Frank Iero, él me asesinó
En Nueva Jersey puedes conocer a muchos tipos diferentes de personas, están los italoamericanos que intentan instalarse con sus de cualquier-cosa-que-sea-comerciable, los yonquis que vienen huyendo del de California, los del centro que realmente necesitan algo de clima templado, los de Nueva York que decidieron mudarse a la ciudad vecina, los que luego de aventurarse en la ciudad de oro tuvieron que marchar a Jersey para asentarse en un barrio asqueroso, las prostitutas, los traficantes, las familias que intentan vivir decentemente a pesar de toda la mierda alrededor, los que aspiran a ser deportistas, una enorme gama de personas que desean ser músicos, y un sinfín de personas más... pero yo siempre recordaré a Frank Iero. Después de todo fue él quien me asesinó.
En invierno Jersey es particularmente fría, así como en verano el sol irrumpe sin piedad bajo las capas de bloqueador solar; en invierno no hay tanta nieve como la hay en el norte, pero sí mucha lluvia, mucho viento y mucho frío.
Gerard Way, era un joven con un brillante futuro por delante, hijo de una familia de clase media y hermano mayor, estudiante que estuvo en el cuadro de honor de la secundaria estatal de Belleville y ganó una beca completa para estudiar lo que quisiera, su elección fue la que venía fascinándole desde que era un niño: estudiaría bellas artes en la escuela de Artes visuales en Nueva York. Más cuando en su segundo año de carrera universitaria, a sus 20 años, su abuela favorita enfermó terriblemente, él abandonó todo para pasar los últimos meses de la mujer más importante en su vida.
En ese entonces, cuatro meses después de su muerte, todavía intentaba recuperarse de aquella fatal pérdida.
Sus estudios universitarios serían retomados el año siguiente y aquellos meses los dedicaría a tomar su vida en Jersey, en dónde la había dejado. Pasando tiempo con su hermano tres años menor y saliendo a bares con su minúsculo grupo de amigos.
A Gerard Way le gustaba pasar tardes enteras en el nuevo Starbucks de la cuidad, un café simple, sin azúcar era su pedido habitual, como relataría el barista que solía tomar su pedido, tiempo después.
Gerard solía tomar su café y luego regresar a su casa, a tres manzanas del Starbucks en Belleville, tomaba asiento en el sofá junto a la ventana de la sala, en donde permanecía conversando de cosas triviales junto a su hermano menor hasta pasada la media noche. Luego tomaba otro café y se iba a su habitación en el sótano de la casa.
Entonces encendía la luz de escritorio y se ponía a dibujar hasta que el sol comenzaba a salir, en ese momento decidía dormir, se ponía el pijama y se acostaba hasta pasado el mediodía. Era una rutina bastante simple para un hombre de 20 años con un coeficiente intelectual bastante elevado y un ritmo de vida normal.
Frank Iero... recuerdo haberlo visto por primera vez en casa de Raymond, Raymond era un amigo de secundaria que nos había presentado a Frank, él era dos años menor que nosotros pero actuaba como si fuera diez años mayor. La vida le había enseñado a ser así... un chico que había tenido que crecer demasiado rápido, para luego convertirse en un sádico...
Recuerdo haber intercambiado un par de palabras con Frank Iero antes del fatídico encuentro, por azares del destino gustábamos del mismo estilo musical y en ese entonces estábamos leyendo el mismo libro: El dragón rojo, de Thomas Harris, sí, el autor de Hannibal Lecter, he de decir que leí Hannibal varias veces.
Es gracioso, porque nunca pude terminar de leer su secuela y la duda de qué pasó con Dolarhyde estará para siempre en mi mente... Por culpa de Frank Iero.
El miércoles 21 de Enero del año 2009 Gerard despertó más temprano de lo habitual, su hermano diría más tarde que aquella mañana Gerard tenía una sonrisa tatuada en el rostro, algo raro porque el Way mayor tuvo siempre un pésimo despertar, Gerard, con su sonrisa le había dicho que ese sería un día increíble.
Y lo sería.
Hasta el presente nadie puede creer que aquel terrible asesinato realmente sucedió.
