El cielo bajo el mar
Caminaba junto a Gerard, con mi cabeza apoyada en su hombro. Sus manos se sentían cálidas sobre las mías, con nuestros dedos entrelazados. Levanté la vista hacia él, mi mirada quedó cautivada por lo perfecto que se veía bajo la luz de la luna. Su pálida piel parecía brillar ligeramente en la tenue luz y aun en medio de la oscuridad, todavía se podían ver sus hermosos ojos oscuros. Sus labios se tornaron en una sonrisa de satisfacción mientras tarareaba una canción que había escrito y compuesto en piano para mí. Su cabello negro y despeinado caía sobre la frente y él se metió un puñado de desordenados mechones negros detrás de una oreja.
Mientras íbamos por el puente, Gerard se detuvo. Se apoyó contra la pared de piedra bellamente tallada, mirándome con una expresión casi triste. Puse mi mano sobre su brazo, mirándole a los ojos con confusión.
— Gerard, cariño ¿Qué pasa?
Gerard se quedó mirando al mar, con la luna reflejada en sus ojos sombríos. Miré hacia tras, el extremo sur de la ciudad. Él me había pedido que pasáramos un maravilloso día alejados del ruido de la ciudad, antes de que me llevara a su apartamento para tocar la canción en el piano y luego irnos al mío, en el extremo norte de la ciudad para pasar la noche.
— Frank... —suspiró pesadamente. Forzó la mirada hasta dar con la mía, la tensión se hacía notar en sus mandíbulas y los rígidos músculos de su cuello. Me paré delante de él, enterrando mis manos en los bolsillos de mi abrigo.
— ¿Qué sucede Gerard? Me preocupas.
— ¿Confías en mí? —preguntó él, parecía ahogarse con sus propias palabras. Me eché a reír con los ojos iluminados por la simple pregunta.
— Por supuesto Gerard —exclamé seguro, mi risa se desvaneció rápidamente—. Quiero decir... te amo Gerard. ¿Cómo no voy a confiar en ti?
La mirada de Gerard había caído hasta el piso, desgastándose en dirección al puente. Sus ojos parecían fuera de foco, perdidos.
— ¿Por qué me lo preguntas, Gerard...? Tú sabes que confió en ti ¿Verdad? A menos que tu... no confíes en m...
— Ese es tu error —gruñó Gerard de repente, su mirada había vuelto a mi cara. Metió la mano en su chaqueta y rápidamente sacó un cuchillo. La hoja brilló fuertemente, en un destello plateado bajo la luz de la luna.
Intercambie mi mirada entre el metal brillante y sus ojos. Un asustado y tembloroso suspiro escapó de mis labios y yo me quedé petrificado por su mirada. Dio unos pasos hacia adelante, amenazante; Cambiando la cuchilla de posición. Traté de dar un paso hacía atrás, pero mis piernas estaban entumecidas y congeladas por un miedo penetrante.
Gerard trajo la hoja hacía arriba, acercándola poco a poco a mi mejilla. El metal helado me escocia la piel, que estaba manchada por lágrimas frescas. Poco a poco penetró el metal sobre mi piel, ejerciendo una leve presión, haciendo una larga perforación.
Yo gemía débilmente, lleno de miedo. Mi voz se atoró en mi garganta. Me estremecí ligeramente al sentir una especie de hielo recorrer mis venas. Un pequeño chorro de sangre corría por mi mejilla, viajando hacia mi cuello, mi respiración se tornó inestable.
— Gerard... Gerard... —susurré con desesperación, buscando sus ojos. Casi no parecía humano. Se veía perdido, malicioso y despiadado al mismo tiempo— ¡Por favor! —lloré— ¡No hagas esto! Yo... q-quería pasar el resto de mi vida c-contigo... T-tener una familia juntos... Y-yo pensé... pensé que podríamos e-envejecer juntos y... yo quería ser tuyo por siempre... Gerard... Cariño... por favor ¡Por favor! No... ¡No me hagas esto!
Gerard, antes de que yo pudiera parpadear, metió el cuchillo en lo más profundo de mi abdomen. Mi boca se abrió completamente, entrando en un shock. Mis ojos abiertos seguían mirando a Gerard, cuya imagen se había vuelto borrosa. Mi mirada bajó lentamente a mi estómago.
— ¿Qué...? —tartamudeé. Gerard sacó la hoja de mi estómago, limpiando rápidamente mi sangre de él metal liso con su manga.
— Nunca lo entenderías —gruñó con amargura.
Me atraganté débilmente, mi mirada seguía atrapada en mi abdomen. Nuevas lágrimas, calientes quemaban mis ojos vertiéndose por mis mejillas. Envolví mis brazos alrededor de mi estómago, el calor de la sangre era casi doloroso contra mi piel helada. Le dí un último vistazo a Gerard, mi corazón destrozado seguía cautivado por su belleza, mis ojos parpadearon y me caí hacia adelante.
