Es muy tarde
El antiguo reloj de pared marcaba cerca de las siete de la tarde cuando alguien golpeó la puerta con nerviosos nudillos un par de veces, Gerard frunció levemente el ceño y abandonó el sofá, dejando el portátil a un lado para ir a responder al llamado. Estaba esperando visita, pero se suponía que llegaría dentro de media hora o quizá más tiempo.
Por precaución pasó la cadena y abrió la puerta lo más que daba, miró por el espacio de unos cinco centímetros, pero no había nadie ahí. Paseó la vista por el pasillo y eventualmente miró al piso. Un arreglo floral de unos 15 dólares descansaba frente a su puerta. Con una pequeña nota entre los tulipanes.
Rodó los ojos y cerró de golpe, con el corazón golpeando contra su pecho. En el basurero de la cocina había un par más de esos mismos arreglos junto a las cenizas de lo que habían sido las notas entre las flores, en el contenedor central del edificio, una docena más de lo mismo.
Pero no podía dejar las flores en el pasillo, porque sabía que si eso sucedía, al día siguiente iban a haber dos frente a su puerta. Suspiró, golpeando su frente contra la madera de la puerta antes de quitar la cadena y abrir.
Traía el pijama y zapatillas de dormir puestos, encima de eso, una hoodie de color negro y el largo cabello del mismo color caía casi hasta sus hombros. Abrió y se agachó para tomar el arreglo floral, al mismo tiempo miró hacia la esquina del pasillo dónde estaban los ascensores y la escalera. Le pareció ver unos ojos demasiado familiares esconderse entre las penumbras, pero para estar seguro de que no era una jugada de su mente entró y tomó su celular. Regresó al pasillo y marcó el número. Tal como esperaba, el tono de llamadas de un celular comenzó a sonar al final del pasillo.
— Deja de esconderte Frank, ya te descubrí.
Suspiró algo exasperado y pateó el arreglo al interior del departamento, cerrando la puerta a sus espaldas. Estrujando el celular entre sus dedos. Cerró los ojos y no los abrió hasta sentir que los pasos se acercaban a él.
Era momento de hablar y terminar con todo, de una buena vez.
Hacía casi dos meses se habían separado, en realidad Gerard había terminado con Frank ¿La razón? Un engaño que se repitió varias veces.
Una y otra vez los amigos mutuos lo habían advertido de que eso estaba pasando. Qué demonios, Ray incluso le había mostrado una foto de Frank besándose con la chica y él no había querido creerle. Pero finalmente comprendió y ocupó la cabeza para pensar, fue cuando los vio con sus propios ojos que supo lo estúpido que había sido al continuar creyendo en él.
Había regresado a casa hecho un mar de lágrimas y desilusión, todas sus cosas personales habían sido apretujadas dentro de dos maletas y finalmente había regresado a su apartamento de soltero. El que hubo abandonado casi siete años atrás, cuando supo que no podía estar lejos de Frank por mucho tiempo.
Lo que más le dolía de todo era que dentro de dos semanas iban a casarse. Bueno, eso si es que los antiguos planes hubieran seguido su curso. Ahora todo eran invitaciones que su madre había enviado, un local previamente pagado y un traje caro en su guardarropa.
Y dolía porque Frank había lanzado nueve malditos años por la borda. Nueve años en que se habían aguantado mutuamente, en que habían aprendido del otro... en los que, se había enamorado reamente. Había pasado desde los veintiuno con él, su primer novio, su primer amor... y ahora tenía 30 años y estaba solo.
30 años y jamás había tenido sexo con una mujer.
30 años y todo el amor que conocía... era el que Frank le solía brindar.
Al abrir sus ojos y verlo frente a él su conciencia le molestaba.
Frank había pasado los últimos dos meses tratando de recuperarlo, y él se había negado todas y cada una de las veces. Rechazando sus invitaciones, evitándolo en la calle, eliminándolo de las redes sociales y apagando el celular cada vez que Frank llamaba. Incluso había desconectado el teléfono de red fija.
Pero esas flores, las que llegaban todos los putos días estaban comenzando a ablandar su corazón. Y no quería que sucediera. Odiaba eso, odiaba saber que estaba queriéndolo de nuevo, que su mente pensaba día y noche en darle una nueva oportunidad.
Su corazón era el que se negaba, porque había salido muy malherido de todo eso.