Gerard sonreía bastante y fue ese día, durante el desayuno que se permitió hablar con su hermano acerca de eso. Estaban ambos, cerca de las once de la mañana desayunando, sus padres habían salido a trabajar y Michael había decidido faltar a clases ese día, su hermano solía justificarlo de todos modos.
- No vas a creerlo... yo todavía no me lo creo -Gerard dijo enterrando los dientes en una tostada, su hermano alzó una ceja, indicándole que seguía la conversación más no dijo nada, volvió a enterrar sus labios en la taza de café mientras el mayor continuaba con su relato-. Hace unos días me contactó este tipo, dice ser un manager, su nombre es Brian, y ahora mismo no recuerdo el apellido, el punto es -se apegó a la mesa, como si fuera un gran secreto- que quiere que toquemos un par de canciones para él, su disquera está buscando rostros nuevos y dice que somos frescos y muchas cosas así.
- ¿En serio? -Michael habló finalmente, alzando sus cejas, Gerard asintió fervientemente.
Desde que Gerard había regresado a Jersey habían hecho un espacio en la cochera para meter la batería de Matt durante los ensayos y pasaban tres días a la semana encerrados ahí, tocando canciones escritas por Gerard. Hasta el momento tenían cuatro y sonaban bastante bien. La banda estaba compuesta por Raymond en la guitarra, Matt en la batería, Michael en el bajo y Gerard cantaba.
Habían comentado que una segunda guitarra sonaría bien, pero todavía no encontraban a nadie que llenara el puesto para aquel proyecto.
- Es una gran oportunidad -prosiguió Gerard- podría dejar esto de los cómics... no le veo ningún futuro, a decir verdad, y ser músicos. Sólo nos queda encontrar un nombre para la banda y ensayar un poco más.
- El nombre lo veo complicado... -Michael arrugó los labios- posiblemente piense en algo esta tarde cuando esté en la librería.
Él tenía un trabajo parcial en una librería en el centro de la ciudad, estaba ahí cuatro horas después de la escuela y recibía un pago semanal que servía para costear su obsesión por los álbumes de bandas musicales.
- Será genial Mikey, ahora tengo que ir a hablar con Raymond para que veamos cuando será el siguiente ensayo y qué canciones tocaremos para Brian, después sólo hay que esperar, confiar y creer en el destino -dijo bastante emocionado, revolviendo el cabello de su hermano luego de tomar desayuno y bajar corriendo a cambiarse ropa para salir.
El destino... bastante cruel cuando de sueños se trata.
Una de las cosas que aprendes cuando creces en Nueva Jersey es mantener la distancia, tener cuidado de las personas y circunstancias, es un lugar bastante peligroso cuando quiere serlo y hay personas peligrosas también... pero yo siempre fui un chico muy curioso, fue por eso quizá que me involucré con una persona como Frank Iero.
Si hablamos del destino... estaba en mi destino no cumplir mis sueños. Mi abuela no me vería darle nietos, mi madre no me vería publicando un cómic, yo no me vería envejeciendo junto a la persona que amo, porque no pude vivir hasta conocer a mi media mitad.
La vida se fue demasiado pronto de mis manos, a penas y comenzaba a disfrutarla debidamente...
Recuerdo, siempre recordaré una tarde, luego de uno de los ensayos con los chicos, fuimos a por unas cervezas para luego ir a beberlas al taller mecánico de Matt. Estábamos bebiendo y de pronto apareció este chico, Frank Iero. Él no era un buen amigo de nosotros pero a mis ojos lucía... era extraño, para mí era como el caramelo más delicioso exhibido tras la vidriera, era asombroso contemplarlo, más no lo tomaría, porque no era mío.
Frank Iero bebió con nosotros esa tarde, recuerdo que luego de su tercera cerveza ya estaba bastante ebrio, comenzó a hablar que vivía solo, que sus padres lo habían abandonado, que su antigua novia también lo había hecho... y me lanzaba muchas miradas furtivas. Frank Iero había sido expulsado de su escuela y no trabajaba, quien sabe cómo se costeaba la vida, Frank Iero era un enigma.