Gerard gritó el nombre de Frank luego de que este cayó, la sangre de la herida había manchado su abrigo. Ahora... estaba muerto... Los ojos de Gerard se llenaron de lágrimas mientras se ponía de rodillas lentamente, sujetando el cuerpo agonizante de Frank en sus brazos.
— ¡No! —clamó a la noche— ¡Lo hice! ¡Yo lo maté! ¿Qué haré ahora? —gritó desesperado. Una voz río dentro de su cabeza, arrastrándolo hacia lo locura. Una voz siniestra pero poderosa que podía distinguir claramente, resonando en su cabeza.
— "¡Bueno! Deshazte de las pruebas ¡Lánzalo al mar!" —gritó la voz cruelmente antes de estallar en una carcajada estridente.
Gerard miró a Frank, sin poder hacer nada. Su cabello castaño oscuro estaba pegado a su hermoso rostro. La única imperfección era el corte que Gerard le había dado en la mejilla. La cara de Frank había sido drenada de todo dolor, dejándolo sumamente pálido. Poco a poco llevó la mano temblorosa y la puso contra la mejilla de Frank. La piel debajo de su mano estaba helada, despojada de todo calor y vida del cuerpo de su amor.
Se inclinó, colocando sus labios contra los de Frank, estremeciéndose en sollozos silenciosos.
— Lo siento mucho mi Frankie... Yo... Lo siento... tenía qué... las voces... ellos... no paraban... de decirme que... —las manos de Gerard se dirigieron a su cabeza, en señal de protesta—. Vuelve... vuelve... por favor... —murmuró, mientras las lágrimas de agonía y frustración caían por sus mejillas. A pesar de su declaración, las voces seguían rugiendo fuertemente. Gerard beso a Frank una vez más, sus lágrimas caían sobre la cara del menor— Yo... te amo también... Frankie... Quería casarme contigo... morir juntos... yo... lo siento... por favor... perdóname...
Gerard se puso de pie, meciendo a Frank en sus brazos. Se dio la vuelta, mirando hacia el agua. Se acercó lentamente a la barandilla de piedra, temblando incontrolablemente. Dirigió su mirada final a Frank. ¡Oh, cuan desesperadamente deseaba poder ver esos ojos brillantes, color avellana una vez más! Sus labios rozaron la mejilla de Frank y rápidamente se alejó, el dolor brotando en su corazón era demasiado para soportarlo.
Lanzó el cuerpo sin vida de Frank por sobre el borde.
— Perdonami amore mio, ho sempre voluto essere tuo e tu eri solo mia... pero sempre...
Gerard siguió con la mirada la lenta bajada del cadáver de Frank, hasta que cayó al agua. Se dio la vuelta, paseando por el puente con las malditas voces burlándose de él sin piedad. Saco un cigarrillo de una pequeña caja que tenía en su bolsillo junto con un encendedor. Encendió el cigarrillo e inhalo profundamente. El humo le llevo un sabor dulce a los labios, quemándole la bajada hasta los pulmones, pero nada se podía comparar con la profunda herida que jamás se curaría en su corazón.
Mis ojos se abrieron lentamente, mi visión estaba borrosa y vacilante. Tosí débilmente antes de darme cuenta que no podía respirar. Levanté la cabeza, estaba bajo el agua. Traté de moverme, pero mis piernas se negaron a subir. Apoyé mi cabeza contra la suave arena en el fondo del mar.
La sangre de mi abdomen estaba mezclada con agua y me acordé de Gerard, pensé que me amaba como yo a él y que jamás me haría daño. Me había apuñalado. Y probablemente también me había lanzando al mar. Si pudiera, me habría echado a llorar bajo el agua. Cerré los ojos, como si el bloqueo de esta visión hiciese que todo desapareciera. Una voz suave y reconfortante se hizo eco a través de mi cabeza.
—... per sempre...
Abrí mis ojos, mis pulmones se sentían débiles e inútiles. Dejé escapar un último aliento que nunca supe si llego a la superficie. Viendo como las burbujas de oxígeno iban perezosamente a la deriva hacia arriba. Mis dedos se apretaron fuertemente contra la arena del fondo del océano, con un dolor insoportable en mi cuerpo.
Enfoqué mi mirada en el cielo. Aunque el agua lo hacía borroso la escena era bella. Todavía podía ver claramente la luz de la luna y las estrellas. Mis ojos revolotearon, cuando mi cuerpo se rindió ante la muerte, pero estaba en paz de alguna manera. Forcé mis ojos abiertos, a capturar una ultima mirada del cielo bajo el mar...
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