Demolition Lovers
— Gee... —se quejó Mikey, su voz estaba rozando la histeria. Apretó la cara contra el cristal de la ventana, agarrando fuertemente su pistola. Pero recordó que esta no tenía municiones, pensamiento que no le ayudó a calmar su vacilante nerviosismo— ¿Gee? —dijo de nuevo, volviéndose a mirar a su hermano.
— ¿Qué? —murmuró Gerard, sin molestarse en deshacer los restos de saliva en sus labios— Estoy muy ocupado —dijo con una sonrisa, volviendo a los labios de Frankie quien se enroscó en torno a él.
Gerard empujó a Frank, reincorporándose rápidamente, acercándose a Mikey mientras miraba por las ventanas. Un espectáculo desagradable a la vista, obviamente. Una serie de insultos y maldiciones comenzaron a deslizarse entre los dientes de Gerard, cuando se dio cuenta de que los habían encontrado de nuevo. Dio un golpe con la palma de la mano sobre el vidrio, cabreado. '¿Acaso no nos dejaran en paz? A donde vamos, en todo lugar, a todas partes. Siempre están pisándonos los talones.' A pesar de sus reflexiones internas, Gee era consiente, vagamente del constante sollozo de Mikey. Ray se aclaró la garganta.
— Hey, tal vez es sólo una advertencia. Quiero decir, es sólo, como, nuestra cuarta ofensa desde que... —la voz de Ray se apagó, renunciando a sus esfuerzos por aliviar la situación.
Gee miró palideciendo de a poco a su hermano menor. Los hermanos mayores DEBEN proteger a los pequeños.
— ¿Gee? —Mikey susurró, apretando los puños para intentar detener los condenados temblores en su cuerpo— Oye... tengo miedo. Tengo mucho miedo.
— Shh, shh Mikey. Vas a estar bien. Estaremos bien. —Gee murmuró, tomando a Mikey entre sus brazos. Los hermanos mayores siempre protegen a los menores. Siempre.
Frank comenzó a llorar.
Ray se levantó vacilante del asiento de la cabina del comensal. Se acercó a la ventana y su cuerpo se estremeció notablemente al mirar delante de él. ¿Es que acaso terminarían todos muertos?
— ¿Cómo está la situación? —Mikey gimió, dando voz a la pregunta que todos pensaban.
— Realmente han estado incrementando su número últimamente —dijo Gee, para sí mismo. Se hundió en el asiento que Ray acababa de abandonar. En algún lugar de los oscuros confines de su mente, la maraña tejida comenzó a separarse, hebra por hebra. Diferentes instancias, recuerdos y altercados, revoloteando de aquí para allá dentro de su conciencia, comenzando a juntar un rompecabezas de una creciente sensación de horror— Oh, jodido Dios. Todo tiene sentido. Oh. Puto. Dios. —Gee se miró las manos, como si las respuestas estuviesen en sus palmas temblorosas.
Porque había una razón.
Había una razón por la cual las emisiones de Dr. Death habían crecido más y más, siendo frecuente y siguiéndolos a todas partes. Había una razón por la que ya no podían vagar por los caminos luminosos del desierto en paz. Había una razón por la que Korse siempre parecía saber dónde estaban. Había una razón por qué, por qué... Había una razón para todas las peleas y toda la muerte y toda la mierda estuviesen pasando. Toda la mierda que habían pasado juntos. Debido a que habían estado juntos. Tan simple como eso.
— G-gee ¿Qué es lo que tiene sentido? —Frank se quejó, todavía llorando en su asiento.
—Estamos a punto de morir, todos nosotros.
Mikey gimió, enviando una punzada de dolor al corazón de Gerard.
—Uno de nosotros es un jodido traidor.
Ray se quedó asombrado con la mirada pegada a Gerard, incrédulo. Siempre trataba de encontrar lo mejor de las personas.
Mikey se congeló.