Recuerdo que rara vez sonreía y que cuando lo hacía unos hoyuelos se formaban en sus mejillas, pero parecía que no le gustaba hacerlo porque en cuanto sus labios comenzaban a hacerlo, sus ojos se oscurecían y dejaba de sonreír al instante.
Me gustaba admirarlo, las pocas veces que lo vi antes de que él se llevara mi vida, había sido agradable admirarlo. Tenía una bonita estructura ósea.
Era pasado el mediodía cuando Gerard Way se despidió de su hermano menor, Michael diría después que ese abrazo fue uno de los más apretados que se dio con su hermano, era como si supieran que era el último que se darían.
Gerard Way acomodó su bufanda tres veces cuando salió de casa había olvidado llevar audífonos y era terrible porque escuchar conversaciones ajenas no era precisamente divertido. Caminó hacia el norte desde su hogar, en dirección al hogar de Raymond.
Estaba él a unas seis cuadras de su casa, había decidido tomar otro camino porque estaba aburrido de caminar por sobre sus pisadas cada vez que iba a casa de su amigo cuando Frank Iero apareció frente a él, lucía deprimido y su rostro parecía haber sido apaleado por alguien, el chico, posiblemente no había dormido desde hace una semana... o más.
Somos personas de hábitos, despertamos a cierta hora, tomamos una ducha, desayuno, paseamos al perro, sacamos la basura, vemos algún programa de televisión... aquel miércoles debería haber sido un día igual a cualquier otro día.
Pero yo decidí cambiar la rutina y tomar otro camino...
Quien diría que aquella pequeña variación a mis planes extinguiría mi vida para siempre.
En un primer intento Gerard se limitó a hacer un gesto con la mano en forma de saludo para luego seguir con su camino, era un buen tipo, pero realmente no sabía cómo lidiar con depresiones ajenas, menos cuando apenas y conocía al tipo, pero Frank Iero dio un paso al lado, cerrándole el camino.
Era un tipo bastante pequeño pero su presencia se hacía notar bastante, quizá la culpa la tenía el aura oscura que expelía cada uno de sus poros. Desde un par de metros de distancia se podía notar que era un tipo desequilibrado y bastante deprimido. Cualquier persona normal no se habría acercado y menos habría aceptado visitar su hogar... pero Gerard Way siempre había sido un tipo bastante curioso.
- Tengo que ir a lo de Raymond -se trató de excusar cuando la invitación salió de los labios el muchacho, repitió su excusa una vez más pero él parecía no querer aceptar un "No" como respuesta. Gerard miró por sobre su hombro y luego accedió- sólo serán unos minutos.
- Gerard ¿Cierto? -Frank Iero preguntó mientras caminaban, él asintió.
Frank mentía al hacerse pasar por el ignorante en torno a él, lo conocía perfectamente... conocía cada detalle de su vida, desde cómo era cuando pequeño hasta el motivo por el que había abandonado su prometedora carrera en la escuela de Artes Visuales. Frank era un tipo obsesivo, desde que había visto a Gerard se había obsesionado con él, hasta el punto de coleccionar en un álbum un par de mechones de cabello, una servilleta sucia, la boquilla de una lata de cerveza y un par de colillas de cigarrillo. Tenía también varias instantáneas que había tomado cuando Way ni siquiera sabía que estaba siendo observado.
Frank jamás había sentido algo como eso, estaba enamorado, enamorado a su manera. Antes de que Gerard llegara su vida era un desierto, los ácidos recuerdos de su anterior relación lo atormentaban aun cuando cerraba sus ojos, por eso ya no dormía. Pero tampoco quería estar despierto, todo a su alrededor era un infierno... hasta que llegó Gerard.
Eran contadas con los dedos las veces que habían hablado, pero Frank atesoraba cada momento, años más tarde, cuando lo interrogaran, él diría en dónde escondía un baúl con recuerdos de Gerard. Restos físicos, un cuaderno con sus conversaciones y el detalle escabroso de cómo le había quitado la vida.
Esa tarde debí haber tomado el camino habitual, haber ido a casa de Raymond, darle la buena noticia, luego ir a tomar mi café, pasar a visitar a mi hermano a su trabajo y luego regresar a casa. Pero sólo cambié un detalle en mi rutina... y todo se vino abajo.
