Compartirnos
—¡Qué te quiero! —Grité bien fuerte para que todo el mundo me escuchara. Para que me escucharas.
Pero no fue hasta que paraste en seco tu camino hacia la salida del centro comercial y te giraste para encontrarte conmigo lo que me hizo entender que, al fin, había llegado el momento de ser claros el uno con el otro.
—¡Sí, te quiero! —Volví a repetir, pero ya con unos cuantos sofocos potenciados por la tensión que se respiraba en aquel entorno. — Y me gustaría que dejases de pensar en este día de mierda y te centrases en mí, en mis palabras y en todo lo que podemos compartir a partir de ahora.
Me miraste lo que pareció una eternidad sin mover ni un solo músculo. Pensaba que me reprocharías que te estuviese diciendo aquello en un lugar donde teníamos la atención de tantos curiosos, pero aquello no pasó.
En cambio, te acercaste sin dar apenas cuatro pasos y me apretaste levemente el brazo para que siguiese hablando.
—Necesito que digas lo que tienes que decir, Maier —. Aquel tono vocal tan grave que irradiaba tanta seriedad provocó en mí una ansiedad desmesurada. De no ser porque estaba en un lugar público, mi vejiga me hubiese traicionado.
Pero adelanto que los únicos que derramaron algún líquido fueron mis ojos, por toda la adrenalina que estaba conteniéndose en mi corazón.
—Te quiero de forma diferente. —Dije, de repente. —Sé que es todo muy precipitado, Axel —. Suspiré, ya me estaba costando incluso respirar —. Todo esto... Es un caos. Ni yo sé qué has hecho para que esto pase, de verdad...
—¿Pero? —Insististe. No supe descifrar lo que estabas sintiendo en aquellos momentos, y eso solo ocasionó que mi angustia aumentara un poco más.
Sin embargo, aquel brillo tan profundo que vislumbré del castaño que dibujaba tu mirada, fue lo que me animó a continuar.
—Pero esta mañana me he despertado antes que tú, y te he visto dormido en el sofá. Estabas acostado con las piernas encogidas y respirando con mucha tranquilidad, y no he podido evitar prestarte atención. —Sentí que me apretaste más el brazo, pero no quise perder la conexión de nuestras miradas. —Me transmitiste una paz que nunca había sentido, y llegó un momento en el que mis latidos se fusionaron con los tuyos.
>Por eso, me encontraste dormida esta mañana en el suelo, porque no quería perder aquel momento. Me veía capaz de dormir en cualquier lugar solo si te tenía cerca. Y cuando me has despertado, algo dentro de mí empezó a hincharse como un globo. Te miraba y empezaba a salivar de más; te acercabas y sudaba de más; te reías y sentía la amplia necesidad de tocar tu sonrisa con mis dedos.
Mi corazón empezó a bombear mucha sangre. Lo sentía, casi, más fuera de mi cuerpo que dentro. Era una sensación muy extraña, pero placentera.
Abriste un poco la boca, supongo que para intentar sacar algo coherente de tu garganta, con el fin de dar una respuesta a mi monólogo, pero de ahí no salió nada.
Solo silencio.
Y más silencio.
Y mucho más silencio.
Hasta que tú mismo te abalanzaste sobre mí y me envolviste en un enorme abrazo.
—¿De verdad? —Preguntaste en bajito, casi en un susurro, desde mi cuello. Sonabas conmocionado.
—¿De verdad qué? —Pregunté también en un susurro, aunque sin dejar de mostrar mi confusión, arqueando una ceja.
—¿De verdad esto no es un sueño?
—Nunca me había sentido tan segura de un sentimiento como el que estoy sintiendo por ti —. Esbocé una gran sonrisa cuando nos separamos unos centímetros para poder volver a mirarnos a los ojos —. Así que, si lo que quieres es que te diga que te quiero hasta que te convenzas de ello, empezaré ahora mismo.
—Nunca dejes de hacerlo, por favor.
—Nunca, Axel.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top