Capítulo 50: Quiero que te tengan miedo.

—Las esquinas son siempre más cómodas... —comentó mientras se sentaba tranquilamente en aquel espacio.

"Ahora sí que no entiendo nada..."

POV Narradora

En aquella celda de gran tamaño, las esquinas eran siempre el sitio más seguro y, a la vez, el espacio por el que más conflictos había.

Todos deseaban estar en una esquina y, aunque pareciera algo sin importancia, influía bastante. El hecho de quedarte en un lugar donde no tengas que preocuparte por que alguien se acerque detrás de ti y aproveche el momento, era aliviador. Podías estar tranquilo y observar todo tu alrededor para ver si alguna persona se dirigía hacia ti; podías sentirte cómodo y protegido por las paredes que te rodeaban.

Y esa era la principal razón por la que los schiavus solían entrar en conflicto.

Normalmente los grupos de más individuos eran los que conseguían una de las cuatro esquinas de la celda, pero siempre solía aparecer otro grupo más grande y se arriesgaban a perder terreno. La mayoría hacía una gran diferencia y, si querían, podían atacarse entre sí, dejando claramente unos vencedores.

—No entiendo nada —suspiró Kaminari para después encogerse de hombros y sentarse junto a Tsuyu.

—¿Te tienen miedo... por esa amiga que mencionaste antes? —inquirió Jirou sentándose también al otro lado de Asui.

—Ella ya no está aquí —comentó la de cabello verde con cierta tristeza en sus ojos—, pero me dio... fama.

—¿Fama? —dudó el rubio cada vez entendiendo menos; todo era demasiado confuso.

—Cuando llegué por primera vez al calabozo, no conocía a nadie —comenzó a contar con cierta tranquilidad—. No sabía qué tenía que hacer y las miradas de las demás personas me hacían sentirme insegura. Pero, conforme caminaba y observaba todo lo de mi alrededor, pude comprenderlo más o menos... y, además, comencé a notar que alguien me seguía. Era una chica que también estaba sola y recién había llegado. Supuse que solo quería hablar conmigo ya que me vio también estar sola. Se llamaba Habuko.

Tsuyu se quedó en silencio durante unos segundos más. Todas las imágenes de lo sucedido vinieron a su mente y el recuerdo de su amiga comenzó a afectarle a pesar de creer haberlo superado.

—¿Estás bien...? —inquirió Jirou con preocupación al notar cómo unas pequeñas lágrimas se habían formado en los ojos de Asui—. Podemos entenderlo, no te fuerces —siguió con una sonrisa nerviosa, acercándose más a la pequeña chica para intentar tranquilizarle.

Pero Kyouka no tenía experiencia en ese tipo de cosas.

—¡Tsuyu! —exclamó Kaminari con decisión mientras abría los brazos—. ¡Abrazo! —siguió Denki intentado mantener su seria compostura para luego, sin poder evitarlo, sonreír y rodear a la joven en un cálido abrazo.

Aquel tacto sorprendió a Asui; Jirou, por otro lado, no sabía qué hacer en esa situación hasta que Kaminari comenzó a mirarle con el ceño levemente fruncido.

—Jirou, ¿a qué estás esperando? ¡Abrazo! —riñió Denki aún manteniendo aquel cálido contacto.

—Ah, sí... —dijo algo nerviosa ya que era inexperta en temas así.

Lo siguiente que pudo sentir Tsuyu fue otros brazos más que, con nerviosismo, comenzaban a rodearle por detrás para luego acercarse más y completar aquel cálido abrazo que le hizo sentir como si estuviera en casa.

—¡Nosotros seremos tus amigos! —exclamó Kaminari con una sonrisa mientras Tsuyu no podía reprimir las lágrimas que habían comenzado a caer.

—Eso mismo —agregó Jirou comenzando a sentirse más cómoda y acostumbrándose a aquel abrazo.

POV Asui Tsuyu

Lo había llegado a recordar.

Recordé perfectamente cómo me acerqué a Habuko cuando me seguía y le pregunté si quería ser mi amiga. Recordé cómo llegamos a conversar alegremente después de que ella comenzase a ser más sincera.

Todo era mucho más acogedor. Me sentía bien al estar con ella... hasta que llegó lo que más queríamos negar.

"—¿Hace cuánto que no comemos...?"

A pesar de poder beber agua todos los días, todavía nos faltaba algo... y eso era poder alimentarnos.

Habíamos visto cómo los demás lo hacían. Habíamos contemplado las atrocidades que se hacían mutuamente, cómo se agredían entre sí y teníamos bastante miedo.

Pensé que, al final, moriríamos de hambre, pero... Habuko me ayudó.

"—Sabes, Tsuyu. Yo... tengo una enfermedad."

Recordé claramente sus palabras y cómo la preocupación que sentía no era por ella misma, sino por mí.

"—No quiero que te pase nada malo."

No supe sus intenciones hasta que, cuando me dormí, ella ya no estaba a mi lado.

Como recién se aplicaba la ley de Schiavus, en esos días habían comenzado a llegar muchos nuevos y, claramente, todavía no habían grupos formados.

Habuko había aprovechado que todos estaban dormidos para comenzar una agresión... uno por uno.

Mientras dormían, ella se acercaba silenciosamente y les ahorcaba con todas sus fuerzas tratando de dislocarles el cuello y que hicieran el menor ruido posible para seguir y seguir, uno tras otro, hasta que los quejidos ahogados consiguieron despertar a varios de nosotros. 

Cuando abrí los ojos, lo único que vi a mi alrededor eran cadáveres. Busqué a Habuko y cuando la encontré estaba desangrándose en el suelo, realmente con graves heridas, junto a otra persona que supuse había conseguido defenderse y que se hallaba en las mismas condiciones, incluso peor.

"—¿Por qué...?"

"—Porque yo de todas formas, iba a morir. Y Tsuyu debe vivir."

Me comentó que hacía unos meses le habían detectado algo a lo que denominaban cáncer y que no había cura. Que solo podía esperar a que pasara el tiempo, llegase el dolor y terminara su existencia.

"—¿Puedo pedirte algo?"

No podía hacer nada. Me sentía mal y me dolía el hecho de verla en esa situación, mirándome con cierta tristeza al ver cómo había comenzado a lagrimear.

"—¿Puedes decir que fuiste tú quien hizo todo esto?"

"—¿Por qué...?"

"—Quiero que te tengan miedo."

Solo pude brindarle un último abrazo y quedarme el resto de la noche esperando, a su lado, hasta que dejase de respirar.

Cuando los schiavus sobrantes se despertaron, aterrados contemplaron toda aquella escena; todos los múltiples cuerpos sin vida que yacían en el suelo.

"—¿Quién ha...?"

Pude escuchar cómo alguien, aterrorizado, observaba aquello.

"—¿Tú...?"

Escuché la voz de una chica que me estaba señalando. No lo entendí hasta que volví a darme cuenta que el cadáver de Habuko estaba entre mis brazos.

"—¿Ella ha hecho todo esto en una sola noche...?"

"—Es imposible..."

"—¿Y cómo explicas que esté rodeada de dos personas muertas?"

"—Seguro que intentaron resistirse y ella..."

"—Tengo miedo."

Una fama que no deseaba. Una fama que me dolía haber adquirido. Que gente de mi edad me mirase con temor, con terror en sus ojos, dispuestos a darme lo que hiciese falta con tal de que no les hiciera daño...

Me dolía.

[...]

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