Suspiró una vez más, mirándole con el ceño fruncido.
Era el momento de hablar y seguir con su vida. Frank se lo debía y Gerard sabía que lo merecía.
— ¿Qué quieres? —preguntó apretando los labios.
Los ojos de Frank se alzaron hasta su rostro pero al notar la dura mirada volvieron a bajar a sus manos tatuadas. Ambos suspiraron casi al mismo tiempo, Gerard se molestó aún más por eso.
— Quiero... necesito que arreglemos todo esto —dijo Frank con su voz de falsa víctima.
Gerard frunció el ceño aún más, sus ojos tratando de posarse en cualquier punto lejos de Frank. Y a pesar de todo, su corazón latía con fuerza dentro de su pecho. Se mordió los labios, tratando de que su voz quebrada saliera lo más indiferente posible.
— Es demasiado tarde para eso —comenzó haciendo una mueca.
— Pero yo te...
— ¿Me amas? —Gerard río sarcásticamente, Frank asintió una vez, bajando la mirada nuevamente— Frank tú no me amas, tú me engañaste, tú lo arruinaste todo.
— Gerard...
— Es muy tarde para decir que me amas. No puedes mejorar esta historia y lo sabes —se cruzó de brazos— Después de todo, tú lo quisiste así.
Ambos se quedaron en silencio, Gerard repasando sus duras palabras en su mente, Frank odiándose internamente, porque a pesar de todo... Gerard estaba en todo su derecho de repudiarlo.
— Yo te amo —Frank dijo a pesar de todo— Te amé y te amaré. A pesar de los hechos... nuestros nueve años fueron un cuento de hadas, de principio a...
— No tuvimos un final feliz, Frank —replicó Gerard frotando su barbilla, bajando la vista hacia el piso. Los pies de Frank se removieron, como si sus piernas estuvieran temblando. Gerard decidió desviar la mirada hacia el final del pasillo, sabía que en algún momento u otro esa puerta se abriría y llegaría quien estaba esperando para librarlo de ese incómodo momento.
— Yo te amaba —a pesar de haberlo estado evitando con todas sus fuerzas su voz se quebró al admitirlo—, te esperé durante mucho, quería con todo mi corazón que te aburrieras de esa tipa y volvieras a pedirme perdón, yo iba a perdonarte. Te escribí decenas de cartas de despedida y siempre las quemaba, porque realmente no quería despedirme de ti. Cuando llegabas tarde a casa... yo te deseaba y siempre, siempre te fui fiel. Pero tú quisiste algo más... tú lo fuiste a buscar.
Las lágrimas ahora empañaban su visión y bajaban copiosas por sus pálidas mejillas. Sorbió por la nariz y tosió al notar lo gangosa que su voz se escuchaba. Parpadeó un par de veces y secó las lágrimas, Frank seguía frente a él, sin decir nada. A su parecer se veía más pequeño, como si la culpa o la vergüenza tuvieran dominio sobre la fuerza de gravedad o algo similar.
— Gerard... no sabes cuánto me arrepiento, espero que puedas imaginar las dimensiones. Lo eché todo a perder... incluso nuestra boda, todo... no vale la pena mandarlo todo a la mierda ¿No crees? Por favor... sólo dame una última oportunidad y prometo no fallarte. Primero moriría.
Frank sonaba realmente decidido, incluso, cuando la mirada de Gerard chocó con la suya, le pareció ver ese fuego en sus ojos. Pero se mordió los labios cuando su fuerza flaqueó, se había hecho una promesa y no iba a fallarse a sí mismo. Para él todo había terminado, para bien. Y sería una reverenda estupidez volver a caer en lo mismo. Después de todo sabía que no era esa clase de idiota.
— No quiero que mueras —dijo con una lacónica sonrisa, demostrándole que no creía en sus promesas— Sólo... te pido que trates de olvidarme porque a mí me está costando y no lo haces más fácil. Si realmente me quieres no me escribas, tampoco respondas a mis llamadas...
— Gerard, no me hagas esto...
— Sólo intenta comprenderme porque todo esto me está matando... nunca en la vida tuve una pena igual —su voz se quebró una vez más, pero con toda su fuerza de voluntad evitó volver a botar lágrimas. No quería verse tan patético frente a él.