Frank seguía llorando. Frank comenzó a llorar antes de que Gee hubiese caído con esta bomba. Frank. Gerard sintió los pequeños engranajes de su cerebro correr a toda marcha. Frank. Frank, que siempre se tomaba una descanso separado de los demás. Frank, que podía arreglar cualquier cosa que tenían y construir cualquier cosa que necesitasen. Frank, quien se había vuelto cada vez más afectuoso con Gee.
¿Qué tan fácil sería calibrar el walkie-talkie para comunicarse con quien sabe qué personas, en sus privados descansos para fumar?
Frank. Por supuesto. Ahora era malditamente obvio.
— ¿Gee?
Gerard levanto la cabeza, saliendo de las profundidades de su mente y volviendo a la realidad.
— ¿Huh? —respondió, tontamente.
— ¿Vamos a m-morir? —los ojos de Mikey, quien siempre intentaba verse firme estaban ahora bañados y rebalsados con lágrimas. Gerard sabía que tenía que salvar a su hermano.
En respuesta a la pregunta de Mikey, Gerard se tiró hacia el costado lanzando el dorso de su mano contra la cara de Frank, con tanta fuerza que la piel de sus nudillos se pseudo desprendió y la cabeza de Frank fue golpeada con tanta fuerza que rebotó.
Sin dejar que Frank tuviese la oportunidad de tomar represalias, lo agarró por el cuello y tiró de él hasta sus pies. Frank estaba sollozando ahora.
— Gerard, Gerard permíteme explicar...
— ¡No, pedazo de mierda!
— Gerard, ¡Por favor!
Lo golpeó de nuevo, más duro.
— ¿Qué les dijiste?
— Yo hice un trato, Gerard, me hizo una...
— ¿Qué clase de trato? ¡Mierda Frank! ¡Estabas haciendo un pacto con el diablo para salvar tu propio pellejo inútil! —gruñó con disgusto, dando empujones a Frank contra la pared. Frank hizo un gemido, como el de un cachorrito herido y Gerard, instintivamente disminuyó la presión.
Ray se acercó y trató de mirar a los ojos de Frank, pero descubrió que no podía. Desvió la mirada rápidamente de la cara enrojecida.
— ¿Qué tipo de acuerdo hiciste con Korse, Frank? —preguntó con firmeza.
Frank bajó la cabeza, avergonzado.
—Él, él dijo que me quitaría a Gee... —su voz sonaba como la de un niño.
— ¿Sólo tú y Gerard? —Mikey elevó la voz— ¿Qué...? —luego hizo una seña a Ray y a él mismo.
— Pensé que como estamos, todos moriríamos de todos modos, no tenía otra opción... —Frank se quejó, provocando otra bofetada de Gerard.
— ¡Siempre hay una elección!
— Sólo lo hice porque ¡Te amo!
— ¿Tanto que le ofreciste a Korse a mi hermano y a Ray en bandeja de plata? ¡Muy mal! No amas a nadie, sólo a ti mismo.
La mirada de Mikey y Ray calló cuando se dieron cuenta de lo que eso significaba. Frank había hecho un trato con el enemigo, su seguridad y la de Gerard a cambio de los otros dos Killjoys.
Ellos.
— ¡Maldito traidor! —Gee gritó como broche de oro.
Mikey y Ray empujaron a Frank, quien cayó de rodillas, estilo ejecución.
— Korse. Cualquier acuerdo que tuvieses con Frank, es nulo. Así que lo llevarás a donde sea y nosotros veremos que hacer. —a pesar de que trató de ser indiferente, Gerard sintió una punzada de compasión por Frank. Se sacudió para ahuyentar dicha sensación y deslizo su mano sobre su pecho, para tomar firme su pistola de rayos.
Korse imitó la acción y tomó su arma, pero en lugar de un blanco estéril, su pistola de rayos era diferente... Al ver la ligera confusión de Gerard, Korse sonrió.
— Me parece que las pistolas de rayos no siempre matan a su presa. Me he equipado con la forma arcaica de la artillería. —dicho esto, apunto su arma al suelo y apretó el gatillo. El resultado, un arma de fuego.