Recuerdo que Frank me conversaba de cosas extrañas, su voz era extraña, recuerdo que perdí el hilo de la conversación y me dediqué a mirar a nuestro entorno cuando noté que nos adentrábamos en un barrio particularmente complicado. Jamás había estado ahí, pero Frank Iero sabía a dónde iba así que me dejé guiar.
Tonto yo... confiar en un muchacho que conocía tan poco.
Frank lo guío hacia su casa, un lugar pequeño de dos ambientes, se las había arreglado para quedarse con él, después de todo, el dinero de sus padres se había evaporado hace mucho por su adicción a algunas drogas menores. Frank abrió la puerta y Gerard tuvo que cubrirse la boca para no vomitar, el lugar olía a mierda.
O peor que la mierda.
A decir verdad, olía a un cuerpo en estado de descomposición en la bañera.
Frank había olvidado deshacerse de esa prostituta a quien había matado hace una semana, por drogas, ella quería que le pagara su parte.
- Lo lamento, olvidé sacar la basura -se excusó Frank, invitándole a entrar.
Gerard miró hacia atrás, por entre las nubes un tímido rayo de sol se colaba, cayó en su rostro por momentos y luego entró a la casa.
Esa sería la última vez que vería la luz del sol... aquel sucio lugar sería su tumba.
- ¿Bebes algo? -preguntó Frank atravesando la pequeña salita para abrir la puerta del refrigerador, dentro había un par de cervezas y un trozo de pan. Gerard negó y lo esperó junto a la puerta- Toma asiento, por favor.
Gerard miró titubeante el lugar y se acercó al sofá menos sucio, se sentó intentando no tocar nada con las manos desnudas y se giró a mirarlo. Ambos se mantuvieron en silencio por eternos minutos, Gerard quería irse, algo no andaba bien, Frank no podía dejar de mirarlo, estaba embobado.
- Se hace tarde -comentó Gerard, buscando un reloj en las paredes, no encontró nada.
Pero sus ojos vieron, en un escritorio arrimado a la pared contraria un álbum de fotos, se concentró para mirar bien y podría jurar haber visto una foto de sí mismo, pero era imposible ¿Por qué Frank querría una foto de él?
Gerard vio como Frank abandonaba su lugar junto al refrigerador y se acercó a él, como acto reflejo se puso de pie, pésima idea. Ahora Frank sabía que estaba asustado.
Más él no le prestó atención a esto, se detuvo junto a él, Gerard casi le sacaba una cabeza de estatura pero seguía sintiéndose intimidado frente a Frank.
- ¿Vamos a casa de Raymond? -intentó Gerard, Frank simplemente negó.
- Quiero... quiero que hagas algo por mí -dijo Frank, su voz sonaba un poco más grave y sus ojos habían adquirido unos tonos más de color, relamió sus labios secos con la punta de su lengua y luego agregó-. No grites mucho, la cabeza me duele como la mierda.
En el momento Gerard no entendió el significado de sus palabras, pero sólo segundos más tarde todo tendría sentido.
Sucedió tan rápido.
Frank había dejado de hablarme y se había pegado a mí, sus fosas nasales se expandieron cuando inhaló mi aroma, sentí mucho miedo. Después de eso se paró a mis espaldas, estaba yo tan tenso y asustado que no pude voltearme a tiempo para...
No pude defenderme, despedirme, ni siquiera pude preguntarle por qué me estaba matando...
Frank sacó una pequeña daga que tenía reservada para darle fin a Gerard, estaba entre sus ropas y se deslizó fácilmente hacia su mano derecha. Con esta hizo un corte a la altura de la yugular, en su cuello y cuando Gerard cayó de rodillas, sosteniendo la herida en su cuello, le dio dos puñaladas más por la espalda.
La sangre comenzó a hacerse presente al instante, era increíble lo mucho que Gerard sangraba y el cómo su piel de por sí pálida se iba poniendo cada vez más blanca. Vio con ojos desorbitados como sus manos se llenaban de sangre, de su propia sangre y notó que le costaba respirar producto de un calor que sentía en la espalda.
