25/05/18

QUESTIONS

Entré a su cuarto como cada fin de semana, y Taylor cerró la puerta con llave para que nadie más pudiese entrar. Entonces me di la vuelta y lo encaré. Le pasaba algo, lo sabía.

—¿Puedo saber qué es lo que te carcome por dentro?—Me acerqué a él, mostrando en mi rostro la preocupación que no quiso hacerse visible horas antes, y le cogí de las manos sin dejar de mirarle a los ojos. Él parecía estar en otro lado, aunque nada más sentir mi tacto reaccionó y me dedicó una sonrisa tranquilizadora.

—No te preocupes, no es nada.

Me encogí de hombros. Sabía que Taylor era una persona demasiado misteriosa y por ende, no era del tipo de persona común que cuenta sus cosas tan a la ligera, ni siquiera si esa persona se trataba de la persona más importante para él en aquellos momentos, o sea, yo.

Di una vuelta de 180º y volví a encaminarme hasta la cama moviendo las posaderas de una manera demasiado exagerada. A él pareció gustarle porque me siguió por detrás hasta encontrarnos con el borde del colchón. Sonreí cuando sentí sus manos apretar mi cintura. Sabía lo que vendría después: chocaría mi culo con su paquete y nos quedaríamos así hasta que uno de los dos tomara la iniciativa de calmar nuestras respiraciones espesas, las cuales ya estaban tomando una gran velocidad. Esperé a que me susurrara al oído algo que me excitara más para enfrentarlo y quedarnos a milímetros de distancia. 

—Con que quieres estar dentro de mí, eh... —Mi voz sonaba diferente. Podría decir que hasta me calenté mucho más con solo escucharme a mí misma.

—¿Tú no quieres tenerme dentro?—No me hizo falta responder. Mi mano viajó hasta el sur y cuando tocó por encima de su pantalón su masculinidad, empecé a hacer ligeros movimientos. Sin embargo, eso no conseguía que se la pusiera erecta. 

Levanté la cabeza y enarqué una ceja. Esto era grave.

—Los chicos a veces tienen bloqueos... —Respondió Taylor la mar de tranquilo. 

—Tú no eres esa clase de chico —Y era cierto, mi futuro novio era de todo menos inexperto en el tema del sexo. Para él, todo esto se podía considerar lo mejor de su vida. Así que, con las decisiones claras en mi cabeza, pronuncié las palabras que jamás esperé decir delante de alguien —. Por eso, o me dices qué demonios te pasa o tendré que irme para no regresar.

Aquello lo tomó por sorpresa, porque se alejó unos pocos centímetros de mí para poder mirarme mejor a la cara y analizarme como si me tratase de un bicho recién salido de un experimento de mutación. No sé exactamente lo que se le cruzó por la cabeza, pero unos segundos después de haber dicho lo que le dije, se me lanzó encima, tirándome a la cama y poniéndose encima de mí sin parar de besarme con ese toque de lujuria y desesperación que tanto me gustaban de él.

"¿Qué coño está pasando?", pensé.

Y aunque aún siguiesen las preguntas en mi mente, me dejé llevar como la buena adicta que era de este mismo campo de "relajación" recíproca. Nos cogimos de las manos después de que a Taylor le diera por quitarme las bragas y dejar castos besos por mi estómago. Nos miramos y justo en ese momento vi cómo empezaba a mover los labios sin que saliera ningún sonido de ellos. 

Mi respiración estaba agitada, hasta me costaba concentrarme en ellos sin que me dieran ganas de besarlos como anteriormente hice. No obstante, lo que pude comprender fueron dos palabras:

—Te quiero.

Y fueron las mejores palabras no dichas en voz alta que alguna vez pude sentir clavándose en mi piel. Porque fue la primera vez, después de casi cinco meses de un no-noviazgo, que Taylor confesó que me quería, y estaba segura de que, a pesar de su timidez, lo que sentía era real.

O al menos lo creí en aquellos momentos... 

Antes de saber lo que en verdad estaba ocurriendo dentro de él.

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