Capítulo 1: La Leyenda
Un nuevo sol se asomaba por el horizonte para dar comienzo a un nuevo y esplendoroso día. Sus cálidos rayos se colaron por las rendijas de la persiana de la habitación de Josh, quien despertó con una sonrisa en su rostro. Era un sábado por la mañana y había decidido levantarse tarde, concretamente a la 13:00. Se frotó los ojos y retiró sus sábanas, dispuesto a comenzar un nuevo día.
Abajo se escuchaban los ruidos de instrumentos de cocina preparando la comida. Al levantar las persianas, la luz iluminó todo el dormitorio de Josh, algo que le producía una sensación de libertad incondicional. Se quedó un rato observando el bosque, sus altos y gruesos árboles rodeados de flores y arbustos de todas las formas y colores. El ruido de los pájaros sonaba al compás del baile de las mariposas.
Se sentía en la suave brisa que la primavera había comenzado. Tras el aviso de su abuelo, se vistió como Dios manda y bajó corriendo al comedor. La comida ya estaba servida sobre la mesa y su abuelo ya había comenzado a comer; saludó a su nieto con una calurosa sonrisa y el chaval le contestó con una aún más radiante. Al observar que su abuelo había devorado ya su plato, le hizo una petición.
— ¡Cuéntamela otra vez abuelo! —En todas las comidas, Josh le pedía entusiasmado que le contara aquella mítica historia. Sabía que los hechos que le narraba no podían ser reales, pues con 13 años de edad ya era lo suficientemente mayor como para saberlo, pero su abuelo siempre ponía tanto empeño en contarla... Parecía estar reviviendo una época del pasado, una época mucho mejor, hasta que llegó ella.
—Está bien. —Su abuelo finalmente desistió ante la petición de su nieto y comenzó a narrar la historia:
"Silver Creek era una ciudad próspera, de gran extensión y llena de edificios enormes con un gran interés turístico. Su economía estaba desarrollándose gratamente y los puestos de trabajo eran numerosos. Se podría considerar la ciudad como una auténtica utopía terrenal, un Jardín del Edén, por así decirlo, por eso sus habitantes estaban orgullosos de vivir allí.
Siempre que preguntabas a uno de sus habitantes de dónde provenía, respondía con orgullo: "Yo nací en Silver Creek", ya que era una ciudad pacífica dónde era imposible aburrirse y siempre había algo interesante que hacer. La ciudad continuaba expandiéndose con rapidez por las montañas y las laderas que rodeaban la creación del ser humano, y su población aumentaba con rapidez cada vez más y más.
Hubo millones de habitantes de diversas culturas y religiones habitando la zona. La gente conocía muchas costumbres y prácticas interesantes e innovadoras gracias a la diversa población. Pero de nada servía que hubiera un número elevado de habitantes, pues nadie esperaba que aquel suceso ocurriera de repente, sin ningún aviso y sin forma de huir de él"
Josh seguía prestando mucha atención a la historia, aunque se la sabía perfectamente. Mientras con su boca devoraba los espaguetis con salsa que su abuelo le había preparado, con sus ojos observaba los gestos que él hacía al contarle la leyenda. La comunicación no verbal también es muy importante a la hora de contar una buena historia.
Siempre pensó que de mayor podría narrarla igual de bien que él, pues en su voz añadía un tono misterioso y enigmático que, personalmente, le fascinaba. Pensó que su abuelo habría sido un narrador nato hace años atrás y, como si le hubiera leído la mente, continuó su extraño relato:
"Ha pasado ya mucho tiempo desde que eso ocurrió y cambiara la vida de muchas personas inocentes, pero todavía puedes oír los gritos de sufrimiento y agonía de la gente que quedó atrapada para siempre en el caos de la ciudad. Llantos y gritos hacen eco en el valle, dejando una huella que perdurará por la eternidad. Si escuchas con atención, sabrás de lo que hablo.
Las llamas siguen alzándose hasta el cielo, sin nada que les impida devorarlo todo a su paso, y cada vez crecen más y más. Son furiosas y su intensidad es poderosa, pues no son llamas normales. Son llamas alimentadas por el odio. Por mucho tiempo que pase siempre perdurarán, serán el eterno recordatorio de un castigo impuesto por una sádica venganza. Nadie olvidará aquella fatídica noche en la que todo comenzó. ¿Quién iba a pensar que todo ese caos sería provocado por una inocente niñita?"
Con cada palabra que salía de su anciana boca, más se enganchaba a la historia. Le encantaba escucharle a él y a sus cuentos mientras comía, ya que en su casa no había televisión, ni móvil, ni ordenador. Para él, una buena historia, producto de una imaginación desbordante, era lo único que necesitaba para entretenerse. La imaginación puede ser lo único que alguna vez te mantenga con vida.
Su casa simplemente era una sencilla cabaña rústica de dos pisos a las afueras del pueblo, ubicada unos pocos metros dentro del bosque. Debido a su incomunicación, Josh no tenía amigos, su abuelo era su única compañía, y era todo lo que él necesitaba. Nadie le comprendía mejor que el hombre que le había criado desde la más tierna infancia.
Además, la vida campestre ofrecía actividades únicas que no podrían realizarse en la ciudad, como paseos matutinos en contacto con la naturaleza o un refrescante baño en la charca. Esa ubicación le permitía conocer más acerca de las plantas, los animales y la agricultura, algo que en el fondo le entusiasmaba.