- Lo lamento Gerard... pero así estarás conmigo, ya sabes, no puedo dejar que vuelvas a la universidad, tampoco que hagas esa banda... -Frank hablaba como si conociera con detalle cada suceso de su vida, y en cierto modo, así era- tienes que quedarte conmigo, desde el primer momento en que hablamos... fuiste mío.
Gerard intentó ponerse de pie, Frank estaba loco.
Cayó de bruces al piso en cuanto lo intentó, y lo hizo una vez más con el mismo resultado. Pero era imposible, y aun si lo lograba, no sería capaz de dar dos pasos antes de caer nuevamente. Había perdido mucha sangre.
Frank se acercó una vez más a él, ahora sosteniendo una soga, se lanzó sobre Gerard con una rodilla a cada lado y ató sin problemas sus manos por sobre su cabeza, Gerard entornó los ojos para mirarlo, jamás olvidaría su rostro.
Hay personas que pasan toda su vida huyendo de la muerte, entre accidente y enfermedades, yo viví tranquilo, creyendo que la muerte jamás me encontraría.
Pero lo hizo.
Con sus manos atadas Frank bajó a él, sus dedos recorrieron la fría piel del rostro de Gerard y cerró su boca, bajó la propia y robó un beso de sus pálidos labios.
Esos besos se sentían increíbles, aunque hubiese sido mejor uno algo más cálido. Pero a decir verdad él estaba acostumbrado a ese tipo de besos... en dónde sólo él jugaba.
Su mano tomó entonces la daga nuevamente y la hizo relucir a los ojos de su víctima, Gerard se puso tenso una vez más, ahora sabía que no saldría jamás de ese horrible lugar, que esa pocilga sería su tumba...
- Tu sangre es tan preciosa... -suspiró Frank bajando una vez más la daga, ahora hizo un corte cerca de su clavícula izquierda sólo para poder enseñarle el color que tomaba su sangre cuando recién abandonaba su cuerpo.
Gerard intentó hablar, pero sólo un gruñido salió de sus labios, Frank le había quitado eso también.
Se sentía un imbécil... tenía un enorme futuro por delante, sólo veinte años, podía haber regresado a la universidad y haber hecho algo con eso, o bien podía haber llevado a cabo el asunto de la banda... y también habría hecho algo con eso.
No había imaginado jamás que su muerte fuese de ese modo y tan pronto.
- No quería tener que matarte, pero tú me vez como a un bicho raro... yo quería pedirte que salieras conmigo, pero tú jamás aceptarías -Frank se encogió de hombros, como si realmente matarlo se tratara de la única solución a su problema.
Tomó la daga una vez más, ahora con una imagen en mente y una idea gestándose.
Gerard lucía triste, quizá una sonrisa le vendría bien.
Con la daga empuñada se esmeró para dibujar una sonrisa en sus labios, para cuando terminó de cortar sus mejillas, Gerard ya estaba muerto. El siguiente acto fue tomar un trozo de pie de su rostro, besar nuevamente sus labios, quitarle toda la ropa, besarlo una vez más, tomarle fotos para su deleite, y volver a besarlo.
Frank jugó con su cuerpo por días, hasta que el olor comenzó a hacerse notar por sobre el otro cuerpo en la bañera.
Tarde o temprano alguien hablaría y enviarían a la policía a la casa de Frank Iero. Cuando lo arrestaron encontraron a Gerard Way, mutilado en el piso de su sala, a una prostituta en la bañera y tres personas más enterradas en el patio trasero. Los dos cuerpos que habían encontrado en el río también habían sido obra de Frank.
Frank Iero, dos años después de matar a Gerard fue arrestado y condenado a toda una vida de presidio en una institución para enfermos mentales incapacitados para estar en la cárcel. Frank Iero hablaba cada día de Gerard y del cómo podrían haber tenido un futuro juntos, su adicción a los fármacos le había dado el nombre perfecto para la banda que podrían haber formado junto a los chicos, él también sabía tocar una guitarra... my chemical romance.
Pasas la vida buscando respuestas pero jamás las encuentras, es imposible contestar todas las interrogantes, pero cuando mueres... cuando mueres todo se vuelve tan claro. Lástima que nadie pueda escucharte ya.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top