar que alguien decía: «Necesito hablar con Donald»
—¿Qué dijiste?—se dirigió hacia Marcus, que era quien estaba a su lado.
—Le estaba diciendo a las chicas que me está costando un poco el encantamiento levitatorio.—respondió el de cabello negro.
—No, acabas de decir que necesitabas hablar con Donald, te he escuchado.
—No sé qué habrás escuchado, pero yo no conozco a ningún Donald—se defendió Marcus—. Te estás volviendo loco.
—Miren—Angelina señaló a la persona que iba disfrazada de la muerte—. Es la profesora Lends, creo que está obsesionada. No ha parado de hablar de las Reliquias de la Muerte desde que llegó a esta escuela y ahora va y se viste de ella. ¿No les parece raro?
—Tengo una corazonada.—Nick se paró y fue en dirección a la mujer, que también se puso en movimiento y atravesó la puerta.
Cuando salió, Nick vio un pedazo de la túnica negra doblando la esquina y la siguió. La mujer subió las escaleras y el chico esperó a que desapareciera de su vista para poder subir él. Una vez más la siguió por el pasillo, ella pareció darse cuenta de que lo hacía, pues apresuró la marcha. Otra vez escaleras, ya estaban en la tercera planta, seguramente se dirigía a su despacho. Cuando entró y cerró la puerta, Nick corrió hacia el aula que estaba justo al lado del despacho de la profesora Lends.
El chico susurró «Alohomora» y la puerta se abrió. Una vez dentro agarró un vaso de cristal, que casualmente encontró, y lo colocó entre su oreja y la pared para tratar de escuchar lo que ocurría al otro lado. A pesar del ruido proveniente de la fiesta que se estaba celebrando tres pisos más abajo, Nick logró distinguir el sonido de la puerta al cerrarse.
—¿Qué pasa?—aquella voz le sonaba conocida, pero el chico no lograba distinguirla.
—Necesito hablar contigo. Siéntate. No había tenido oportunidad de contarte lo ocurrido en mi última incursión al Bosque Prohibido.—dijo la profesora.
—¿Acaso ocurrió algo tan serio como para ser digno de mención?—se sorprendió la otra persona.
—Más serio de lo que imaginas. Ese Carter me siguió, junto con tres amiguitos más. Me vieron en el lugar. Intenté aturdirlos, pero una de ellos fue más rápida y me atacó antes de que pudiera hacer algo. Cuando desperté ya no estaban allí.
—No puede ser—el otro individuo dio un fuerte golpe en la mesa—. Esos mocosos entrometidos.
—Si te llamé aquí fue para recordarte cuál es tu papel en este juego. No vayas a olvidar que si te traje a esta escuela fue para que mantuvieras vigilado a cualquier estudiante que quisiera meter las narices en nuestros asuntos mientras yo realizo la búsqueda. No creo que hayan descubierto lo que estaba buscando, pero debes tener más cuidado y mantenerlos vigilados, se están metiendo donde no deben. Pídele ayuda a esos amigos tuyos, y si es necesario lánzales una maldición, pero no dejes que unos mocosos arruinen nuestros planes.
—Víctor está con nosotros, cien por ciento. El que me preocupaba un poco era George, pero ya me encargué de dejarle claro cuál es el bando ganador. En cuanto a ese Carter, no te preocupes, mojarle los libros no fue nada comparado con mi siguiente jugada.
A Nick se le cayó el vaso de las manos y se rompió en pedazos haciendo un gran estruendo. Era Scott, Scott estaba trabajando con la señora Lends en lo que fuera que ella estuviese tramando. Estaba buscando algo, y el chico era su cómplice.
El pomo de la puerta se movió ligeramente.
Era su fin.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top