—Esa niña se llamaba Scarlett —prosiguió su abuelo. Al pronunciar ese nombre, los labios le temblaron y sus ojos se abrieron súbitamente reflejando pavor.
"Tenía 12 años y aparentemente era una niña como todas las demás; sin embargo, su madurez destacó desde una edad temprana, haciéndola envidiable hacia las otras chicas. Lo más característico en ella era su larga y densa melena oscura, de un color más negro que la noche menos estrellada. Su piel blanca y sus labios rosados realzaban su belleza natural.
No sólo era una chiquilla adorable, pues también era muy educada y sacaba buenas notas en el colegio, ya que su prodigiosa inteligencia era superior a la media de sus compañeros. El problema fue que, una noche de luna llena, sin previo aviso, salió corriendo de su casa y minutos después se incendió por completo, ante la atenta mirada de la joven"
—¿Sobrevivió alguien, abuelo? —preguntó Josh, mirándole fijamente a los ojos. Esta vez fue el joven quién interrumpió al mayor. A veces se le ocurrían nuevas preguntas que hacerle a su familiar para saber más aun sobre la leyenda.
—No lo sé, y si lo sé, no lo recuerdo. Todo ocurrió tan sumamente rápido... Ya sabes que mi memoria ya no es lo que era —dicho esto, se sirvió una copa de whisky y se la bebió de un trago, mientras Josh seguía devorando su deliciosa comida.
"Su casa se incendió y sus llamas se llegaron a ver desde cualquier rincón de la ciudad, incluso los más resguardados y recónditos. Perdió todos sus objetos de valor, no pudieron salvar nada... y por lo que tengo entendido, a nadie. No se sabe exactamente qué fue lo que pasó, pero había una hipótesis: Scarlett fue la que prendió fuego a su propio hogar, pero no voluntariamente.
Scarlett no era tan normal como te dije. Había algo muy especial en ella, algo que nadie se molestó nunca en averiguar. No sé si habría podido ser la salvación de Scarlett, pero ya es demasiado tarde para saberlo. No se puede explicar con detalles ni con claridad, pero la niña podía hacer cosas que los demás no podían y, por supuesto, nadie lo sabía.
Debido a este incidente, los habitantes de Silver Creek decidieron darle a Scarlett a probar su propia medicina. Sin siquiera preguntar el motivo de tal acto a la niña, decidieron por consenso quemarla viva, frente a todo el mundo que quiso acudir al macabro espectáculo. Al igual que supuestamente ella había prendido fuego a su casa y a sus propios padres, los habitantes la ataron a un mástil en el centro de la plaza más famosa de la ciudad y la rodearon de paja.
Mientras la paja ardía, Scarlett pensó que no era culpa suya, ya que nunca decidió tener ese don. Pero de nada sirvieron sus lloros y sus ruegos, pues dejaron que su piel se ennegreciera y se desprendiera de su pequeño cuerpo. Nadie salió a socorrerla, sólo se oyeron las burlas y abucheos de la gente. Al acabar, Scarlett juró vengarse de todos los habitantes de Silver Creek, aunque fuera lo último que hiciera"
— ¿Y qué fue lo que hizo, abuelo? —preguntó Josh. Él ya se sabía la respuesta, pero le gustaba ver a su abuelo contándosela de nuevo. Nunca recordaba que se la había contado mil veces, o incluso más, pero se emocionaba al ver a su nieto tan entusiasmado e intrigado por su fantástica historia. Su abuelo pegó otro trago a su vaso de whisky y continuó:
"El dolor y el sufrimiento de la tortura de Scarlett desarrolló en ella una nueva capacidad derivada de su innato don. No sabían cómo, pero de alguna u otra manera, la gente empezó a perder su cordura; y empezaron los asesinatos, los suicidios, el canibalismo y el caos. Al principio pensaron que podría ser un virus o incluso un ataque bacteriológico del gobierno, pero en el fondo sabían que Scarlett fue la causante.
El problema es que nadie que no fuera nativo o que residiera en Silver Creek podría saberlo, así que pusieron la ciudad en cuarentena. Nadie podía entrar y nadie podía salir. Hubo muchos visitantes y turistas que perdieron la vida de forma injusta, pero han pasado muchos años desde eso y ahora ya no queda ningún vigilante fuera. Además, las vallas que rodeaban la ciudad ya no son tan resistentes como antes..."
Dicho esto, su abuelo se levantó de la silla del comedor y dio un fuerte abrazo a su nieto, probablemente al emocionarse contando la aterradora historia. Josh no sabía exactamente por qué lo hacía, ya que sólo era un cuento para niños y no le asustaba, pero no le importaba. Nunca le importó demostrar a su abuelo que le quería. Al fin y al cabo, era el único que se preocupaba por su vida.
—Gracias, por contarme la historia, abuelo —comentó, mientras se dirigía a su habitación. Por fin había acabado de comer y tenía muchos deberes pendientes por hacer. Se acomodó en la silla del escritorio y sacó el libro de matemáticas. No lo sabía con claridad, pero le pareció escuchar unos sonidos, tan débiles que apenas podían oírse. Esos sonidos eran los llantos de su abuelo.
—Abuelo... ¿Estás bien? —Tan rápido como esas palabras salieron de la boca de Josh, los ruidos cesaron instantáneamente. Aunque pudo continuar haciendo los deberes, su sonrisa se esfumó para dar paso a una expresión de preocupación.
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