Pero Frank no lo logró y las lágrimas comenzaron a bajar copiosas por sus mejillas, eventualmente cayó de rodillas, con las manos en su rostro, los sollozos ahogados escuchándose por todo el piso. Gerard rodó los ojos, habría deseado poseer la indiferencia necesaria para dar media vuelta y regresar a interior de su apartamento. Pero no podía, simplemente no podía.
Después de todo no era tan duro como creía.
— Te amo... —Frank dijo una vez más, Gerard negó.
— No... —dijo sorbiendo por la nariz—, no me amas. Si lo hicieras no me habrías engañado... no tantas veces. Ya no es el momento de llorar ni de lamentarte... tú acabaste con todo mi amor.
— Mira mis lágrimas Gerard —desde el piso le habló, descubriendo su rostro, tomando el pantalón de Gerard para obligarlo a mirarle.
Gerard desvió la mirada. Lo que más detestaba era su carencia de orgullo y dignidad.
— El tiempo se encargará de secar tus lágrimas —dijo quedo, mirándole a los ojos— yo ya terminé con todo esto, no quiero saber nada más de ti.
Frank se puso de pie, frunciendo levemente el ceño, mirándole como si de un extraño se tratara. Secó sus lágrimas con el dorso de su mano y luego atrapó el brazo de Gerard, presionando para que éste no se soltara.
— Te desconozco Gerard —murmuró con voz herida—, tú no eres el chico del que me enamoré.
— Tú lo mataste —respondió Gerard haciendo un leve puchero—, tú quisiste que esto terminara así. Por favor Frank.... No lo hagas más difícil, olvídame de una vez...
— ¿Tan fácil fue para ti olvidarme?
Gerard se soltó del agarre de pronto, cubriendo su rostro con ambas manos, girándose contra la puerta y apoyando la frente en ella. Un golpe de sus puños contra la madera, otro más, acompañados de sus sollozos ya nada disimulados. Las lágrimas bajaban si destino por sus mejillas. Se odiaba internamente por haber perdido el control de pronto.
Frank lo miraba desde su distancia, algo impactado por el malogrado resultado de sus palabras. Se mordió los labios e intentó tocarlo, pero Gerard alejó su mano con un golpe.
— ¡No puedo olvidarte! ¡No hay día en el que no me acuerde de ti, de nosotros! ¿Es que no piensas en mí? Todas tus flores, tus notas, tus llamadas... Quiero superarte para por fin hacer algo bueno por mí mismo, pero no me lo permites... —secó sus lágrimas y se volteó de pronto, con la punta de la nariz roja producto del llanto— Esto me está matando... toda esta situación...
— Gerard, haría cualquier cosa para volver el tiempo atrás...
— Y volverías a cometer el mismo error —Gerard le interrumpió— Fuiste el amor de mi vida, pero es muy tarde... es muy tarde... lo lamento amor, pero es muy tarde...
Sus palabras se transformaron en un lastimero murmullo, las lágrimas comenzaron a drenarse de sus ojos, alzó la mirada y Frank supo que debía marcharse, que estaba haciéndole un daño inimaginable. Lo miró una vez más y comenzó a caminar hacia el ascensor, presionó el botón y cuando éste llegó al piso, se encontró cara a cara con alguien a quien no veía hace bastante tiempo. No era un amigo, por cierto.
De hecho en cierta época había sido un buitre que a base de amenazas había logrado alejar de su amor. Pero ahora no era nadie para interponerse, y eso le partía aún más el corazón.
Lo vio dedicarle una mirada de suficiencia al pasar a su lado con una pizza familiar en una mano y los DVD del Señor de los anillos bajo el brazo, su cabello enmarañado se movió cuando abandonó el ascensor y prácticamente corrió junto a Gerard, quien seguía apegado a la pared, llorando en silencio.
Frank entró al ascensor, y antes de que las puertas se cerraran ante sus ojos vió a Bert dejar las cosas en el suelo y tomar el rostro de Gerard en sus manos, quitar el cabello de su rostro y besar sus labios y Gerard, demasiado herido, confundido o simplemente por gusto, devolvió el beso.
Frank mordió sus propios labios hasta llegar al dolor, golpeó las paredes de la caja de metal con los puños y estuvo a punto de regresar arriba para golpear a Bert por besar a su Gerard. Pero ya no era suyo y no podía hacer nada para remediar eso.
Después de todo, Gerard lo había dicho... era muy tarde.
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