Se intenta.

Se intenta salir de este bache, y seguir adelante, pese a la adversidad.

Pese a sentirnos rotos y no saber qué hacer para sanarnos.

Ni el tiempo ni las compañías son suficiente. Las horas pasan como si el juego fuese abrir y cerrar ojos en milésimas de segundo.

Las ganas de huir sin saber a dónde me llevarán las piernas es una idea que me suena muy enriquecedora. Pero inestable.

Como yo.

Como nosotros.

Siento que en cualquier momento puedo perder todo, así como puedo estar en la cima, teniendo mi alma completa.

Y es inaguantable este quebradero de cabeza. Las hormonas me dan la vuelta y mis huesos se rompen como el cristal. Los años ya no son nada. Yo no soy más que un virus más.

Somos el virus.

Y las acciones nuestra cuarentena.

¿Quién salva a quién? Porque ni las llaves de mi casa abren la puerta.

Y estoy cansada.

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