Lee

—Venga, lee y atiende.

Sé que es una tontería, pero aquellas palabras me despertaron. Llevaba dos días sin dormir en condiciones, y cuando le vi pasar por la puerta como si nada, me quedé de piedra.

Nos miramos por un microsegundo, y juro que todo aquello volvió a mi mente.

—Dani, ¿puedes leer o no? —El profe me dio el segundo aviso y volví de nuevo a la clase.

—¿Eh? —Escuché carcajadas provenientes de los asientos de atrás, y sentí cómo empezaba a arderme la cara. —Ah, sí, perdón.

Y me puse a leer como si no existieran comas, ni puntos. Cada palabra se atragantaba en mi garganta con la intención de hacerme daño.

Las manos me sudaban, la voz me temblaba... Rabi, incluso, me rozó con la mano el codo, a fin de calmarme; aunque causó el efecto contrario.

Sabía que él me estaba mirando. Sabía que aquella conexión no se había ido, y que, en el momento en el que la vida me diese una señal, me levantaría de mi asiento.

Lo que no esperé es que aquella señal se hubiese hecho corpórea dos segundos después de haber cruzado mi mente.

El tiempo que le tomó al profesor formular la frase: “¿Estás bien?”, yo ya me había levantado de mi sitio. Sin mirar a nadie más que a él, me acerqué; apreté el puño en un intento de respirar, y con el derecho, le di el golpe que no me atreví a darle aquel día.

La clase se quedó en un intenso silencio, pero no me importó. Solo estábamos él y yo.

Yo, con un peso menos en la espalda; él, con su mano en la mejilla.

—Ahora, ¿quién tiene calado a quién?

X~

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