— ¡Eso es un arma de verdad! Un arma de fuego —gritó Mikey.
— Así es joven, compruébelo usted mismo. —dijo y le disparó a Ray entre los ojos. Su cara se arrugo como si fuese de papel y la materia del cerebro salpico contra las paredes y el suelo.
Antes de que tuvieran tiempo de reaccionar, Korse apuntó a Mikey.
¡No! Los hermanos mayores se suponen que deben proteger a los pequeños. ¡Siempre! Gerard se tiró delante de su hermano pequeño. Puede que fuese un hombre adulto, pero siempre sería su hermano menor. Mikey era grande, le gustaba el café fuerte y podía derrotar a cualquiera en el Guitar Hero. Era su hermano menor y Gerard se comprometió a protegerlo siempre, sin importar lo que pasara.
Esa promesa fue destrozada, como el cráneo de Mikey por la bala que debía haber matado a Gerard, a Poison. No a Mikey. No a Kobra.
Estaba muerto.
Antes de que Gerard pudiese asimilar esto, Korse apuntó su arma a Gerard.
— Ahora Frank, sé que teníamos un acuerdo. Sin embargo, tu compañero parece estar empeñado con que lo disuelva. No veo ninguna razón por la cual no pueda matarlos a ambos ahora mismo.
Gerard levantó la vista, estaba manchado por la sangre de su hermano. ¿Por qué vivir? Ya no había razón.
Extendió los brazos, dejando su pecho al descubierto ante el verdugo. Hazlo.
Cerró los ojos.
— ¡¡No!!
Esta arma de fuego se veía aun más fuerte que las demás.
¿Estoy muerto?
Podía saborear la sangre, caliente y metálica.
Gerard abrió lentamente los ojos, la luz del sol lo cegó repentinamente.
— Te dije que te amaba, Gee —se río entre dientes Frankie, con una cantidad escalofriante de sangre gorgoteando de su pecho.
— ¿Tomaste la bala por mi? —murmuró con incredulidad.
— No estoy sangrando solo por diversión amor...
— Bueno, eso es bonito, cursi y todo. Peor todavía tienes que mo... —antes de que Korse tuviese la oportunidad de terminar, Gerard hizo lo que debería haber hecho antes de que Ray fuera asesinado.
La explosión de rayo aterrizó justo en el pecho del villano.
Murió antes de caer al suelo.
Los seis Dracs que Korse tenía como guardaespaldas también fueros muertos en unos instantes.
— Oh Puto Dios, Frankie. Está todo jodido.
— Hey, me voy a morir pronto. ¿Pueden ser mis últimos momentos un poco más felices? —Frank extendió los brazos, en anhelo de Gerard.
Claro estaba todo mal por culpa de Frank. Pero tenía razón, estaba casi muerto. Gerard podía darse el lujo de impulsar sus otras preocupaciones hacia el lado, por un rato. Gerard acercó el delgado cuerpo de Frank contra su regazo, la falta de cercanía que tendría luego de su desgracia había comenzado.
— Te amo... —le susurró Frank, su voz sonaba débil y patética. Estaba más cerca de su final, llevándose a Gerard consigo. Todos habían muerto. Estaba perdiendo a Frankie. A Frankie.
— Te amo demasiado, Frankie...
Frank sonrió, la expresión de su rostro pálido, tomo un brillo mortal.
— Lo siento, Gee... yo...
— No, no shh amor. Está bien. Está bien.
¿Es esto todo lo que puedo hacer? ¿Consolarlo mientras muere lentamente? Lo amo. Haría cualquier cosa por él. Moriría por él. Eso seguro.
— ¿Muero contigo? —le susurró antes de besar sus fríos labios. El beso fue agradable, dulce y amoroso.
Ayudó a fortalecer su resolución.
Gerard tomó su pistola de rayos y la posicionó en la parte lateral de su cabeza.
Apenas se separó del beso, murmuró por última vez.
— Te amo...
Y luego apretó el gatillo.
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