Culpa

Frank se sentó frente a su ordenador con los ojos pegados a la pantalla frente a él, que brillaba intensamente contrastando la oscuridad de su habitación, sus dedos tecleaban frenéticamente crueles palabras en un muro de Facebook.

"Eres un perdedor. Nadie te quiere, Gerard. Estarías mejor muerto."

Era lo que decía el mensaje. Sonrió diabólicamente ante sus propias palabras mientras presionaba 'enviar' riendo para sí mismo. A Gerard le encantará leer eso. Pensó antes de apagar su PC.

Con una sonrisa en sus delgados labios se recostó sobre su cama, planificando como molestar a Gerard el día siguiente. Gerard era un chico que estaba en la misma clase que Frank, tranquilo e impopular. Frank por su lado era popular y eso era razón suficiente para molestarlo, además disfrutaba bastante molestarlo en la escuela junto a sus amigos. También solía enviarle correos electrónicos y subir fotos que le había tomado a Gerard sin que este se diera cuenta, sólo para burlarse de él. Gerard no tenía amigos y nadie daba la cara por él. Estaba solo contra ellos y no se defendía o no quería hacerlo, bueno eso era lo que Frank creía.

Un par de horas habían pasado y Frank seguía recostado en silencio, con los ojos abiertos sobre su cama. Se levantó y caminó al escritorio, sentándose y encendiendo la pantalla. Seguía en el perfil de Gerard cuando apareció la notificación. Frank sonrió, esperando ver una respuesta de Gerard. Deslizó el cursor para hacer clic en ella y el comentario reveló exactamente lo que Frank había esperado.

"Por favor ¡Déjame en paz!"

Había escrito Gerard como respuesta. Frank río en voz alta al leerlo.

"De ninguna manera, Gerard"—sonrió— "No, nunca. Nunca me detendré. No hasta que mueras. Ve y ahórcate para que todos tengamos paz sabiendo que estás muerto." —decía Frank en voz alta mientras escribía. Le gustaba el sonido de sus propias palabras. Le encantaba la crueldad inmersa en ellas.

Él nunca había tratado a alguien de esa forma antes y nunca se dio cuenta de que podía ser tan entretenido. Frank volvió a leer la respuesta de Gerard y apagó el PC, acostándose por fin a dormir en su cama.

Frank se despertó al escuchar a su madre tocando su puerta, llamando su nombre.

— Frank cariño, hay alguien en la puerta esperando por ti.

— Está bien —respondió somnoliento.

Lanzó las frazadas al suelo y se puso de pie, poniéndose unos jeans sucios que recogió del suelo. Salió de su habitación y caminó perezosamente por las escaleras hasta llegar a la puerta. Esta estaba abierta y ante Frank había dos policías uniformados. Abrió la boca enormemente y sus ojos se desorbitaron ante la sorpresa. Ellos le explicaron brevemente que lo necesitaban en la comisaría para interrogarlo.

Allá le contaron que Gerard se había suicidado la noche anterior y que algo les hacía creer que Frank tenía una idea del por qué el adolescente se quitaría la vida. Él nunca se imaginó que sería informado de algo similar.

El interrogatorio fue extenso y Frank estuvo contento cuando pudo regresar a su casa, pero su estomago estaba revuelto y le dolía la  cabeza. La culpa estaba comenzando a construir en su interior un volcán a punto de estallar.

Gerard no pudo haber tomado eso tan en serio. Él no lo hacía en serio. Solo era un juego con sus amigos y ya.

— Yo no sabía que las palabras pudieran herir tanto... —murmuró en voz baja al ver a su madre esperando ansiosa por las explicaciones para las acciones de su hijo.

— ¡Podrías haber sido acusado de homicidio involuntario Frank! ¿Sabes lo graves que son esos cargos? ¿Acaso quieres que tu padre tenga que vender el auto para poder pagarte un abogado? Créeme que aun así podrías haberte metido en serios problemas. Esto podría destruir nuestra familia Frank y es completamente culpa tuya por ser tan desconsiderado e irreflexivo ¿Cómo alguien tan cruel puede ser hijo mío? —gritó su madre con la furia creciendo en su interior, su cara estaba de un carmín violento— Eres un fracaso como persona y una decepción para esta familia.

Él permaneció en silencio con los ojos fijos en el suelo, tratando de contener las lágrimas que amenazaban por caer, Linda lo miraba esperando respuesta, hasta que finalmente se rindió dejando a su hijo solo en la cocina.

Frank cogió el cuchillo más grande que encontró y corrió escaleras arriba hasta el cuarto de baño, intentando pasar desapercibido. No quería que su madre lo atrapara. Una vez encerrado se sentó en el suelo de baldosas con las piernas cruzadas. Elevó su brazo a la altura de sus ojos y pasó la fría hoja contra su pálida piel. Los sentimientos de remordimiento y culpa habían construido un nido en la boca de su estómago y Frank había llegado a la conclusión de que tenía que ser castigado por decirle cosas tan crueles a un muchacho que apenas conocía.

Volvió a pensar en el día  anterior, cuando le escribió esas malditas palabras a Gerard, quizá él estaba inocentemente esperando la respuesta de Frank.

— ¿Cómo pude ser tan cruel? —Frank exclamó en voz baja, con las lágrimas cayendo por sus mejillas.

Presionó una vez más la hoja contra su piel, arrastrándola desde la muñeca y cruzando el antebrazo. Hizo una mueca de dolor mientras la sangre seguía corriendo como el agua por la ventana en un día lluvioso.

Luego de un rato cayó sobre el suelo, dejando caer el cuchillo a su lado. Su respiración se volvía pesada y la luz del foco encandilaba sus ojos. Los momentos pasaban y su respiración cada vez se hacía más lenta hasta cesar. Su frío cuerpo cedió en el piso del baño sobre un pequeño charco carmesí, con los ojos fijos en la nada y el río de lágrimas marcando sus pálidas mejillas.

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